Conferencia General Octubre 1980
La mejor época
Elder George P. Lee
del Primer Quórum de los Setenta
El autor Charles Dickens escribió:
Fue la mejor época; así como la peor,
Fue la era de la razón; así como la de la locura,
Fue el siglo de luz; fue el siglo de la obscuridad
Lo tuvimos todo ante nosotros; mas no tuvimos nada.
(Charles Dickens,»Historia de dos ciudades»)
Esta descripción de su época nos recuerda algunas de las condiciones de la nuestra. Vivimos en una gran época de milagros y maravillas; tenemos un mejor nivel de vida y mas educación a nuestro alcance que cualquier otra generación pasada, gozamos de las comodidades mas grandes y de los lujos mas finos; tenemos mas bienes y mejores servicios que cualquier otro pueblo haya podido tener. En verdad vivimos en la mejor de las épocas.
Sin embargo, esta es también la peor de las épocas. Nos enfrentamos a problemas mayores y a los peligros mas grandes que el hombre haya enfrentado: la delincuencia, el crimen, las guerras destructivas, la inmoralidad y otros pecados aun mayores. Graves disturbios están afectando la naturaleza; la nuestra probablemente sea la época mas inicua.
Una de las condiciones que la señalan como la mejor de todas es el hecho de que hay mas que hacer que nunca, y que tenemos la oportunidad de convertirnos en una gente obediente a los mandamientos del Señor.
La responsabilidad mas importante que el Señor nos ha dado es la de sacar el mayor provecho de nuestra vida. A fin de alcanzar nuestro potencial debemos primeramente desligarnos de aquellas cosas que nos hacen detenernos, y luego podremos dirigirnos hacia nuestras metas a un paso mas rápido. Si hacemos de la época peor la mejor, estaremos dirigiéndonos directamente al cielo; pero si hacemos de la mejor época la peor, estaremos retrocediendo. Todos sabemos y estamos conscientes de los milagros, las enseñanzas y las doctrinas del Señor. A pesar de que conocemos su ejemplo, a veces nos encontramos muy lejos de seguirlo. Vivimos en la mejor de las épocas y, aun así, puede que estemos muy alejados de Sus enseñanzas y doctrinas.
Las Escrituras claramente comparan nuestra época con la de Noé, cuando la gente de aquellos tiempos trajo sobre si su propia destrucción. Cada uno de nosotros debe comprender con toda claridad que tanto los problemas de entonces como los nuestros son causados por nuestra pobre relación con el Señor. Desde un principio El ha tratado de que el hombre siga el consejo divino para lograr la paz, la prosperidad y la felicidad de todos. Infelizmente, la respuesta del hombre a Sus esfuerzos casi siempre ha sido negativa; continuamos insistiendo en nuestro propio plan y sabiduría, desviándonos unos a otros.
Jeremías escribió:
«Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.» (Jeremías 17:5.)
Tanto el pasado como el presente muestran una gran falta de habilidad para resolver nuestros propios problemas. Mas que nunca necesitamos la dirección del Señor. Jesús lo diagnostico con estas palabras:
«Hipócritas, bien profetizo de vosotros Isaías, cuando dijo:
Este pueblo de labios me honra; mas su corazón esta lejos de mi. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.» (Mateo 15:79.)
Y luego nos dice:
«Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió». (Juan 7:16.) Algunas de estas doctrinas y enseñanzas que nos dio son las respuestas a los problemas, tanto de su época como de la nuestra, y tienen que ver con la fe, el arrepentimiento, la honradez, la oración, el bautismo, la moralidad, el Espíritu Santo, la salvación de los muertos, la importancia de las relaciones familiares, y la necesidad que cada uno de nosotros tiene de trabajar para adquirir su propia salvación y de ayudar a otros a hacerlo. El nos dio la clave para la solución de cada problema que pudiéramos tener; sin embargo su doctrina no fue bien aceptada por la gente de su época, ni de la nuestra y cayo en oídos sordos. La gente de Su época y nosotros, los que vivimos en la ultima dispensación del cumplimiento de los tiempos, escogimos seguir las falsas doctrinas de los hombres. La practica de reemplazar las doctrinas ensenadas por el Señor por aquellas de los hombres ha sido muy común y dañina.
Hoy en día en algunos estados de los Estados Unidos existen escuelas donde es en contra de la ley hablar acerca de Dios. En estas escuelas, no se debe leer la Biblia, no se pueden cantar villancicos, y las oraciones están prohibidas porque se puede ofender a alguno. Se puede enseñar el ateísmo, pero no la palabra de Dios
El pecado y la perversión de la cual el Señor vino a liberarnos están, en muchos lugares, por toda nuestra nación y por el resto del mundo; en todo momento es muy alto el porcentaje de crímenes, al igual que el pecado y la inmoralidad entre la juventud. Jesús vino para ser nuestro ejemplo; vivió una vida libre de pecado y nos brindo un modelo de rectitud. Su sencillo mensaje fue, «SÍGUEME»; nos pidió que le siguiéramos en sus enseñanzas, en su rectitud, en su amor hacia otros. Infortunadamente, muchos no le han seguido, sino que han preferido seguir a aquellos que no dan cabida a Sus enseñanzas, milagros y doctrinas. Muchos no tienen un lugar para el Señor porque su vida esta cargada de pecado y placeres. Otros se han hecho tiempo para procurarse comodidades físicas y para expandir sus oportunidades educativas; sin embargo, a El le han echado fuera. Algunos han encontrado tiempo para trabajar mas horas a fin de acumular posesiones materiales; incluso hay muchos que se han dedicado a multiplicar sus lujos y aumentar su tiempo libre, de manera de poder utilizarlo en mas deportes y diversiones; pero no han hecho un lugar para El. Han encontrado formas de violar el día de reposo, y, sin embargo, no tienen tiempo para el Salvador del mundo, nuestro Redentor y Maestro.
Hoy en día, el Señor esta tratando de lograr nuestra atención por medio de las palabras de los profetas, de las Escrituras, de su Espíritu, del testimonio de padres, amigos y maestros fieles; pero aun no encontramos lugar para El. No tenemos lugar para Sus enseñanzas y doctrinas porque muchos de nosotros buscamos una religión de conveniencias; una que no demande tiempo, que no cueste dinero, no requiera ningún esfuerzo y que se amolde a nuestra vida sin exigir ningún cambio de nuestra parte. Con razón el Señor dijo
«. . . Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza’. (Mateo 8:20.)
Mientras observamos a nuestros gobiernos luchar sin esperanza con los grandes problemas actuales, quizás deberíamos echar una mirada para ver la manera en que el Señor los manejaría. El mundo en general trata de dar solución a los efectos que causan los problemas, mientras que el Señor ataca sus raíces; El busca medidas preventivas, el hombre ataca el problema después que ha surgido. La solución del hombre para el problema del crimen es tener una mejor fuerza policial, cerraduras mas seguras en las puertas, prisiones y centros de rehabilitación mas grandes, y mas armas. Sin embargo, la solución del Señor es: Ama a tu prójimo como a ti mismo, y actúa para con los demás en la misma forma en que te gustaría que actuaran contigo.
La respuesta del hombre a la pobreza es la asistencia social a través de bonos canjeables por alimentos, subsidios, programas de viviendas construidas por el gobierno N cosas similares. La respuesta del Señor es enseñar la autosuficiencia para ayudar a la gente a ayudarse a si misma. Las medidas que toma el hombre para resolver los problemas de la inmoralidad son las píldoras anticonceptivas, los hogares para madres solteras las clínicas especializadas en enfermedades venéreas la educación sexual en las escuelas y los consejeros especialistas en divorcios. La respuesta del Señor para este problema es enseñar las virtudes de la castidad, el amor y la pureza. E s muy posible que las soluciones que ofrece el Señor a los problemas actuales no ocupen un lugar de primera plana en las noticias; sin embargo, Su manera de resolver los problemas tendría éxito y revolucionaría nuestro mundo.
Pablo intento enseñar a los efesios la manera de ser buenos cristianos y buena gente. Nosotros también podemos aprender de esa lección:
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios . . .
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. ‘ (Efesios 6:10, 11, 14, 17.)
Esto no es solo un buen enojes para todos, sino que también es una gran formula para obtener el éxito. Es una gran filosofía de vida, de la cual todos necesitamos si queremos ser capaces de resolver los problemas que tenemos en la actualidad. El intento del hombre de resolver sus problemas por medio de las leyes, el soborno. La fuerza o la educación siempre ha fracasado. Todos pueden ser resueltos fácilmente solo con que regrese a la verdadera religión de Cristo. Como miembros de su verdadera Iglesia, debemos guiar a los demás en la lucha por la salud v la fuerza. Dios y la patria, la ley v el orden, la industria y el valor, la verdad y la rectitud, ayudándonos mutuamente.
Necesitamos dedicar parte de nuestro tiempo para adorar, meditar y desarrollar con el Señor una relación mas cercana. Necesitamos familiarizarnos con Sus enseñanzas. Necesitamos alimentar nuestro corazón con cosas espirituales, ser mas prácticos y comenzar a pensar hoy como Jesús pensaba. Podemos fijar en nuestra mente los propósitos de nuestro Padre Celestial y anidar en nuestro corazón la comprensión de sus vías; podemos abrir la puerta de nuestra alma y hacer lugar para que el Señor entre en ella. Aun las puertas del corazón se pueden abrir desde adentro; y es desde allí que debe venir nuestra invitación para que el Señor entre. Siempre debemos tener presente el inspirado consejo del profeta Job:
«Vuelve ahora en amistad con el, y tendrás paz». (Job 22:21.)
El Señor aun esta diciéndonos lo que una vez declaro en su época:
«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.» (Ap. 3:20-21.)
Mi oración es que hagamos de la peor época la mejor de todas, haciéndole un lugar al Redentor del mundo en nuestra vida personal. Os testifico que El es el pan viviente que descendió del cielo; es el Mesías prometido y el Salvador de la raza humana; El es el Juez Eterno del alma del hombre, y el Conquistador de la muerte y el pecado; El es nuestro Libertador, es nuestro Todo porque lo dio todo por nosotros; es nuestra salvación del dolor y el pecado. El es Jesucristo y vive. Lo testifico en su nombre. Amén.
























