Para que no haya malas interpretaciones

Conferencia General Octubre 1978logo pdf
Para que no haya malas interpretaciones
Elder Jacob de Jager
del Primer Quórum de los Setenta

Jacob de Jager«El Señor no pregunta si una persona viene a su Iglesia de la cárcel, o de gran ambiente próspero y respetable; El acepta el alma, no su historia. Así se abre la puerta y ese individuo comienza a progresar, aprendiendo línea por línea, precepto por precepto.»

Mis queridos hermanos, me siento seguro al estar frente a vosotros, porque esta mañana recibí un importante telegrama de mi hija de diecisiete años que está en Hong Kong, y me gustaría compartirlo con vosotros. Dice así: ‘¡Papá, buena suerte con tu discurso! Te quiere, Audrey».

Como sé que Audrey está escuchando esta conferencia, me gustaría tomarme la libertad de responderle: «Gracias, Audrey. Yo también te quiero. Papa».

Todavía recuerdo el seminario para Representantes Regionales al que asistí en 1972. Al final del mismo, el presidente Marion G. Romney, al salir de la sala pasó por el corredor donde yo estaba parado con dos grandes carpetas bajo un brazo, y un montón de materiales impresos bajo el otro. Al pasar a mi lado, se detuvo y me preguntó: »Hermano de Jager, ¿cómo va a enseñar todo ese material inspirado?» Tratando de dar la respuesta que pudiera satisfacer a un miembro de la Primera Presidencia, le conteste: »Presidente Romney, pienso enseñar de tal forma que todos entiendan». EL guiñándome un ojo, me dijo: »Eso no es suficiente. Usted debe enseñar de tal forma que nadie pueda interpretar mal estos materiales divinos». Y luego siguió su camino.

Hoy, años después, comienzo a ver más y más la sabiduría de su consejo. Es muy fácil que la gente interprete mal. Esto fue lo que me sucedió con una encantadora hermana de cierta edad, que conocí en una tienda el otro día. »¿No es usted el holandés que habló en una conferencia hace poco?», me preguntó. »Si, señora», le conteste. Ella continuó: »Me encantó el cuento holandés que relató en su discurso». Entonces, creí conveniente hacerle una aclaración: »Hermana», le dije, «el relato en si no era importante ni fue precisamente el propósito de mi discurso; más bien, quise dar énfasis a la importancia de salvar almas.» Mas ella continuó diciendo: «¿Sabe? Escuche esa historia por primera vez cuando todavía estaba en la escuela y me encanta que usted la haya contado otra vez . . .

Hermanos, he aprendido a no discutir, especialmente con las hermanas, así que me despedí de esta hermana con una sonrisa y seguí mi camino; más triste, pero con más sabiduría. Aparentemente había fracasado en mi intento de enseñar de tal forma que nadie me interpretara mal.

Por eso, mi meta actual es hacer las cosas mejor. Quisiera dedicar unas pocas palabras de agradecimiento a los pioneros modernos que sirven en ramas muy pequeñas en misiones que acaban de abrirse. Hablo especialmente de lugares donde hay muy pocos miembros para llevar a cabo los diversos programas de la Iglesia, como el Señor los inspira para la edificación de los santos y el establecimiento de Sión. Quisiera también felicitar a los matrimonios que sirven en lugares apartados como representantes de la Misión Internacional. Algunos son mayores de setenta años y están haciendo su tercera misión.

No tengo suficientes elogios para la dedicación y paciencia que he presenciado en Asia de parte de un diácono de Tien-Mu, en Taiwan; de un élder recién ordenado de Bacolod, en Las Filipinas; de una hermana de la Sociedad de Socorro en Solo, Indonesia; de una presidenta de la Primaria en Korat, Tailandia; y al igual que a ellos, también encomio a todos los que sirven en lugares y llamamientos similares en todo el mundo. Pido que las bendiciones más ricas de nuestro Padre Celestial estén siempre con estos pioneros modernos.

¡Qué obra tan impresionante tenemos todavía frente a nosotros! He notado que en este mundo rápido de hoy, existe una tremenda necesidad de la paz y la tranquilidad que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Esta Iglesia, que lleva Su nombre y que fue restaurada a la tierra por el profeta José Smith, puede proporcionar esta paz a los pueblos de toda nación y lengua.

Testifico que el Sacerdocio de Dios ha sido restaurado a la tierra, y que diariamente aumenta el número de sus poseedores que están dispuestos a servir al Señor. Con este Sacerdocio podemos servir mejor a aquellos que más nos necesiten.

Hay un propósito deliberado para que cada alma este aquí sobre la tierra, y nuestro Padre Celestial ha enviado Su palabra para revelar ese propósito y guiar así a la humanidad hacia el cumplimiento gozoso de Su plan. Sin embargo, hay muchos que rechazan las instrucciones, las revelaciones y la guía, y prefieren tropezar en la oscuridad de su propio razonamiento.

Hay también muchos que piensan que todo el mundo está en contra de ellos. A veces es así, y sería bueno que averiguara la razón; en esa forma podrían descubrir sus propios defectos y la manera de mejorar. El Señor no pregunta si una persona viene a su Iglesia de la cárcel, o de un ambiente próspero y respetable; El acepta el alma, no su historia. Así se abre la puerta y ese individuo comienza a progresar, aprendiendo línea por línea, precepto por precepto, por el ejemplo y por las Escrituras, tal como Las hermosas parábolas de Jesucristo. Leamos a menudo estas ilustraciones tradicionales, de las cuales dice el poeta británico Tomas Lynch:

Habló de césped, viento y lluvia;
De cielos claros y de higueras;
Y con gran gozo dispuso
Que cielo y tierra se unieran.

De lirios, de maíz, de viñas,
De gorriones y aves de presa hablo;
¡Qué de cosas sencillas y profundas
Grabadas quedaron en el corazón!

De levadura y pan, de lino y de paño;
De trigo, pescados y lumbre contó.
Mirad todas las cosas sencillas
Con las cuales el Maestro enseñó.

El aspecto social de la época de Jesucristo se refleja maravillosamente en las parábolas, que nos llevan al primer siglo de nuestra era. Al leerlas, imagino vívidamente que entro en el hogar y observo al ama de casa haciendo pan, remendando ropas viejas o buscando una moneda perdida; escucho el bullicio del mercado y observo a los viajeros en el camino; trabajo en los campos con el sembrador y subo a las colinas con los pastores, o me paro a la orilla del lago para ayudar a los pescadores a arrastrar sus redes.

Conozco al comerciante local, su gran casa con viñas y establos; aprendo cómo negocia con su administrador y sus trabajadores, y me fascina verlo. Nada de la vida de la activa provincia de Galilea parece escapársele al Maestro; su mayor interés fue siempre la gente sencilla.

Hermanos y hermanas, quiero decir es que deseo ser un humilde siervo del Señor en esta dispensación, que sé que Él vive, que Jesús mismo está a la cabeza de la Iglesia. Yo soy converso, y recibí la luz por medio de misioneros y sé que hay dos fuerzas importantes que acarrean esta luz a todos los rincones de la tierra: el sol de los cielos y las misiones organizadas de esta Iglesia. Mientras viajo por las misiones del área a la cual he sido asignado, veo que este milagro sucede diariamente; lo que se requiere es un esfuerzo de equipo organizado. Recordemos que cuando trabajamos en equipo, construimos ramas y distritos, barrios y estacas, quórumes del Sacerdocio y organizaciones auxiliares en el Reino del Padre aquí en la tierra. Recordemos siempre las palabras que a menudo citaba el presidente Harold B. Lee: »No hay límite en el bien que puedes hacer, si no te importa a quien se le de crédito por el mismo. La necesidad actual es ser verdaderos discípulos en la Iglesia restaurada del Señor.

El Evangelio de Jesucristo está avanzando en el mundo entero, y el programa misional es el plan inspirado para progresar.

Avancemos con gran determinación, con un espíritu de amor y humildad. Esta es nuestra mejor fuente de motivación: hacer la obra con toda nuestra fuerza, mente y poder, y así hacer felices a otros.

En el Libro de Proverbios, en el Antiguo Testamento dice:

»Sin profecía, el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley, es bienaventurado. (Prov. 29: 18.)

Sé con todo mi corazón que esto es verdad.

Testifico que el propósito del evangelio restaurado es constituir familias felices en esta vida y en la venidera.

Oro humildemente para que todos lleguemos a un conocimiento perfecto de este propósito divino, en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.

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