Una obra maravillosa y un prodigio

Conferencia General Abril 1980logo pdf
Una obra maravillosa y un prodigio
por el élder Ezra Taft Benson
Presidente del Consejo de los Doce

Ezra Taft BensonSiete siglos antes del nacimiento de Cristo, Isaías previó y predijo la restauración del Evangelio de Jesucristo en los últimos días, declarando que sería un prodigio grande y maravilloso para toda la humanidad (Isaías 29:14). Cuando Jesús apareció a los nefitas, confirmó la profecía de Isaías con las siguientes palabras: «. . . hará el Padre, por mi causa, una obra que será grande y maravillosa» entre los habitantes de la tierra de América en los últimos días. (3 Nefi 21:9.)

E1 6 de abril de 1830, en el Estado de Nueva York, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días tuvo sus principios en esta dispensación, un comienzo que pasó inadvertido para el mundo. Un grupo pequeño de hombres y mujeres, incluyendo al profeta José Smith, se reunieron en la casa de

Pedro Whitmer (padre) para testificar y participar en la organización oficial de la Iglesia. Hoy día hay más de cuatro millones y medio de miembros distribuidos en ochenta y un países. Ahora reflexionamos en estos 150 años de la historia de la Iglesia y exclamamos como Isaías: «¡ciertamente esta es una obra maravillosa y un prodigio!»

De la misma manera se predijo que la Iglesia de Jesucristo tendría un principio insignificante y después gozaría de un progreso extraordinario. Jesús, para describir los primeros días de su Iglesia, usó la comparación de la semilla de mostaza; pero declaró que esa semilla tan insignificante se convertiría más tarde en un árbol muy grande y que muchos encontrarían refugio en sus ramas (Mat. 13:31-32).

El profeta Daniel describió los principios y el destacado crecimiento de la Iglesia como una pequeña piedra que se convertiría en una enorme montaña y llenaría toda la tierra (Daniel 2:34-35, 44)

En muchas ocasiones, cuando los hombres han tratado de valorar la Iglesia en determinado período de tiempo, no han podido ver su progreso y potencial. Su crecimiento, así como el crecimiento de la hierba y los árboles, ha sido casi imperceptible al ojo humano; pero poco a poco, línea por línea, precepto por precepto, la Iglesia ha madurado.

A1 mismo tiempo en que se iniciaba el desarrollo de la Iglesia, existía un espíritu de oposición y persecución. Fuera cual fuera el lugar en que se plantara la pequeña «semilla de mostaza», se hacía todo lo posible para impedir su crecimiento. A pesar de todos los esfuerzos que se hicieron para destruir la obra, incluyendo el asesinato del profeta José Smith y su hermano, la Iglesia prosperó y creció. Hubo algunos que pensaron que con la muerte de los mártires, José y Hyrum, la Iglesia fracasaría; pero no se dieron cuenta de lo profetizado por Daniel: que el reino en estos últimos días jamás será destruido» (Daniel 2:44).

Poco antes de la muerte del Profeta, Brigham Young declaró:

«El reino se ha organizado y aunque todavía no es más grande que un grano de mostaza, la pequeña planta está en condiciones de florecer. » (History of the Church, 6:354.)

Así como Daniel lo profetizó, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días es un reino espiritual. «. . . de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano» (Dan. 2:45), da a entender que se había iniciado por medio de la intervención de Dios; no es sólo una institución humana más. No hay otras organizaciones ni iglesias que atribuyan su organización a la declaración de que fueron enviados por Dios mensajeros de los cielos con la autoridad y el poder de restaurar a los seres humanos las ordenanzas y llaves que se perdieron durante la apostasía.

La Iglesia ha sobrevivido el exilio de cuatro estados de los Estados Unidos, el hostigamiento y la persecución de sus miembros, la orden de exterminación de un gobernador, la ejecución de su Profeta, la privación de sus derechos civiles y la persecución continua de sus líderes y miembros. Esto es lo que la Iglesia soportó y sobrevivió durante los primeros sesenta años de su historia, y fue por causa de esa adversidad, aflicción y pobreza que obtuvo fortaleza y madurez. Ya para el tiempo en que Joseph F. Smith —hijo de Hyrum, quien era hermano del profeta José— fue llamado como Presidente, pudo decir: «Hemos pasado por las etapas de la infancia . . . y en verdad estamos llegando a la madurez . . .» (Conference Report, abril de 1909, pág. 2.)

La oposición a la Iglesia no cesó con el siglo veinte, pero gradual-mente la gente se dio cuenta de cuál es nuestra verdadera posición, en lugar de creer lo que nuestros enemigos dicen acerca de nosotros. Nuestros jóvenes mormones lucharon en dos guerras mundiales y fueron reconocidos por sus normas y principios morales. Durante los años 30, de la gran depresión en los Estados Unidos, la Iglesia llegó a ser reconocida por su independencia y autosuficiencia, y por el cuidado que brindó a sus miembros. Durante todo este siglo los Santos de los Ultimos Días se han distinguido en el campo de la ciencia, la educación, la medicina, los negocios y otras profesiones.

La obra misional tuvo una gran cosecha de conversos en todo el mundo; las semillas que se plantaron en otros países como misiones se convirtieron en estacas. Ciertamente, Sión se ha puesto sus bellas ropas y sus fronteras se han extendido (D. y C. 82:14). Cuando Joseph Fielding Smith, hijo del presidente Joseph F. Smith, fue sostenido como Presidente de la Iglesia, declaró:

«Estamos llegando a la madurez, no sólo como Iglesia sino también como pueblo. Hemos logrado la importancia y la fortaleza que nos permiten cumplir con la comisión que Dios nos dio por medio del profeta José Smith, de llevar las buenas nuevas de la restauración a toda nación y a todo pueblo.» (Conference Report, 27 de agosto de 1971, pág. 5.)

Dos años después, el sucesor del presidente Smith, el presidente Harold B. Lee, dijo:

«Hoy somos testigos de la demostración de que la mano del Señor está en medio de sus santos, los miembros de la Iglesia. Nunca en esta dispensación, y tal vez jamás en ningún otro tiempo, ha habido tal sentimiento de urgencia entre los miembros de la Iglesia, como ahora. Sus fronteras se están extendiendo, sus estacas se están fortaleciendo . . . Ya no podrá pensarse en esta Iglesia como en la `Iglesia de Utah’, o como la `Iglesia norteamericana. » (Liahona, octubre de 1973)

Hace un año, nuestro amado presidente Kimball desde este púlpito declaró:

«Desde la última vez que nos reunimos hace seis meses en la Conferencia General hemos sido testigos de un gran desarrollo y expansión del reino del Señor.

Hemos establecido nuevas misiones que cubren gran parte del mundo, y ahora dirigimos con más diligencia nuestra atención al día en que podamos compartir el evangelio con los hijos de nuestro Padre que se encuentran detrás de las llamadas `cortinas de hierro y de bambú’. Debemos prepararnos para cuando nos llegue esa oportunidad; la importancia de estar preparados es primordial para nosotros, y ese día puede llegar más rápidamente de lo que pensamos.

El número de estacas. . . aumenta cada año en aproximadamente cien estacas nuevas.

Con vosotros, mis hermanos, me regocijo en las evidencias estadísticas del progreso y desarrollo que tienen lugar en Sión.» (Liahona, agosto de 1979, pág. 4.)

Sí, ahora que nos damos el gusto de reflexionar después de 150 años de existencia, nos regocijamos y declaramos que el progreso ha sido maravilloso. Agradecemos al Señor sus bendiciones tan misericordiosas, y no vacilamos en atribuir el éxito y progreso de la Iglesia a su omnipotente dirección.

Pero ahora . . . ¿qué nos espera en el futuro?

Sin duda alguna, esperamos progreso adicional: crecimiento y aumento de espiritualidad. Nuestros misioneros cubrirán la tierra con el mensaje de la restauración; veremos la edificación de templos en cada nación en la cual el evangelio se esté predicando, y éstos simbolizarán la verdad de que las familias, tanto de los vivos como de los muertos, se pueden ligar en amor y una asociación familiar eterna. Pero también debemos recordar que los esfuerzos para obstruir la obra siempre se harán sentir.

En 1845, el Quórum de los Doce expidió una epístola a todos los dirigentes de las naciones en el mundo. De uno de sus párrafos cito lo siguiente:

«Conforme esta obra progresa y se convierte más y más en un objeto de interés político y religioso, ningún rey, gobernante o magistrado, ninguna comunidad ni individuo podrán permanecer neutrales. En un tiempo u otro todos recibirán la influencia de un espíritu o del otro; y estarán, o a favor o en contra del reino de Dios . . .» (Messages of the First Presidency, Salt Lake City, Bookcraft, 1965-75; 1:257.)

Ese día ha llegado. La oposición es y será lo que los miembros recibirán en toda época. En el pasado se nos ha señalado con el dedo burlándose de nosotros y eso esperaremos en lo futuro; también esperamos ver a personas que ocupen altos puestos defendiendo a la Iglesia; y habrá aquellos «faraones» que no conozcan ni a José ni a sus hermanos. La semilla que se plantó y regó en 1830 ha madurado hasta convertirse en un árbol muy grande para que todos lo vean. Algunos buscarán el refugio de su sombra durante el calor del día; pero ninguno será neutral en la evaluación de su fruto.

La Iglesia continuará su oposición en contra del error, la falsedad y la inmoralidad. Su misión es la de proclamar el mensaje de salvación y claramente delinear la senda hacia una esfera exaltada. Nuestra misión es la de preparar a la humanidad para la segunda venida del Señor. Conforme el mundo se aleja de Dios, de las normas de la virtud y del honor, esperamos que haya oposición hacia la obra de la Iglesia. Podernos esperar ver el momento tal como el Libro de Mormón lo pronostica, cuando «reunía las multitudes . . . para combatir contra el Cordero de Dios» (1 Nefi 14:13). El poder de Dios y la rectitud de los santos serán los medios por los cuales la Iglesia se salvará. (1 Nefi 14:14, 15.)

Nunca en los 150 años de nuestra historia ha existido mayor necesidad de contar con la fidelidad de nuestros miembros. Para todos aquellos que proclaman ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, hoy es el día de permanecer firmes y mostrar su lealtad al reino de Dios. Esto no se puede lograr censurando o siendo sólo un espectador pasivo. Ahora es cuando debemos contestar al grito de batalla de nuestros padres:

«¿Quién sigue al Señor?
Hoy ya se deja ver;
Clamamos sin temor
¿Quién sigue al Señor?»
(Himnos de Sión, 127)

Apelo a todos los poseedores del sacerdocio inactivos que, por razones que sólo vosotros mismos conocéis, os habéis alejado de los quórumes y de la Iglesia; habéis formado nuevas afiliaciones, y algunos habéis perdido el interés en la Iglesia y ya no observáis sus normas. Desafortunadamente, en muchos casos vuestra familia ha seguido vuestra senda y el ejemplo que le habéis dado. Hermanos, cuando fracasamos y no somos fieles a los convenios del sacerdocio, el precio que pagamos tanto nosotros como nuestros seres amados muy bien podría titularse «El alto costo de una vida perdida». ¡Qué bendición seríais para vuestras esposas e hijos si estuvierais viviendo de acuerdo con los convenios! ¡Hermanos del sacerdocio, necesitamos vuestro apoyo, asociación y fuerza! No abandonéis la causa de Dios en el momento en que el conflicto es más inminente. Que vuestro lema sea el axioma del presidente John Taylor: «¡El Reino de Dios, o nada!» (Journal of Discourses, 6:26).

Os rogamos que abandonéis los hábitos que no os permiten asociaros con vuestros hermanos; que os alejéis de las cosas mundanas y renovéis vuestros convenios. Si tenéis discordias con vuestro prójimo, id a él, o a vuestros líderes del sacerdocio, y tratad de resolverlas. No permitáis que los desacuerdos corrompan vuestra alma y os pongan en contra de la Iglesia. Encontraréis a vuestros líderes con los brazos abiertos, esperándoos para daros la bienvenida y hermanaros. Vosotros sois nuestros hermanos en el sacerdocio, y os amamos. Hermanos y hermanas, sed fieles a la Iglesia y firmes en vuestros llamamientos. Observad los mandamientos y Dios os bendecirá y preservará en los días difíciles que están por venir.

En la celebración del centenario de la Iglesia, el presidente Heber J. Grant dio un sabio consejo a los santos: «Dejad de hacer lo malo y haced lo bueno. Visitad a los enfermos, consolad a los que tienen pesares, vestid al desnudo, alimentad al hambriento, cuidad a las viudas y a los huérfanos. Observad la Palabra de Sabiduría que el Señor ha revelado, y manteneos limpios de los pecados del mundo. Pagad los diezmos y ofrendas, y el Señor abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendiciones hasta que sobreabunden. Sed obedientes a las leyes de Dios y a las leyes civiles de los países donde residís, sostened y honrad a todos aquellos que han sido elegidos para administrar estas leyes.» (Messages of the First Presidency, 5:286.)

Hoy os damos ese mismo consejo a todos.

Este es el reino espiritual de Dios, progresando en su curso divino para llenar toda la tierra, verdaderamente «¡una obra maravillosa y un prodigio!» Recordamos la profecía del profeta José Smith al reflexionar sobre nuestro pasado y futuro, palabras de las cuales yo testifico que son verdaderas: «Ninguna mano impía puede detener la obra del progreso; la persecución puede encarnizarse, el populacho puede combinarse, los ejércitos reunirse, la calumnia difamar; pero la verdad de Dios saldrá intrépida, noble e independiente, hasta que haya penetrado cada continente; visitado cada clima; barrido cada país y resonado en cada oído; hasta que los propósitos de Dios se cumplan y el Gran Jehová diga que la obra esta hecha.» (History of the Church, 4:540.)

Esta obra es verdadera; humildemente testifico de ella a todo el mundo.

Que el Señor nos bendiga para que seamos fieles y valientes, dando nuestra primera consideración a Dios y a su reino. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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