Qué ofrece nuestra iglesia?

Conferencia General Abril 1980logo pdf
¿Qué ofrece nuestra iglesia?
por el presidente Harold G. Hillam
de la estaca de Idaho Falls Sur

Harold G. HillamPoco después que una represa se rompió e inundó unas cuantas poblaciones del este del Estado de Idaho, se me pidió que hablara en representación de la Iglesia a un grupo de personas que trabajaban en agencias encargadas de solucionar los problemas ocasionados por cualquier tipo de catástrofe.  Entre ellos se encontraban representantes de las agencias gubernamentales de la ciudad, el condado, el estado y el gobierno federal estadounidense, junto con voluntarios de varias organizaciones civiles y religiosas.  Se me había pedido que hablara acerca de cómo estaba preparada la Iglesia Mormona para enfrentar emergencias.

En realidad ellos ya se habían dado cuenta de cómo había reaccionad la Iglesia ante la inundación.  Sabían que los almacenes del obispo se habían preparado, casi inmediatamente, para enviar camiones repletos de provisiones y tan sólo aguardaban los pedidos de los líderes locales del sacerdocio de la zona afectada.  Habían visto cómo las Industrias Deseret habían restaurado el orden en medio del caos ocasionado por la gran cantidad de donaciones de ropa y calzado que habían recibido de todo el país y que habían sido descargadas y amontonadas en pilas heterogéneas. Muy pronto esta organización tenía todo clasificado, limpio, planchado, ordenado y listo para que los necesitados pudieran escoger lo que precisaban.

Sin duda habían podido observar cómo los hermanos de los Servicios Sociales estaban listos para ayudar a las personas que necesitaban apoyo moral y emocional luego de haber pasado por tamaña catástrofe. Debido a la inundación se perdieron muchos empleos, y se crearon muchos otros.  El Servicio de Empleos de la Iglesia se mantenía ocupado tratando de conseguir trabajo a los que lo necesitaban y empleados para las compañías que los requerían.

Se enteraron, al igual que la gente de todo el mundo, como miles de voluntarios, pagándose sus propios gastos, llegaron de todas partes para contribuir al proyecto de limpieza.

Al principio se necesitaron tractores comunes y tractores con palas para ayudar en la limpieza y se solicitaron a las estacas que no habían sido afectadas por el desastre.  Poco después un líder encargado del programa de bienestar de una de las estacas llamó y nos dijo que estaban listos para traernos ciento cincuenta.  Le contesté que estaríamos más que contentos si nos trajeran veinte.

Cuando solicitamos la ayuda de unos ciento cincuenta electricistas para conectar la electricidad en los hogares en donde se habían dañado las instalaciones a causa de la inundación, ¡vinieron más de cuatrocientos cincuenta respondiendo al llamado!  Esta clase de devoción fue demostrada una y otra vez durante el proceso de rehabilitación y reconstrucción.

Era evidente que este grupo al cual me dirigía, al igual que muchísimos otros, estaba al tanto de lo que había sucedido, pero me preguntaba si sabrían lo que sucede todos los días en nuestra Iglesia, la cantidad de personas que reciben ayuda de una forma u otra cuando la necesitan.

Por ejemplo, el caso de una jovencita que, viéndose enfrentada a un problema sumamente difícil, recibió comprensión, consuelo y cariño de las personas encargadas de los Servicios Sociales, y gracias a ello se evitó que cometiera un error aún mayor, haciéndola entender que en lugar del aborto, tan aceptado por la sociedad actual, existen otras formas de solucionar ese problema en particular.

Me preguntaba si sabían de los buenos matrimonios que han tenido la oportunidad de adoptar bebés gracias a los Servicios Sociales de la Iglesia, y de los muchos otros servicios que presta esta agencia.

Con seguridad la mayoría de ellos no comprendía la obra que realizan las Industrias Deseret y la forma en que ponen en práctica el principio de la ley de consagración por medio de la cual podemos donar lo que no necesitamos, y aquellos que desean tomar parte activa en la sociedad, a pesar de sus impedimentos físicos o mentales, tienen la oportunidad de trabajar.  Tal vez no supieran que las Industrias Deseret están abiertas a todo público v venden mercadería a bajo precio ayudando así a los que se ven afectados por la inflación económica.

Un día que iba a reunirme con el comité de operaciones locales, llegué temprano a una de las tiendas de las Industrias Deseret y comen¬zaba a recorrerla cuando me llamó la atención uno de los sobretodos hecho de pura lana y de corte inglés que vi colgado.  Pensé comprármelo si me servía.  El precio marcado era de sólo $4.75 dólares: tan económico que no sólo pude comprarlo sino también pagarlo al contado.  Cuando me lo probé para mostrárselo a mi esposa descubrí en uno de los bolsillos unas cuantas estampillas de un centavo que no habían sido dañadas por la limpieza en seco.  Los coleccionistas tal vez pagaran por ellas más o menos lo que yo pagué por el sobretodo.  Creo que probablemente fui la única persona que no sólo hizo una buena compra sino que recibió algo extra e inesperado.

Este grupo de personas a quien hablaba seguramente no sabía lo que un obispo le contestó a un padre de familia que vino a decirle que había perdido su trabajo y que necesitaba que la Iglesia los mantuviera: «Lo que tú necesitas es un trabajo y has venido a solicitarlo al lugar apropiado».  De esta manera este sabio obispo le ayudó a darse cuenta de la importancia del trabajo y además pudo ayudarlo porque el encargado de empleos del barrio tenía a su disposición los nombres de las personas que necesitaban empleados dentro de su estaca, y a través de la agencia de empleos, también los de toda la zona.  Si no hubieran podido encontrar trabajo en alguna empresa privada, ese mismo encargado de empleos del barrio le hubiera ayudado al obispo a encontrar, dentro de la Iglesia, un trabajo remunerado para este hermano.  De este modo, este determinado padre de familia conservaría el respeto por sí mismo al poder trabajar para pagar la ayuda que recibía en comestibles y otros artículos de primera necesidad que el obispo le proporcionaría.  Todos los miembros pueden valerse de este sistema de localización de empleos cuando necesitan uno que los ayude a progresar económicamente.

Estas personas interesadas a quienes yo hablaba, deseaban saber qué es lo que nuestra Iglesia puede hacer en una catástrofe; pero ésos no son los únicos casos en los que se necesita ayudar: en la vida de todos surgen a veces dificultades, tropiezos, tristeza y aun desastres que para ellos tienen tanta importancia y merecen nuestra ayuda tanto como los que pasaron las personas de Idaho, las víctimas del terremoto de Guatemala y las de las inundaciones de California.

Yo hubiera querido decirles que en la Iglesia, no sólo estamos preparados para socorrer a las víctimas de serias calamidades, sino que el plan del Señor provee lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada uno de nosotros y la forma en que podemos ayudarnos mutuamente.

Todos nosotros tenemos a nuestra disposición el plan de bienestar para ayudarnos a asistir a aquellos que lo necesitan.

Os testifico que estamos trabajando para el Señor y ruego que podamos esforzarnos en cumplir con nuestras mayordomías para que Su trabajo sea hecho de acuerdo con Su voluntad.

El servicio que rindamos dentro del Plan de Bienestar nos ayudará a progresar para estar preparados cuando llegue el día en que se nos bendecirá con la oportunidad de poner en práctica la ley de consagración.

Ruego que podamos cumplir con nuestras responsabilidades; lo pido en el nombre del Creador de este plan, Jesucristo.  Amén.

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