Creemos todos en el mismo Dios?

Conferencia General Abril 1980logo pdf
¿Creemos todos en el mismo Dios?
por el élder F. Enzio Busche
del Primer Quórum de los Setenta

F. Enzio BuscheMis amados hermanos; ahora que estoy frente a vosotros no puedo evadir el recuerdo de aquel día cuando, como investigador de la Iglesia, tuve que enfrentarme con la invitación de los misioneros de prepararme para el bautismo. Ese paso me parecía muy grande; pero siendo que ya ardía dentro de ml un testimonio de la veracidad de esta obra: sabía que si no aceptaba el bautismo estaría privándome del derecho de hablar en oración otra vez con mi Padre Celestial. Así pues, acepté aunque con un poco de recelo, el compromiso de bautizarme; sin embargo, les dije a los misioneros que lo haría sólo bajo dos condiciones: primero, que nunca se me llamaría a ocupar un puesto en la Iglesia, y segundo, que nunca daría un discurso.

Sin la influencia amorosa, el poder y la confianza que emanan del Espíritu Santo que recibí por medio de la imposición de manos después que fui bautizado para ayudarme, no habría podido hacer nada en las diferentes asignaciones que he recibido en la Iglesia.

Como miembros de la Iglesia tenemos el privilegio de testificar de la restauración de la Iglesia de Jesucristo en éstos, los últimos días, por medio de un hombre divinamente autorizado, José Smith. No hace mucho tiempo, cuando servia como Presidente de Misión en Alemania, expresé mi testimonio a un hombre, y pude darme cuenta que se sentía muy intranquilo acerca de mi declaración; y él, así como muchos otros, contestaron con una pregunta: «¿Acaso no creemos todos en el mismo Dios?» Me dolió esa pregunta, siempre me ha dolido cuando veo cuántas personas son tan indiferentes y demuestran tal falta de percepción en esta pregunta tan importante en la vida del hombre: ¿Puedo encontrar a mi Padre Celestial?

Sí, uno podría decir que sin importar cuando, dónde o bajo qué circunstancias hemos sido criados, todos añoramos a un Padre Celestial y anhelamos estar con E1 porque lo conocimos antes de venir a este mundo. Pero en esta tierra, ¿creemos todos en un mismo Dios? ¡claro que no! Al usar su libre albedrío los hombres han creado toda clase de interpretaciones diferentes de nuestro Padre Celestial y del propósito de nuestra vida. En nuestra existencia terrenal no hay lugar para la incertidumbre o la indiferencia en nuestras responsabilidades y obligaciones a fin de decidir a quién debemos seguir; o adquirimos un conocimiento de nuestro Creador y Dios que nos ama, que desea brindar paz, dignidad, luz y felicidad en nuestra vida; o nos olvidamos de nuestro origen divino y permanecemos en la densa niebla del impostor, del adversario, que no puede aceptar el hecho de que nosotros como seres humanos rechazamos su plan en nuestra existencia preterrenal. El está luchando con todo el conocimiento que tiene para descarriar a los hombres conforme éstos ejercen su libre albedrío, y así poder convertirlos en sus esclavos. Somos testigos de que el miedo, el odio, la desesperanza, la soledad y la bajeza que la gente experimenta en su vida son frutos de la influencia del adversario; es indiscutible que su abominable y permanente estrategia de destruir nuestra habilidad para amar verdaderamente y tener fe está dirigida a estos últimos días, antes de la segunda venida del Salvador, cuando se requiere que cada persona tome una decisión al respecto.

Si no nos disponemos a escudriñar y aceptar la verdad en la única manera autorizada por Dios, con todo nuestro corazón, mente y fuerza, aun cuando signifique cambiar completamente nuestra vida, habremos edificado nuestra casa sobre la arena. Las medias verdades de los hombres, a menudo mezcladas con escrituras, algunas veces son lo suficientemente fuertes para satisfacer las esperanzas de la gente durante una determinada época o generación; pero éstas no pueden conducirnos por la senda de la exaltación y la vida eterna, ni tampoco brindar respuestas satisfactorias a los problemas tan exigentes que acosan a la humanidad en estos días.

El aceptar y recibir a Jesucristo y su plan de salvación en toda su plenitud y verdad, significa dejar el mundo y los deseos mundanos y edificar a Sión a nuestro alrededor.

Cuando Cristo estuvo en la tierra a fin de preparar el camino para sus discípulos, perseverando en toda pureza y testificando de la verdad, El fue la luz que brilló en las tinieblas; pero las tinieblas no lo comprenldieron y se organizaron para destruirlo. Cristo sabía que esto iba a pasar no sólo con El, sino también con todos sus verdaderos discípulos. Al hablar a los que le seguían dijo:

«Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.» (Mt. 10:22)

Cuando verdaderamente seguimos a Cristo y a su verdadera Iglesia restaurada, esto se manifestará en nuestra forma de vivir. El fruto seguirá: El Espíritu Santo nos guiará para que tomemos decisiones difíciles y nos ayudará a desarrollar amor y fe verdaderos, aprendiendo a sacrificarnos y disciplinarnos. Nuestras habilidades mejorarán y nos brindarán satisfacción, gozo y felicidad. Por medio de una comunicación continua con nuestro Padre Celestial, una oración constante en nuestro corazón para guiarnos en las pequeñas pero innumerables decisiones de nuestra vida, sentimos la dulzura del yugo de Cristo y en esa forma seremos guiados a vivir nuestra vida siguiendo Su senda y no la del mundo. Tal como El lo expresó:

«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

. . . porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» (Mateo 11:28, 30.) Los hombres del mundo se sienten seguros al preguntar: «¿Acaso no creemos todos en el mismo Dios?» La respuesta a dicha pregunta es «No». El impostor ha iniciado toda clase de filosofías y religiones para descarriar a la gente, para hacer que el hombre se sienta feliz y seguro con sus justificaciones mundanas y su iniquidad; él desea que olvidemos que un día tendremos que comparecer ante el juicio de Cristo e informar de nuestros hechos y palabrasl. E Salvador dijo:

«Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.» (Mateo 12:36.)

Estamos viviendo en los gloriosos días del cumplimiento, anhelosamente esperados por profetas de la antigüedad como Enoc, Isaías, Daniel, Pablo y muchos otros. Por medio de su Profeta, Cristo está desenmascarando en nuestros días la obra del embaucador de todas las épocas.

Los discípulos de Cristo, los Santos de los Ultimos Días, bajo la dirección del Profeta, Spencer W. Kimball, están tomando la iniciativa de mostrar al mundo los frutos de un modo correcto de vida, el que enseña el Evangelio de Jesucristo. Testificamos con los ángeles que estos son los días de amonestación a todas las naciones de la tierra y que se acerca el tiempo en que será demasiado tarde para cambiar. Testificarnos con las palabras de Amulek, un Profeta del Libro de Mormón:

«Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe . . . ejecutar su obra.

Y como os dije antes, ya que habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; . . .

Porque si habéis demorado el día de vuestro arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo que os sellará como cosa suya; por tanto, se retira de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y éste es el estado final del malvado.» (Alma 34:32-23, 35. )

Los poderes salvadores del sacerdocio operan sólo a través de la rectitud de las personas. Así como se profetizó desde los tiempos antiguos, estos poderes funcionan por medio de los inocentes y puros de corazón. Para enseñar por medio de este poder, se han enviado 30,000 misioneros en busca de aquellos que están tratando de encontrar los principios eternos de verdad que han estado esperando durante toda su vida. Cientos de miles de poseedores del sacerdocio y de mujeres testifican día a día a través de su recto vivir, su ejemplo y sus testimonios, que han sido sellados por el Espíritu Santo con el conocimiento de que estas cosas son verdaderas, y que el reino de Dios está preparándose para la segunda venida del Salvador.

Con gran regocijo en estos últimos días los discípulos de Cristo están aprendiendo a aceptar las palabras reveladas por el profeta José Smith:

«Porque, en verdad, el pregón tiene que salir de este lugar a todo el mundo, y a los cabos mas distantes de la tierra; tiene que predicarse el evangelio a toda criatura, y las señales seguirán a los que creyeren.» ( D. y C. 58:64.)

En estos últimos días esta obra está cumpliendo la profecía de Enoc, el séptimo Profeta desde Adán, registrada en La Perla de Gran Precio:

«Y enviaré justicia desde los cielos y haré brotar la verdad de la tierra para testificar de mi Unigénito; su resurrección de los muertos, sí y también 1a resurrección de todos los hombres, y haré que la justicia y la verdad aneguen la tierra como un diluvio, a fin de recoger a mis escogidos de las cuatro partes de la tierra a un lugar que yo he de preparar, una Ciudad Santa, para que mi pueblo ciña sus lomos y espere el tiempo de mi venida; porque allí estará mi tabernáculo, y se llamará Sión, una Nueva Jerusalén.» (Moisés 7:62.)

Mis amadoshermanos, os testifico que éste es el día del establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra, os digo que nadie podrá ser capaz de escapar a la decisión de aceptar a Dios tal como El es, y no como las filosofías del mundo han dicho que es. Sé que esta es la obra del Dios viviente, obrando por medio de un Profeta, el presidente Spencer W. Kimball. Humildemente digo esto en el nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén.

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