El sacerdocio y su presidencia

Conferencia General Octubre de 1972

El sacerdocio y su presidencia

N. Eldon Tannerpor el presidente N. Eldon Tanner
Primer Consejero en la Primera Presidencia


Estoy muy impresionado con el himno «Haz tú lo justo» que acaba de cantar el coro varonil del coro del Tabernáculo. Particularmente, le encontré un especial significado en estas palabras:

«Ángeles toman arriba en cuenta, todos los hechos, oh haz tú el bien.»
Himnos de Sión 125

Es también un privilegio y bendición para mí pararme y discursar ante el sacerdocio. El Sacerdocio es el poder de Dios que nos ha sido delegado para actuar en su nombre, en el puesto que poseemos; y cuando nos concede ese sacerdocio, hacemos un convenio con El y El hace un convenio con nosotros, el cual quisiera leer esta noche:

«Porque los que son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios (los que son fieles hasta obtener significa que un diácono debe empezar a hacer aquellas cosas que le harán posible poseer estos dos sacerdocios). . y magnifican sus llamamientos, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.

«Llegan a ser los hijos de Moisés y de Aarón y la simiente de Abraham, la iglesia y el reino, y los elegidos de Dios.

«Y también de todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el

Señor;

«Porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; «Y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre.

«Y el que recibe a mi Padre recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado.

«Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio.

«Así que, todos aquellos que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre que no se puede quebrantar, ni tampoco puede ser traspasado.

«Pero el que violare este convenio, después de haberlo recibido, y lo abandonare totalmente, no logrará el perdón de sus pecados. . . » (D. y C. 84:33-41).

De nosotros depende si se guarda ese convenio. Nosotros hacemos ese convenio; el Señor no puede quebrantarlo, y nosotros tenemos la responsabilidad de guardarlo.

Esta noche quisiera decir unas cuantas palabras acerca del orden del sacerdocio, o algunas de las cosas que quedan bajo su organización. Me imaginé que esto sería de interés para el Sacerdocio Aarónico, así como para los demás. Primeramente, quisiera explicar la manera en que, después del fallecimiento del Presidente de la Iglesia, se elige, ordena y aparta un nuevo Presidente y la presidencia se reorganiza, después de lo cual son sostenidos en una asamblea solemne por los quórumes del sacerdocio y por aquellos miembros de la Iglesia que se encuentren presentes en la conferencia general, tal como el día de ayer, y más tarde por los miembros de toda la Iglesia en sus respectivas conferencias de estaca. Asimismo, haré referencia a algunos de los deberes, responsabilidades y autoridad del Presidente.

Como todos sabéis, hace tres meses nuestro amado presidente Joseph Fielding Smith, fue llamado a casa para recibir su gran recompensa y cumplir con otros deberes. Fue un verdadero siervo del Señor y profeta de Dios, quien, desde su juventud aprendió y vivió las enseñanzas del evangelio y sus convenios. Fue un hombre sin engaño.

El jueves antes de su muerte, dio un poderoso discurso en el seminario de Representantes Regionales y Representantes de Misión congregados en Salt Lake City, el domingo 2 del mes de julio, el día de su muerte, asistió a sus reuniones dominicales y participó en ellas como siempre. Regresó a casa, y después de la comida, se sentó en su silla favorita, estaba hablando con su hija y quietamente abandonó su vida mortal.

Con el fallecimiento del Presidente de la Iglesia la Primera Presidencia queda disuelta, y los consejeros toman sus lugares en el Quórum de los Doce, cuyos miembros, de acuerdo con la revelación, asumen la responsabilidad de la Presidencia de la Iglesia, ya que poseen el Santo Sacerdocio de Melquisedec y constituyen el quórum que sigue en autoridad, de acuerdo con Doctrinas y Convenios. (D. y C. 107:23-24.) Por lo tanto, la Iglesia nunca queda sin una presidencia. El Presidente del Quórum es naturalmente el jefe u oficial ejecutivo, y los Doce continúan actuando como Presidencia de la Iglesia hasta el momento en que se reorganice la Primera Presidencia.

Mientras José el Profeta era Presidente de la Iglesia, el Señor confirió por medio de él todas las llaves del sacerdocio al Quórum de los Doce con igual autoridad que la Primera Presidencia. Por lo tanto, después de su fallecimiento y con esa autoridad, los Doce, con Brigham Young como Presidente del Quórum, presidieron la Iglesia por varios años, finalmente fueron inspirados por el Espíritu Santo para reorganizar la Primera Presidencia de la Iglesia con Brigham Young como presidente y Heber C. Kimball y Willard Richards como consejeros. En realidad, esta organización podría haberse efectuado dentro de las 24 horas que siguieron a la muerte del profeta José Smith.

Con el fallecimiento del presidente Young, el presidente John Taylor siguió en igual manera el ejemplo de su antecesor, y transcurrió cierto tiempo antes de que la Presidencia de la Iglesia fuese reorganizada con John Taylor como presidente, George Q. Cannon y Joseph F. Smith como consejeros.

Después de la muerte del presidente Taylor, Wilford Woodruff, Presidente del Consejo de los Doce, vaciló y dejó pasar un poco de tiempo antes de que la Presidencia fuese reorganizada. Cuando por fin se convenció de que era su deber y de que era necesario a fin de llevar a cabo los propósitos del Señor, él, junto con los Doce, reorganizaron la Presidencia de la Iglesia.

En esa ocasión les dio a sus compañeros un mandato solemne en cuanto a esto. Quedó establecido que cada vez que el Presidente de la Iglesia falleciera, y que por lo tanto la Primera Presidencia quedara disuelta, sería el deber de las autoridades correspondientes proceder inmediatamente, sin ninguna demora innecesaria, a reorganizar la Primera Presidencia, procedimiento que desde entonces se ha seguido.

Por lo tanto, el 7 de julio de 1972, poco después del fallecimiento del presidente Joseph Fielding Smith, el presidente Lee, actuando como Presidente de los Doce, convocó una reunión de todos los Doce para reorganizar la Primera Presidencia de la Iglesia. En dicha reunión acudimos al Señor en solemne oración. Luego cada miembro de los Doce, empezando por el de menor antigüedad, fue llamado por el Presidente de los Doce para expresar sus sentimientos concernientes al asunto en cuestión.

Cuando llegó el turno del presidente Kimball, él, a la conclusión de sus palabras, nominó al presidente Harold B. Lee, como Presidente de la Iglesia, proposición que fue debidamente secundada y propuesta a los Doce, y aceptada unánimemente. El presidente Lee respondió a la nominación y acción de los Doce, aceptando el sublime y santo llamamiento. Prosiguió entonces a nominar, para consideración del quórum, a N. Eldon Tanner como primer consejero y Marion G. Romney como segundo consejero. Esta propuesta fue unánimemente aprobada.

El presidente Spencer W. Kimball, miembro más antiguo de los Doce, fue nominado y aprobado como Presidente del Quórum de los Doce. A continuación el presidente Kimball se unió con otros miembros de los Doce para poner las manos sobre la cabeza del presidente Lee y ordenarlo como Presidente de la Iglesia y como Profeta, Vidente y Revelador, y Fideicomisario para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días. El presidente Lee apartó entonces al presidente Tanner y al presidente Romney como sus consejeros, y al presidente Kimball como Presidente del Consejo de los Doce.

Siendo este un año de elecciones en los Estados Unidos, estas actividades señalan claramente el contraste entre la forma de elegir al Presidente de los Estados Unidos y otros oficiales gubernamentales, y la manera en que el Señor ha indicado que los líderes de su Iglesia sean elegidos y desempeñen puestos. Estoy muy agradecido al Señor por el privilegio que he tenido de asociarme tan íntimamente y trabajar y sostener a tres de los profetas de Dios y ver la manera en que el Señor obra por medio de ellos. Ruego humilde y continuamente que yo pueda servir en una manera aceptable ante el Señor y ellos.

Mientras estoy aquí quisiera expresar mi profundo aprecio y amor por el presidente Marion G. Romney. He aprendido a quererlos a él y al presidente Lee como nunca he querido a otros hombres. Y hablando de amor, quisiera expresar el que siento hacia los miembros del Consejo de los Doce y las demás Autoridades Generales, así como por todos los miembros de la Iglesia. De hecho, tengo un sentimiento de amor para toda la humanidad, y solamente espero y ruego que el Señor me ayude siempre a expresarlo.

Estoy seguro de que el presidente Lee fue elegido y preordinado para ser un Profeta de Dios y Presidente de la Iglesia. Ciertamente el Señor lo ha preparado para este sublime y santo llamamiento al darle responsabilidades en las estacas, como director del programa de Bienestar, y por más de treinta años como miembro del Consejo de los Doce. El ha probado su fidelidad, dedicación y habilidad, y ha sido llamado a presidir la Iglesia en uno de los períodos más críticos de la historia del mundo. Es un Profeta de Dios y expresa la voluntad del Señor. El presidente Joseph Fielding Smith hizo esta astuta observación durante la asamblea solemne donde fue sostenido como Presidente de la Iglesia:

«Deseo decir que ningún hombre puede dirigir esta Iglesia por sí solo; es la Iglesia del Señor Jesucristo: El está a la cabeza. La Iglesia lleva su nombre, tiene su sacerdocio, administra su evangelio, predica su doctrina y lleva a cabo su obra.

«El selecciona hombres y los llama para ser instrumentos en sus manos, para llevar a cabo sus propósitos, y los guía y dirige en sus labores. Pero los hombres son solamente instrumentos en las manos del Señor, y el honor y la gloria por todo lo que sus siervos llevan a cabo es y debe ser atribuido a El para siempre.

«Si esta fuere la obra de los hombres fracasaría, pero es la obra del Señor, y El no fracasa. Y tenemos la seguridad de que si guardamos los mandamientos, somos valientes en el testimonio de Jesús y merecedores de toda confianza, el Señor nos guiará y dirigirá a nosotros y a su Iglesia en los senderos de la justicia, para llevar a cabo todos sus propósitos» (Improvement Era, junio de 1970, pág. 26).

Luego dijo lo siguiente de su primer consejero, quien es actualmente el Presidente de la Iglesia: «El presidente Harold B. Lee es un plan de verdad y justicia, un verdadero vidente que posee gran fortaleza espiritual así como percepción y sabiduría, y cuyo conocimiento y entendimiento de la Iglesia y sus necesidades no son superados» (Ibid., Pág. 27).

Tal como el Señor le dijo a Frederick G. Wiiliams, segundo consejero del profeta José Smith «. . . Escucha la voz del que habla, la palabra del Señor tu Dios. . .

«A quien he dado las llaves del reino que siempre pertenecen a la Presidencia del Sumo Sacerdocio;

«Por tanto, en verdad lo reconozco, y lo bendeciré; y también a ti, si eres fiel en cuanto a consejo, en el puesto que te he designado; en cuanto a orar siempre tanto vocalmente como en tu corazón, en público y en secreto; y también en cuanto a tu ministerio de proclamar el evangelio en la tierra de los que viven, y entre tus hermanos» (D. y C. 81:1-3).

Esto se aplica a todo poseedor del sacerdocio.

Las palabras del Señor al profeta José en su llamamiento a presidir la Iglesia se aplican igualmente a nuestro amado presidente Harold B. Lee: «. . tú serás llamado vidente, traductor, profeta, apóstol de Jesucristo. .

«Por tanto, vosotros, la iglesia, andando delante de mí en toda santidad, daréis oído a todas sus palabras y mandamientos que os daré según los reciba:

«Porque recibiréis su palabra con toda fe y paciencia como si viniera de mi propia boca.

«Porque si hacéis estas cosas no prevalecerán contra vosotros las puertas del infierno; sí, y el Señor Dios dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros y hará sacudir los cielos para vuestro beneficio y para la gloria de su nombre.

«Porque, así dice el Señor Dios: Yo lo he inspirado para promover la causa de Sión, con gran poder de hacer lo bueno, y conozco su diligencia y he oído sus oraciones.

. . he aquí, bendeciré con grande bendición a todos los que obren en mi viña, y creerán en sus palabras que por medio de mi le da el Consolador, quien manifiesta que Jesús fue crucificado por hombres impíos por los pecados del mundo; sí, para la remisión de pecados de los de corazón contrito» (D. y C. 21:1, 4:7,9).

Vosotros diáconos, maestros, presbíteros, élderes, setentas y sumos sacerdotes, ¡qué privilegio tan tremendo es poseer el Sacerdocio de Dios y tener un Profeta de Dios dirigiéndonos en la actualidad!

Como dijera claramente Joseph F. Smith en cuanto al Presidente de la Iglesia: «Cada oficial en la Iglesia está bajo su dirección, y él es dirigido por Dios» (Gospel Doctrine, pág. 174).

Siempre recordemos esto. El Presidente de la Iglesia posee las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, y no hay asunto ni oficio en la Iglesia que su Presidente no pueda resolver u ocupar. De hecho cada puesto en la Iglesia le pertenece a él.

El Señor, al hablarle al profeta José Smith, dijo: «Además, el deber del Presidente del Sumo Sacerdocio es presidir a toda la Iglesia, y ser semejante a Moisés.

«He aquí, en esto hay sabiduría; sí, ser un vidente, un revelador, un traductor y un profeta, teniendo todos los dones que Dios confiere sobre la cabeza de la Iglesia» (D. y C. 107:91-92).

Es de mucha importancia que nosotros, como miembros de la Iglesia, aceptemos sin restricciones al presidente Lee como un Profeta de Dios y como nuestro director. Me siento feliz de que pueda deciros esto desde el fondo de mi corazón, con toda la fuerza de mis sentimientos. Escuchemos la voz del Profeta y sigámosle, no ciegamente, sino por fe. Al hacerlo, nunca nos descarriaremos. Ningún poseedor del sacerdocio puede tomar esto a la ligera; es importante que cada miembro magnifique su sacerdocio y se dé cuenta de que es un gran privilegio y bendición poder poseer el Sacerdocio de Dios.

Debemos ser fieles a la fe y dignos de confianza en todo aspecto: debemos ser un ejemplo al mundo. Quisiera deciros, jóvenes, que recordéis que el sacerdocio que poseéis es el poder de Dios que os ha sido delegado para actuar en su nombre en el puesto que desempeñáis. El Señor espera que cada uno de nosotros viva digno de este sacerdocio y sea un ejemplo para el mundo. Como dijo el presidente Lee al ser entrevistado por primera vez después de ser nombrado Presidente de esta Iglesia, y a lo cual se ha hecho referencia hoy día, su mensaje al mundo, y ciertamente a cada uno de nosotros, es: «Guardad los mandamientos.» Al hacerlo seremos bendecidos.

Nunca sabemos cuál puesto o bendición tiene el Señor para nosotros; nuestra responsabilidad es prepararnos para cualquier llamamiento que podamos recibir: José el que fue vendido por sus hermanos, no tenía idea de que él había sido el elegido para salvar a su pueblo. Mediante su fidelidad y por haber vencido la tentación fue bendecido y fortalecido por el Señor.

Durante su juventud, Moisés no sabía que él habría de sacar de Egipto a los hijos de Israel, y Mormón no supo de antemano acerca de la grande e importante obra que él y su hijo Moroni llevarían a cabo al preparar y preservar los registros sagrados concernientes al evangelio de Jesucristo.

En cada caso, fue porque probaron su fidelidad desde la niñez, y en cada puesto que desempeñaron demostraron que eran dignos y fueron aceptados por el Señor.

Me sentí emocionado cuando este grupo cantó esta tarde: «¿Fallará en la defensa de Sión la juventud?» Y luego dijeron claramente: «¡No!» Existe una diferencia en cantar «No» y en realmente querer decir «no» y vivirlo y me gustaría exhortar a cada joven que me esté escuchando esta noche a probarle al Señor que la juventud del Señor no ha fallado y no fallará, sino que serán un ejemplo para el mundo, una influencia para el bien. Y recordad si deseáis llegar a ser grandes hombres, tenéis que ser grandes jóvenes. Preparaos tal como lo hizo nuestro Presidente durante su juventud.

A los catorce años de edad, José Smith no tenía idea de que sería Presidente de la Iglesia y un Profeta de Dios; todo lo que deseaba era saber cuál era la iglesia verdadera. Fue preordinado, como lo es cada uno de nosotros para algún propósito, y a causa de su fidelidad y vida digna fue llamado a este elevado puesto. Vivamos de tal manera que seamos dignos y logremos aquellas cosas para las cuales hemos sido preordinados.

Durante su juventud el presidente Lee no tenía idea de que alguna vez llegaría a ser Presidente de la Iglesia, pero con su leal actuación en cada oficio que desempeñó demostró su dignidad. Es tan importante que el presidente del quórum de diáconos o maestros desempeñe sus deberes y ande rectamente delante del Señor como lo es para el presidente de los élderes, setentas o sumos sacerdotes si es que desea ser un instrumento en las manos del Señor. El Señor espera que todo hombre cumpla con su deber y sea fiel al convenio que ha hecho. Como se encuentra registrado en Doctrinas y Convenios, el Señor dijo: «De modo que, con toda diligencia aprenda cada varón su deber así como a obrar en el oficio al cual fuere nombrado.

«El que fuere perezoso no será considerado digno de permanecer, y quien no aprendiere su deber, y no se presentare aprobado, no será contado digno de permanecer. Así sea. Amén». (D. y C. 107:99-100).

«¿Por qué pensáis ganar gran galardón, si luchar evitáis?» Es importante que cada poseedor del sacerdocio, adultos y jóvenes, se autodisciplina, venza la maldad, se conserve moralmente limpio, guarde la Palabra de Sabiduría, santifique el día de reposo, sea honrado en sus asuntos, sea fiel a la confianza de otros y viva de tal manera que sea amado y respetado por todos aquellos que lo conocen, para que otros, viendo sus buenas obras, puedan glorificar a nuestro Padre que está en los cielos.

Debemos asegurarnos de que la obra del Señor siga adelante y ayudar a su Iglesia y reino aquí sobre la tierra a crecer y expandirse hasta que llene toda la tierra. Esta es nuestra responsabilidad como poseedores del sacerdocio.

El hombre es para que tenga gozo. Divertios; gozad de la vida haciendo aquellas cosas que son correctas. No hay gozo ni satisfacción en el pecado, pero se han prometido grandes bendiciones a los fieles; ningún joven de los que me están escuchando sabe para qué fue preordinado o lo que le espera, pero el Señor ha prometido que «todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, (no solamente se estaba refiriendo a la Palabra de sabiduría, sino a rendir obediencia a todos los mandamientos) recibirán salud en sus ombligos, y médula en sus huesos;

«Y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, aun tesoros escondidos; «Y correrán sin cansarse, y no desfallecerán al andar.

«Y yo, el Señor, les hago una promesa, que el ángel destructor pasará de ellos como de los hijos de Israel, y no los matará» (D. y C. 89:18-21 ).

Expresemos cada noche y cada mañana nuestro agradecimiento al Señor por el privilegio que tenemos de ser miembros de su Iglesia y de poseer su sacerdocio, y oremos para recibir valor y fortaleza para vivir en la manera que debemos y de este modo prepararnos y ayudar a otros a prepararse para la vida eterna, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

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