Es usted un Misionero?

C. G. Abril 1976logo pdf
¿Es usted un misionero?
élder Gene R. Cook
del Primer Consejo de los Setenta

Gene R. CookMis hermanos, el Señor nos ha bendecido abundantemente en esta Conferencia.  Habéis oído hablar a las Autoridades Generales por el poder del Espíritu Santo, y si al escuchar habéis estado en armonía con ese mismo Espíritu, os habréis fortalecido en vuestra determinación de guardar los mandamientos.

Se ha tratado ampliamente el tema del programa misional.  Ahora, yo os pregunto: ¿Quién es, de hecho, responsable de esta obra?  El presidente Kimball ha indicado que cada miembro debe ser un misionero, y en base a esto se ha sugerido que todos deben prepararse todos los días de sus vidas para serlo, y no sólo para servir misiones regulares sino también para enseñar la palabra de Dios a todos los que no la conozcan.

En los versículos 40 y 41 de la Sección 38 de Doctrinas y Convenios, se encuentran las siguientes palabras del Señor:

«Y además, os digo que os doy el mandamiento de que todos los hombres, tanto los élderes, presbíteros y maestros, así como también los miembros, se dediquen con su fuerza, con el trabajo de sus manos, a preparar y acabar las cosas que he mandado.

Y sea vuestra predicación la voz de amonestación, cada hombre a su vecino, con mansedumbre y humildad.»

De esto deduzco claramente que el Señor espera que cada varón eleve la voz predicando el evangelio de Jesucristo con mansedumbre y humildad, y entiendo asimismo, que los líderes del sacerdocio de toda la Iglesia tienen la responsabilidad de ayudar a los miembros de la misma a realizar esta tarea.

Muchos opinarán que si bien esto es fácil de decir, la dificultad estriba en la forma de llevarlo a cabo, en el saber específicamente qué hacer para amonestar a nuestros semejantes. Pues yo quisiera daros dos sugerencias de carácter general:

Primero, os diré que podéis defender la verdad dondequiera que estéis, en cualquier ocasión y en todo lugar. Bien puede suceder que los miembros de la Iglesia sientan temor de hacer uso de la palabra para defender los principios de la justicia en clubes o reuniones sociales en general, y a veces, aun entre los mismos miembros de la Iglesia. Como lo ha indicado el Señor, esto debe hacerse con arrojo, mas no con altivez. Tomad la palabra y afianzad los principios del Señor con respecto a los temas de discusión de más candente actualidad.

Me gustaría citaros a modo de ejemplo, el caso de una dama que se encontró en una situación muy difícil: Hallándose en un almuerzo al que habían asistido algunos miembros de la Iglesia, entre ellos activos e inactivos, así como otras personas que no eran miembros, el tema de la conversación giró sobre el aborto y el control de la natalidad. Una de las personas que no era Santo de los Últimos Días habló durante unos cinco minutos de sus firmes convicciones, diciendo que el aborto no tenía nada de malo y que no deberían restringirse en modo alguno las medidas para evitar los hijos. Esta buena hermana de la Iglesia se vio en la difícil encrucijada de no saber si optar por hacer algún comentario sobre las condiciones del tiempo o cambiar a otro tema que no se prestara a tantas controversias, o tomar la palabra y dejar en claro la justa verdad. . . optó por lo último, y después de exponer lo que ha declarado el Señor con respecto a estos asuntos, testificó de las razones en que fundamentaba su opinión personal. Como podéis imaginar, el almuerzo concluyó más bien abruptamente. Sin embargo, después, una de las hermanas inactivas en la Iglesia se acercó a esta buena dama y le dijo que nunca antes había ella comprendido el punto de vista del Señor sobre dichos asuntos y que por su parte había sentido en esa oportunidad que se había establecido lo que era justo.

Hermanos, cuando os sintáis impulsados a hacerlo, expresad vuestro testimonio sobre los principios que sabéis son verdaderos, pues los sentimientos sinceros que se comunican de corazón á corazón por medio del testimonio personal, convierte a la gente a la verdad, mientras que no sucede así con los argumentos débiles.

A vuestros amigos o conocidos en vuestros trabajos, en diversos sitios o en el trayecto de un punto a otro en un autobús, avión, etc., podríais darles algún folleto de la Iglesia, un ejemplar del Libro de Mormón o algún otro libro relacionado con el evangelio, que pueda ayudarles a prepararse para que algún día reciban a los misioneros y tengan una buena disposición para escuchar el evangelio. Muchos son los hermanos que anhelan ser misioneros, pero que sin embargo salen a sus diarias actividades sin ningún instrumento misional tal como un folleto o el Libro de Mormón.

Pareciera que el Señor hubiera tenido presente este cometido particular, cuando en las aguas de Mormón le dio al profeta Alma el convenio bautismal que cada miembro de la Iglesia toma sobre sí, el cual se encuentra en el Libro de Mosíah, parte del que dice lo siguiente:

«Sí, y si estáis dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y consolar a los que necesitan consuelo, y ser testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas, y todo lugar en que estuvieseis. . .» (Mosíah 18:9.)

Os pedimos que hagáis tan sólo eso, que dejéis de lado el temor y que os fortalezcáis en el Señor, que, deis vuestro testimonio al mundo de la veracidad del evangelio.

Segundo el presidente Kimball nos ha pedido a cada uno en particular, que escojamos con espíritu de oración una familia con la cual podamos trabar amistad. Prestemos atención a las palabras del Presidente que cito a continuación: “Podréis lograr mucho al trabajar juntos como familia. Y tú, padre de familia, has de dar el primer paso; según i mutuo acuerdo con tu esposa y tus hijos, escoge una o dos familias con las cuales haceros amigos orando en cuanto a ello. Determinad a cuáles de vuestros parientes o amigos les presentaréis la Iglesia, y en seguida, con tus familiares poneos en contacto con ellos. Podríais, por ejemplo, preparar una noche de hogar con el fin de pasar la velada con ellos otro día que no fuese el lunes, o reuniros todos por cualquier otro motivo. Entonces, cuando esas personas manifiesten interés en el evangelio, haced los arreglos correspondientes a través de vuestro líder misional de barrio o rama para invitar tanto a los misioneros como a vuestros amigos a vuestra casa a compartir el mensaje de la restauración. Si seguís este sencillo procedimiento llevaréis un buen número de dignas familias a la Iglesia» (filmina: Go Ye into All the World).

Quisiera, subrayar que el presidente Kimball dijo que seleccionáramos una familia o varias con espíritu de oración.

Reparemos lo que dijo el Señor por medio de Alma el joven, y que se encuentra en Alma 6:6:

«No obstante, se mandó a los hijos de Dios que se congregaran frecuentemente, y se unieran en ayuno y ferviente oración por el bien de las almas de aquellos que no conocían a Dios.»

¿Oráis vosotros por aquellos que, como dijo Alma, «no conocen a Dios»?

A1 llevar a cabo la obra del Señor debemos actuar según la manera del Señor. Os digo que si empezáis esta obra elevando vuestras oraciones a Dios y le pedís que os revele los medios por los que podéis ser un instrumento en sus manos para llevar almas a la Iglesia, El os abrirá el camino para lograrlo.

Y a vosotros, los que estáis escuchando esta conferencia, y que no sois aún miembros de esta Iglesia, os decimos: «Investigad con oración la doctrina de esta Iglesia, orad en cuanto a ella y llegaréis a saber, como lo sé yo, que ésta es la única Iglesia verdadera sobre la faz de la tierra. Acercaos a sus miembros y aprended del reino de Dios en la actualidad.

Quisiera repetir lo que le dijo el Señor a José Smith: «Nuestros misioneros están yendo a las diversas naciones, . . . se ha elevado el estandarte de la verdad y ninguna mano impía podrá impedir el progreso de la obra; las persecuciones podrán aumentar, los ejércitos combinarse, las calumnias difamar, pero la verdad de Dios saldrá adelante con arrojo, nobleza y libertad hasta que haya penetrado todo continente, visitado todo clima, pasado por todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga: «La obra está hecha» (History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 4:540).

Doy mi testimonio de que el evangelio resonará en todo oído, de que ésta es la única Iglesia verdadera y viviente sobre la faz de la tierra. Doy testimonio asimismo de que hay un Profeta viviente sobre la tierra hoy en día.

Es urgente, repito, que todos nosotros, como miembros de la Iglesia, elevemos nuestra voz de amonestación ante todos los habitantes de la tierra. Que el Señor nos dé fortaleza para llevar a cabo este propósito; al obedecerle de todo corazón, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario