Preparación Familiar

C. G. Abril 1976logo pdf
Preparación familiar
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballHermanos y hermanas, quisiera recomendar por su excelencia el discurso presentado esta mañana por la hermana Barbara Smith, Presidenta de la Sociedad de Socorro de la Iglesia, al igual que los de las Autoridades Generales.

Al escuchar sus palabras pensé una y otra vez en algo que dijo el Salvador: «¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?» Y constantemente estoy recordando esa frase:

«¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?» (Lucas 6:46).

Existen en la actualidad muchas personas en la Iglesia que cometen el mismo error y que continúan en su equivocada posición, negándose a hacer lo que esta gran organización les requiere y sugiere.

El Señor también dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).

Estaba pensando que en la Iglesia hay tantos barrios y ramas como gente se encuentra reunida en este recinto. Qué gran paso daríamos si cada obispo y cada presidente de rama en todo el mundo, siempre que les esté permitido, tuvieran alimentos almacenados en la forma en que se sugirió esta mañana, y pudieran presentarles a sus trescientos, cuatrocientos o quinientos miembros el mismo mensaje mencionando esta escritura e insistiendo en que sus barrios y ramas hicieran las cosas que el Señor les requiere; lamentablemente, sabemos que hay muchos que no las hacen.

Entonces les oigo argumentar: «Supongamos que guardamos la cantidad de comida para que después alguien venga y nos la robe.» Esa excusa fue contestada esta mañana por el obispo Featherstone.

Hoy siento la necesidad de que pongamos especial énfasis en las dos escrituras que he mencionado.

Pensad en la cantidad de personas representadas aquí por los presidentes de estaca y misión, y otros directores que presiden sobre sus congregaciones. Todas nuestras 750 estacas, que incluyen centenares y a veces miles de miembros, podrían demostrar el poder que poseemos si pusiéramos mano a la obra, tratando de hacer realidad este proyecto. Hablamos de él, oímos de él, pero muchas veces no hacemos lo que el Señor nos dice.

Hermanos, nos hemos reunido aquí esta mañana para considerar el importante programa que jamás debemos olvidar ni relegar a segundo plano. Muchas veces nos encontramos con el peligro que crean el bienestar material y la afluencia, cuyo resultado es un sentimiento de seguridad, hasta el punto de que creemos que no necesitamos de los abastecimientos que han sugerido las Autoridades Generales. Muchas veces ponemos como excusa que los alimentos almacenados se deterioran. Pero suponiendo que así sucediera, debemos considerar que en un buen sistema de almacenamiento la reposición es constante. Debemos recordar también que las condiciones pueden cambiar repentinamente, y el almacenamiento anual podría ser muy apreciado, tanto por nosotros como por nuestro prójimo. Por lo tanto, haríamos bien en escuchar lo que se nos ha dicho y en seguirlo al pie de la letra.

Hay algunos países donde se prohíben los ahorros o el almacenamiento. Nosotros honramos, obedecemos y apoyamos las leyes del país donde vivimos. Pero dondequiera que se permita, que es en la mayor parte del mundo, deberíamos escuchar el consejo de las Autoridades Generales y del Señor.

Reconocemos que la familia es la unidad básica tanto de la Iglesia como de la sociedad en general, y exhortamos a todos los Santos de los Últimos Días a fortalecer y hermosear su hogar con renovados esfuerzos, en los siguientes aspectos: producción, preservación y almacenamiento de alimentos, y de otros artículos de primera necesidad; y arreglo y limpieza de la casa y los alrededores.

Os alentamos a cultivar todo lo posible para vuestra mantención: árboles y arbustos frutales, y la mayor cantidad posible de vegetales. Aun aquellos que viven en apartamentos, con un poco de buena voluntad podrían plantarlos en macetas, latas u otro tipo de recipientes. Estudiad los mejores métodos para proveeros de los artículos alimenticios. Haced que vuestro huerto sea, además de productivo, ordenado y hermoso. Si tenéis niños en la casa, haced que os ayuden en el trabajo del huerto.

Lo que el presidente Romney nos dijo, es un concepto básico: los niños deben aprender a trabajar; los padres no deben dedicar noche y día a encontrar algo que sea de interés para los hijos, sino proveerles con lo necesario para mantenerlos ocupados, haciendo algo que sea de valor y productivo.

Siempre que sea posible, esforzaos por producir todos estos artículos que almacenáis. Mejorad vuestras habilidades en costura; cosed y remendad la ropa de vuestra familia.

Alentamos a las familias a que desarrollen el plan de almacenamiento anual y no nos cansaremos de repetir una y otra vez la escritura que dice: «¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?» ¡Qué vacío resulta cuando ponemos en acción sus enseñanzas espirituales y le llamamos por sus nombres más respetables, pero al mismo tiempo dejamos de hacer las cosas que Él nos pide!

Recurrid a las universidades agrícolas y centros especializados para conseguir información técnica sobre la preservación y almacenamiento de alimentos y demás artículos de primera necesidad.

Alentamos a todas las familias de la Iglesia que lleguen a ser autosuficientes e independientes. La grandeza de un pueblo y de una nación, comienza en el hogar; dediquémonos a su fortalecimiento y hermoseamiento en todas las formas posibles.

El apóstol Pablo escribió: «. . .ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;

Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.

Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entreteniéndose en lo ajeno.

A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan.» (2 Tesalonicenses 3:8, 10-12.)

. . . porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.» (1 Tim. 5:8.)

El sistema del Señor edifica la autoestima del individuo, desarrolla y aumenta la dignidad del mismo, mientras que el sistema del mundo hace que se menosprecie y desarrolle un sentimiento en contra de la sociedad.

El sistema del Señor hace que el individuo apresure sus esfuerzos para volver a ser independiente desde el punto de vista económico, aun cuando se encuentre en necesidad temporal que lo obligue a recurrir a la ayuda. El sistema del mundo aumenta su dependencia de los programas de asistencia pública en lugar de alentarlo a esforzarse por lograr la independencia económica.

El sistema del Señor ayuda a nuestros miembros a lograr un testimonio propio del evangelio de trabajo. Porque el trabajo es importante para la felicidad humana, del mismo modo que para la productividad. El sistema del mundo, sin embargo, le da cada vez más importancia y énfasis al tiempo libre y a la holgazanería.

Pero, hermanos, tengamos sumo cuidado en que todo lo que pongamos en ejecución, lo hagamos de acuerdo a la ley del país, donde quiera que nos encontremos.

Todos recordemos siempre que debemos guardar la ley del ayuno. A menudo, tenemos razones personales para ayunar, pero tengo la esperanza de que los miembros de la Iglesia no vacilen en ayunar para ayudarnos a alargar e1 paso en el esfuerzo misional, para abrir la vía por la cual el evangelio llegue a todas las naciones. Es sumamente conveniente que ayunemos, del mismo modo que oramos, para lograr proyectos específicos.

Siempre me siento inclinado a elogiar a las hermanas que dedican parte de su tiempo a todo tipo de costuras y tejidos, a las amas de casa que cosen su propia ropa, preparan buenas comidas y mantienen la casa pulcra y arreglada.

Parecería que en la actualidad tenemos la tendencia a conformarnos con entretener a nuestros jóvenes, y gastamos la mayor parte de nuestro tiempo en encontrar la forma de mantenerlos interesados. Personalmente, no veo ninguna desventaja en el trabajo, sino que por el contrario, creo que fue una de las creaciones más inteligentes, importantes necesarias de nuestro Padre Celestial, y Durante los siglos, Dios rechazó muchas leyes; no obstante, la ley de trabajo ha permanecido en la tierra. Desde los enigmáticos órganos que nos mantienen la vida, hasta la construcción de la nave que aterrizó en la luna, el trabajo es una de las condiciones fundamentales de la existencia.

Hermanos, antes de terminar quisiera recordaros las palabras de la hermana Smith, de los miembros del Obispado Presidente, así como del presidente Romney y deciros que éste es un evangelio de acción y, por lo tanto, debemos poner en acción lo que aprendamos. Que Dios nos bendiga para que podamos sentir la determinación de llevar a la práctica todas las recomendaciones del Señor que se nos han presentado hoy, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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