Conferencia General Octubre 1978
El fruto de nuestras labores
Presidente Spencer W. Kimball
«…por frutos de nuestras labores de bienestar se entienden tres niveles separados, aunque relacionados entre sí. El primero es el individuo; el segundo es la familia y el tercero es la Iglesia en su totalidad.»
Mis queridos hermanos y hermanas, os doy la bienvenida en esta época de cosecha con la gran esperanza de que hayamos seguido el consejo del Señor de poner nuestra casa en orden con respecto a los Servicios de Bienestar. Al decir casa, me refiero tanto a los hogares individuales como a los barrios, ramas, estacas y misiones sobre las que presidimos.
Nos preocupa en algo el hecho de que tal vez no estemos cumpliendo completamente con nuestras responsabilidades y obligaciones relacionadas con lo que el Señor nos ha instruido y advertido.
Sólo podemos poner en orden nuestras casas mediante una planificada aplicación, constante y precisa, de los principios y programas básicos de Bienestar.
Los Servicios de Bienestar constituyen el programa total con que el Señor nos ha provisto; esto incluye una preparación personal y familiar prudente, la ejecución de la orientación familiar, la producción y distribución de artículos de primera necesidad para los pobres, la rehabilitación de miembros con necesidades especiales o imposibilitados, la provisión de trabajo para los desocupados, la restauración de las almas emocionalmente perturbadas a una total actividad en la Iglesia y en la sociedad. La consagración de toda nuestra vida para el desarrollo del reino de Dios sobre la tierra.
Hemos estado tratando de poner en orden nuestra casa de los Servicios de Bienestar durante 42 años. Mucho es lo que hemos progresado, pero mucho es también lo que nos queda por hacer. Hay zonas de la Iglesia donde las estacas y barrios están comenzando a llevar a cabo el programa de bienestar en sus regiones; a ellos les decimos: Haced las cosas en orden y el Señor os hará prosperar. En otras partes de la Iglesia, los Servicios de Bienestar se encuentran en pleno florecimiento. Pero sea que en vuestra estaca os encontréis comenzando con el programa, o que ya lo hayáis puesto en acción en forma total, creo que ha llegado el momento apropiado para hablar acerca de los frutos de nuestras labores de bienestar.
Quisiera sugerir que por »frutos de nuestras labores de bienestar» se entiendan tres niveles separados, aunque relacionados entre sí. El primero es el individuo; el segundo es la familia y el tercero es la Iglesia en su totalidad.
Los frutos experimentados por el individuo incluyen la dignidad, el autorrespeto, el fortalecimiento del testimonio, la generosidad, y un aumento evidente de la espiritualidad personal. Explicando el potencial del Plan de Bienestar, el ex-presidente J. Rueben Clark dijo lo siguiente, durante una reunión especial de presidentes de estaca que tuvo lugar en el Tabernáculo, el 2 de octubre de 1936:
«Por lo tanto, podemos ver que desde el principio el objetivo real de largo alcance del Plan de Bienestar es el desarrollo del carácter de los miembros de la Iglesia, tanto de los dadores como de los que reciben, mediante el cual se pueda rescatar lo mejor de la persona humana, provocando el florecimiento y la fructificación de las riquezas latentes del espíritu, que después de todo se trata de la misión, el propósito y la razón de la existencia de esta Iglesia.»
El primer fruto de los Servicios de Bienestar, se logra en la vida de cada persona; solamente cuando lo logramos individualmente, podemos hacer que su influencia tenga efecto en las unidades familiares y en la totalidad de la Iglesia. Del mismo modo en que el testimonio individual de cada persona sirve de estímulo y agrega fortaleza a la Iglesia, sucede con la labor individual de cada miembro, la que comprende el poder de la unificación de los Servicios de Bienestar.
Os podréis preguntar «¿Cómo puedo asegurar estas bendiciones y que semillas debo sembrar para poder cosechar sus frutos?» Creo que las mismas se encuentran en la diaria aplicación personal de los seis principios fundamentales de los Servicios de Bienestar: amor, servicio, trabajo, autosuficiencia, consagración y mayordomía. La totalidad de la estructura de la actividad de bienestar, que en realidad comprende todo el programa de la
Iglesia, provee amplias oportunidades para la aplicación de estos principios. Hemos dicho que los Servicios de Bienestar son en realidad, el Evangelio en acción. Esto implica que al cosechar los frutos de bienestar no lo hacemos solo mediante el conocimiento de estos seis principios y de toda la doctrina del Evangelio relacionada con ellos, sino mediante la acción, el trabajo y la practica de lo que nos ha sido enseñado. Sin embargo, a menudo hay personas que tratan de cosechar los frutos sin haber plantado. Plantamos en fe, y pronto vemos el milagro de la germinación; pero el hombre a menudo ha entendido mal y ha invertido el proceso natural; muchos preferirían tener la cosecha antes de plantar. Creo que en la parábola de la viña, que se encuentra en el quinto capitulo del libro de Jacob, en el Libro de Mormón, encontramos una gran lección al respecto. Después de trabajar mucho y por mucho tiempo para hacer producir »mucho fruto» de sus olivos, con poco resultado, el señor de las viñas se encuentra desalentado y pregunta:
«¿Pero que más pude yo haber hecho por mi viña? ¿Acaso ha dejado mi mano de nutrirla? No, sino que la he nutrido y cavado; la he podado y abonado, he extendido la mano casi todo el día, y el fin se acerca. Y me duele tener que cortar todos los arboles de mi viña, para echarlos en el fuego y quemarlos. ¿Quién habrá corrompido mi viña?
Y acaeció que el siervo dijo a su amo: ¿No será quizás la altura de la viña? ¿No habrán sobrepujado sus ramas a las raíces que son buenas? Y a causa de haber dominado las ramas a sus raíces, he aquí que aquellas crecieron mas aprisa que la fuerza de las raíces, tomando fuerza de sí mismas. He aquí, digo: ¿No será esta la causa de la corrupción de los árboles de la viña?» (Jacob: 5:47-48)
Tenemos la impresión de que hay muchos que entre nosotros tienen el mismo problema; desean tener abundantes cosechas, tanto espirituales como temporales, sin esperar que las raíces de lo que habrá de producir la cosecha, arraiguen de tal forma que puedan dar fruto. En verdad, hay muy pocos que están dispuestos a pagar el precio correspondiente, el precio en disciplina y en trabajo arduo, para cultivar adecuadamente las raíces. Tal cultivo debe comenzar durante nuestra juventud. Poco podía yo imaginarme, cuando era muchacho, que los deberes diarios de cuidar el huerto, alimentar el ganado, acarrear agua, cortar leña, arreglar las cercas y de todas las labores correspondientes a la granja pequeña, era una parte importante del desarrollo de las raíces, un proceso que tiene que tener lugar con bastante anticipación al desarrollo de las ramas. Estoy profundamente agradecido porque mis padres comprendían la relación existente entre las raíces y las ramas. Todos debemos cultivar fuertes y profundas raíces para que podamos así asegurarnos los deseados frutos de nuestras labores de bienestar.
Muchos son los frutos del trabajo de bienestar que pueden ser cosechados a nivel familiar. Los mismos incluyen la paz, el amor, la armonía, la solidaridad y la felicidad. Una buena familia de Santos de los Ultimos Días, constituye un refugio contra los embates y las luchas de la vida. Ciertos hombres inspirados enseñaron desde hace mucho tiempo que el hogar es la cuna de la civilización y el fundamento de la sociedad. Pero mediante sus profetas, el Señor nos enseña mucho mas que esto, ya que reconocemos que las familias exaltadas constituirán el divino orden patriarcal que formara el recurso o fuente de abastecimiento de reinos y gloria para los fieles en la eternidad.
¿Cuales son las semillas que se deben plantar en el hogar para que la familia logre estos frutos de paz, amor, armonía’? Desde el punto de vista de los Servicios de Bienestar, estos pueden resumirse en las normas de la preparación personal. Esas normas han sido distribuidas en toda la Iglesia, y tengo la firme esperanza de que todos las aprendan y las apliquen.
Todos los días leo gran cantidad de cartas de los miembros de la Iglesia, que me escriben para pedirme consejo con respecto a una infinita cantidad de problemas personales; al considerar esos asuntos y enviar las cartas a los lideres locales, quienes pueden entender mejor los problemas, no puedo menos que pensar que la mayoría de nosotros tiene problemas personales y familiares; todos tenemos que enfrentarnos a desafíos, problemas muy dolorosos y experiencias, tanto de éxito como de fracaso; mediante estos es que nos desarrollamos, conseguimos fortaleza y la experiencia necesaria mientras nos encontramos en la vida mortal. Pero cuando dichos problemas toman proporciones senas, significa a veces que no hemos sido totalmente obedientes, ni a los consejos del Señor mediante su Espíritu, ni a los de sus lideres sobre la tierra. Practiquemos todos los principios de la preparación personal y familiar en nuestra vida cotidiana.
»Mas si estáis preparados no temeréis.» (D. y C. 38:30.)
Cuando practicamos los preceptos, doctrinas y programas de los Servicios de Bienestar, los frutos de nuestra labor se ponen de manifiesto en el desarrollo de Sión. El Señor declaró:
«Porque Sión tiene que aumentar en belleza y santidad, sus fronteras se han de extender; deben fortalecerse sus estacas; de cierto os digo, Sión ha de levantarse y ponerse sus bellas ropas.» (D. y C. 82:15)
Sión esta formada de los puros de corazón, aquellos que sean santificados y cuyas vestimentas hayan sido purificadas en la sangre del Cordero (Alma 13:1 1). Estos son quienes utilizan la caridad como u n manto que los cubre, y sirven al prójimo con total pureza de corazón. Nos encontramos desarrollando la fortaleza de Sión en todo el mundo. Por lo tanto, aconsejamos a nuestra gente que permanezca en sus tierras nativas y traten de congregar a los electos de Dios para que todos puedan aprender acerca de los caminos del Señor. Los templos del Señor son edificados de modo que los santos sean bendecidos donde quiera que vivan en todo el mundo.
El Señor reveló su nuevo y sempiterno convenio a fin de preparar a un pueblo para recibirle en su segunda venida. Los Servicios de Bienestar se encuentran entre los principios y doctrinas sumamente importantes que se requieren de nosotros para edificar a Sión. Porque debemos »estar unidos conforme a la unión que requiere la ley del reino celestial; y no se puede edificar a Sión sino de acuerdo con los principios de la ley del reino celestial; de otra manera, no la puedo recibir» (D. y C. 105:4-5).
En la actualidad disponemos de la oportunidad y tenemos la responsabilidad de dar, nutrir, trabajar, a fin de llevar a cabo la obra de cosechar los frutos finales de los Servicios de Bienestar, tal como le fueron mostrados en una visión a Enoc y registrados en el Libro de Moisés:
«Y enviaré justicia desde los cielos y haré brotar la verdad de la tierra para testificar de mi Unigénito; su resurrección de los muertos, sí y también la resurrección de todos los hombres; y haré que la justicia y la verdad anieguen la tierra como un diluvio, a fin de recoger a mis escogidos de las cuatro partes de la tierra a un lugar que yo he de preparar, una Ciudad Santa, para que mi pueblo ciña sus lomos y espere el tiempo de mi venida; porque allí estará mi tabernáculo, y se llamara Sión, una Nueva Jerusalén.» (Moisés 7:62.)
Es mi ruego que podamos mantener nuestras casas en orden, tanto desde el punto de vista individual como colectivo, y que nos preparemos para recibir los frutos del Evangelio, aun la plenitud de gozo.
Quisiera presentar ahora a la hermana Barbara Smith También me gustaría pedirle a la hermana Smith que comparta con nosotros los antecedentes correspondientes a una medida aprobada por la Primera Presidencia, relacionada con las reservas de trigo de la Iglesia.
Hermana Barbara B. Smith
En un día de otoño del año 1876, el presidente Brigham Young llamó a su oficina a una de mis predecesoras, la hermana Emmeline B. Wells, en aquel entonces editora adjunta de la revista »El exponente femenino», y le dijo que quería que las mujeres de Sión empezaran a guardar trigo para días de necesidad y deseaba que ella diera comienzo a esta misión.
La hermana Wells dijo: ‘ ‘Comenzamos ese mismo año y aunque se reían de nosotras . . . compramos el grano». »Hermanas, sed diligentes», amonesto, y las mujeres respondieron en espíritu y en acción.
Cuando no tenían dinero para comprar trigo, las mujeres fueron a los campos a sembrarlo; apartaron los huevos de mejor calidad, y los vendieron, o los trocaron a cambio de trigo; hicieron acolchados, alfombras de trapos, queso, v otras cosas que vendieron o cambiaron por trigo. Por medio de los registros de la Sociedad de Socorro podemos saber de sus persistentes esfuerzos.
Un registro de una ciudad del sur de Utah dice: «Nuestro querido obispo nos ha hecho lugar en la oficina de diezmos y hemos embolsado trigo. También tenemos otra propiedad que vamos a vender para poder comprar grano cuando se presente la oportunidad».
Y de un pueblo al norte de Lago Salado: »Les enviamos un breve informe para comunicarles que hemos estado tratando de cumplir con el consejo de nuestro querido presidente Young en el almacenamiento de grano; tenemos guardadas 115 medidas de trigo, 13 de las cuales fueron recogidas por las señoritas de la Iglesia».
El trigo almacenado por aquellas mujeres dedicadas se utilizó de maneras inesperadas:
En 1896, el trigo de la Sociedad de Socorro fue enviado para ayudar a la gente de Parowan, Utah y de otros distritos en donde había sequía.
En 1906, cuando el terremoto y el fuego devastaron la ciudad de San Francisco, California, la Sociedad de Socorro envió un vagón de harina hecha de su trigo.
En 1906 se envió otro vagón de harina a China, para aliviar la crisis de hambre que sufría ese país.
En 1918, 200.000 medidas de trigo de la Sociedad de Socorro se vendieron al gobierno de los Estados Unidos, para hacer frente a la falta de alimento causada por la Primera Guerra Mundial. Durante muchos años, el interés dado por este trigo se usó para proveer cuidado maternal, bienestar para los niños y salud general para los miembros de la Iglesia. En 1940, la Sociedad de Socorro volvió a comprar trigo y lo almacenó en los depósitos de granos de la Manzana del Plan de Bienestar.
Durante mas de cien años nuestro proyecto ha sido considerado »una responsabilidad sagrada». Por la inversión sabia, el valor de este programa ha crecido hasta que hoy tenemos una buena cantidad de trigo y de fondos provenientes del mismo.
En una de las primeras publicaciones de la Sociedad de Socorro, una hermana expresó sus sentimientos acerca de las mujeres que estaban almacenando grano:
»Si alguien tiene dudas. . . que contemple los millares de niños que hay en el país y recuerde que las mujeres que ahora han sido llamadas a conservar el grano, son sus madres. No quiero ni pensar en verlos pidiendo alimentos y no tener nada para darles. . .»
Las mujeres sabemos que, aunque damos alimento a los niños en su infancia y niñez, una parte de nuestro desafío como madres es ayudarles a madurar y a asumir su papel en el gran plan de vida y salvación. En el pasado, las mujeres de la Sociedad de Socorro han iniciado y fomentado numerosos programas para hacer frente a las necesidades, incluyendo programas de educación y preparación profesional, hospitales, y cuidado maternal, adopción y otros servicios sociales y programas de bienestar. Cuando estos proyectos maduraron, la Sociedad de Socorro tuvo la gran satisfacción de verlos integrados en la gran esfera que la Iglesia tiene bajo su mayordomía.
La Presidencia General de la Sociedad de Socorro ha considerado devotamente su mayordomía con respecto al programa de almacenamiento del trigo, y ha decidido que ya ha cumplido con esta responsabilidad. Es hora de incluir este programa de la Sociedad de Socorro en el programa mundial de almacenamiento de grano de la Iglesia.
Quisiéramos proponer que las 266.29 medidas de trigo de la Sociedad de Socorro formen parte del plan de almacenamiento de grano de los Servicios de Bienestar, para el beneficio de todos los miembros de la Iglesia y que los fondos provenientes del trigo sean usados exclusivamente para la compra de grano. La Mesa General apoya unánimemente esta proposición. También hemos escrito a las estacas y misiones que tienen certificados de reserva de trigo y hemos recibido su apoyo unánime.
Con su permiso presidente Kimball, quisiera pedir a las hermanas presentes en esta reunión que apoyen esta proposición de incluir el trigo de la Sociedad de Socorro en el programa mundial de almacenamiento de la Iglesia.
Con gran satisfacción por los logros del pasado y con mucho amor, nosotras, las mujeres de Sión, ponemos nuestro trigo y las ganancias del mismo a su disposición, presidente Kimball, para que por medio del Comité General de Bienestar de la Iglesia, se almacene bajo su administración.
Rogamos para que el trigo de la Sociedad de Socorro se considere siempre una »responsabilidad sagrada», y que bendiga la vida de todos los que lo reciban. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Presidente Kimball
Hermana Smith, en nombre de las Autoridades Generales de la Iglesia y de la Iglesia en general, aceptamos este gran regalo que usted nos ha brindado, con gratitud y aprecio por su profundo significado. Somos conscientes del gran sacrificio y diligencia de las hermanas de la Sociedad de Socorro, quienes por mas de un siglo han ejercido una fiel mayordomía sobre este trigo. Confiamos en que el Departamento de los Servicios de Bienestar, bajo la dirección del Comité de los Servicios Generales de Bienestar compuesto por la Primera Presidencia, el Consejo de los Doce, el Obispado Presidente y la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, continúe administrando las reservas de trigo de la misma forma impecable en que lo ha hecho la Sociedad de Socorro en el pasado. Nos aseguraremos de que el regalo de la Sociedad de Socorro sea utilizado tal como se desea, para los tiempos e necesidad, en los que pueda bendecir la vida de los miembros de la Iglesia, en cualquier lugar del mundo en que se encuentren.
Estamos orgullosos de los logros de las mujeres en el pasado, así como en el presente. Ahora quisiéramos pediros, mis hermanas que continuéis en vuestra buena obra y continuéis apoyando los programas de la Iglesia, en especial los correspondientes a vuestra propia organización, la Sociedad de Socorro.
También os pedimos que apoyéis a las Autoridades Generales, del mismo modo que les pedimos a ellos que os apoyen a vosotras para que podáis así trabajar como socios y compañeros en la grandiosa tarea de llevar adelante la obra del Señor, al igual que para vuestra propia salvación. Que este regalo que hoy nos brinda la Sociedad de Socorro, sea un ejemplo del esfuerzo y la armonía cooperativos que pueden enriquecer nuestra vida tanto en la Iglesia como en el hogar.
Que el Señor os bendiga en esta divinamente inspirada obra de los Servicios de Bienestar, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























