Continuidad de servicio

Conferencia General Octubre 1971

Continuidad de servicio

N. Eldon Tanner

Por el presidente N. Eldon Tanner
Segundo Consejero en la Primera Presidencia


Esta ha sido verdaderamente una reunión inspirativa.  Es un privilegio y una bendición para todos los que han estado aquí y para aquellos que nos han escuchado y que pueden aplicar en sus vidas lo que aquí se ha dicho.  Nuestros desafíos, oportunidades y bendiciones son grandes e innumerables; no hay mayor poder en todo el mundo, que el poder de Dios delegado a los poseedores del sacerdocio de la Iglesia, si magnificamos el sacerdocio que poseemos.

La hermana Tanner y yo acabamos de regresar de visitar cuatro misiones y una estaca en Japón, todas las cuales son presididas por japoneses.

Algunas parejas son nativos que crecieron ahí, que han cumplido misiones en Japón y que están haciendo un gran trabajo.  Visitamos la misión de Corea y la de Hong Kong, cada una de ellas presididas por americanos que cumplieron misiones hace sólo diez o doce años; de hecho, seis de los presidentes de misión y cinco de sus esposas, han servido en el área donde hoy presiden.

Me conmueve ver la maravillosa obra realizada por los misioneros en estos grandes países, ver el crecimiento de la Iglesia, el valor y devoción de los miembros, antiguos y nuevos; la mayoría de ellos son jóvenes entre veinte y treinta y cinco años de edad.

Observamos directivos notables en cada misión y estaca, y grandes avances se han logrado.  Tuvimos de 300 a 1,000 personas en las reuniones de los miembros y uno no puede evitar tener toda la confianza en el futuro crecimiento y fuerza de la Iglesia ahí.  Había un gran espíritu en cada reunión.

La impresión que yo recibí mientras estuve ahí fue que ellos eran devotos, capaces, humildes, piadosos, misioneros eficaces; muchachos convertidos en hombres, hombres con valor, entendimiento y habilidad para dirigir; embajadores del Señor, admirados, amados y respetados por los miembros, con grandes responsabilidades sobre sus hombros ocupando todas las posiciones de dirigentes, y entrenando a otros para ocupar esas mismas posiciones, tales como Presidentes de rama, de organizaciones auxiliares, maestros; bautizando, confirmando, ordenando, animando y fortaleciendo a los débiles y administrando a los enfermos uno de ellos dio testimonio de una sanidad milagrosa que experimentó cuando él mismo le dio una bendición a su padre.

Son los hombres y mujeres con testimonios que han enfrentado y vencido las tentaciones ‘ y el mal; hombres que en poco tiempo estarán bien preparados, listos y capacitados para aceptar cualquier posición in un barrio o estaca; hombres que se han sentido importantes y han sido importantes: hombres que fortalecen, inspiran y dirigen en barrios y estacas, capaces de inspirar a vuestra juventud si les dais oportunidad de hacerlo; hombres profundamente preocupados por los miembros inactivos y por cualquiera que tenga un problema, el cual tratarán de ayudar a resolverlo.  Este es el grupo de hombres que vi.

Quisiera referirme a los hombres en servicio militar.  Conocí algunos mientras estuvimos en Cerca y en Osaka, y muchos de ellos están realizando un trabajo muy importante en la Iglesia.

Cuando estaba hablando con misioneros recién llamados, pedí que todos los que tuvieran veinticuatro años de edad se pusieran de pie, porque esa era la edad que tenía José Smith cuando fue organizada la Iglesia.  Cinco de ellos se levantaron en esta reunión y le pedí a uno de ellos que nos diera su testimonio y nos dijera cómo había ocurrido su ingreso a la Iglesia. El joven dijo que había estado en las fuerzas armadas en Vietnam y que mientras estuvo ahí, conoció a algunos de nuestros jóvenes, en particular a uno que predicaba y vivía el evangelio; como resultado, este joven es ahora un miembro de la Iglesia. Nos explicó el gran cambio que había tenido su vida, cómo se había arrepentido de todo lo malo que había hecho y cómo había llegado a comprender el propósito de la vida. Luego pedí a otros cuatro que dieran su testimonio. Dos de ellos dijeron lo mismo al dar su testimonio; que se habían unido a la Iglesia mientras estaban en el servicio militar. Fue una experiencia conmovedora el darnos cuenta de la gran influencia que ejercen los jóvenes militares devotos, y con un testimonio del evangelio y del valor de vivir, enseñar y dar testimonio de éste, mientras están en el servicio militar.

Fue conmovedor ver en la estaca y en las misiones, cómo los misioneros son capaces de traer gente a la Iglesia, gente que verdaderamente los aprecia. Un converso era un profesor de la universidad, otro, un próspero negociante, dos de ellos notables doctores, otro un cardiólogo. Nos sentimos muy humildes al ver cómo estos hombres alababan el trabajo de los jóvenes que los habían traído a la Iglesia e influido en sus vidas. Daban testimonio de las grandes cosas que el evangelio había hecho por ellos, desde que se unieron a la Iglesia.

Me causó muy grata impresión la administración en cada una de las misiones y estacas.

Pido a los obispos y presidentes de estaca: velad porque estos jóvenes, cuando regresen de su servicio militar, tengan la oportunidad de servir.

Y a los jóvenes: Vuestro estudio y vuestra devoción y experiencia les ha preparado para un verdadero servicio en la obra del Señor. Dad gracias al Señor por el privilegio que habéis tenido de someter a prueba vuestra vida y mejorar vuestro testimonio. Nunca penséis que habéis terminado o completado vuestros deberes en el servicio de la Iglesia. Solamente os habéis preparado para ser más útiles en la obra del Señor.

Buscad y aceptad oportunidades de servir. Sed un ejemplo para vuestros antiguos compañeros no conversos. Dejad que los jóvenes y las señoritas vean lo que una misión puede hacer en la vida de un joven, y así, nunca desanimarlos.

La juventud en los barrios y estacas, cuando volváis, os verá con atención y esperará grandes cosas de vosotros; si vivís como debéis hacerlo, ejerceréis una benéfica influencia en sus vidas, tanto como lo hicisteis en las vidas de aquellos con quienes tuvisteis contacto cuando estuvisteis en servicio, ya sea en el servicio de vuestro país o en el del Señor.

Animad a estos jóvenes con quienes os encontraréis cuando regreséis a casa para que se preparen, ya sea para una misión, el matrimonio en el templo, o para las bendiciones que están disponibles para los miembros fieles de la Iglesia. Ayudadlos a vencer el mal y la tentación; a apreciar el sacerdocio que poseen, y a sostener a sus dirigentes. Esto es lo que espero que hagan estos hombres que regresan.

Magnificad vuestro sacerdocio en todo tiempo. Honrad y elevaos el uno al otro. Nunca, nunca os sometáis a la tentación. Honrad la femineidad y la virtud, aun al precio de vuestra vida si fuera necesario. Nunca seáis pesimistas ni claudiquéis. Mientras continuéis en el servicio activo de la Iglesia tendréis más éxito, más aprecio y más felicidad que en ninguna otra circunstancia. Y yo deseo prometeros, mis jóvenes hermanos, que si buscáis primeramente el reino de Dios y su justicia y estáis preparados para servir al Señor donde quiera que sea necesario, el Señor os bendecirá con mayor éxito, felicidad y gozo, del que posiblemente podríais gozar de otra manera. Seréis mejores en vuestro trabajo escolar si sois activos en la Iglesia y seréis una influencia benéfica en el mundo.

Un hombre que conocí, director de una gran compañía, el otro día me dijo: «Solicitábamos gente que estuviera preparada para trabajar en el gobierno. Tuvimos muchos solicitantes y de ellos escogimos solamente a diez; mientras estábamos considerando aquellos diez, notamos que uno de ellos era miembro de su Iglesia y lo aceptamos inmediatamente»

Yo dije: «¿Por qué lo aceptaron?»

El dijo. «Porque sabemos que él no tiene vida nocturna, sabemos que podemos confiar en él, y que hará el trabajo que le asignemos.» Yo pensé, qué cosa tan hermosa si nuestros jóvenes se dieran cuenta de la veracidad de esto.

Quisiera leeros una carta que leí a los Representantes Regionales. Leeré, cuando menos, parte de ella, quizá pueda deciros lo que contiene.

El presidente de la Misión de Corea, cuando estuve ahí, me hablaba acerca de los problemas que tienen con los jóvenes que están en el servicio militar, porque los obispos no enviaban las recomendaciones hasta dos o tres meses después que ellos llegaban: El decía que a nuestros hombres en servicio no les gustaba estar allí, de hecho lo lamentaban, y se sentían muy solitarios. Alrededor de ellos había mucha prostitución. El me dijo que era cosa común para los soldados tener como compañía una mujer pública. Me contó la experiencia de uno de nuestros presbíteros que se sentía solitario, y que no era muy activo, se vio envuelto con una de esas mujeres. Entonces, uno de nuestros jóvenes que estaba viviendo el evangelio y que estaba interesado en tratar de salvar a esos jóvenes militares, hizo amistad p trabajó con él, hasta que finalmente logró que él reconociera el valor de la Iglesia; que se arrepintiera de sus malos hechos, y que luchara por trabajar como debía, para ser merecedor de las bendiciones del Señor. Y entonces dijo que si él hubiera podido tener a su alcance a ese joven desde que llegó, habría podido ayudarlo y probablemente se habría evitado esta tragedia. Siguió hablando de sus experiencias con muchos de los jóvenes que estaban ahí, y de cómo muchos de ellos tenían un testimonio de que, porque alguien se presentó ante ellos, trabajó con ellos y les dio amor y compañía, son ahora capaces de resistir las tentaciones que allí prevalecen.

Así, hermanos, vosotros obispos y presidentes de estaca, cuando estos jóvenes dejen sus hogares para ir a la escuela, aseguraos de enviar las tarjetas de miembros y toda la información que tengáis acerca de ellos al barrio o rama más cercano a la universidad o colegio al cual asistirán. Cuando ellos vayan al servicio militar, por la bondad misma, y por el bien de estos jóvenes, aseguraos de que no estáis demasiado ocupados y de que vuestro interés es lo suficiente vehemente como para hacer todo lo que esté de vuestra parte para tratar de salvar a esos jóvenes que van al servicio militar. Enviad información anticipada acerca de ellos a los dirigentes del grupo o a alguna otra persona apropiada.

Cuando estos misioneros retornen, y a loa jóvenes que se estén preparando para ir a una misión, estad junto a ellos y dejad que vuestra influencia se sienta. Animadles, ellos están en el fuego cuando regresan de una misión. Vosotros podéis enteraros de la fecha de su regreso. Conocedlos, dadles la bienvenida, amadlos y dadles una oportunidad de trabajar. He oído varios ejemplos respecto a esto. La semana pasada, una madre me dijo: «Cuando mi muchacho regresó de la misión, no se le dio una oportunidad de hablar en el barrio, sólo pudo aproximarse al obispo para que éste le dijera: «Hola, es bueno verte en casa» pero nadie parecía tener ningún interés en él. Entonces dijo ella: «Realmente he tenido que trabajar muy duro con este muchacho para mantener su interés y actividad en la Iglesia.»

Hermanos, vosotros que estáis regresando de esos servicios armados y de escuelas y misiones: reportaos a su obispo y ofreceros a ser útiles. Y, obispos, apelo a vosotros para que veléis porque cuando esos jóvenes salgan de su barrio, mandéis la información a los oficiales de escuelas, universidades, servicios militares, para que ellos puedan saber y estar capacitados para darles la ayuda y estímulos necesarios cuando lleguen.

Que pueda el Señor bendecirnos para que podamos darnos cuenta de la importancia de un alma; que aquí, en medio de nosotros tenemos personas que necesitan atención y ayuda: que es nuestra responsabilidad mantenerlas activas, animarlas y llegar hasta ellas si tienen problemas. Que podamos darnos cuenta que el sacerdocio es el poder de Dios, dado a nosotros para actuar en su nombre. Que lo podamos hacer sabia, humilde y eficazmente, lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.

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