El libro de Mormón es la palabra de Dios

Conferencia General Abril 1975

El libro de Mormón es la palabra de Dios

Por el Presidente Ezra Taft Benson
Presidente del Quórum de los Doce

Hoy voy a referirme a un asunto de vital importancia.  Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, «Creemos… que el Libro de Mormón es la palabra de Dios» (Octavo Artículo de Fe).  Así lo declaró Dios, del mismo modo que sus escribas, sus testigos y todos aquellos que han leído el libro y recibido una revelación personal de Dios con respecto a su veracidad.

En la Sección 20 de Doctrinas y Convenios, el Señor dice que Él le dio a José Smith «… poder de lo alto para que… tradujera el Libro de Mormón, que contiene la historia de un pueblo caído, y la plenitud del evangelio de Jesucristo… el cual se dio por inspiración…”  (D. y C. 20:8-10) Nefi, uno de los profetas escritores del Libro de Mormón, testifica que el libro contiene «las palabras de Cristo» (2 Nefi 33:10), y Moroni, el último de los escritores del libro, nos da el testimonio de que, estas cosas son verdaderas» (Moroni 7:35).

Ese mismo Moroni, ahora en su forma celestial y procedente de la presencia de Dios, mostró esos antiguos registros a tres testigos de nuestros tiempos.  El testimonio de éstos se encuentra en la primera página del Libro de Mormón, y dice en parte: «Y también sabemos que han sido traducidas por el don y el poder de Dios, porque así su voz nos lo declaró; por tanto, sabemos con certeza que la obra es verdadera.»

José Smith, el Profeta, el instrumento utilizado por Dios para traducir este registro, testificó que: » …el Libro de Mormón es el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercará más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro» (Enseñanzas del Profeta José Smith, páginas 233 y 234).

El Libro de Mormón fue escrito para nosotros, los que vivimos en la actualidad; Dios es su autor; es el registro de un pueblo caído, compilado por hombres inspirados para nuestra bendición actual.  Ese pueblo del cual habla el libro, jamás lo poseyó; estaba destinado para nosotros y no para ellos.  Mormón, el antiguo Profeta cuyo nombre lleva el libro, sintetizó siglos enteros de historia.  Dios, quien conoce el fin desde el principio, le dio las indicaciones relativas a lo que debía incluir en la condensación y de acuerdo a las necesidades que nosotros tendríamos en estos tiempos.  Mormón le entregó los registros a su hijo Moroni, el último de los escribas; y Moroni, que escribió hace más de 1.500 años pero que se dirigía a nosotros, declara: «He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes y sin embargo, no lo estáis pero he aquí, Jesucristo me os ha manifestado, y conozco vuestros hechos» (Mormón 8:35).

El propósito del Libro de Mormón se declara en la página correspondiente al título.  Es para: » … convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones.»

Nefi, el primer profeta escritor del Libro de Mormón, declara:

«Porque todo mi deseo es poder persuadir a los hombres que vengan al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y se salven.

«De modo que no escribo las cosas que agradan al mundo, sino las que agradan a Dios y a los que no son del mundo.

«Así que mandaré a mis descendientes que no escriban sobre estas planchas nada que no sea de valor para los hijos de los hombres» (1 Nefi 6:4-6).

El Libro de Mormón lleva a los hombres a Cristo mediante dos procedimientos básicos:

Primero, habla de Cristo y su evangelio en forma sencilla; da testimonio de la divinidad del Señor y de la necesidad de un Redentor, así como de que en El depositamos nuestra confianza.  Nos brinda un contundente testimonio de la Caída y la Expiación, de los primeros principios del evangelio, incluyendo la necesidad de que tengamos un corazón quebrantado y un espíritu contrito, así como de que pasemos por la experiencia de tener un «renacimiento espiritual».

Proclama el hecho de que debemos perseverar en justicia hasta el fin, y vivir la vida moral de un santo.

Segundo, el Libro de Mormón expone a los enemigos de Cristo; confunde las falsas doctrinas y pone fin a las contenciones. (2 Nefi 3:12» Fortalece a los humildes seguidores de Cristo en contra de los malignos designios, estrategias y doctrinas del demonio en nuestros días.  La clase de apóstatas con que cuenta el Libro de Mormón, es absolutamente similar al tipo de apóstatas de la actualidad.  Con su infinito conocimiento del futuro, Dios modeló la historia que en él se escribiría de tal forma que pudiéramos distinguir el error y pudiéramos saber cómo combatir los falsos conceptos educacionales, políticos, religiosos y filosóficos de nuestros tiempos.

Dios espera que utilicemos el Libro de Mormón de varias formas.  Debemos leerlo nosotros mismos -cuidadosamente y con oración- meditando lo que vamos leyendo, tratando de determinar si se trata de una obra de Dios o la de un joven ignorante.  Cuando hayamos finalizado de leer las cosas que se encuentran en el libro, Moroni nos exhorta a que lo pongamos a prueba, con las siguientes palabras:

«Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaras a que preguntaseis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por él poder del Espíritu Santo» (Moroni 10:14).

Yo hice tal como Moroni exhorta, y puedo testificaras de que este libro es de Dios v de que su veracidad es innegable.

Debemos utilizar el Libro de Mormón como fundamento de nuestras enseñanzas.  En la Sección 42 de Doctrinas y Convenios, el señor declara: «Y además, los élderes, presbíteros y maestros de esta Iglesia enseñarán los principios de mi evangelio que se encuentra en la Biblia y el Libro de Mormón, que contiene la plenitud de mi evangelio» (D. y C. 42:12).

A medida que leemos y enseñamos, debemos comparar las escrituras del Libro de Mormón con nosotros, para «nuestro provecho e instrucción» (1 Nefi 19:23).

Debemos utilizarlo para enfrentarnos a los problemas creados con las objeciones que se formulan en contra de la Iglesia.  Dios el Padre y Jesucristo se revelaron a José Smith en una maravillosa visión.  Después de aquel glorioso acontecimiento, José le contó lo sucedido a un ministro religioso, y quedó sumamente sorprendido cuando el ministro le dijo que no existían cosas tales como visiones y revelaciones en estos días, que todas esas cosas ya habían cesado. (José Smith 2:21.)

Esta declaración constituye un símbolo práctico de todas las objeciones que han sido hechas en contra de la Iglesia por personas que no son miembros de la misma, así como por aquellos que son miembros disidentes. O sea que ellos no creen que Dios revela su voluntad a la Iglesia en la actualidad, mediante sus profetas.  Todas las objeciones que puedan hacerse, ya sea que se trate del tema del aborto, el matrimonio plural, la religión diaria, etc., giran básicamente alrededor del hecho de si José Smith y sus sucesores, fueron y son profetas de Dios que recibieron y reciben revelación divina.  Aquí tenemos entonces, un procedimiento para hacernos cargo de la mayoría de las objeciones, mediante el uso del Libro de Mormón.

Primero, debemos entender perfectamente la objeción.

Segundo, debemos dar la respuesta tomándola de la fuente de la revelación.

Tercero, tenemos que demostrar cómo la corrección de la respuesta depende realmente del hecho de si tenemos o no revelación moderna mediante profetas modernos.

Cuarto, debemos explicar que el hecho de si tenemos o no profetas modernos y revelación, depende en realidad de si el Libro de Mormón es verdadero o no.

Por lo cual, el único problema que el que presenta la objeción debe resolver, es determinar si el Libro de Mormón es verdadero o no.  Porque si el Libro de Mormón es verdadero, entonces Jesús es el Cristo, José Smith fue su profeta, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es verdadera, y se encuentra dirigida en la actualidad por un profeta que, al igual que los de tiempos antiguos, recibe revelación.

Nuestra principal responsabilidad es declarar el evangelio a la humanidad, y hacerlo eficazmente, pero no tenemos la obligación de contestar todas las objeciones.  Llega el momento en el cual todo hombre debe tomar decisiones basándose en la fe, y entonces es cuando debe tomar una posición definitiva.

«Y si no son las palabras de Cristo, juzgad; porque en el postrer día Cristo os manifestará con poder y gran gloria que son sus palabras; y ante su tribunal nos veremos cara a cara, vosotros y yo, y sabréis que él me ha mandado escribir estas cosas, a pesar de mi debilidad» (2 Nefi 33:1).  Todo hombre debe juzgar por sí mismo, sabiendo que el Señor habrá de tenerlo por responsable.  El Libro de Mormón debe utilizarse como estandarte a los pueblos: «… y mis palabras resonarán hasta los extremos de la tierra, por estandarte a los de mi pueblo que son de la Casa de Israel» (2 Nefi 29:2).

Nosotros los miembros de la Iglesia, y especialmente los misioneros, debemos hacer resonar esas palabras, y ser quienes proclamemos y testifiquemos del Libro de Mormón hasta los confines de la tierra.

El Libro de Mormón es la gran norma que debemos utilizar; por medio de él se demuestra que José Smith fue un profeta; contiene las palabras de Cristo, y su gran misión es la de llevar almas a Cristo, después de lo cual, todas las demás cosas son secundarias.  La pregunta de oro del Libro de Mormón es: «¿Quiere aprender más sobre Jesucristo?» El Libro de Mormón es el gran descubridor de los que buscan la verdad.  No contiene cosas que le placen al mundo, por lo cual las personas mundanas no se interesan en él.  Es, en sí mismo, un gran tamiz.

Cualquiera que haya buscado diligentemente el conocimiento de sus doctrinas y enseñanzas, y que las haya utilizado conscientemente en la obra misional, sabrá a ciencia cierta que se trata del instrumento dado por Dios a los misioneros para convencer al judío, al gentil y al lamanita, de la veracidad de nuestro mensaje.

Pero la verdad es que no hemos estado utilizando el Libro de Mormón como deberíamos haberío hecho.  Nuestros hogares no son suficientemente fuertes a menos que lo utilicemos para acercar a nuestros hijos a Cristo.  Nuestras familias pueden llegar a corromperse por las tendencias mundanas y sus enseñanzas a menos que sepamos cómo utilizar el libro para poner en evidencia y combatir las falsedades políticas, de la evolución orgánica, del racionalismo, el humanismo, etc.  Nuestros misioneros no son lo eficaces que deberían y podrían ser, a menos que hagan resonar sus palabras.  Los conversos que se acercan a la Iglesia por motivos sociales, éticos, culturales o educacionales, no lograrán sobrevivir las pruebas de la vida, a menos que sus raíces profundicen en la plenitud del evangelio que contiene el Libro de Mormón.  Nuestras clases de la Iglesia nunca estarán llenas del Espíritu a menos que lo enarbolemos como a un verdadero pendón. Nuestras naciones continuarán degenerándose, a menos que leamos y atesoremos las palabras del Dios de la tierra, Jesucristo, dejando de lado tanto la participación como el apoyo a las combinaciones secretas de las cuales el libro de Mormón nos dice que fueron la causa de la caída de las civilizaciones americanas anteriores.

Algunos de los primeros misioneros de la Iglesia fueron reprobados por el Señor a su regreso al hogar -Sección 84 de las Doctrinas y Convenios- porque no le habían prestado la debida importancia al Libro de Mormón.  Como consecuencia de ello sintieron la mente oscurecida.  El Señor declaró que esta forma de tratar el libro, había puesto a toda la Iglesia bajo condenación, aun a todos los hijos de Sión.  Y declaró el Señor más adelante: «Y permanecerán bajo esta condenación hasta que se arrepientan y recuerden el nuevo convenio, aun el Libro de Mormón.» (Doctrinas y Convenios 84:54-57.) ¿Continuamos estando bajo esa condenación?

La lectura de este libro es una de las mejores formas de persuadir a los hombres para cumplir con una misión.  Necesitamos más misioneros, pero también necesitamos misioneros mejor preparados procedentes de los barrios, ramas y hogares, donde se conozca y se ame el Libro de Mormón.  Los misioneros se encuentran a un paso de enfrentarse con el gran desafío —para el que tendrán que prepararse muy bien— de enseñar el evangelio por medio de él.  Necesitamos misioneros que se encuentren a la altura de nuestro mensaje.

Graves son las consecuencias que tendremos como resultado a nuestra reacción al libro de Mormón.

«Y los que la recibieron con fe, y obraren en justicia, recibirán una corona de vida eterna;

Más se tornará en condenación para los que endurecieron sus corazones en incredulidad, y la rechazaron. Porque el Señor Dios lo ha hablado» (D. y C. 20:14-16).

¿Es verdadero el Libro de Mormón?  Sí. ¿Para quién es?  Para nosotros.

¿Cuál es su propósito?  El de llevar a los hombres a Cristo.

¿Cómo logra su propósito?  Dando testimonio de Cristo y poniendo en evidencia a sus enemigos.

¿Cómo debemos de utilizarlo?  Debemos lograr un testimonio de él, debemos enseñarlo, enarbolarlo como un estandarte y proclamar sus verdades.

¿Hemos estado haciéndolo?  No como deberíamos.

¿Habrá consecuencias eternas que dependan de nuestra reacción a este libro?  Sí, ya sea para nuestra bendición o para nuestra condenación.

Todo Santo de los Últimos Días debería hacer del estudio de este libro, el propósito de su vida.  De otro modo está poniendo en peligro su alma, descuidando aquello que puede darle unidad espiritual e intelectual a toda su vida.  Existe una gran diferencia entre un converso edificado en la roca de Cristo a través del Libro de Mormón, que permanece aferrado a esa barra de hierro que le sirve de constante guía, y otro que no lo está.

Hace más de un cuarto de siglo, escuché en este mismo Tabernáculo las siguientes palabras: «Hace unos pocos años cuando comencé con la práctica de la abogacía, algunos de los miembros de mi familia se encontraban algo preocupados.

Temían que yo perdiera la fe.  Yo quería dedicarme a la práctica del derecho, pero tenía un deseo aún mayor de conservar mi testimonio, por lo cual llevé a la práctica un pequeño procedimiento que ahora quisiera recomendaros.  Cada mañana, por treinta minutos antes de comenzar con mis labores diarias leía el libro de Mormón … y con esos pocos minutos diarios lo leí todo, cada año durante nueve años consecutivos.  Sé que este procedimiento me mantuvo en armonía siempre que yo mantuviera la misma armonía con el Espíritu del Señor» (Conference Report, abril de 1949, página 36).  Ese será el mejor de los métodos para mantenernos cerca del Espíritu del Señor.  La persona que hablaba era el presidente Marion C. Romney.  Hoy me hago eco de su consejo.

¿Qué habremos de decir entonces del Libro de Mormón?  Yo os doy mi testimonio de que es verdadero.  Esto lo sé con la misma certeza con que sé, que vivo.  Apoyamos la declaración hecha por el profeta José Smith cuando dijo: «Les declaré a los hermanos que el libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro» (Enseñanzas del Profeta José Smith, páginas 233-234).

Que podamos llegar a conocer y utilizar esta piedra angular y podamos así acercarnos más a Dios, lo ruego en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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