Construid vuestro escudo de fe

Conferencia General Abril 1974

Construid vuestro escudo de fe

Por el élder L. Tom Perry
Del Consejo de los Doce


Esta es una conferencia general en la que siento que mis emociones están a punto de aflorar. Acabo de ser sostenido por votación de los miembros de la Iglesia para desempeñan un cargo muy abrumador por la importancia que tiene. Espero que bajo estas circunstancias, se permita ser un poco personal en mi discurso de esta mañana.

Crecí en un hogar en el que se nos enseñaba a amar y respetar a las Autoridades Generales de la Iglesia. Recuerdo que mientras aprendía los nombres de los miembros del Consejo de los Doce, requisito para graduarme en la Primaria, mi padre me enseño pacientemente sobre la vida de cada uno y me ayudó a memorizar todo lo necesario.

Hasta el día de hoy recuerdo perfectamente los nombres de aquellos hombres maravillosos desde Rudger Clawson hasta Charles A. Callis, y puedo repetirlos rápidamente y recordar acontecimientos de su vida.

Al meditar sobre mi asignación, pensé: “Si hubiera en la Iglesia algún padre que quisiera hablar durante la noche de hogar sobre los miembros actuales del Consejo de los Doce, ¿qué diría acerca de mí?” este pensamiento me alarmó.

Cuando busqué algo, me di cuenta que hay un aspecto y que quizás sea muy valioso para los niños. podrían decir: “El élder Perry creció viendo que sus padres amaban y apreciaban el evangelio de Jesucristo.” Ellos comprendían la amonestación que Pablo escribió a los efesios: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

“Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

“Estad, pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:10-11, 14-16). Cada mañana no sólo nos vestíamos con impermeables, sombreros y botas para protegernos de las inclemencias del tiempo, sino que además, nuestros padres nos vestían con la armadura de Dios. Cuando nos arrodillábamos para orar y escuchábamos a nuestro padre, poseedor del sacerdocio, volcar su alma al Señor e implorar protección para su familia contra los dardos de fuego del maligno, aquello nos añadía una capa más de protección.

Qué gran seguridad la de viajar por la vida sabiendo que nuestros padres nos proveyeron cuidadosamente con un escudo de fe desde el momento en que nacimos.

Permitid daros un pequeño ejemplo de la forma en que nos sirve ese escudo. Un día, un grupo de marinos amigos míos, me invitaron a salir en nuestro día libre. Apenas nos pusimos en camino me di cuenta que aquella no era la compañía apropiada para mí, y entonces comprendí el motivo de la invitación: ellos conocían las normas que me regían, y sabían también que siendo el único que estaría sobrio cuando llegara el momento de volver a la base, yo sería el compañero más indicado.

Nos dirigimos en un autobús hacia un salón de baile; ellos ya habían empezado a beber y yo estaba dispuesto a dejarlos de un momento a otro. Fue entonces cuando aquel escudo comenzó a protegerme y sentí que las oraciones de mis padres actuaban para mi bienestar. El autobús se detuvo y al subir otros pasajeros me separaron de mis compañeros empujándome hasta la parte trasera del autobús. Allí había un grupo de jóvenes, unos de pie y otros sentados. Al verme, inmediatamente uno de ellos me dijo: “¡Hola marino! nosotros somos mormones. ¿Qué sabes de nuestra Iglesia?” Yo les contesté que sabía bastante. Después descendimos juntos del autobús y asistimos con ellos a una reunión social del barrio.

Como os habréis dado cuenta el escudo de fe estaba allí protegiéndome de los dardos de fuego del maligno, para que en el tiempo adecuado yo fuera merecedor de llevar a un ángel al Templo del Señor y allí sellarnos por esta vida y toda la eternidad.

Conozco personalmente el valor de tener padres nobles que proveen a sus hijos con el escudo protector de la fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Os doy mi testimonio de que esto surte efecto. Cada hijo de Dios debe tener la oportunidad de que sus padres comiencen el día bendiciendo el hogar y proporcionándoles ese escudo protector para el comienzo de sus actividades.

Presidente Kimball, públicamente acepto el llamamiento que me ha encomendado de servir al Señor. Yo sé que es un llamamiento divino; y sé también que usted posee los mismos atributos que distinguieron a José ante el faraón de Egipto, quien declaró a sus súbditos que no encontrarían otro hombre como él, “en quien esté el espíritu de Dios” (Génesis 41-38).

Deseo y ruego que pueda en alguna forma aligerar la pesada carga que vosotros lleváis en este quórum.

Presidente Benson, estimo y aprecio su persona y su sabia dirección. Estoy dedicado al servicio del reino de nuestro Padre Celestial. Estoy a vuestra disposición en todo lo que esté al alcance de mi capacidad.

A mis dos colegas con los que he trabajado tanto, el élder Hanks y el élder Faust, y a los que me une un afecto fraternal: habéis sido muy pacientes entrenándome para que me desempeñara en mis llamamientos; permitidme expresaros mi gratitud más profunda.

Y a todos vosotros que hoy me escucháis os doy mi testimonio de que Dios vive, que Jesús es el Cristo y que Spencer W. Kimball es un verdadero Profeta de Dios Venid y acompañadnos. Permitidnos ayudaros a construir vuestro escudo de fe para que viváis con la seguridad de que poseéis una poderosa línea de defensa que os protege de las asechanzas del diablo. Humildemente elevo mi oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to Construid vuestro escudo de fe

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Me encantan las enseñanzas de estos hombres me inspiran y animan como guiados por el Espiritu Santo. Gracias por estas hermosas enseñanzas!

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