Hacia donde os dirigis en realidad?

Conferencia General Abril 1971

¿Hacia donde os dirigis en realidad?

Richard L. Evans

por el Élder Richard L. Evans
Del Consejo de los Doce


Mis queridos hermanos:

Hace algunas semanas estuvimos considerando qué es lo que atraería atención de la gente al pasar en forma circunstancial por un gran aeropuerto, donde la gente viniera y fuera a muchos lugares, con diferentes intenciones y propósitos.  Entonces recordé una vez más, la tan ya mencionada pregunta: ¿De dónde vinimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos?, pero automáticamente, se me ocurrió una variación en una de estas preguntas: ¿Hacia dónde en realidad os dirigís? y a esto podríamos agregar: ¿Qué es lo que en realidad deseáis?

Mucho de nuestro tiempo lo dedicamos al vano apresuramiento, sin pensar siempre lo que debemos llegar a ser, ni qué es lo que más importa.

A veces ponemos todo nuestro corazón en cosas que creemos que debemos tener, y una vez que las logramos nos damos cuenta de que no significan para nosotros tanto como nos pareció en otro tiempo.

Y así pasan los años, y aun en nuestra juventud, nos apercibimos de que somos más viejos de lo que éramos.

Más de la mitad de este año ya ha pasado, del cual tal vez una parte lo hemos usado buscando cosas que no tienen mucha importancia, y eso nos recuerda aquel sueño que John Ruskin dijo que tuvo en una oportunidad:

«Soñé», dijo, «que me encontraba en una fiesta infantil, en la cual había disponibles todos los medios de entretenimiento imaginables… preparados por un sabio y bondadoso anfitrión… Los niños obraban a su antojo en los cuartos y jardines, sin ninguna otra preocupación más que pasar la tarde divirtiéndose… Había música toda clase de libros de entretenimiento un taller de juegos… una mesa literalmente cargada con todas las golosinas y manjares y todo lo que un niño pudiera desear.  Pero en medio de todo esto, a dos o tres de los niños más ‘prácticos; se les ocurrió que querían algunos de los clavos de bronce del tapizado de las sillas, e inmediatamente pusieron manos a la obra para arrancarlos de su lugar.  Al cabo de un momento, prácticamente todos los niños se encontraban trabajando afanosamente con sus dedos, tratando de arrancar los clavos de bronce.  Con todos los clavos que podían sacar, aún así no se encontraban satisfechos; e inmediatamente después, cada uno quería algunos de los que los otros tenían.  Y finalmente, aquellos que realmente eran ‘prácticos y sensibles’, declararon que nada era más importante ni tendría consecuencias más eficaces esa tarde, que acaparar todos los clavos de bronce que pudieran… Y por último, aun comenzaron a pelear por los clavos de bronce… cuando sabían que no podrían llevarse más que uno solo para la casa. ¡Pero no!  Se trataba de ‘quién tenía más clavos… Debo tener el mismo número de clavos que tú antes de que nos vayamos de aquí, o no podré estar tranquilo.’ Finalmente, hicieron tanto ruido que desperté, y pensé: ‘¡Qué sueño tan falso. . . los niños nunca hacen cosas tan tontas.  Sólo los hombres las hacen!’ «(1)

Nunca tuve un sueño como el de Ruskin, pero infinidad de veces he investigado y orado y pensado sobre esto.

Queridos amigos, ¿hacia dónde os dirigía en realidad? ¿Qué es lo que verdaderamente deseáis?

Hace algunos meses tuve el privilegio de hablar durante los servicios fúnebres de un querido y viejo amigo.  Creo que él no poseía muchos de los bienes materiales de esta vida, pero en determinado momento oí a su nieto decir: «Una vez por semana el abuelo se reunía con toda su familia, aun con los nietos, y nos enseñaba el evangelio.  Nunca fue negativo; siempre expresó su fe y esperanza.  En nuestra familia no hubo problemas de división de generaciones.»

Y yo pensé qué bendecido y satisfecho me sentiría si un nieto mío pudiera sinceramente decir lo mismo de mí, cuando esta vida llegara al fin de su corta e incierta carrera.

He pensado en los lugares en los que hemos estado, en todo el mundo, donde centenares de millones de personas nunca han disfrutado del privilegio de aprender a leer y escribir.  Y es entonces cuando pienso en otros lugares donde los jóvenes abandonan los estudios e ignoran las oportunidades que se les presentan.  Y que en un mundo donde la demanda de entrenamiento, competencia y habilidades especiales se requieren cada día más, ¿a dónde creen ellos que realmente se están dirigiendo?

Mis queridos amigos, cada día forma parte de la eternidad.  Lo que pase aquí, ahora, tiene importancia imperecedera.

Quisiera pediros, dondequiera que os encontréis, que os preparéis para recibir las oportunidades que se os presentarán aquí, ahora, así como para el futuro, que es para siempre.  «¿Qué es la oportunidad», preguntó George Eliot, «para el hombre que no la puede usar?»(2)

Las leyes de la naturaleza, las leyes de Dios y las leyes de la vida, son una, y siempre se encuentran en pleno vigor.  Vivimos en un universo de leyes.  La primavera sigue al invierno, de esto podemos estar seguros.  El sol aparecerá a su debido tiempo nueva mente, mañana; de esto también podemos estar seguros.

Asimismo las leyes morales y espirituales se encuentran plenamente en vigor.  De esto también podemos estar seguros.  Todos tendremos los resultados de cómo vivimos nuestra vida.  Nadie puede decir que el hombre común tiene el derecho o el poder de rechazar los mandamientos de Dios o aun de hacerlos a un lado —mandamientos que son prácticos y esenciales, que son parte de la vida misma— teniendo íntimas relaciones como las tienen, con la salud, la felicidad y la paz, con la honradez, la moral y la pureza, con la excelencia y con todo lo que tiene relación con la vida.

Si alguien os dice, mis queridos amigos, que podéis hacer a un lado los mandamientos de Dios sin sentir las consecuencias; si alguien os dice eso, entonces sabréis que estáis escuchando a alguien que no sabe lo que dice o que no os está diciendo la verdad.

Esta mente, este cuerpo que Dios nos ha dado con su maravilloso funcionamiento físico, deben permanecer con nosotros durante toda la vida terrenal; y deteriorar o entorpecer los sentidos, o damnificar sus funciones físicas, o abusar de ellas o dejar de cuidarlas, darse el lujo de destruir el cuerpo lentamente, de embotar la mente y plagar el espíritu con elementos extraños, es tonto, débil y absolutamente falto de sabiduría.  Cualquier cosa que no sea buena para el hombre no debe ser usada o hecha por él.

Pero no se trata del castigo físico como único resultado del desvío de las leyes de la vida, sino también de los efectos mentales y espirituales, así como de la angustia interior del alma.  Como dijo Juvenal: «El peor castigo de todos reside en el tribunal de su propia conciencia, donde no hay culpa humana que pueda ser absuelta.» (3)

Nosotros tenemos que vivir como debemos vivir, no solamente porque eso agrada a Dios, no sólo porque es lo que hará felices a nuestros padres, sino también como un favor a nosotros mismos; porque cada mandamiento, cada requisito que Dios nos ha dado, es para nuestra felicidad, para nuestra salud y para nuestra paz y progreso.  Oh mis amados amigos, aun por egoísmo es sabio obedecer los mandamientos que Dios nos ha dado.

Y además del aspecto físico, tenemos que Preocuparnos también por la contaminación mental y del alma; debemos preocuparnos por los proveedores y explotadores de pornografía, quienes por ganancias materiales u otros propósitos, llenan la mente de la gente con viles y degradantes fotografías y escritos.

«Deberíamos usar los medios que tenemos disponibles para combatir tal maldad, una maldad que nunca se pondrá límites a sí misma, sino que con el tiempo se convertirá en más perversa y siniestra, siempre que nosotros le permitamos hacerlo.

Es nuestra obligación salvaguardar a los niños en su inocencia y honradez.  Y aparte de la creciente tendencia de limpiar la contaminación material que haya también preocupación por limpiar la polución mental y moral. Nuestra preocupación por combatir la contaminación material seguramente no es más urgente que lo que debería ser nuestra preocupación por la polución de la mente y alma de los hombres.

A medida que vivimos, hay dos cosas que con toda seguridad debernos considerar: El poder de la prevención, y el poder del arrepentimiento.

¿Por qué hemos de correr en contra de las leyes de la vida? ¿Por qué hemos de precipitarnos hacia las enfermedades y la desgracia? ¿Por qué hemos de vivir en contra de nuestra conciencia?  Pensad en el dolor, el desperdicio y el remordimiento que pueden ser prevenidos si vivimos como debemos vivir.  Nadie puede hacer a un lado las consecuencias. Como dijo Cecil B. De Mille: «No podemos romper los mandamientos.  Sólo podemos destrozarnos contra ellos.»(4) Pensemos, vivamos y enseñemos el poder de la prevención.  Marco Aurelio dijo: «Si no es  justo, no lo hagas; si no es cierto, no lo digas.»(5)

Pero cuando hayamos fallado en lograrlo (y que el cielo nos ayude a no fallar), entonces volvámonos con todo nuestro corazón al poder del arrepentimiento.

El peso del error es una carga demasiado pesada. En cierta oportunidad, el presidente Lee dijo que la carga más pesada del mundo, es la carga del pecado.  No es nada agradable ver a esos jóvenes tanto como a los viejos, con la angustia de acarrear ese peso a dondequiera que vayan, rogando al cielo que no hubieran hecho lo que hicieron.

Doy gracias a Dios por el principio del arrepentimiento, por un Padre que nos entiende y que nos ha asegurado que El aceptará nuestro arrepentimiento siempre que sea sincero.  Esto es lo que El dijo:

«Por esto podéis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados.  He aquí, los confesará y abandonará.

«…He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y, yo, el Señor, no más los tengo presente» (D. y C. 58:43,42).

De esto podéis estar seguros.  Apartaos de los caminos que os llevarán a lugares a los que nadie desea llegar. Volveos hacia aquello que os proveerá la paz, el autorrespeto, la limpieza y una conciencia tranquila.

No presumo conocer el horario de los planes de nuestro Padre y su propósito, pero sí sé que en el caso de cada uno de nosotros, el tiempo apropiado para volvernos y comenzar a dirigirnos hacia donde debemos ir, no es ningún otro más que ahora.

¿Hacia dónde estamos en realidad dirigiéndonos? A medida que nos aproximamos nuevamente a la celebración de la venida de nuestro Señor y Salvador, bien podríamos recordar el divino plan y propósito que en su debido tiempo nos llevará de esta sonal y eterna, con ilimitadas posibilidades corta vida, rumbo hacia una vida real, pereternas, junto con nuestros seres queridos, por siempre jamás.  Este es el plan y propósito de nuestro Padre.  Por esto es que en realidad importa hacia dónde vamos y por qué necesitamos este evangelio para guiarnos a llegar hacia donde debemos ir.

Gracias a Dios por sus revelaciones a los profetas, pasados y presentes, y por no dejarnos solos.  Mucho es lo que El ya nos ha dicho, y mucho es lo que aún nos dirá si le servimos y obedecemos sus mandamientos.

Os dejo, mis amados amigos, mi testimonio de que Dios en realidad vive, el mismo Dios y Padre que nos hizo a su propia imagen; que El envió a su divino Hijo, nuestro Salvador, a mostrarnos el camino de la vida y redimirnos de la muerte; que los cielos han sido abiertos y la plenitud del evangelio traída nuevamente, para la salvación y exaltación de todos si así lo deseamos, lo cual es el propósito de Dios: de llevar a cabo nuestra inmortalidad y vida eterna.

que mi Redentor vive, y ruego porque su paz y bendiciones queden con todos los hombres, en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, Amén.

(1) John Ruskin —Crítico de arte y escritor inglés, 1819-1900; “Little Brass Nails”.

(2) Juvenal, Décimo Junio —Poeta latino, ¿60-140?; Sátiras, XIII.

(3) Cecil Blound DeMille Productor cinematográfico y escritor, 1881-1959, discurso inaugural de la Universidad de Brigham Young, 1957.

(4) Marco Aurelio —Emperador y filósofo romano, 121-180; Pensamientos, libro XII, sección 17 línea 68

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario