El deber del padre

Conferencia General Octubre 1977logo pdf
El deber del padre
por el obispo H. Burke Peterson
Primer Consejero en el Obispado Presidente

H. Burke PetersonSe me pidió que hablara acerca de la obligación que tiene el padre de cuidar del bienestar de su familia. Después de pensar durante muchas horas sobre esta asignación, quisiera tratar de enseñar un principio que, si se comprende y practica, nos hará más eficaces en esta divina responsabilidad.

Nos preocupa mucho el creciente número de hogares en la Iglesia donde apenas se siente la influencia del padre. En más y más familias, la madre y los hijos son los que deben cargar con las responsabilidades del padre, así como las propias. Los divorcios, la búsqueda de fortuna, y la indiferencia hacia las cosas sagradas, son sólo tres de las muchas razones por las que los padres descuidan el bienestar de sus familias. En esta vida, un padre jamás es relevado de su responsabilidad. Cuando llamamos a los obispos, ellos sirven por un tiempo y después son relevados; los presidentes de estaca también son llamados, sirven y son relevados; pero el llamamiento del padre es eterno, siempre que viva dignamente.

En 1 Timoteo, leemos algunas palabras del Señor:

. . . Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.» (1 Timoteo 5:8.)

La definición positiva de la palabra bienestar, significa «felicidad, prosperidad, y confort». La responsabilidad del padre es la de cuidar de que exista felicidad, prosperidad y comodidad, y cuidar del bienestar de cada miembro de la familia. Debe «proveer lo necesario para los suyos», y lo hace cuando les brinda dirección espiritual y temporal; se puede decir que se ocupa del bienestar de cada miembro de la familia, cuando se preocupa de sus necesidades y busca la forma de satisfacerlas. Claro que cuando no hay un padre en la casa, quien sea cabeza del hogar debe asumir estas responsabilidades.

Debemos aprender del ejemplo de Brigham Young. Un extracto de una de sus cartas a su hijo José, ilustra el tipo de directiva espiritual que debe brindar un padre.

«José: Todo el oro del mundo no podría comprar mis buenos sentimientos hacia ti, mi agradecimiento al Señor… Tu madre desea que escriba unas palabras en su nombre. Su salud es más o menos igual, no muy buena, pero ella igual trabaja todo el día y con frecuencia hasta media noche. Nos sentimos orgullosos ante el Señor cuando pensamos en lo que estás haciendo por la gran causa del reino de Dios. Sé fiel, hijo mío. Saliste al mundo como un niño; confiamos en que vuelvas como un refulgente élder de salvación. Mantente puro delante de Dios. Tu padre lo hizo antes que tú y mi constante ruego es que tú también puedas hacerlo. Con todo mi corazón creo que lo harás. Que el Señor te bendiga por siempre.

¡Cuán felices nos sentiremos de volver a verte!

Tu padre, Brigham Young»

(Letters of Brigham Young to his Sons, Dean Jessee, pág. 16.) Otra cita ésta de una carta del presidente Brigham Young a un hijo que asistía a la academia naval de Annapolis, Maryland, ilustra el tipo de directiva temporal que debe poseer un padre: «Querido hijo:

Sé prudente en todas las cosas, adopta un plan para mantener un estricto control de todos tus gastos; de esta forma, no sólo sabrás qué pasa con tu dinero, sino que también adquirirás hábitos de economía, y método y corrección en todos tus asuntos en la vida. Verás que la mayor parte de la felicidad de esta vida consiste en tener algo digno para hacer, y en hacerlo bien.

Se ha dicho sabiamente que lo que es digno de ser hecho, es digno de ser bien hecho. Si un hombre ha de arar, que lo haga bien; si su trabajo es el cortar hierro, que lo corte bien; si debe manejar una Fragua, que mantenga siempre el hierro caliente. Es la atención a nuestras responsabilidades diarias lo que hace de nosotros verdaderos hombres. Aspira a adquirir conocimiento para que puedas hacer mejor las cosas y también progresar en la esfera de la vida donde te desenvuelves, pero recuerda que sólo ganarás poniendo tu confianza en el Señor, y llevando a cabo con fidelidad lo que tienes para hacer… Todos nosotros, padre, madre, hermanos, amigos, y los hermanos de la oficina, nos unimos en nuestro amor por ti, y en nuestras oraciones por tu bienestar.

Tu padre que te quiere, Brigham Young»

En el hogar, el padre tiene la principal obligación de permanecer cerca de los miembros de la familia y atenderlos de acuerdo con sus necesidades. El puede evaluar sus necesidades no sólo mediante sus observaciones, sino también por medio de entrevistas personales. Conozco a varios padres que llevan a cabo entrevistas personales con cada uno de sus hijos en forma semanal.

Los momentos en que un padre escucha a su hijo pueden ser memorables y una experiencia inolvidable para ambos; éste sería el momento en que el padre no debería monopolizar la conversación, sino dirigirla con preguntas simples y selectas para luego dedicarse a escuchar. No hay nada que pueda reemplazar el lugar de un padre que escucha con atención; tanto sus oídos como su corazón deben estar alertas. Para esto, no hay substituto.

¿Habéis pensado qué habría sucedido si el profeta José no hubiera tenido un padre que lo escuchara? Si podéis, imaginad esta situación:

La familia Smith era una familia granjera. Vivían en el estado de Nueva Inglaterra donde la estación de cultivo es corta; no contaban con equipo mecánico de granja, como los que disfrutamos ahora, y el padre de José necesitaba toda la ayuda que pudiera recibir de sus hijos. Como es de imaginar, comenzaban a trabajar bien temprano por la mañana y permanecían en los campos hasta entrada la noche.

Una mañana, el jovencito José se allegó a su padre y le contó una increíble experiencia que había tenido durante esa noche y la madrugada, una serie de visiones que tuvo en su cuarto. El padre se detuvo, y en lugar de decirle que volviera a su trabajo para discutir el asunto más tarde, porque en ese momento había mucho que hacer, escuchó atentamente a su hijo y le dijo: «Es de Dios», aconsejándole que hiciera lo que el mensajero le había mandado. ¡Qué maravilloso ejemplo de un padre que sabía escuchar! ¡Qué experiencia tan memorable para ambos!

A menudo, los padres creemos que hemos estado escuchando, cuando en realidad nuestros hijos piensan lo contrario. A menos que a nuestros hijos no les quepan dudas de que han llamado nuestra atención, diría que no hemos hecho o no hacemos todo lo que se requiere de nosotros. Esta considerada atención es sumamente necesaria y tenemos la responsabilidad de brindarla.

Roguemos por que haya más padres que estén mejor preparados para escuchar. Recordad padres, vosotros siempre estáis enseñando; ya sea para bien o para mal, vuestra familia está aprendiendo vuestras normas y creencias. Tal como dijo el presidente Benson: «Vuestros hijos pueden o no decidir seguiros, pero el ejemplo que les dais es la más grande de las luces que levantaréis delante de ellos; vosotros sois responsables por esa luz.»

Al pensar en el papel que desempeña un buen padre, recordad que si los miembros de una familia no experimentan un principio del evangelio en acción, es extremadamente difícil que sus miembros crean en ese principio. Por ejemplo, ¿cómo puede desarrollarse hasta la madurez un niño con habilidad para expresar su amor por los demás, si él a su vez no ha sido amado? ¿Cómo podemos esperar que un niño confíe en otros si no se ha confiado en él? ¿Cómo podemos esperar que ningún niño pueda comprender el eterno principio del trabajo y otros aspectos del programa de bienestar, si en su propio hogar no le han enseñado estos principios mediante el ejemplo? ¿Cómo podemos esperar que un niño se desarrolle comprendiendo el principio de honestidad, si ésta no se ha practicado en el hogar? Podríamos aplicar esto a cualquier principio del evangelio. Ningún método  hay tan dinámico y poderoso en una experiencia de aprendizaje, como lo es la involucración personal y el ejemplo.

Hermanos, nuestra habilidad de dirigir a nuestra familia en lo temporal y espiritual, depende de la forma en que vivamos. Seremos eficaces como padres, solamente si nuestra vida refleja aquello que deseamos enseñar. Para aquellos que crean que es demasiado tarde para comenzar un curso de automejoramiento, quisiera mencionar las palabras pronunciadas por Hugh B. Brown:

«Cada uno de nosotros debe vivir consigo mismo por las eternidades, y cada uno está desarrollando en este momento la clase de persona con la que se habrá de relacionar eternamente. Afirmo que éste es el tiempo de actuar; ni demasiado temprano ni demasiado tarde.»

Hermanos, no es muy temprano ni demasiado tarde para enseñar a nuestra familia los principios y los conceptos de administración financiera y de recursos, de salud física y emocional, planificación profesional, involucración educacional, producción y almacenamiento hogareños.

Tampoco es muy temprano ni demasiado tarde para que escuchéis con más cuidado, para que dediquéis más tiempo y seáis un buen ejemplo, a fin de que os pongáis de pie al frente de vuestra posteridad como patriarcas justos.

Que cada padre se resuelva hoy a cumplir con este alto destino del cual habló Pedro, porque en realidad debemos ser «. . . linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios . . .» (1 Pedro 2:9). En el nombre de Jesucristo. Amén.

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