Extiéndase el reino de Dios

Conferencia General Abril 1978logo pdf
Extiéndase el reino de Dios
élder Ezra Taft Benson
Presidente del Consejo de los Doce

Ezra Taft BensonDurante una visita que hace poco hice a Europa y Escandinavia, tuve la oportunidad de participar en varias conferencias de prensa con reporteros encargados de las noticias en el extranjero. Estos estaban bien informados y se mostraron asombrados por el crecimiento y progreso de la Iglesia que indica el aumento de conversos. Yo les dije: «Agradecemos este rápido aumento, pero más agradecemos el aumento de fe y espiritualidad». Entonces cité algunas estadísticas para corroborar ese aserto. Cuando ingresé al Consejo de los Doce en 1943, el promedio de asistencia a las reuniones sacramentales -nuestro servicio de predicación del domingo era aproximadamente de un 20%. Hoy, la asistencia mundial es alrededor de un 41%. La asistencia de la juventud a sus reuniones es de 46%, y a la Primaria nuestros niños pequeños- es el de 67 %. También les dije que el progreso y la mayor espiritualidad de los miembros de la Iglesia no es una simple casualidad, sino el resultado de un magnífico programa basado en la verdad eterna. Jesús dijo a los Doce Apóstoles originales que esto sería una de las señales del fin:

“…será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.» ( Mateo 24: 14.)

Hoy la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está extendiendo el proclamado mensaje de la restauración del evangelio a toda nación que le permita la entrada. Esto es un cumplimiento de la visión y revelación recibida por Daniel, el Profeta, quien «previó y predijo el establecimiento del reino de Dios en los postreros días, para nunca jamás ser derribado o dejado a otro pueblo» (Visión de la redención de los muertos, 1:44). El comparó el principio de este reino a una piedra de un monte, que se desprendió sin ser cortada por manos humanas, y rodó hasta convertirse en un gran monte, que llenó toda la tierra. (Daniel 2:34, 35, 44, 45.)

Esta interpretación fue confirmada por el Señor al profeta José Smith en una revelación moderna, con estas palabras:

«Las llaves del reino de Dios han sido entregadas al hombre sobre la tierra, y de allí rodará el evangelio hasta los confines del mundo, como la piedra cortada del monte, no con manos, hasta que haya henchido toda la tierra.» (D. y C. 65:2.)

Este es el destino divinamente decretado de esta Iglesia y reino.

No todos los hombres percibirán la mano de Dios en esta obra de los últimos días. Jesús le dijo a Nicodemo: «El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Sin la guía e inspiración del Espíritu Santo, habrá muchos que no verán en el progreso de la Iglesia nada más que un fenómeno social.

Podemos esperar ver que la rectitud de los santos y el progreso del reino de Dios continúan sin disminuir, mas esto no será sin oposición. En 1845, el Consejo de los Doce Apóstoles proclamó:

«A medida que esta obra continúa adelante y se hace cada vez más un foco de interés político y religioso… ningún rey, ni gobernante, ni súbdito, ninguna comunidad ni individuo, se mantendrá neutral. Todos serán movidos por la influencia de un espíritu o la del otro, y se declararán en pro o en contra del reino de Dios.» (Messages of the First Presidency… comp. por James R. Clark, Bookcraft, 1965-70, 1:257.)

Tal como el Señor lo ha declarado: «Sión tiene que aumentar en belleza y en santidad; sus fronteras se han de extender; deben fortalecerse sus estacas . . .» ( D. y C.82:14)

Conforme aumente la rectitud, así también aumentará la iniquidad. En todas partes vemos evidencias de esto, lo cual a veces hace que los miembros de la Iglesia se desesperen. Sin embargo, podemos tener la seguridad de que el Señor se encargará de eso a su debido tiempo y a su propia manera. Escuchad su decreto:

«Yo, el Señor estoy enojado con los inicuos…

He jurado en mi ira, y he decretado guerras sobre la faz de la tierra. y los inicuos matarán a los inicuos, y el temor se apoderará de todo hombre.

Y también los santos apenas escaparán; sin embargo yo, el Señor, estoy con ellos, y bajaré del cielo, de la presencia de mi Padre, y consumiré a los malvados con un fuego inextinguible.» (D. y C. 63:32, 33, 34)

Tal vez no esté muy lejos el día profetizado por Heber C. Kimball, abuelo del presidente Spencer W. Kimball y miembro de la Primera Presidencia bajo el presidente Brigham Young, quien advirtió:

«Los santos serán sometidos a dificultades que pondrán a prueba la integridad de los mejores de ellos. La presión será tan grande, que los más justos entre ellos clamarán al Señor día y noche hasta que llegue la liberación.» (Deseret News, Church Section. 23 de mayo de 1931, pág. 3.)

Pero recordad que el Señor ha dicho en la revelación moderna, «si estáis preparados no temeréis». ¿Estamos preparados? ¡Dios nos ayude a estarlo para las pruebas de los días por venir!

Con estas amonestaciones y afirmaciones proféticas ante nosotros, y con las evidencias de una mayor iniquidad, los miembros de la Iglesia se preguntan: «¿Por qué no trata la Iglesia de exponer los males de nuestra sociedad?» «¿Hay una gran conspiración?» «¿Qué puedo yo hacer para combatir filosofías falsas que han penetrado en nuestros sistemas educativos y en la sociedad en general?» «Dadas las precarias condiciones políticas y económicas, ¿debería preparar a mis hijos para la universidad y para una carrera?» «La solución a los problemas que nos rodean. ¿la encontraremos únicamente en la Iglesia, o deberíamos hacer otras cosas?»

Es fácil desesperarnos cuando vemos desmoronarse los valores tradicionales de la sociedad. Sin embargo debemos recordar que el Señor envió a sus santos «para ser una luz al mundo y para salvar a los hombres» (D. y C. 103:9). Este es el momento en que «Sión ha de levantarse y ponerse sus bellas ropas» (D. y C. 82: 14). El contraste entre la Iglesia y el mundo irá haciéndose cada vez más marcado en el futuro, y esperamos que ese contraste haga más atractiva la Iglesia para aquellos del mundo que desean vivir de acuerdo con el plan de Dios para nosotros, sus hijos.

La Iglesia siempre representará lo honrado, lo virtuoso, lo verídico y lo digno de alabanza; tal posición tan decididamente en pro de la justicia constituye un rechazo de toda maldad y todas las filosofías falsas. La Primera Presidencia y los Doce no son inconscientes de las filosofías falsas y las maldades, y seguirán amonestando al mundo y a los santos conforme el Señor los dirija.

Sí, hay una conspiración de maldad, cuya fuente son Satanás y sus huestes. El tiene un gran poder sobre los hombres para «llevarlos cautivos según su voluntad, aun a cuantos no escucharen la voz del Señor» (Moisés 4:3- 4). Su malvada influencia puede manifestarse a través de gobiernos, de falsas filosofías educativas, políticas económicas, religiosas y sociales, de sociedades y organizaciones clandestinas, y por un sinnúmero de otros medios. Su poder e influencia son tan grandes que, si fuera posible, engañaría aun a los mismos escogidos. A medida que se acerca la segunda venida del Señor, se intensificará la obra de Satanás mediante numerosas decepciones insidiosas.

Los padres también necesitan depender de todo lo honrado, lo virtuoso, lo verídico y lo digno de alabanza. Ellos tienen la responsabilidad de fomentar influencias sanas para sus hijos en las escuelas, en el gobierno, en los hogares, en los barrios, en los comercios, y en los cines y teatros locales. Los padres tienen la responsabilidad de conseguir que nuestra libertad se conserve para sus hijos, y que nuestra generación no cargue a las generaciones futuras con deudas y derroche de recursos. El evangelio el reino de Dios, sólo puede prosperar en un ambiente de libertad. Todo adulto tiene la responsabilidad de elegir a los oficiales del gobierno, pues como ha dicho el Señor:

«Yo, el Señor Dios, os hago libres; por consiguiente, sois en verdad libres… Sin embargo, cuando el inicuo gobierna, el pueblo se lamenta.

De modo que, se debe buscar diligentemente a hombres honrados y sabios…» (D. y C. 98:8-10.)

Hay una urgente necesidad de que se desarrolle una influencia más firme y virtuosa en los asuntos públicos de cada comunidad, cada estado o provincia, y nación. Se necesita en toda faceta una fuerza para el bien positivo de la vida pública.

Demasiadas cabezas de familia se disculpan por no intervenir en los asuntos de sus comunidades, alegando que no han recibido instrucciones específicas de las autoridades de la Iglesia. El Señor, sin embargo, ha declarado:

«…no conviene que yo mande en todas las cosas; porque aquel que es compelido en todo es un siervo flojo y no sabio…  …los hombres deberían estar anhelosamente consagrados a una causa justa haciendo muchas cosas de su propia voluntad, y efectuando mucha justicia:

Porque el poder esta en ellos. . . y si los hombres hacen lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa.” ( D. y C. 58:26-28.)

José Smith, el Profeta de esta dispensación, declaró:

«Es nuestro deber concentrar toda nuestra influencia para hacer popular lo que es sano y bueno, y hacer impopular lo que no es sano.» (History of the Church 5:286.)

Debemos preguntarnos: ¿Estamos haciendo todo lo posible para intervenir activamente en la preservación de nuestra libertad, en edificar una influencia positiva y en resistir el diluvio de maldad que amenaza inundar a toda la familia humana?

Una de las mayores responsabilidades de los jefes de familia es ayudar a preparar a la juventud para el porvenir. Pueden inculcarse principios del evangelio mediante noches de hogar eficaces, en las que la juventud se fortificará para no tener miedo del futuro. Tales enseñanzas deben impartirse con fe, testimonio y optimismo.

La misión de la Iglesia es declarar el Evangelio del reino a todo el mundo, redimir a nuestros parientes muertos y perfeccionar a sus miembros; es un programa positivo. En toda la historia de la Iglesia nunca se han dedicado tanto tiempo, tantos planes y tantos recursos a la realización de esta misión. En resumidas cuentas. este esfuerzo es la única solución a los problemas del mundo.

Cuando Jesús compareció ante Pilato, el gobernador romano le preguntó si era rey.. Se trataba de un asunto político. El Salvador le contestó: «Mi reino no es de este mundo…» (Juan 18:36). Hoy, su contestación es todavía apropiada. La obra de su reino es primordialmente espiritual. Los problemas económicos, políticos y sociales a los que hacen frente todas las naciones, sólo podrán solucionarse con la ayuda de Dios.

Los días venideros no serán fáciles y probarán la fe de todos los santos. Pero podemos sacar fortaleza de las promesas del Señor que se hallan en la revelación moderna. Escuchad sus palabras:

…protegerá a los justos con su poder… Así pues, los justos no deben temer… Se salvarán, aun cuando tenga que ser como por fuego.» (1 Nefi 22: 17.)

«Yo pelearé vuestras batallas.» (D. y C. 105: 14.)

«Ninguna arma forjada contra ti prosperará… Esta es la herencia de los siervos del Señor…» (3 Nefi 22:17.)

«… habrá grandes tribulaciones entre los hijos de los hombres, mas preservaré a mi pueblo.» (Moisés 7:61.)

El reino de Dios no fallará; no será destruido; no pertenecerá a otros pueblos; permanecerá para siempre hasta que «los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo…» (Apocalipsis 11:15). Esa es la promesa inmutable del Señor a sus santos que son fieles.

Escuchad la profecía de José Smith: «Ninguna mano profana puede impedir que la obra progrese; pueden desencadenarse persecuciones, los populachos pueden combinarse, los ejércitos pueden unirse, la calumnia puede desacreditar, pero la verdad de Dios saldrá valerosa, noble e independiente hasta que haya penetrado todo continente, visitado todo clima barrido todo país y sonado en todo oído, hasta que los propósitos de Dios se hayan realizado, y el gran Jehová diga que la obra se ha terminado.» (History of the Church, 4:540. )

Desde hace siglos todas las iglesias cristianas han orado para que viniera el reino de Dios. Nosotros seria y humildemente declaramos: ¡Ese día ya llegó!

A los Santos de los Últimos Días de todo el mundo decimos: No se turbe vuestro corazón; guardad los mandamientos de Dios; obedeced los consejos de vuestro Profeta viviente, teniendo cuidado de no exceder este consejo con vuestras propias ideas particulares; enseñad a vuestros hijos a andar rectamente delante del Señor; orad en vuestros hogares cada mañana y cada noche; orad por los magistrados y funcionarios civiles, aun cuando no estéis de acuerdo con ellos; orad por las Autoridades de la Iglesia; rogad, como os han aconsejado, que las puertas de las naciones del mundo sean abiertas para la predicación del evangelio. Obedeced las leyes de vuestro país y no os rebeléis contra la autoridad civil; cumplid con vuestro deber de ciudadanos.

«No cedas a lo malo., sino oponte siempre a ello con el bien.» (Virgilio)

A todos aquellos que deben lealtad al reino de Dios, les decimos:

«Buscad primeramente el reino de Dios…» (Mateo 6:33.)

«Levantaos y brillad, para que vuestra luz sea un estandarte a las naciones; A fin de que el recogimiento en la tierra de Sión y sus estacas sea por defensa y por refugio de la tempestad y de la ira, cuando sea derramada sin compasión sobre la tierra.» (D. y C. 115:56.)

«Implorad al Señor, a fin de que se extienda su reino sobre la faz de la tierra, para que los habitantes de ella lo reciban y estén preparados para los días que han de venir, en los cuales el Hijo del Hombre descenderá del cielo, envuelto en el resplandor de su gloria, para recibir el reino de Dios establecido sobre la tierra.

Por tanto, extiéndase el reino de Dios, para que venga el reino del cielo…» (D. y C. 65:5-6.)

Doy mi humilde testimonio de que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el reino de Dios restaurado en la tierra hoy en día. Su mensaje y bendiciones son para todos los hijos de nuestro Padre Celestial. Es la verdad, de lo que doy agradecido testimonio en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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