Conferencia General Octubre 1973
Discurso al sacerdocio en general

por el presidente Harold B. Lee
Mis hermanos del sacerdocio:
Nos encontramos aquí esta noche en una gran asamblea. No vinisteis aquí en busca de entretenimiento. Vinisteis, creo yo, porque deseabais ser instruidos y recibir algunas normas. Habéis recibido, de aquellos que os han hablado, guías muy importantes para que las meditéis. Yo os recomiendo que reflexionéis seriamente acerca de todo lo que se ha dicho.
Hay unos asuntos acerca de los cuales quisiera hablaros, antes de que termine esta reunión.
Acabamos de tener una gran experiencia en una conferencia de área en Munich, Alemania. Había ahí reunidos 14,000 santos de más de ocho países europeos, incluyendo Alemania, Francia, España, Italia, Australia, Bélgica, Holanda y Suiza, además de esto, había una gran representación de la República Democrática Alemana. Ellos permitieron a unos cuantos de nuestros miembros pasar por lo que nosotros llamamos la «cortina de hierro». Además por supuesto, había un gran número de americanos. Esto requirió de una preparación muy meticulosa para traducir simultáneamente a cinco diferentes idiomas, seis, si incluimos el inglés.
Fue un desafío tremendo y dijimos cuando terminó la conferencia: «Ahora, hermanos y hermanas, es imposible para las Autoridades Generales aprender diecisiete idiomas diferentes, el cual es el número de idiomas en los que estamos enseñando el evangelio actualmente. Pero, cuán fácil sería si tratarais de aprender el inglés además de vuestro idioma. Seguramente podéis aprender el inglés en vez de esperar que las Autoridades Generales aprendan diecisiete idiomas diferentes.»
Al parecer atendieron a nuestra sugerencia, porque hemos sabido que desde entonces, en sus reuniones de ayuno y testimonio en aquellos países, ellos han dicho: Nos han pedido que aprendamos inglés, así que es mejor que nos ocupemos en ello y hagamos lo que sea necesario para cumplir.» Y creo que es, precisamente ese, el sentimiento que ha sido engendrado. Este pueblo vino deseando conocer las instrucciones específicas de lo que tienen que hacer.
Piensen en las guerras del pasado, que involucraban a estos mismos países, en las diferentes políticas en algunos de estos países que estaban en guerra, y ahora se reúnen bajo un mismo techo. Citamos para ellos lo que el apóstol Pablo dijo a los gálatas: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús… y herederos según la promesa» (Gálatas 3:28-29).
Entonces, nosotros, parafraseando les dijimos: «Vosotros no sois ni ingleses, ni alemanes, ni franceses, ni españoles, ni italianos, ni austríacos, ni belgas, ni holandeses pues todos sois uno, como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. A pesar de las diferencias políticas que hayáis sostenido entre sí, ahora, que sois miembros de la Iglesia de Cristo, la guerra terminó por lo que a vosotros se refiere.»
¡Si pudiéramos pensar en esto tal como lo sentimos en esa reunión que varios países se mezclaron! De la cual regresamos con un sentimiento tal que, como lo expresé en mi primera plática de esta conferencia, o en otras palabras como lo dijo George Bernard Shaw: «Si todos nos diéramos cuenta de que somos hijos de un mismo padre, cesaríamos de gritarnos tanto unos a otros.»
Todos somos parte de una gran familia. Y esto no sólo se aplica en política, sino que debe aplicarse en nuestro trato con otros. Lo que podríamos hacer es decir: «Por ser un poseedor del sacerdocio del Dios viviente, soy un representante de nuestro Padre Celestial y poseo el sacerdocio por medio del cual El puede obrar a través de mí. No puedo bajarme al nivel de hacer algunas de las cosas que haría si no lo poseyera, debido a mi hermandad con el sacerdocio de Dios.»
Como sentimos el espíritu que prevalecía, sabemos que debemos continuar estas conferencias de área. La primera de estas conferencias fue realizada en Manchester, Inglaterra, donde tuvimos más o menos 14,000 asistentes. La siguiente conferencia tuvo lugar en la ciudad de México, donde tuvimos representantes de todos los países de Centro América y de México. Ahí tuvimos 16.000 y al ver lo que había ocurrido desde el tiempo en que yo estuve ahí en 1945, fue una inspiración. Las congregaciones en aquel tiempo se reunían ¡muchas veces en casas particulares con pisos de tierra! Muchas de las mujeres venían descalzas, debido a su extrema pobreza; había muy pocos dirigentes y ahora, al volver después de algunos años, ver bajo un techo, bien vestidos y bien presentados dirigentes, tomando sus propias responsabilidades como obispos, presidentes de estaca, miembros de¡ sumo consejo, presidentes de misión ¡es un milagro! El mundo se está haciendo la pregunta: » ¿Cómo pueden hacer esto?» Y hay tina sola respuesta: Cuando somos ciudadanos del reino de Dios, debemos ser hombres y mujeres diferentes. Y esto es lo que los poseedores del sacerdocio tienen que decidir por sí mismos: «Nosotros no podemos ser poseedores del sacerdocio y ser iguales a los demás hombres; tenemos que ser diferentes, porque el sacerdocio significa hermandad en el reino de Dios.»
Hay otro asunto que quiero mencionar. El pasado junio anunciamos algunos cambios en la estructura de la Mutual. La Mutual del Sacerdocio Aarónico ahora es para aquellos de doce a dieciocho años de edad; y la Mutual del Sacerdocio de Melquisedec es para los de dieciocho a veinticinco años de edad o sea para los Jóvenes Mayores; y aquellos de veintiséis años para arriba, Miras Especiales. Y el propósito anunciado para este último grupo es el de enfocar nuestra atención sobre aquellos que no han sido hasta este tiempo, incluidos en las mutuales. Han llegado a nosotros en muchas ocasiones, diciendo: «No tenemos a dónde ir. No pertenecemos a la Sociedad de Socorro, no somos Jóvenes Mayores. Concurrimos a las reuniones sacramentales y a la Escuela Dominical. ¿Por qué no tenemos un programa que se ajuste a nuestras necesidades? Y así esta organización, tal como fue establecida, está ahora progresando y está diseñada para hacer que cada individuo se sienta parte de ella; y los dirigentes de la Iglesia deben estar al frente llevando a cabo estos programas, que están ajustados a las necesidades de estos grupos.
Es evidente que hay mucho entusiasmo por aquellos que están participando, pero desgraciadamente nos hemos enterado de algunos disgustos en la Iglesia, pues algunos miembros que han sabido de este programa, nos están escribiendo. Hermanos, quisiera leer uno o dos de estos comentarios, y si esto es verdad, espero que no vuelva a repetirse.
Aquí hay una hermana que nos escribe y nos dice: «Aun cuando tengo una gran paz mental, hay veces que me siento desanimada. Mi obispo me informó acerca de un grupo llamado Miras Especiales en la Iglesia. En esta área, el programa es todavía muy nuevo y desconocido. Yo no sabía que existía hasta hace un mes, estoy segura de que aquí hay muchos que necesitan este programa, pero han sido defraudados porque muchos de los obispos no están convencidos de él. Por lo tanto, no están realmente tratando de utilizar su liderismo para iniciar este programa.»
«Si alguien quiere obtener el más alto grado en el reino celestial, debe casarse con un compañero digno», (escribe otra hermana), así como ser digna. Algunas veces cometemos errores al elegir nuestro compañero, lo cual casi siempre resulta en un divorcio. Quizá seamos viudas o haya algunas que a los veinticinco años de edad aún no han podido encontrar el compañero adecuado.»
«Cualquiera que sea la razón», escribe otra hermana, «el deseo de sentirse útil es de una gran fuerza». Sin el grupo de Miras Especiales, una persona soltera de 25 años es como una quinta rueda. En la Iglesia muchas de las pláticas están enfocadas a la completa unidad familiar. Respecto a este punto estoy completamente de acuerdo y ciertamente creo que debe ser impulsada.
Aquí tengo la carta de una hermana que nos habla de su experiencia. Su esposo falleció y ella escribe: «Después de terminar los servicios fúnebres, tomé a mis cinco hijos y me fui a casa y me encontré en una situación en la cual debía hundirme o nadar. Y me hundí; estaba totalmente sola. ¿Cómo iba a poder cuidar a esos cinco niños? Es cierto que el obispo velaría para que yo no pasara hambre, se me tuviera alguna atención y tuviéramos suficiente alimento para comer, y así seguimos, pero nosotros necesitábamos algo más que eso.»
Y luego ella dijo esto: «Yo necesito de las Miras Especiales, porque necesito saber que hay en el mundo otras personas con sentimientos como los míos. Necesito conocer a otras viudas que han logrado criar solas a sus hijos y obtener éxito, sin los problemas que los psicólogos insisten que ellas tienen. Necesito saber que los problemas de algunas personas son más grandes que los míos, de manera que yo pueda reconocer y contar mis bendiciones. Necesito gente con quién hablar, que entienda completamente mis problemas y necesidades. Necesito las Miras Especiales porque debo aprender cómo manejar mis propios problemas. La primera cosa que aprendí como viuda fue que nadie lo ayuda a uno excepto en emergencias, y algunas veces ni así. Tan pronto como terminó el funeral, repito, me encontré sola y sólo podía hundirme o nadar.
«Entonces», dice ella, «las clases orientadas para toda la familia, no me ayudaron ni un poquito, pero una clase que tomé este otoño con las Miras Especiales, me mostró cómo podía establecer comunicación con mi familia y amigos. No hay manera de entender completamente las necesidades y problemas, excepto experimentándolas uno mismo.
«¿Sabe usted lo que significa que su esposa o esposo fallezca? No es como perder a su padre o aun a su hija. Yo lo sé, yo perdí a ambos antes de perder a mi esposo. ¿Sabe usted lo que significa pasar a través del infierno que es el divorcio? ¿Sabe usted lo que se siente ser una muchacha de más de veintiséis años y ser todavía soltera? Usted no puede saber. Nos necesitamos unos o otros. Algunos de nosotros necesitamos las actividades de un grupo pequeño. Algunos otros necesitan las actividades de grupos mayores, donde uno pueda ir y hablar con la gente y visitarla. Algunas veces no deseamos hablar. Las Miras Especiales no es una oficina de matrimonios; como tal, sería un fracaso. Hay mujeres en nuestra estaca que gustan de ir a diversos lugares, pero no solas y vienen a nuestras pequeñas actividades esperando encontrar otras mujeres con intereses similares para ir a diversos lugares acompañadas. Una dama compra un boleto para asistir a la sinfónica todos los años, y aún está buscando a alguien que la acompañe.
«Resentimos las invitaciones a las actividades de los jóvenes casados. Para mí, es como un bofetón en la cara tener el anuncio de que las Miras Especiales son invitados a la fiesta de los jóvenes casados o élderes. Yo sé que usted no puede comprender por qué reaccioné tan negativamente acerca de ello, pero otras Miras Especiales con quienes hablé lo comprenden y muchas sienten lo mismo. Yo creo que este programa de Miras Especiales es inspirado por Dios. Esto es lo que necesitamos si se lleva a cabo como es debido. Yo lo necesité hace ocho años y medio; pero gracias al Señor, mi presidente está trabajando duro sobre ello y hace su parte. ¿Nos reconocerá usted como un grupo especial de gente largamente ignorada y con problemas especiales, necesidades especiales, y miras especiales? Algunos de nosotros estamos criando hijos especiales, muchachos sin padre, muchachas sin madres, los cuales tienen problemas y necesidades especiales, y si no toman en cuanta nuestras necesidades están también descuidando algunas de las necesidades de nuestros hijos.»
Ahora, mis hermanos del sacerdocio, si nada más supieseis el proceso por el cual estos nuevos programas llegan a vosotros, entonces os enteraríais de que no son el resultado de una idea sacada del aire o de la inventiva de la imaginación, se desarrollaron a través de las oraciones y discusiones más espirituales, que jamás hemos experimentado.
Sabemos, y así lo anunciamos cuando nos fue dado a conocer, que esto viene del Señor. Fue, evidentemente un remedio que el Señor nos estaba dando, para satisfacer una necesidad especial; pero me perturba cuando leo algunas de estas cartas en donde las hermanas nos suplican que tratemos de hacer algo para estimular las actividades, en donde los obispos o presidentes de estaca no han comprendido de qué se trata.
En los primeros días del Programa de Bienestar, por dondequiera que yo iba, había gente diciéndome: «Hermano Lee, ¿cómo va el Programa de Bienestar?» Y yo contestaba: «Va tan bien como el obispo de cada barrio lo conduzca. En algunos barrios es un absoluto fracaso; en otros un éxito.» Y esto es exactamente lo que está sucediendo con esto que estamos iniciando ahora.
En algunos lugares podemos ver el entusiasmo; si iniciáis estas actividades ahora, podríais aprovechar el entusiasmo de la gente joven y esas jóvenes viudas, divorciadas, aquellas que no han encontrado compañeros. Si pudiéramos aprovecharlos cuando su entusiasmo es grande, grandes cosas podrían resultar de ello. Y debemos pediros hermanos, que recordéis ahora que estas cosas vienen de una fuente de la cual deseáis recibir instrucciones, por favor, os pido que no abandonéis a estas personas que están suplicando que escuchéis a vuestros dirigentes; seguid el consejo que se ha dado para las actividades de Miras Especiales.
Hay otro asunto del cual quisiera hablar. Hay algunos ejemplos que señalan un área de necesidad, la cual se aplica directamente a los hombres jóvenes que pasan de los 25 años, quienes por alguna razón difícil de comprender como poseedores del sacerdocio, están evadiendo sus responsabilidades como esposos y padres.
El presidente Joseph F. Smith dijo: «La casa del Señor es una casa de orden y no de confusión»; y esto significa, como el Señor ha dicho,»‘que el varón no es sin la mujer, ni la mujer sin el varón en el Señor; y que ningún hombre puede ser salvo y exaltado en el reino de Dios sin la mujer, y ninguna mujer sola, puede lograr la perfección y exaltación en el reino de Dios’. Esto es lo que significa. Dios instituyó el matrimonio en el principio» (Conference Report, abril de 1913, pág. 118).
El presidente Joseph F. Smith dijo además esto, que es justamente lo que quiero destacar: «Deseo recalcar esto; quiero que los jóvenes de Sión comprendan que la institución del matrimonio no es hechura del hombre. Es de Dios; es honorable, y ningún hombre, si está en edad de casarse, está cumpliendo con su religión si permanece soltero. No se ha dispuesto simplemente para la conveniencia del hombre; para acomodarla a sus propios conceptos e ideas; para casarse y luego divorciarse; adoptarla y luego desecharla cuando él quiera. . . El matrimonio es la preservación de la raza humana. Sin él, los propósitos de Dios serían frustrados; la virtud sería destruida para ser reemplazada por el vicio y la corrupción; y la tierra quedaría desolada y vacía.
. . .Toda persona joven de la Iglesia, debe entender lo anterior plenamente. Las autoridades de la misma y los maestros de nuestras asociaciones deben inculcar la naturaleza sagrada y enseñar el deber de contraer matrimonio, tal y como ha sido revelado en los postreros días. Debe haber en la Iglesia una reforma respecto a esto y se debe crear un sentimiento a favor del matrimonio honorable, a fin de poder disuadir a cualquier joven o señorita que sea miembro de la Iglesia de contraer matrimonio que no sea mediante la autoridad que es la establecida por Dios; y ningún hombre poseedor del sacerdocio, que sea digno y tenga la edad apropiada, debe permanecer soltero.
«Mucha gente», dice a continuación, «imagina que hay algo pecaminoso en el matrimonio y hay una tradición apóstata al respecto; pero esto es un concepto falso y muy perjudicial. Por el contrario, Dios no sólo lo recomienda y aprueba, sino que ordena el matrimonio» (Joseph F. Smith. Gospel Doctrine 5a. edición, págs. 270274).
La otra noche vino a mi oficina una bella madre con sus siete hijos. Pienso que estoy lo suficientemente lejos corno para que nadie se imagine siquiera de quién estoy hablando. Ella es una joven y talentosa mujer, pero me dijo: «He llegado a un punto en que creo que debo pensar en divorciarme de mi esposo.» Yo comencé a hacer preguntas acerca de su marido. En respuesta a mis preguntas ella dijo que él era bondadoso con ella, y que le proporcionaba lo necesario, pero, de alguna manera ellos perdieron el amor en su matrimonio y ahora que sus hijos estaban más grandes tenía la idea de que quizá si ella estuviera libre de obligaciones, le iría mejor que con su marido. Tuvimos una larga plática acerca de esto y la siguiente mañana, después de la primera sesión de la conferencia, esta amable señora me buscó y me dijo, con lágrimas corriendo por sus mejillas: «Recibí la respuesta a todos mi problemas; esta sesión ha cambiado mi vida. Ahora soy una mujer diferente porque he adquirido un conocimiento que nunca había tenido. Voy a regresar y a cuidar de mi familia. Voy a amar a mi marido y voy a corregir todos mi errores, pues es ahí donde verdaderamente se encuentra el problema.»
Hermanos, estamos viviendo donde hay muchos casos como éste, donde un esposo puede estar en esa etapa de su vida, así como pasa con las mujeres a cierta edad en que tal vez el deseo de relaciones íntimas ya ha pasado para él. Pero aquí está ella ahora y puede ser que diga: «Bien, todavía tengo buen aspecto y me queda algo de juventud; quizá debo deshacer esos lazos y encontrar otro compañero.» Esta es la frívola manera de pensar que algunas mujeres tienen, según aseguran los psicólogos. Eso nunca debe encontrar eco en esta Iglesia.
Hace unos diez o quince años, efectué un casamiento para una pareja. Recibí hace poco una carta de esta madre. Mientras comenzaba a leer, pensé: «Bien, aquí está otro de los matrimonios en el templo que ha fracasado.» Poro luego el tono de la carta comenzó a cambiar. Ella decía: «Cuando pensamos que el fin había llegado y que sólo quedaba una cosa por hacer y ésta era conseguir el divorcio, nos dijeron que debíamos pedir el consejo de nuestro obispo. Al principio dudamos porque él es un hombre muy joven, o al menos era más joven que nosotros, pero corno era nuestro obispo, fuimos a verlo. Derramamos nuestras almas ante nuestro joven obispo. El se quedó sentado escuchando silenciosamente y cuando terminamos, cuando no había más qué decir, él simplemente dijo: ‘Bien, mi esposa y yo, tuvimos problemas también y aprendimos a resolverlos.’ Esto fue todo lo que nos dijo. Pero, ¿sabe?, hubo algo que ocurrió como resultado de la declaración de este joven obispo. Salimos de ahí y dijimos: ‘Bien, si ellos pueden resolver sus problemas por qué nosotros no»‘.
Enseñen a aquellos que tengan problemas a acudir al padre del barrio, su obispo, por consejo. Ningún psiquiatra o consejero matrimonial en el mundo puede dar, a aquellos que son fieles miembros de la Iglesia, un mejor consejo que el obispo del barrio. Ahora, vosotros obispos, no dudéis en decir: El matrimonio es la ley de Dios y es ordenado por El y el hombre y la mujer no son sin el otro en el Señor, como declaró apóstol Pablo.
Ahora, permitidme deciros un poquito más acerca de este asunto del matrimonio. Esto puede sonar un poco atrevido: Urgid al matrimonio a aquellos que han dejado pasar la edad apropiada para casarse. En algunos países, donde tenemos evos conversos, nos ha sorprendido el saber que algunos hombres están retardando el matrimonio hasta los treinta o aún hasta cuarenta años y que nunca antes hablan de matrimonio. Aquí he citado a un presidente de la Iglesia, el presidente Joseph F. Smith, quien nos ha dicho claramente que en la actualidad un diluvio de iniquidades está abrumando al mundo civilizado y que una gran razón para ello, es el descuido en que se encuentra el matrimonio. Este ha perdido su santidad a los ojos de la gran mayoría, y es porque se ha convertido, cuando mucho, en un contrato civil, pero muy frecuentemente en un mero accidente o un capricho o un medio para satisfacer las pasiones, y cuando la santidad del convenio se ignora o se pierde de vista, entonces, gracias a esto olvido de los convenios matrimoniales en la educación moral de las masas, viene a ser una mera trivialidad, una fútil discreción.
Hermanos, debemos pensar otra vez nuestras responsabilidades como poseedores del sacerdocio. Tengo aquí una carta de una hermana que señala con precisión algo por lo que algunas de estas jóvenes están pasando. Creo que puedo leerla sin divulgar ninguna confidencia, desde luego no diré su nombre. Ella está hablando de una experiencia que acaba de pasar, y algunas jóvenes que ella conoce le han dicho lo mismo. Hay un hombre que ha estado saliendo con ella durante años y que llega exactamente a la hora de comer. Ella es una mujer de 27 años de edad. Aquí está otra que dice: «Soy una mujer soltera de 40 años». Otra dice: Soy una mujer soltera de 30 años». Voy a leer una carta ya que casi todas dicen la misma cosa: «Hace año y medio ese saliendo con un amigo que es de 33 años. Nos veíamos casi todos los días. Busqué el consejo de mi obispo y aunque él es muy bondadoso, paciente y comprensivo, realmente no supo cómo o qué aconsejarme. Yo traté de terminar nuestras relaciones, pero parece que nunca va a ser posible. No hay ningún compromiso y en realidad, tampoco hay muchas esperanzas.»
Podrían llenarse muchas páginas con casos similares, cada uno un poco diferente, pero muy similares entre sí. «El tiene un trabajo; pero siempre está en mi casa, parece que está jugando al matrimonio, su estilo de vida más bien es un simulacro de esas parejas que viven juntas sin las responsabilidades del matrimonio».
Probablemente no hay inmoralidad en muchos casos, pero es una condición degenerativa y en ninguna circunstancia ‘evita la apariencia del mal’. Y las mujeres probablemente son tan culpables como sus amigos por permitir que estas condiciones persistan, sin embargo, están sumamente limitadas en sus esfuerzos por encontrar una solución satisfactoria.
Yo creo que eso es suficiente para daros un ejemplo respecto a esas mujeres frustradas. Todas las mujeres tienen un gran deseo de tener compañía; quieren ser esposas; quieren ser madres, y cuando los hombres rehúsan asumir su responsabilidad de casarse, por miles de razones estas mujeres se quedan solteras. Hermanos, no estamos cumpliendo nuestro deber como poseedores del sacerdocio cuando sobrepasamos la edad apropiada para el matrimonio y evadimos un matrimonio honorable con esas hermanas mujeres que desean se cumpla la ilusión más grande en la vida de una mujer: el tener un esposo, una familia y un hogar.
Ahora, no se equivoquen, yo no estoy tratando de empujar a los jóvenes a casarse muy temprano; creo que esto es uno de los problemas de la vida actual, no queremos que un joven piense en el matrimonio, sino hasta que sea capaz de hacerse cargo de una familia, de tener una institución propia, de ser independiente. Debe estar seguro de haber encontrado la mujercita apropiada, haber salido juntos el tiempo suficiente como para conocerse mutuamente, conocer los defectos que poseen y que aún así, conociendo las fallas del otro se sigan amando. Yo he dicho a los presidentes de misión (hemos recibido noticias de que algunos le dicen a los misioneros: «Si no estás casado en seis meses, eres un fracaso como misionero: ‘) «Nunca digáis eso a uno de vuestros misioneros. Quizás en seis meses no habrán podido encontrar una esposa; y si os toman en serio, pueden precipitarse a un matrimonio que puede ser un error para ellos.»
Por favor, no malinterpreten lo que estamos diciendo; pero, hermanos, pensad muy seriamente acerca de la obligación del matrimonio para aquellos que poseen el sacerdocio, en este tiempo en que el matrimonio debe ser la esperanza de cada hombre que comprende la responsabilidad; pues, recordad, hermanos, solamente aquellos que entran en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio en el templo por tiempo y eternidad, tendrán la exaltación en el reino celestial; esto es lo que El nos ha dicho.
Ahora hermanos, pensad seriamente en todo esto y tomad nuestro consejo, pero no os precipitéis. Tomad tiempo, sí, pero no descuidéis vuestras responsabilidades y obligaciones como poseedores del sagrado sacerdocio.
Hermanos, esperamos que llevéis la bandera del santo sacerdocio de Dios. ¡Qué fuerza! 185,000 es el número calculado de personas que están al alcance de nuestras voces esta noche.
Hermanos, enfoquemos nuestras metas en valores eternos, con la vista fija en la gloria de Dios y decid a vosotros mismos:
«De ahora en adelante, teniendo la ayuda de Dios, no voy a comprometerme en ninguna actividad, a menos que ésta me ayude a acercarme hacia esa meta de vida eterna para regresar a la presencia de mi Padre Celestial.»
Hermanos del sacerdocio: Vosotros que sois maestros orientadores, cuando veáis familias que están al borde del divorcio, cuando veáis niños incorregibles que no han encontrado su camino, padres que parezcan haber perdido el contacto con sus hijos; hermanos del sacerdocio, tenéis la responsabilidad de trabajar con esas familias y no dejarlas apartarse hasta que hayáis hecho todo lo que esté a vuestro alcance por detener esa tendencia al divorcio.
Una de las responsabilidades más dolorosas que yo tengo es revisar el diluvio de solicitudes para cancelaciones de sellamientos de aquellos que han contraído matrimonio en el templo. Créanme que es espantoso hermanos, y la mayoría de estos problemas provienen de uno de los más grandes pecados, que casi está próximo al asesinato, el pecado de adulterio, que es tan común en toda la Iglesia. Hermanos: Tenemos que resolver ahora si vamos a mantener la ley de castidad; y si hemos cometido errores, comencemos desde ahorita a rectificarlos. Caminemos hacia la luz; os ruego, por favor no degradéis la maravillosa oportunidad que tenéis como hombres, la de ser copartícipes con el Señor en la creación, sólo por comprometeros en una clase de relaciones que sólo os degradarán y romperán el corazón de vuestras esposas e hijos. Hermanos, os suplicamos manteneros moralmente limpios y andar en senderos de verdad y justicia para así ganar la gracia de un Padre Celestial cuyos hijos sois.
Os doy mi testimonio y quiero que sepáis de nuestro amor por vosotros, hermanos del sacerdocio. Pero queremos que cumpláis con vuestras responsabilidades y os mantengáis a tono con el Espíritu del Señor. Uno de los sucesos más tristes que pueden ocurrir es ver que uno que ha tenido el Espíritu del Señor, lo pierde por sus pecados, y se encuentra ahora en las tinieblas, a merced de los bofetones de Satanás y experimenta las cámaras de tortura del infierno que tiene que soportar, lo que es terrible, como el Señor ha advertido. Hermanos, tratemos de rescatar a la gente antes de que caiga, antes de que alcance ese destino. Y cuando los veáis ir en esa dirección, hermanos, asumid vuestra responsabilidad y tratad de salvar a los varones de la Iglesia.
Os hago esta súplica y os doy mi bendición y testimonio esta noche, en el nombre de Jesucristo. Amén
























