Conferencia General Abril 1978
“Y conoceréis la verdad. . .”
presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia
Esta mañana hemos disfrutado de Es una hermosa música, se nos han explicado muchas verdades, y como dijo Jesús a los judíos que habían creído en El:
«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Juan 8:31-32.)
También hemos sido bendecidos al oír el mensaje del Profeta del Señor, el presidente Spencer W. Kimball, cuyas palabras de verdad todos debemos obedecer.
Poco antes de ser traicionado y de su subsecuente muerte y resurrección, nuestro Salvador pasó momentos solemnes con sus Apóstoles, reconfortándolos y revelando algunos de los acontecimientos que tendrían lugar; pero ellos no comprendieron totalmente el significado de sus palabras. Después de decirles que pronto habrían de quedar solos —o sea, sin El— les habló de las tribulaciones del mundo y les aconsejó que tuvieran buen ánimo, puesto que El había vencido al mundo. Entonces, levantando los ojos al cielo dijo:
«Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
Ahora pues, Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
He manifestado tu nombre a los hombres que en el mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
. . . Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.» (Juan 17: 1-6, 8-11)
En estas palabras encontramos algunas de las verdades más grandes que se han pronunciado para beneficio y bendición de la humanidad. Vemos que Jesús vivió con su Padre antes de que el mundo fuese creado; que se le dio una obra especial para hacer y que fue enviado por su Padre a la tierra para llevarla a cabo; que le fueron revelados los acontecimientos que habrían de tener lugar con relación a su crucifixión, muerte y resurrección; que sus Apóstoles habían sido debidamente llamados para ayudarle en la obra: que ellos habían recibido y creído las palabras que el Padre les envió mediante el Hijo; y se hace muy claro el hecho de que el Padre y el Hijo, aun cuando son seres separados, son uno en propósito, tal como El oró para que sus Apóstoles llegaran a ser.
En su petición al Padre, Jesús definió la vida eterna cuando dijo:
«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3.)
En otra oportunidad dijo:
«Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria; llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.» (Moisés 1:39.)
¿Por qué es tan importante que comprendamos y aceptemos estas verdades? Porque sin ellas no podemos lograr la exaltación o la vida eterna. Debemos darle precedencia al aspecto espiritual de nuestra vida.
Esto fue lo que quiso decir Jesús cuando dijo que había vencido al mundo, que había guardado la fe, que había glorificado a su Padre y que había hecho todo lo que se le había requerido. Se vio así libre de las ligaduras de la muerte y se preparó para participar de la inmortalidad y la vida eterna con su Padre.
Esta es una promesa para todos. Leemos en Juan como se citó antes:
«Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él; Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Juan 8:31-32)
La libertad se basa en la verdad, y no hay nadie que sea completamente libre mientras algunas de sus creencias se basen en el error, ya que las cadenas del error restringen su mente; por eso es tan importante que aprendamos todo lo que sea posible, de todas las fuentes posibles. Necesitamos particularmente escudriñar las Escrituras, porque en ellas se encuentran las palabras que, aceptadas y obedecidas, nos guiarán a la vida eterna.
Las Escrituras nos dan evidencias de la realidad y personalidad de Dios v de su Hijo Jesucristo. Para creer en Dios es necesario que comprendamos su naturaleza y atributos. Nuestra fe en El debe basarse en los principios verdaderos, pues de nada nos servirá si se basa en conceptos falsos. Por ejemplo, algunos de los primeros colonos norteamericanos, al comerciar con los indios les dieron pólvora para que la plantaran, asegurándoles que podría cosechar el producto. Con fe total, los indios plantaron la pólvora, pero claro que nada cosecharon de sus esfuerzos porque su fe estaba basada en algo falso.
Se nos alienta estudiar, orar, buscar sabiduría y a enseñarnos mutuamente. Leemos en Doctrinas y Convenios:
«Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.
Enseñaos diligentemente, y mi gracia os atenderá, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os es conveniente comprender;
Para que estéis preparados en todas las cosas, cuando os llame otra vez a magnificar el llamamiento al que os he nombrado, y la misión a la cual os he comisionado.
He aquí, os envié para testificar y amonestar al pueblo, y le conviene a cada ser que ha sido amonestado, amonestar a su prójimo.
Por lo tanto, quedan sin excusa, y sus pecados quedan sobre sus propias cabezas.
El que temprano me busca, me hallará, y no será abandonado.
Perseverad en la libertad que os ha hecho libres; no os enredéis en el pecado, sino queden limpias vuestras manos, hasta que el Señor venga.» (D. y C. 88:77-78, 80-83, 86)
Debemos conocer y comprender la doctrina para ser obedientes, y debemos ser obedientes para llegar a ser libres. Esto se aplica a las leyes de Dios y a las de los hombres. A menudo pensamos acerca de la libertad como la condición de ser libres del dominio o compulsión externos y no estar sujetos a la voluntad de otros, y que tengamos el poder de elegir siendo cada individuo libre de hacer su voluntad, sin importar los efectos que esta voluntad tenga sobre otras personas.
Brigham Young dijo:
«No hay hombre que no esté dispuesto a reconocer que Dios exige obediencia estricta a sus requisitos: pero, al brindar esa obediencia estricta, ¿somos acaso hechos esclavos’? No. Es la única manera sobre la faz de la tierra por la que podemos llegar a ser libres: y seremos esclavos de nuestras propias pasiones y del maligno, si seguimos cualquier otro curso.» (Journal of Discourses, 18:246.)
Las enseñanzas de Jesucristo, que nos fueron dadas para nuestra guía y bendición, incluyen los Diez Mandamientos, el Sermón del Monte, y las Bienaventuranzas. Es interesante notar que la mayor parte de las leyes humanas fueron tomadas de este mismo código moral. Las leyes de Dios se basan en la verdad, son incambiables y el hombre no las puede mejorar. Nosotros somos bendecidos o castigados de acuerdo con nuestra obediencia, y la violación de ciertas leyes inmutables de la naturaleza trae como consecuencia enfermedades e incluso la muerte.
Del mismo modo, podemos aplicar las verdades de las leyes científicas y recibir los beneficios de los artefactos que ahorran trabajo, métodos de transporte más rápidos y cómodos, comestibles ya preparados, materiales sintéticos para la fabricación de ropas y artículos del hogar. Todo esto nos ahorra tiempo y energía personal y deberíamos usar nuestro tiempo extra para llevar adelante la obra del Señor como expresión de aprecio por su bondad para nosotros.
De las Escrituras aprendemos que toda verdad es revelada mediante la luz de Cristo, «la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio. La luz que existe en todas las cosas, la que da vida. a todas las cosas, la ley por la cual se gobiernan todas las cosas . . . (D. y C. 88: 12-13.)
Las verdades descubiertas por hombres como Isaac Newton, Thomas Edison y Albert Einstein, les fueron reveladas mediante la luz de Cristo. La revelación de tales verdades ha hecho mucho para liberar a la humanidad de la esclavitud de la ignorancia, y ha ampliado su entendimiento del universo. Del mismo modo, mediante el poder del Espíritu Santo, se hacen comprensibles la misión de Jesucristo y las verdades pertenecientes a la relación de la humanidad con Dios.
Dios el Padre es un ser personal, que tiene forma definida con partes y pasiones físicas y espirituales, y Jesucristo es su Hijo engendrado en la carne, que vivió entre los hombres con las características físicas del ser humano; éstas son verdades que dan propósito a la vida, y que liberan a quien las cree de los misterios que rodean al origen del hombre.
Quienes comprenden la verdad acerca de la expiación y la resurrección del Salvador, son libres de los misterios y dudas del destino final del hombre, y saben que si obedecen a la verdad tienen la libertad de progresar eternamente y disfrutar de las gloriosas bendiciones de la vida eterna.
El científico D. Henry Eyring, hizo la siguiente observación:
«Cuanto más trato de descubrir los misterios del mundo en que vivimos, tanto más llego a la conclusión de la existencia de un solo Dios, Omnipotente. Podemos llegar a esa conclusión por medio de la oración y el testimonio del Espíritu Santo, o porque parecería no haber otra explicación de la unidad y maravilla del universo, o por el método pragmático de la ciencia que el Salvador sugirió hace mucho tiempo; tratémoslo y podremos saber.
A menudo me han hecho la siguiente pregunta: ¿Cómo puede usted, siendo científico, aceptar una religión revelada? La respuesta es simple. El evangelio nos compele solamente a la verdad. Las mismas pruebas pragmáticas que se aplican a la ciencia se aplican a la religión. Probémoslo. ¿Da resultado? El concepto de un Dios que rige el universo y se preocupa por su funcionamiento, es para mí imposible sin la consecuencia de que debe estar interesado en el hombre, que es el fenómeno más maravilloso del mundo. Al estar interesado en el hombre, es lógico que le proveyera un plan para su desarrollo y bienestar. Este plan es el Evangelio de Jesucristo.
Lo significativo acerca de un científico es que él simplemente espera que la verdad prevalezca porque es la verdad. . . En la ciencia las cosas son como son y nadie se perturba por ello. Si algo es incorrecto. nada podrá salvarlo; pero si es correcto nada impedirá su éxito.
Lo mismo sucede con el evangelio.» (The Faith of a Scientist, Bookcraft, 1967, págs. 103, 106.)
Reconocer que Dios el Padre Eterno conoce toda la verdad, y actúa de acuerdo con ella, explica por qué El es el mismo ayer, hoy, y para siempre. Todo lo que El hace está de acuerdo con las inmutables verdades del universo. Los mismos atributos se encuentran en su Hijo Jesucristo, quien es «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).
Una de las grandes diferencias entre Dios y el hombres que Dios tiene un mayor conocimiento de la verdad, lo que le da la libertad de crear mundos y controlar el universo.
También creemos que como el hombre es, Dios una vez fue; y que como Dios es el hombre puede llegar a ser.
Es por eso que el hombre debe esforzarse durante toda su vida por aumentar su inteligencia y aprender todas las verdades que pueda. Debe comprender que el Evangelio de Jesucristo comprende toda la verdad, dondequiera que ésta pueda encontrarse, y al adquirir conocimiento y verdad, debe enseñarla a su prójimo.
Los padres, en especial, son responsables por sus hijos. Al niño se le debe enseñar la diferencia entre lo bueno y lo malo, ya que por sí solo el niño podría aprender únicamente lo malo; necesita tener guía e instrucción con respecto a las consecuencias de sus elecciones, y los motivos por los que recibirá bendiciones por algunas y castigos por otras.
Nunca olvidemos que somos arquitectos de nuestro destino. Dios no es responsable por las consecuencias de nuestros hechos. El nos da la palabra la verdad- y las reglas a seguir, y la oportunidad de aprender, de actuar y de progresar. Me gusta lo que dijo el presidente David O. McKay con respecto a esto:
«Creo que Dios es amor, que es nuestro Padre y que desea para sus hijos la felicidad y la vida eterna… El puso al hombre sobre la tierra y… le concedió ser su propio agente. El hombre puede elegir el bien o el mal: puede caminar en las tinieblas o en la luz; y la verdad es que Dios no ha dejado a sus hijos sin la luz. En varias dispensaciones del mundo, El les ha dado la luz del evangelio por la cual pudiera caminar y no tropezar; por la que pudiera encontrar la paz y felicidad que El, como Padre amoroso, desea que sus hijos disfruten; pero al mismo tiempo, no le quita su libre albedrío.
Dios deplora los inevitables resultados de las locuras, transgresiones y pecados de sus hijos descarriados, pero no podemos culparlo por este comportamiento tal como no podemos culpar a un padre que le dijera a su hijo: Hay dos caminos, hijo mío, uno a la derecha y otro a la izquierda. Si tomas el que va a la izquierda te llevará a la infelicidad tal vez aun hasta la muerte. Si tomas el de la derecha, ese te llevará al éxito y a la felicidad; pero elige tú el que quieras.
Tú tienes que elegir; yo no te obligare a tomar ni el uno ni el otro.
El joven comienza su camino, y al ver las tentaciones y atracciones del de la izquierda, pensando que se trata de un atajo hacia la felicidad, decide tomarlo. El padre sabe lo que le sucederá, sabe que no lejos del sendero atractivo hay un pantano en el que caerá el hijo, sabe que después que salga a duras penas del pantano se encontrará con otra ciénaga donde quedará atascado; él ya tenía conocimiento de todo mucho antes de que el joven alcanzara tal condición, y por eso podía predecirlo. A pesar del camino que toma el hijo, el padre continúa amándolo, advirtiéndole, y rogándole que vuelva al buen camino
Dios también, mediante sus profetas de épocas pasadas, ha mostrado al mundo que muchos de sus hijos, tanto individualmente como naciones enteras, elegirían el camino que lleva a la mi seria y a la muerte, y lo predijo; pero la responsabilidad recae sobre quienes no quisieron hacer caso del mensaje, y no sobre Dios.» (True to the faith, por Llewellyn McKay. Bookcraft. 1966. pág. 86-87.)
Pero para aquellos que no toman decisiones acertadas y que se desvían de la verdad, Dios, en su infinito amor y misericordia, proveyó lo necesario para su salvación mediante el glorioso principio del arrepentimiento. El arrepentimiento implica el reconocimiento de la transgresión, el remordimiento, v la resolución de vencer. El Señor dijo:
«Por esto podéis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y abandonará.» (D. y C.’ 58:43.)
Desde los comienzos, la preocupación y el amor de Dios por sus hijos le llevó a advertirles de las tentaciones de Satanás, el enemigo de la verdad y la luz quien, junto con sus seguidores, se ha comprometido a destruir a la humanidad y frustrar el plan de Dios de salvar a Sus hijos. Bien podríamos aplicar a la actualidad las siguientes palabras expresadas a su pueblo por un profeta del Libro de Mormón al ser inspirado por el Espíritu de Señor:
«Sí. ¡ay de este pueblo, porque ha llegado el tiempo en que rechazáis a los profetas y os burláis de ellos, y los apedreáis, los matáis y cometéis con ellos toda suerte de iniquidades, así como lo hacían los de la antigüedad…
¡Oh generación mala y perversa; pueblo insensible y duro de cerviz!. ¿Cuánto tiempo suponéis que os aguantará el Señor? Sí, ¿hasta cuándo os dejaréis llevar por guías insensatos y ciegos? ¿Hasta cuándo preferiréis las tinieblas a la luz?» (Helamán 13:24, 29.)
Pero también los había exhortado diciendo:
`Pero si os arrepentís y os volvéis al Señor vuestro Dios, yo desviaré mi ira, dice el Señor; sí, así dice el Señor: Benditos son los que se arrepienten y se vuelven a mí; pero, ¡ay de los que no se arrepienten!» (Helamán 13: 11.)
Que todos anhelemos la sabiduría v la verdad para que podamos heredar el reino de Dios y disfrutar de las bendiciones prometidas; porque El dijo:
«El espíritu de verdad es de Dios. Yo soy el Espíritu de verdad, y Juan dio testimonio de mí, diciendo: El recibió la plenitud de la verdad, sí, aun de toda la verdad:
Y ningún hombre recibe la plenitud, a no ser que guarde sus mandamientos. El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas.» (D. y C. 93:26-28.)
Que todos aceptemos a Dios como nuestro Padre, y a su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador, y guardemos sus mandamientos, continuando en nuestra búsqueda de la verdad que nos hará libres y nos guiará a la vida eterna, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























