C. G. Octubre 1977
El milagro del Libro de Mormón
por el élder Mark E. Petersen
del Consejo de los Doce
Hoy quiero testificar sobre el divino llamamiento del profeta José Smith y declarar mi fe en el milagro mediante el cual se tradujo y publicó el Libro de Mormón.
José Smith hizo más por la salvación de los hombres en este mundo que cualquier otro que haya vivido en él, con la única excepción de nuestro Señor y Salvador, nuestro Redentor, Jesucristo, el Hijo divino de Dios.
José fue el instrumento mediante el cual la Iglesia verdadera y el reino de Dios fueron nuevamente restaurados a la tierra, sacó a luz el Libro de Mormón, el cual tradujo mediante el don y poder de Dios, y por su intermedio este libro fue publicado en dos continentes. El fue quien envió el evangelio eterno, ahora restaurado, a los cuatro cabos de la tierra.
Recibió numerosas revelaciones del Señor, las cuales han sido publicadas en Doctrinas y Convenios, la Perla de Gran Precio y en nuestra historia de la Iglesia. Reunió a miles de Santos de los Últimos Días que llegaron del extranjero, para establecer una gran ciudad, Nauvoo, en el Estado de Illinois, con comercios, granjas fértiles, iglesias, escuelas y una universidad. Proyectó la emigración de los Santos de los Últimos Días hacia el oeste y la colonización de este Gran Valle, obra que más tarde llevó a cabo su sucesor legal, el presidente Brigham Young.
Vivió como un gran hombre y murió como un gran hombre, un mártir de la causa de Cristo; y tal como la mayoría de los ungidos del Señor en tiempos antiguos, selló su misión y su testimonio con su sangre.
Dejó un nombre y una fama que nunca perecerán, y a medida que transcurren los años, y la Iglesia continúa llevando el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo, su nombre será magnificado aún más, honrado y bendecido por los millones de fieles que llegan a conocer la gran dimensión que en realidad tuvo su llamamiento. Fue preordenado en los cielos para esta grandiosa obra en estos últimos días; cumplió su misión con honor e inspiración, siempre dando gloria al Dios Altísimo, a quien dedicó su vida.
Pero aunque fue un Profeta, sus orígenes fueron muy humildes. Fue criado en una granja y recibió escasa educación formal. El hogar de su juventud se encontraba en el oeste de Nueva York, en aquel entonces sobre la frontera de los Estados Unidos. La familia limpió una parcela en el bosque para construir una granja. Eran personas humildes que conocían la pobreza y las penalidades, pero mediante el esfuerzo diligente y las bendiciones de los cielos, vivieron vidas provechosas.
La obra de José Smith fue predicha por el profeta Isaías, quien habló acerca de su humilde origen y su carencia de educación. Isaías en efecto lo llamó un hombre indocto. Esto es significativo con respecto a esta profecía ya que llega a ser una marca inconfundible de identificación.
A medida que introduce el tema en su capítulo 29, Isaías describe una nación que repentinamente sería destruida, pero que en tiempos modernos hablaría literalmente desde la tumba por medio de un libro. También menciona el tiempo del acontecimiento, y dice que será antes de que Palestina recobrara su fertilidad. Palestina es ahora el campo fructífero que vio en visión, y el libro ha sido publicado.
El origen de este libro habría de ser extraordinario por varias razones, pero una es que involucraría, a un hombre indocto y a un erudito. José Smith era ese hombre indocto. Tan extraordinario sería el efecto de su publicación que aun los sordos oirían las palabras del libro, los ciegos verían y los pobres se regocijarían en el Santo de Israel.
Testificamos que la profecía de Isaías se ha cumplido y que el libro está ahora a nuestro alcance. Es el Libro de Mormón.
¿Cómo se llevó todo a cabo?
Una antigua nación que vivió en América fue repentinamente destruida, tal como lo había predicho Isaías, sus millones de habitantes habían sido una vez justos y tuvieron entre ellos profetas que guardaron una historia sagrada grabada en planchas de metal; antes de la destrucción final, uno de sus profetas enterró esos registros dentro de una caja de piedra para que fueran salvaguardados. Por lo tanto, cuando en tiempos modernos ese libro fue encontrado, traducido y publicado, esa nación prácticamente habló desde el polvo, tal como Isaías lo había predicho.
¿Cómo salió a luz este libro?
El día 22 de septiembre de 1823, cerca de Palmyra, Nueva York, un ángel de Dios le reveló a un joven de dieciocho años de edad que, se llamaba José Smith, el lugar en donde se encontraban estos registros. Aunque en esa época aquel joven era un campesino indocto y sin educación, había sido llamado por Dios para ser su Profeta de los últimos días.
El libro era de metal que tenía la apariencia del ‘Oro; sus páginas metálicas eran tan delgadas como la hojalata común, cada una medía aproximadamente 17.5 x 2 0 cm. y estaban unidas con anillos de metal que permitían darlas vuelta con facilidad. El libro medía aproximadamente 15 cm. de espesor, y yacía en una caja de piedra que lo había protegido de los elementos por siglos. Cada página estaba cubierta de ambos lados con escritura antigua en caracteres pequeños pero hermosamente grabados.
Ahora quisiera preguntar si en aquella época existía algo similar a lo cual recurrir para confirmar la posibilidad de dichos registros, La respuesta es no; no había nada. ¿Pero qué sucede en la actualidad, en 1977? La respuesta es sí, un vigoroso sí.
Por ejemplo, los arqueólogos han encontrado enterrados en una caja de piedra, los registros grabados en oro y plata del rey Sargón 11 de Asiria, que se remontan aproximadamente al año 750 a. de C. Los mismo sucedió con las planchas de oro del rey Darío, quien puso a Daniel en la cueva de los leones. Ambos registros antiguos han sido traducidos y publicados.
Otro juego similar de planchas de oro, encuadernadas como un libro, ha sido encontrado en Korea y está en exhibición en el museo de Seoul; y otro más ha sido encontrado en Italia. De modo que como veis, no es raro que los antiguos registros fueran preservados de esta manera.
Se han encontrado muchas cajas de piedra, especialmente en México y Centroamérica; algunas pequeñas, hermosamente grabadas y que contienen joyas; otras lo suficientemente grandes para almacenar comida. El uso de cajas de piedra era común en tiempos antiguos.
Mas consideremos por un momento la específica traducción de este registro. José Smith dice que lo hizo por el don y el poder de Dios, mediante el uso del Urim y Tumim; iletrado como era en esa época de su vida, no podría haberío hecho de otra manera.
Surgieron enemigos que trataron de destruir, no sólo al profeta José, sino también su obra, ocupándose en toda ocasión de desacreditar lo que hacía, de envilecer y mancillar su nombre inocente, y degradar su labor; no admitían que fuera un Profeta; no creían en la revelación moderna; sólo trataban de degradarlo, ultrajarlo y calumniarlo.
Fue así que trataron de quitar el sello de divinidad de su traducción del Libro de Mormón. Estaban determinados a demostrar que su obra era humana, diciendo que él mismo había compuesto el volumen, o que lo había robado de Spalding, o que Sidney Rigdon lo había escrito, a pesar de que fue publicado mucho antes de que José conociera a Sidney Rigdon.
En su esfuerzo por «humanizar» su obra de traducción, de mala gana le atribuyeron conocimiento y habilidades que no poseía, diciendo que había plagiado partes de la Biblia y que literalmente había tomado capítulos enteros de la misma para componer su Libro de Mormón, afirmaciones que, naturalmente, son falsas y ridículas.
José Smith declaró que escribía sólo bajo el don y el poder de Dios. Oliver Cowdery, su escriba, dijo la misma cosa añadiendo:
«Escribí con mi propia pluma la totalidad del Libro de Mormón, salvo algunas páginas, a medida que salía de los labios del profeta José Smith, mientras él lo traducía por el don y el poder de Dios.» (Diario de Reuben Miller, 21 de octubre, 1848.)
Martin Harris, otro escriba ayudante, dio el mismo testimonio. Y Emma Smith, la amada esposa del Profeta, quien durante aquel período vivió literalmente envuelta en la traducción y lo asistió algunas veces como escriba, dio este testimonio:
«Estoy convencida de que ningún hombre podría haber dictado los escritos del manuscrito a menos que fuese inspirado, porque cuando actué como su escriba, José me dictaba hora tras hora, y cuando regresaba después de sus comidas o interrupciones, empezaba inmediatamente en la parte donde había suspendido el dictado, sin que tuviera que mirar el manuscrito o hubiera que leerle una porción del mismo. Habría sido improbable que un hombre instruido pudiera hacer esto, pero para uno tan indocto como él, era imposible.»
Por lo tanto, no pueden los críticos afirmar honestamente que José Smith en su juventud, fuera tan erudito que pudiera haber tomado deliberadamente pasajes de la Biblia y habilidosamente, hacerlos aparecer como parte del manuscrito del Libro de Mormón.
Su madre dijo que en aquella temprana edad de su vida, él ni siquiera había leído toda la Biblia. Entonces, ¿cómo podría seleccionar pasajes cuidadosamente escogidos e introducirlos en el Libro de Mormón tan apropiadamente?
Sin haber leído la Biblia en sus tiernos años, no poseía un conocimiento adecuado con el cual efectuar un trabajo de edición de la misma, aunque hubiera sido un perito en el arte de escribir o editar, habilidades éstas que no poseía en su juventud.
El Libro de Mormón es una obra maestra, tanto literaria como religiosa, y está mucho más allá de las esperanzas más preciadas o habilidades de cualquier joven granjero. Es una revelación moderna del principio al fin; es un don de Dios.
Por ejemplo leed, en ese libro algunos de los bellos sermones del Señor, y notad que en ellos cita profetas de la Biblia. ¿Hemos de decir que José Smith tuvo la audacia o la habilidad para escribir de nuevo los sermones del Salvador e insertar en ellos pasajes de la Biblia, pensando en mejorar lo que Jesús dijo?
¿Hemos de creer los engañosos argumentos de esos críticos que dicen que José supuso que podría hacerlo mejor que el profeta Mormón? ¿Poseía el conocimiento o la discreción para determinar si los traductores de la Biblia eran superiores al profeta Mormón en la preparación de los textos de escritura? ¿Dónde está su sentido común?
Mormón era un profeta maduro e inspirado; José era tan sólo un jovencito inculto. ¿Podría José mejorar el trabajo de Mormón?
Este joven fue fiel a su mandato. No interfirió en el trabajo de Mormón, los sermones de Jesús, la maravillosa defensa de Abinadí, ni los escritos de Miqueas o Isaías. Fue estrictamente un traductor, no un editor, ni compositor; ni era tampoco un ladrón que plagiara el trabajo de otros.
La tarea entera de traducción fue un milagro. El libro es, como dijo Isaías, «una obra maravillosa y un prodigio».
Pero, preguntan los críticos, ¿cómo explicamos la semejanza de ciertos pasajes en el Libro de Mormón y la Biblia? Es muy sencillo. Hace algunos años, cuando vivía en Inglaterra, fui al Museo Británico en Londres y estudié la historia de la versión de la Biblia autorizada por el rey Santiago; descubrí que sus traductores oraron y ayunaron para ser inspirados en su obra’ y estoy convencido de que la recibieron.
La semejanza en los dos libros es tan sólo un testimonio de la exactitud de la versión del rey Santiago. Ambos libros son beneficiarios de la inspiración de Dios.
La mano del Señor se manifestó en el Libro de Mormón, plena y completamente, pero también se manifestó en forma significativa en la versión del rey Santiago de la Biblia, y el Libro de Mormón lo confirma. Estoy agradecido de que aceptemos esta versión autorizada como la Biblia oficial de esta Iglesia.
Del principio al fin, el Libro de Mormón es una revelación, una traducción inspirada, la obra de Dios y no de cualquier hombre. Es verídico.
A medida que José Smith lo traducía, Dios hablaba por su intermedio; y Oliver Cowdery registraba lo que era dicho de este modo, afirmando que todo era un milagro, hecho por el poder de Dios, y que él era testigo de ello.
De modo que del humilde origen de José Smith surgió este nuevo volumen de escritura, una revelación de Dios, un segundo testigo fiel de la divinidad del Salvador del mundo. De esto testifico solemnemente, en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.
























