Conferencia General Octubre 1978
El presidente de estaca y los Servicios de Bienestar
Elder David B. Haight
del Consejo de los Doce
«. . .vosotros presidís sobre un importante segmento de nuestra Iglesia, y sois los líderes espirituales de muchos miembros a quienes se debe enseñar constantemente los principios del evangelio, no porque estén de moda, sino porque son verdaderos.»
Al hablar del papel de los Servicios de Bienestar de la Iglesia en el plan del Señor para su pueblo, quisiera mencionar brevemente un principio muy importante del evangelio. En muchas ocasiones, el Señor ha dado especial énfasis al valor de las almas: ‘ ‘Recordad que el valor de las almas es grande en la vista de Dios» (D. y C. 18:10). El hombre y la mujer tienen la posibilidad de una «continuación de las simientes para siempre jamas» (D. y C. 132:19). Los elementos que componen el cuerpo mortal, la inteligencia y el espíritu del hombre, son indestructibles y eternos.
Hay ocasiones en que estas almas preciosas y eternas, necesitan que se les ministre y ayude por la autoridad y el poder del Sacerdocio; necesitan que se les anime y se les arranque de la desesperación del cuerpo, la mente o el espíritu. Os recuerdo estos principios eternos en una reunión de Bienestar, porque este es el fundamento de nuestros Servicios de Bienestar: elevar, santificar y bendecir, a fin de que los que reciben ayuda puedan llegar a ser mas como es Dios, cuyos hijos somos.
Teniendo esto presente, permitidme presentaros algunos datos reales: Los tiempos fueron muy difíciles durante la década de los años treinta: los sueldos disminuyeron, y algunos cesaron debido a la desocupación; millones de personas quedaron sin trabajo. El evento que causó tanto sufrimiento fue la Gran Depresión, probablemente, el desastre económico mas grave que se haya experimentado en el mundo libre.
En los Estados Unidos, las entradas declinaron por debajo del 50%; lo mismo sucedió con la agricultura. La desocupación llegó a alcanzar la cifra de 25% de las personas habilitadas. Sin embargo, las estadísticas sólo dan una vaga idea de la verdadera historia del sufrimiento experimentado por muchas personas.
Para ilustrar la gravedad del problema, diré que en una estaca de Salt Lake City mas de la mitad de los miembros de la estaca estaban sin empleo; en otra, compuesta de 173 familias, 110 jefes de familia quedaron sin trabajo.
Yo viví durante aquellos difíciles años, y contemple con mis propios ojos los problemas de la gente; había estudiado economía y negocios en la Universidad, con el deseo de llegar a ser banquero. Había terminado mis estudios poco después de comenzar esta depresión económica, y me traslade a Salt Lake City con el fin de encontrar trabajo; pero lo que encontré fue que había mas banqueros que puestos disponibles, por lo cual me sentí muy bendecido al hallar empleo en una tienda, con un salario bastante bajo. Así aprendí las compensaciones que trae el trabajar duramente.
Recuerdo perfectamente el día en que cerraron todos los bancos de la ciudad. Frente a uno de los principales se había reunido una multitud; de pronto, en una de las puertas apareció el hermano Anthony Ivins, que en esa época era consejero del presidente Grant, y dijo a la gente: «Si necesitáis el dinero, el banco lo tiene. No tenéis por que dejaros vencer por la desesperación. El banco tiene suficiente dinero». Y las personas se alejaron de allí mas tranquilas, porque el hermano Ivins era para ellas un símbolo de integridad y confianza.
Mas tarde, en California vi crecer el programa de bienestar de la Iglesia, y fui testigo del éxito que este puede tener en ayudar a la gente a ayudarse a si misma.
En 1936, la Primera Presidencia explicó que el propósito del Plan de Bienestar de la Iglesia era, en su mayor parte, evitar los efectos de la depresión económica. Por medio del mismo se establecería un sistema, dirigido por los lideres de la Iglesia, que acabaría con la ociosidad, aboliría los daños de la limosna, e implementaría la industria, la frugalidad y el autorrespeto entre nuestro pueblo. Los objetivos mayores de este plan eran ayudar a las personas a capacitarse para ayudarse a si mismas, y restablecer el trabajo como el principio mas importante en la vida de los miembros.
Indudablemente, algunos se preguntaban si un plan tan visionario seria eficaz y tendría éxito, puesto que en ese entonces la Iglesia era relativamente pequeña, y sus recursos muy limitados. Todo dependía completamente de los esfuerzos voluntarios, para lograr la dirección y fortaleza necesarias. No obstante, la intención y los principios que los guiaban estaban claros, y se les prometió que si obedecían fielmente esos principios, verían abastecidas las necesidades temporales y urgentes de los miembros.
Es significativo notar que, al mismo tiempo que el Señor establecía Su manera de cuidar de los necesitados, el «mundo», o el gobierno, introducía su forma de ayuda-la limosna-una alternativa contraria a la manera del Señor. En la mayoría de los casos, el mundo hacía a un lado el principio del trabajo individual y la responsabilidad familiar, y aceptaba la filosofía de que el gobierno cuidaría de su pueblo, como si estuviera en deuda con el. La iniciativa individual y familiar fue substituida por la limosna del gobierno. Se ignoró así el verdadero espíritu de amor, y el deseo de ayudar a otros, como lo enseñó el Salvador.
¿Cuál es el efecto que ha tenido sobre el pueblo este monstruo llamado «asistencia del gobierno»? En los Estados Unidos, tenemos actualmente dos generaciones de recipientes de esta asistencia; millones de personas han aprendido a vivir del gobierno; los niños crecen sin conocer el valor y la dignidad del trabajo honesto; muchas familias se han separado y se fomentan la deshonestidad y el crimen. Es evidente que esta forma de ayuda gubernamental ha tenido éxito en lograr, lo que el programa de bienestar de la Iglesia ha estado tratando de evitar.
El sistema del Señor es diferente del sistema del gobierno. El Plan de Bienestar de la Iglesia es inspirado, y se basa en el principio de que cada persona es responsable de cuidar de si misma; cuando no cuenta con recursos suficientes, su familia debe ayudarle; y si la familia no puede abastecer a las necesidades del individuo, entonces la Iglesia debe estar lista para brindar asistencia. El sistema del Señor da énfasis al trabajo y la responsabilidad individual, y alienta a las personas a que sean autosuficientes.
El plan de los Servicios de Bienestar de la Iglesia, va recibiendo cada vez mas reconocimiento por su importancia y eficacia. Un miembro del Congreso de los Estados Unidos, al hablar del Programa de Capacitación Laboral del Estado de Utah, que es uno de los pocos programas gubernamentales que requiere que aquellos que reciben asistencia, trabajen a cambio de lo que reciben, dijo:
«La sobresaliente ética de trabajo del Estado de Utah, grandemente influida por las creencias de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, ha ayudado en el establecimiento de este programa. El gobierno debería ayudar a las personas a que traten de ayudarse a si mismas. (Deseret News, ag. 25 de 1978, pág. D-l. Cursiva agregada.)
Los miembros de la Iglesia no son inmunes a los peligros de la limosna, puesto que hay evidencias de que algunos de ellos están recibiendo ayuda del gobierno, sin dar nada a cambio. Este hecho nos da la pauta de la necesidad que tenemos como miembros de la Iglesia, de ser conscientes de los principios de bienestar. El presidente Kimball ha dicho:
«Ningún verdadero Santo de los Ultimos Días, siempre que sea física o emocionalmente apto, pasara voluntariamente el peso del bienestar de su propia familia a otra persona.» (Liahona, agosto de 1978, pág. 126.)
Presidentes de estaca, vosotros presidís sobre un importante segmento de nuestra Iglesia, y sois los lideres espirituales de muchos miembros a quienes se debe enseñar constantemente los principios del evangelio, no porque estén de moda sino porque son verdaderos. Antiguamente, se describía a Sión como una enorme tienda, asegurada al suelo por cuerdas que se sujetaban a estacas (Véase Isa. 54:2). Vuestra estaca es una entidad definida, en la cual vosotros, y los lideres del Sacerdocio, enseñáis esos principios. Enseñad y alentad a los obispos a buscar a los necesitados, y a ayudarles por medio del Plan de Bienestar del Señor. Cuando los miembros de vuestra estaca comprendan este programa, estarán mejor preparados para gobernarse correctamente.
Ahora bien, ¿que paso podéis dar como presidentes de estaca, para aseguraros de que se practiquen esos principios básicos de bienestar?
Primero. Vuestra propia comprensión y aceptación de estos principios, es vital. Vosotros sois los presidentes de estaca. ¿Necesito decir mas?
Segundo. Los Servicios de Bienestar de la Iglesia funcionan por medio del Sacerdocio, con la intervención directa del obispo y los directores de los quórumes, cayendo generalmente la mayor responsabilidad en el presidente del quórum de élderes, que quizás tenga un 80% o mas de las familias del barrio en su quórum.
Tercero. Tenéis un Comité de Servicios de Bienestar de la estaca, compuesto por vosotros, vuestros consejeros, el sumo consejo de la estaca, el presidente del consejo de obispos de la estaca, y la presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca. En las reuniones de este comité, se señalan los principios relacionados con los recursos de bienestar de la Iglesia, que los obispos usan para ayudar a los que lo necesitan; también se analizan y evalúan cuidadosamente el establecimiento o la adición de proyectos de producción. Es importante examinar detenidamente recursos tales como la producción de bienes, el llamamiento de especialistas, incluyendo los misioneros de los Servicios de Bienestar, la capacitación de obispos y la de los miembros del sumo consejo, quienes, a su vez, capacitaran a los presidentes de quórum en la preparación personal y familiar. Mas que cualquier otra, esta reunión del Comité de los Servicios de Bienestar de la estaca os permite brindar una dirección inspirada a los Servicios de Bienestar en la estaca.
Cuarto. Tenéis un consejo de obispos. Estos tienen que estar al tanto de quienes son los necesitados, los pobres y los afligidos, y cuidar de ellos. Además, por medio de este consejo, los obispos intercambian ideas, evalúan los servicios del sistema de almacenes, busca oportunidades de empleo para los que reciben ayuda, y se les instruye acerca de cómo deben cuidar de aquellos que necesitan el bienestar de la Iglesia. Actualmente, se esta dando bastante mas ayuda monetaria que en bienes; este no era el caso hace algunos años, ni tampoco debería serlo ahora.
Presidentes, esos obispos os dan sus informes. Enseñadles, motivadlos, llevad a cabo entrevistas personales con ellos, y aseguraos de que aprendan y cumplan con sus deberes en los Servicios de Bienestar
Quinto. Tenéis reuniones con el Comité del Sacerdocio de Melquisedec de la estaca. Estas reuniones os permiten enseñar los aspectos de prevención y rehabilitación de los Servicios de Bienestar. Mediante los miembros del sumo consejo, que pertenecen a este comité, podéis aseguraros de que los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec practiquen entre si, la preparación personal y familiar, el amor fraternal y la ayuda al prójimo. Este tipo de afecto se designa en las Escrituras como el «amor puro de Cristo». Es un deber del Sacerdocio, y un distintivo de la obra de bienestar de los quórumes.
Sexto. Mediante los maestros orientadores, los presidentes de quórum y los obispos reciben las indicaciones de quienes son los necesitados. Presidentes, si no contáis con un buen programa de orientación familiar, nunca sabréis las necesidades de la gente. Los obispos no pueden saber quienes tienen necesidad de ayuda, si los maestros orientadores no visitan a sus familias y determinan si hay o no necesidad de asistencia en esos hogares, averiguan si hay enfermos o dificultades en la familia, y se lo comunican.
Presidentes de estaca, no os engañéis pensando que la Iglesia puede despojarse de sus deberes hacia el pobre y el necesitado, echando esa carga sobre los hombros del gobierno. Debéis usar el plan del Señor para hacerlo. Cuarenta años de experiencia nos demuestran que este inspirado Plan de Bienestar, da resultado. Mediante la aplicación de estos divinos principios, se ha alentado a cientos de miles de Santos de los Ultimos Días, a que procuren ser autosuficientes. Mucho es lo que depende de nuestra disposición a seguir el consejo del Señor, consejo del que no sólo nos ha testificado el Espíritu, sino que la historia ha probado que es correcto.
Presidentes, tenéis sobre vuestros hombros la responsabilidad de enseñar los principios de los Servicios de Bienestar en vuestra estaca, lo cual quiere decir que las personas se ayudan las unas a las otras. ¡Hacedlo! Bendecid a todos los que viven en vuestra estaca.
Testifico que el plan de los Servicios de Bienestar de la Iglesia, ha sido divinamente designado y revelado en estos últimos días para preservar el autorrespeto y la dignidad del hombre. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























