Los servicios de bienestar: El programa del Salvador

Conferencia General Octubre 1980logo pdf
Los Servicios de Bienestar: el programa del Salvador
Presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia

Marion G. Romney«Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí . . . porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» (Mateo 11:2830.)

De ese modo, Jesús prometio renovación espiritual y alivio físico a todos los que obedecieran su evangelio.

«Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.» (Mateo 9:35.)

Respondiendo a las preguntas de dos de los discípulos de Juan Jesús dijo:

«Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.

Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.» (Mateo 11:45.)

Todos los que están familiarizados con el ministerio terrenal del Señor parecen llegar a la conclusión de que, como lo dijo el presidente J. Reuben Clark, «cuando el Salvador vino a la tierra tenia dos grandes misiones; una era cumplir con su obra de Mesías. Llevar a cabo la redención de la caída . . . la otra, la obra que realizo entre sus hermanos (y hermanas) en la carne aliviando sus sufrimientos . . . Dejó como patrimonio a aquellos que habían de venir después de él . . . el continuar realizando esas dos grandes obras: la de aliviar los males y los sufrimientos de la humanidad, y la de enseñar las verdades espirituales que nos han de llevar nuevamente a la presencia de nuestro Padre Celestial» (Conference Report del 4 de abril de 1937).

Estoy convencido de que debemos continuar su obra de auxiliar a aquellos que estén en necesidad tanto de cosas espirituales como de cosas temporales. Hace ya largo tiempo entendí que la obra que vosotros y yo llamamos Servicios de Bienestar es la obra del Salvador. Este plan de bienestar es su plan; los principios que lo rigen son sus principios; el espíritu que lo alienta es su Espíritu; El es quien nos manda a ayudarnos los unos a los otros. Su evangelio nos manda que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 19:19).

«…si hacéis esto», como lo dijo el rey Benjamin, «siempre os regocijaréis, y seréis llenos del amor de Dios y siempre retendréis la remisión de vuestros pecados…

Y no tendréis deseos de injuriaros el uno al otro, sino de vivir pacíficamente y dar a cada uno según lo que le corresponda.

Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos o desnudos, ni consentiréis que quebranten las leyes de Dios . . .

Mas les enseñaréis a andar por las vías de verdad y cordura; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro.

Y además, vosotros mismos socorreréis a los que necesiten vuestro socorro; impartiréis de vuestros bienes al necesitado . . .»

Prosiguió el rey Benjamin, «y ahora por el bien de estas cosas que os he hablado, es decir, por el bien de retener la remisión de vuestros pecados de día en día, a fin de que andéis sin culpa ante Dios, quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades.» (Mosiah 4:1216, 26)

¿Queda lugar a dudas en cuanto a nuestra obligación en este programa? ¿Hay alguna duda de que la remisión de los pecados depende del que nos ayudemos los unos a los otros? Si creemos en estas enseñanzas, si profesamos seguir al Salvador y a sus profetas, si queremos ser fieles a nuestros convenios y tener el Espíritu del Señor en nuestras vidas, tenemos que hacer las cosas que El hizo. El fue quien dijo:

«De cierto, de cierto os digo: El que en mi cree, las obras que yo hago, el las hará también.» (Juan 14:12.)

Quisiera sugerir varias formas en que, como lideres y miembros (de la Iglesia) podemos y debemos mejorar nuestra obra en este, el servicio de Dios.

Primero: ¡Debemos participar personalmente! A menudo recibimos informes de que algunos de los de nuestro pueblo, y aun algunos de nuestros lideres, prefieren contribuir con dinero en vez de dar de su tiempo y talentos y dedicarse ellos, personalmente. Quisiera recordar a todos que tenemos necesidad de la edificación espiritual que proviene del dar de nosotros mismos y trabajar codo a codo. Es saludable y santificante para el barbero (peluquero), el comerciante, el abogado, el medico, el maestro y el mecánico juntarse, trabajar con el azadón en la misma hilera del sembrado… juntos; orar por la misma lluvia. . . juntos; podar el mismo árbol. . . juntos; y cosechar los mismos frutos . . . juntos.

Si bien nuestras contribuciones financieras son necesarias, nuestro corazón y nuestras manos tienen que laborar juntos a fin de que podamos llegar a esa unidad que se requiere de los santos. El profeta José Smith enseñó:

«Las mas importantes bendiciones temporales y espirituales que siempre resultan de la fidelidad y el esfuerzo unido, nunca vienen por el esfuerzo o empeño individual.» (Enseñanzas del Profeta José Smith)

Segundo: A fin de que podamos trabajar juntos de todo corazón, debemos consultarnos los unos con los otros. Oímos informes de que algunos obispos se sienten obligados a seguir un curso de acción determinado por su presidente de estaca sin su participación o consentimiento. Mientras damos el debido apoyo a nuestros lideres, seria prudente que todos ellos realizaran esta obra con el espíritu de la sección 38: Porque el Señor ha dicho:

«. . . y si no sois uno, no sois míos.» (D. y C. 38:27.)

Muchos de vosotros asignareis un presupuesto de producción anual considerablemente mayor durante el ultimo trimestre de este año. Confío en que todos alberguen buenos sentimientos en cuanto a su asignación gracias a que se habrá aplicado el principio del consentimiento común en todos los niveles del gobierno de los consejos, por medio de los cuales funciona la Iglesia en sus diversos niveles eclesiásticos. Se ha dicho que la familia que ora unida permanece unida; quisiera añadir que el cuerpo del sacerdocio que se consulta en unión ¡tiene éxito en conjunto!

Tercero: Si en nuestra calidad de lideres deseamos contar con el apoyo de aquellos a quienes dirigimos, será conveniente que les demos un informe sobre cómo van las cosas de la mayordomía que se nos ha asignado. Espero que no nos hayamos apartado de la practica de presentar un informe anual de nuestra planta de producción a los hermanos del Sacerdocio de Melquisedec de nuestro barrio o estaca. También confío en que los obispados y las presidencias de estaca estén suministrando algunos informes apropiados a sus respectivos lideres, tanto sobre el progreso logrado como sobre los problemas que hayan encontrado al implantar los Servicios de Bienestar. Tened presente, hermanos, que el volver e informar es el acto final del mayordomo fiel y sensato.

Cuarto: Para terminar, quisiera recordaros que en esta obra vuestras dádivas no os empobrecerán sino que os enriquecerán, He podido comprobar la veracidad de las palabras dirigidas a mi por el élder Melvin J. Ballard cuando me aparto para mi misión en 1920:

«Nadie puede dar un trocito de pan al Señor sin recibir, a cambio, un pan entero.»

El Salvador enseñó que «mas bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35). Por medio de los Servicios de Bienestar de la Iglesia, tanto el dador como el recibidor son bendecidos en forma singular: cada uno para la santificación y la salvación de su alma eterna.

‘Y recordad en todas las cosas a los pobres y necesitados, los enfermos y afligidos», dijo Jesús, «porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo.» (D. y C. 52:40.)

Cuando comprendemos nuestras responsabilidades como discípulos del Señor a la luz de este entendimiento del evangelio, tal vez podamos comprender algo que acepte como verdadero hace tiempo: Que el vivir los principios sobre los cuales se basa el programa de bienestar será el ultimo paso, el coronamiento, de una vida cristiana. El vivir sus principios nos conduce hacia la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13.)

De acuerdo con Amulek, la eficacia de nuestras oraciones dependerá de la forma en que nos ayudemos los unos a los otros. Conforme a las enseñanzas del Salvador mismo, la puerta de la salvación en el juicio final se abrirá con la llave de haber amado a nuestro Prójimo como a nosotros mismos. Como se hace constar en el capitulo 25 de Mateo, cuando el Señor vuelva en su gloria apartara al pueblo «como aparta el pastor ovejas de los cabritos». A los de su derecha dirá:

«Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.» (Mateo 25:34-36.)

Es mi oración que cada uno de nosotros obtenga de esta sesión de la conferencia en el día de hoy una mayor convicción y un entendimiento mas profundo de que el programa de bienestar es la obra de Jesucristo; que el plan de bienestar es Su plan; que sus principios son Sus principios; su espíritu es Su espíritu; que sus logros constituyen la garantía mas segura de paz en esta vida y gloria inmortal en el mundo venidero, en el nombre de Jesucristo. Amen.

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