Conferencia General Abril 1978
Dignos de recomendación
presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia
Observando a todos los reunidos aquí esta noche y pensando en los miles que escuchan desde otros sitios, me doy cuenta de que me estoy dirigiendo a líderes del Sacerdocio. a poseedores del Sacerdocio, a aquellos que en lo futuro ocuparán posiciones de liderato. Los que ahora son líderes, deberían ser ya hombres de integridad, hombres de carácter, hombres cuyas ideales y normas sean dignos de emulación por parte de aquellos a quienes dirigen. De manera que esta noche quiero dirigirme a los jóvenes que subirán por las filas del Sacerdocio Aarónico, y que luego ocuparán las posiciones que ahora ocupamos nosotros, los mayores de edad. Sí, no cabe duda de que algún día uno de vosotros se parará aquí ante este púlpito como integrante de las Autoridades Generales de la Iglesia. Es posible que uno de vosotros llegue a ser presidente de la misma, y con toda seguridad, si seguís fieles y guardáis los mandamientos, todos avanzaréis en el reino de Dios.
¡Qué pensamiento más asombroso!
Cuán necesario e importante es que todos nos esforcemos sin cesar por mejorar y prepararnos para el día cuando nos llamen a servir en una posición nueva o de mayor responsabilidad. Todo el propósito de nuestra existencia mortal es edificar el reino de Dios y probar que somos dignos de volver a Su presencia. Vosotros estáis aquí esta noche porque reconocéis esta responsabilidad y queréis figurar entre aquellos a quienes el Señor llamará los suyos.
¿Qué debéis hacer que no estéis ya haciendo? Pensando en esto y en los requisitos que debemos cumplir para hacernos siervos capaces y útiles, parecería que todo consistiera en ser dignos de que alguna persona de autoridad nos recomiende. La Primera Presidencia y algunas otras Autoridades Generales están actualmente haciendo preparativos para una serie de conferencias de área en distintos países. Al hacer estos preparativos, es preciso que obtengamos pasaportes, o visados, o tarjetas de turista, para cumplir con los requisitos de los gobiernos de los países que hemos de visitar. Estas credenciales deben ser legalizadas por las respectivas autoridades, y solamente después de cumplir con todos los reglamentos podremos recibir los documentos que nos permitirán entrar en los países adonde vayamos.
No hace mucho el élder David Haight, del Consejo de los Doce, había sido asignado a una conferencia de estaca en México. Al llegar a la frontera, se dio cuenta de que no llevaba consigo los documentos necesarios para entrar en el país; a pesar de su petición y la urgencia de su misión, los oficiales carecían de la autoridad para permitirle la entrada sin las credenciales requeridas, por lo que no pudo asistir a la conferencia.
Podemos comparar con esto nuestro progreso en el Sacerdocio. Tenemos que ser debidamente recomendados y aprobados por las autoridades antes que podamos avanzar de un oficio a otro, y no podemos recibir la certificación o prueba de nuestro avanzamiento, sin ser dignos y haber cumplido con los requisitos. Lo mismo sucederá cuando queramos entrar en el Reino Celestial para unirnos con los que nos hayan precedido y vivir eternamente con Dios. nuestro Padre.
Es verdad que algunos entran ilícitamente a otros países, pero cuando son descubiertos, son penados y deportados según la ley. Es posible que en la Iglesia algunos de los que son culpables de transgresión mientan para ser avanzados en el Sacerdocio, para ir a una misión, o para entrar en el templo; pero el Señor lo sabe, y ellos no pueden esperar gozar de Sus bendiciones.
Durante mi carrera en el gobierno, en la industria y en la Iglesia, muchas personas me han pedido cartas de recomendación para ayudarles a obtener un empleo o para ser ascendidos. También los directores de la industria o de gobierno me han pedido recomendaciones acerca de ciertos individuos a quienes consideraban para dar un empleo.
Es siempre para mí un placer y una gran satisfacción cuando puedo responder que el individuo es digno de ser considerado, que es honrado, serio, que ha logrado éxito en sus estudios, que congenia con la gente y es muy trabajador, que es decidido, leal y fidedigno. Cuando es así, agrego que lo puedo recomendar sin ninguna reserva y que será un empleado de valor para la compañía.
Pero respondo con tristeza cuando no puedo recomendar a una persona, debido a ciertas características que a mi juicio impedirían que su trabajo satisfaciera al patrón. En ese caso, suelo decir que no estoy en condición de poder responder por él, o bien no respondo a la solicitud de recomendación. Es tan importante que mis referencias sean verídicas, como lo es que el posible empleado sea honrado y correcto.
Cuando uno escoge una carrera, debería considerar cuáles son sus aptitudes personales; es decir que, si prefiere ser médico, aparte de las cualidades que deberían formar el carácter de todo hombre, tales como la moralidad, honradez, integridad, seriedad, etc., debe ser sensible al bienestar de las personas y no ingresar en la profesión solamente por el dinero que puede producirle, además de ser una persona que realmente se preocupe por mejorar la salud de la humanidad. Un médico debe ser una persona dispuesta a dar su tiempo a cualquier hora del día o de la noche, sin pensar en su propia comodidad y conveniencia.
Si uno quisiera ser piloto de avión, debería poder pensar y reaccionar con calma y exactitud ante sucesos imprevistos e inesperados que ocurran en el desempeño de su trabajo. Un abogado necesita poder expresarse bien, tanto en la palabra oral como en la escrita. Un agente de ventas debe tener entusiasmo, llevarse bien con la gente y tener la habilidad de convencer a aquellos a quienes trata de vender su producto. Un secretario o recepcionista debe ser reservado y ayudar a crear un ambiente de amabilidad y cooperación en el despacho donde las personas aguardan para sus entrevistas.
Para toda categoría de trabajo hay algunos requisitos básicos y especiales, a fin de que el trabajo se haga con la mayor eficacia. Durante toda nuestra vida deberíamos estar preparándonos para adquirir las características esenciales para desempeñar nuestra misión.
Hace unos años, la Iglesia distribuyó a nuestra juventud una serie de tarjetas pequeñas con una estampa en un lado y un mensaje al dorso, a la cual se dio el título de «Sé honrado contigo mismo». Una de esas tarjetas, titulada «¿Puedes aprobar este examen?», decía:
«Aquí tenemos un aula, y es hora de examen. No hay nadie que vigile a los alumnos, porque éstos dieron su palabra de honor al profesor de que cada uno haría su propio trabajo. A excepción de sus propias conciencias y la desaprobación de los otros alumnos, están en completa libertad de mirar libros de referencia o copiar al compañero de al lado. ¿Qué harán ellos? ¿Qué haríais vosotros?
Hay quienes aseguran que los alumnos de secundaria y universidad hacen cada vez más trampa, y lo que es peor, aseguran que es común que muchos otros alumnos que no hacen trampa, y algunos profesores, lo justifican. Estas son algunas de las causas por las cuales hacen trampa:
Para tener posibilidades de que los elijan para equipos atléticos y otras actividades.
Para ganarse la confianza de otros alumnos o profesores.
Para satisfacer a los padres que creen que sus hijos son, o deberían ser, tan preparados como los demás.
O sencillamente para poder continuar sus estudios.
Ninguna de estas razones es honrada: ninguna de ellas pasará la prueba del tiempo y la conciencia; el hacer trampa es deshonrado dondequiera que se haga. Siempre lo fue y siempre lo será.
El primer tramposo fue Satanás, `el padre de las mentiras’ (2 Nefi 9:9). El procuró privar a nuestros espíritus premortales de nuestro derecho al libre albedrío y al progreso eterno. Satanás perdió. En realidad los que engañan nunca ganan.
Todo aquel que hace trampa, ya sea aceptando ayuda para pasar un examen o por cualquier otra forma más notoria de deshonestidad, se defrauda a sí mismo antes que a nadie más.
¡No lo hagas! Siempre, en todo sentido, sé honrado contigo mismo.
Esta preparación para la honradez comienza en el hogar. Cada uno de no otros tiene cosas personales que nos pertenecen y que podemos y debemos compartir los unos con los otros, así como nuestra ayuda y servicio a los demás; pero tenemos otras que son propiedad privada de cada uno, y tales cosas no deberían tomarse sin el consentimiento del dueño. El niño que tiene honradez en el hogar, probablemente no violará el principio fuera del mismo. Por otro lado, la falta de tal enseñanza fomenta la falta de respeto por los derechos y la propiedad ajenos. .
Me doy cuenta de que la juventud de hoy tiene muchas influencias exteriores, v cree que para tener muchos amigos, tiene que hacer con ellos cosas que van en contra de sus normas personales. Yo os imploro que consideréis las consecuencias de violar vuestros principios lo cual puede afectar muy adversamente toda vuestra vida.
Cuando un niño madura y empieza a trabajar por dinero, hará tratos honestos v cumplirá con el trabajo de acuerdo con el pago. Con frecuencia, el primer trabajo de un jovencito es de poca importancia, y muchísimos de los comerciantes prósperos de hoy en día comenzaron desde abajo, aprendiendo así a ser puntuales y serios. Yo conocí a un joven repartidor de diarios, que siempre entregaba sus diarios puntualmente a pesar del tiempo, y cobraba con amabilidad, cortesía y eficiencia; contaba con muchos subscriptores satisfechos y fácilmente conseguía subscripciones nuevas; esta costumbre de su temprana juventud le ayudó a llegar a ser un próspero comerciante.
Otro jovencito que conocí —y he conocido a varios como él— no entregaba sus diarios a tiempo, se confundía en sus cobranzas, v los subscriptores se quejaban tanto de él que sus patrones tuvieron que despedirlo. No importa el trabajo que hacemos, sino como lo hacemos.
Cuando yo era presidente de la Compañía Oleoductos Trans-Canadá, teníamos un empleado en la oficina que sólo hacía lo que le pedíamos. Esperaba hasta que lo llamáramos para cumplir con un recado o recibir otra instrucción: nunca se ofrecía para hacer algo. La compañía fue creciendo y llegó un momento en que él no daba abasto con el trabajo, de modo que tomamos a otro empleado, todavía más joven, pero muy alerta y siempre buscando algo que hacer para ser más servicial. Al volver de un recado, buscaba o pedía otro quehacer. A los pocos meses otro departamento lo solicitó para ocupar un puesto de mayor importancia, y en dos años ascendió tres veces de categoría, se le aumentó el sueldo y tuvo más responsabilidades. Mientras tanto, el otro joven seguía siendo mensajero.
Recuerdo también que cuando era jefe de tropa de los Scouts, me fijaba en las diferencias que había entre los niños. Algunos eran vivaces y deseosos de aprender, de guardar su promesa, de ser serviciales y de aprender todo lo posible acerca de cómo actuar bajo cualquier circunstancia. Podrían relatarse muchas historias de Scouts que salvaron su propia vida y la de otros, gracias a la capacitación que recibieron y debido a su deseo de aprender v aprovechar toda oportunidad. Había otros en cambio que hacían lo menos posible y sólo se interesaban en averiguar cuántas tonterías toleraría el jefe. Yo siempre quería que los niños se divirtieran con tal de que fuesen honrados y serios, y procurasen guardar el juramento Scout y terminasen su capacitación.
Recuerdo muy bien a uno de los jefes Scout en Inglaterra, quien en el ejército durante la guerra, tenía la responsabilidad de elegir soldados para misiones altamente confidenciales. Siempre se ponía muy contento cuando encontraba a un hombre que había sido un buen Scout, y podía, con el brazo levantado y los tres dedos extendidos en la tradicional seña, decir que guardaba la ley y la promesa Scout. El decía que no vacilaba en recomendar a un hombre bajo esas condiciones, porque sabía que podía contar con él y que era digno de confianza. Además comentaba que nunca fue defraudado por un hombre así.
Permitidme daros un ejemplo de cuán importante es dar prioridad a las cosas más trascendentes si hemos de lograr éxito en la vida. Yo fui criado en una granja donde permanecí hasta que me fui a estudiar. Había observado que el granjero de un lado del camino era muy próspero, mientras que el del otro lado estaba casi en la ruina. ¿A qué se debía la diferencia? Los dos recibían el mismo sol y las mismas lluvias, los dos sembraban la misma clase de semillas; pero uno recogía cosechas hermosas y abundantes, mientras que el otro no cosechaba casi nada.
Observé que el granjero próspero era muy diligente. Araba, preparaba los terrenos, sembraba y cosechaba en la estación y el tiempo apropiados; su vecino en cambio, aplazaba los trabajos para ir a cazar o pescar. Debemos aprender a establecer las debidas prioridades. Nadie puede prosperar a no ser que trabaje en el momento debido y se divierta en el momento debido.
El trabajo es un gran antídoto contra muchas cosas. En la pared de una sala de recepción de un conocido instituto neurológico, hay un letrero cuyo mensaje no es para los enfermos sino para los que están bien de salud:
«Si eres pobre, trabaja. Si eres rico, trabaja. Si estás cargado de responsabilidades que te parecen injustas, trabaja.
Si estás contento, continúa trabajando. La ociosidad permite la entrada a las dudas y los temores. Si el pesar te abruma, y tus seres queridos parecen infieles, trabaja. Si vienen decepciones, trabaja.
Si la fe desfallece y la razón falla, sólo trabaja. Cuando los sueños se desvanezcan, y las esperanzas parezcan muertas, trabaja. Trabaja como si tu vida estuviera en peligro; en realidad, está en peligro.
Te aflija lo que te aflija, trabaja. Trabaja fielmente, y trabaja con fe. El trabajo es el mayor remedio material que hay. El trabajo sanará tanto las aflicciones mentales, como las físicas.»
Ahora bien, jóvenes, si me pidieseis que os ayudara a conseguir un empleo, ¿qué clase de recomendación podría dar de vosotros? ¿Podría decir que sois completamente honrados, serios y honorables en todos vuestros asuntos? ¿O tendría que decir que cumplís en ciertas cosas, pero que sois perezosos o no habéis sido buenos estudiantes, o que no queríais obedecer instrucciones? ¿o que sois personas que perturban mucho, o que no sois leales, o que tenéis otras características que no son deseables en un empleado?
Si es tan importante ser altamente recomendados para conseguir un empleo, ¿cuánto más importante es que seamos dignos de una buena recomendación de nuestras Autoridades de la Iglesia para que podamos progresar en los varios oficios y funciones del Sacerdocio, y finalmente ser admitidos en el reino de los cielos?
Como poseedores del Sacerdocio, deberíamos saber que Dios es nuestro Padre, que su Hijo Jesucristo es nuestro Salvador, que por su sacrificio expiatorio podemos ser resucitados, y que por seguir sus enseñanzas podemos ganar la vida eterna; que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue establecida por medio de la revelación; que Spencer W. Kimball, el Presidente de la Iglesia de Jesucristo, es un Profeta de Dios; y que el Sacerdocio que poseemos es el poder de Dios delegado a nosotros para actuar en Su nombre.
Que nos esforcemos cada día por ser dignos en todo sentido de este gran privilegio y bendición, ruego humildemente en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
























