C. G. Abril 1976
¿Quién es Jesús?
por el élder Eldred G. Smith
Patriarca de la Iglesia
¿Quién es Aquel, llamado Jesús el Cristo? ¿Lo conocéis en verdad?
Poco antes de su crucifixión, al orar al Padre, El dijo:
«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3.)
En el concilio que se verificó en los cielos, se presentaron a todos los espíritus el plan y el propósito de la vida terrenal, y entonces «el Señor dijo: ¿A quién enviaré? Y respondió uno semejante al Hijo del Hombre: Heme aquí; envíame. Y otro contestó, y dijo: Heme aquí, envíame a mí. Y el Señor dijo: Enviaré al primero» (Abraham 3:27).
El escogido fue Jehová, el mayor, que había prometido que al ir honraría al Padre, otorgándole toda la gloria.
El Padre ha declarado: «. . . ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre» ( Moisés 1:39).
Por consiguiente, Jehová, bajo la dirección del Padre, fue el Creador de esta tierra, así como de muchos otros mundos. Moisés vio en visión «. . . muchas tierras; y cada tierra se llamaba mundo, y había habitantes sobre la faz de ellos» (Moisés 1:29). Dios declaró a Moisés:
«Y las he creado por la palabra de mi poder, que es mi Hijo Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
Y he creado mundos sin número, y también los he creado para mi propio fin; y por medio del Hijo, quien es mi Unigénito, los he creado.» (Moisés 1:32-33.)
A fin de que logremos formarnos una idea de la magnitud de las creaciones del Señor, quisiera citar unas palabras del presidente J. Reuben Clark, Jr., que dijo lo siguiente:
«Los astrónomos ahora admiten que bien han podido existir muchos mundos como el nuestro, y algunos opinan que es probable que hayan existido en esta galaxia, tal vez desde el principio, un millón de mundos semejantes a éste.
`He creado mundos sin número, . . . por medio del Hijo, quien es mi Unigénito’. Repito, nuestro Señor no es novato ni aprendiz en sus creaciones, pues éstas son innumerables.
Y si os detenéis a considerar que nuestra galaxia haya tenido tal vez desde el principio un millón de mundos y si multiplicamos esto por el número de los millones de galaxias que nos rodean, podréis obtener una idea de Quien es este Hombre a quien adoramos.» (Behold the Lamb of God, por .I. Reuben Clark, hijo, Deseret Book Company, 1962, págs. 16-17.)
Ciertamente El no era novato ni aprendiz en el arte de crear, pues «mundos sin número» ha creado. Y fue El mismo quien vino a esta tierra en el meridiano de los tiempos y nació de la virgen María, siendo el Hijo literal de Dios el Padre, «el Unigénito».
El Señor manifestó abiertamente su identidad; durante su vida terrena declaró repetidamente que era el Hijo de Dios. Cuando tenía doce años de edad lo encontraron «en el templo» conversando con los «doctores de la ley». En respuesta a la reprensión de su madre, dijo: ` . . . ¿no sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lucas 2:49).
Cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús y también en ocasión de la transfiguración del Señor, una voz de los cielos declaró: » Este es mi Hijo Amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17, 17:5).
Cuando Jesús iba a levantar a Lázaro de entre los muertos, «Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (Juan 11:24-27).
En otra ocasión, al detenerse Jesús ante el pozo de Jacob, le pidió a una mujer samaritana que le diese de beber, y en la conversación que sostuvieron, ella le dijo: «Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas, Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo» (Juan 4:25-26).
«Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ello, dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías: y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que esta en los cielos.» (Mateo 16:14-17.)
Además en muchas otras ocasiones el Señor declaró que El era el Cristo, el Hijo de Dios.
¿Tiene algo de extraño entonces, que El, el Hijo de Dios, el gran Creador, tuviese poder sobre los elementos de esta tierra, aun para vencer la ley de gravedad, caminando sobre el agua?
Creo que fue absolutamente sencillo para El, el Creador, transformar el agua en vino en la fiesta de bodas.
Tampoco fue un imaginario artificio el que haya alimentado a cinco mil hombres más las mujeres y los niños que allí había con unos cuantos panes y unos pocos peces, y en otra ocasión, a cuatro mil hombres más las mujeres y los niños. (Mateo 14:16-21, 15:32-38.)
Además, manifestó su poder sobre los elementos cuando a su mandato de: «Calla, enmudece», el tempestuoso mar se calmó. (Marcos 4:39.)
Mostró su poder sobre el reino animal en dos ocasiones distintas en que, a su mandato, sacaron la red llena de peces, siendo que antes de eso, todos los esfuerzos que habían hecho para pescar algo, habían sido infructuosos. (Lucas 5:4-8).
Demostró su poder sobre el reino vegetal, cuando maldijo la higuera estéril. (Mateo 21:29.)
En cada ocasión declaró ser el Cristo, el Hijo literal de Dios; sanó toda clase de enfermedades y males; a su mandato los malos espíritus se iban, declarando también quién era El. Dio la vista a los ciegos, hizo caminar a los cojos. . . sí, controló aun la vida misma, pues le restauró la vida a Lázaro que había sido declarado muerto desde hacía cuatro días. También restauró la vida a otros.
Sí, «. . . del Señor es la tierra y su plenitud» (1 Corintios 10:26). El tuvo dominio sobre todos los reinos de la tierra y sobre los cielos que rodean la tierra.
Todo lo que El hizo fue por los demás; su vida se traduce en generoso servicio, sin una sola acción egoísta.
Cuando se acercaba al fin de su misión en esta tierra, oró al Padre, diciéndole: «. . . te he glorificado en la tierra… he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:4-5).
Tomó sobre sí los pecados de todos los que se arrepintieran, y dio su vida para que todos pudiesen vivir. Hizo posible la resurrección para todo el género humano. ¿Os dais cuenta de que la creación de esta tierra así como toda la obra de Jesús y los profetas han sido para vosotros? Sí, para que pudieseis tener inmortalidad y vida eterna, cada uno, individualmente.
Para concluir, en preparación a la restauración de su Reino sobre la tierra en éstos, los últimos días, el Señor dijo:
«Por tanto, te mando que te arrepientas; arrepiéntete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padecimientos dolorosos—cuán dolorosos no lo sabes, cuán intensos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo sabes.
Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten.
Mas si no se arrepienten, tendrán que padecer aun como yo he padecido; Padecimiento que hizo que yo, aun
Dios, el más grande de todos, temblara a causa del dolor, y echara sangre por cada poro, y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar—
Sin embargo, gloria sea al Padre, participé, y acabé mis preparaciones para con los hijos de los hombres.
Por lo que otra vez te mando que te arrepientas, no sea que te humille con mi omnipotencia.» (D. y C. 19:15-20)
¿Pensáis en El cuando tomáis la Santa Cena y hacéis convenio de guardar sus mandamientos? Conocerlo a El es guardar sus mandamientos. ¿Conocéis vosotros a Jesús?
Sí, a El adoramos. El es el Hijo de Dios, el gran Creador; es nuestro Salvador y Redentor; es nuestro intercesor ante el Padre; El hizo posible la resurrección universal; y fue El quien apareció con su Padre a José Smith en la Arboleda Sagrada.
José Smith y Sidney Rigdon, después de una maravillosa revelación que les fue dada, testificaron:
«Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este testimonio, el último de todos, es el que nosotros damos de él: ¡Que vive!
Porque lo vimos, aun a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que El es el Unigénito del Padre
Que por El, y mediante El, y de El los mundos son y fueron creados, y los habitantes de ellos son engendrados hijos e hijas de Dios.» (D. y C. 76:22-24)
Testifico que Dios vive y que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que bajo su dirección se ha restaurado su evangelio en esta dispensación y por última vez. Doy testimonio de estas verdades en el nombre de Jesucristo. Amén.
























