Conferencia General Octubre 1980
Milagros entre los lamanitas
Elder Gene R. Cook
del Primer Quórum de los Setenta
En la actualidad, estoy viviendo con mi familia en Sudamérica, entre los lamanitas, los hijos de Lehi, el pueblo del Libro de Mormón; un pueblo con grandes promesas. Durante varios años he sido testigo de los milagros espirituales que se han llevado a cabo entre este pueblo
(1) Hemos visto a miles de personas convertirse al Señor, quien les ha puesto sus leyes en la mente y las ha escrito en sus corazones (Hebreos 8:10).
(2) Los hemos visto organizarse en numerosas estacas de Sión.
(3) En verdad hemos visto en ellos el cumplimiento de la promesa de que «florecerán como la rosa» (D. y C. 49:24).
(4) Debido a la fe de este pueblo, hemos prácticamente visto al Señor llevar a cabo milagros entre ellos.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué se están produciendo cambios tan drásticos entre ellos? El prefacio del registro que ellos dieron al mundo, titulado «El Libro de Mormón», indica que este libro ha sido «escrito a los lamanitas, quienes son un resto de la casa de Israel». En el ultimo capitulo del libro, al despedirse el profeta Moroni, les da instrucciones a los lamanitas, y entre ellas menciona las condiciones por medio de las cuales se puede obtener un testimonio de la verdad. Este libro es para todo ser humano; pero de principio a fin esta repleto de profecías concernientes a los lamanitas, indicando que se cumplirían las promesas del Señor a su pueblo. (D. y C. 3:19.) Dichas promesas no fueron dadas exclusivamente para los lamanitas, sino para todas las naciones que poseyeran esas tierras. La tierra fue bendecida, «y así dejaron sobre esta tierra una bendición en sus oraciones; para que quien creyese en este evangelio tuviera sobre esta tierra la vida eterna.» (D. y C. 10:50). «Y el evangelio de Jesucristo será declarado entre ellos; . . . y entonces se regocijaran; porque sabrán que es una bendición para ellos de la mano de Dios; y las escamas de tinieblas empezaran a caer de sus ojos; …» (2 Nefi 30:5, 6). Y aun en nuestros días se nos instruye que «iras a los lamanitas y les predicaras mi evangelio; y si reciben tus enseñanzas, harás establecer mi iglesia entre ellos; …» (D y C. 28:8).
El presidente Kimball ha dicho: «Es un pueblo que . . . pide ayuda. . . a los que tienen la capacidad de impulsar obras y abrir puertas. Es un pueblo que ora por la misericordia, por el perdón, e implora ser miembro del reino debido a las oportunidades que este ofrece de aprender y de participar.»
¡Cómo ha bendecido el Señor a su pueblo! A estos descendientes de la casa de Jacob se han cumplido sus palabras, porque en el campo que una vez fue yermo desolado, ahora se mantienen firmes y ciertamente «florecen como la rosa».
¡Que milagro!
Solamente en Latinoamérica, donde habita parte del pueblo lamanita, hay mas de 600.000 miembros de la Iglesia, con 7.000 bautismos casi todos los meses. En la actualidad hay 181 estacas con casi 2.400 barrios y ramas, y 2.500 misioneros latinoamericanos sirviendo en el campo misional. Hay miles y miles de poseedores del sacerdocio; hay representantes regionales presidentes de misión, patriarcas, obispos, fieles hermanas y devotos niños que son la base de una poderosa generación futura.
Al haber establecido la Iglesia dentro del pueblo lamanita, estos descendientes de Lehi han aprendido mucho de nosotros y de la Iglesia en general. Ellos agradecen el cumplimiento de la profecía que indica que «todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua…» (D. y C. 90:11.) Esto ha sido posible gracias a vosotros los misioneros que servís o que habéis servido en estos países, gracias a los padres que por encima de su preocupación os enviaron a tierras lejanas, confiando en el Señor y se encontraron conque sus hijos e hijas habían recibido muchísimo mas por el servicio prestado al pueblo de lo que ellos estaban capacitados para dar.
Ellos también agradecen el cumplimiento de estas palabras del Señor que dicen: «Porque de las riquezas de aquellos que de entre los gentiles aceptaren el evangelio, yo consagraré para los pobres de mi pueblo que son de la casa de Israel.» (D. y C. 42:39.) Gracias a los miles de vosotros que habéis contribuido generosamente para llevar adelante la obra del Señor. Grande ha sido vuestro aporte, y el Señor os bendecirá por ello. Vosotros también habéis recibido mucho, ya que muchos de vosotros tenéis una deuda personal con los antecesores de los lamanitas, por el testimonio que habéis obtenido del diligente y esmerado registro que ellos llevaron, el cual es el Libro de Mormón. Todos tenemos la bendición de participar con ellos en lo que un día será la historia de los últimos días y ayudar en el cumplimiento de la profecía.
¿Que puede aprender de este pueblo el resto de la Iglesia?
Debido a la naturaleza profética del papel de ese pueblo en los últimos días, debido a que el Señor ha preparado de antemano su corazón, uno puede ver en sus vidas la obra del Señor y comprender la razón por la cual son tan receptivos al evangelio. Esto debería darnos a todos un conocimiento mayor acerca del sagrado proceso de la conversión. Sus vidas nos enseñan los puntos básicos del evangelio cualidades divinas al grado que seria de beneficio para nosotros emularlos en nuestro progreso hacia la exaltación. Es posible que nunca puedan retribuir a la Iglesia los bienes materiales que reciben, pero el tremendo aporte espiritual que recibimos de ellos lo paga con creces.
Sus vidas enseñan simples verdades como la fe, y la confianza en Dios y en el prójimo. Por ejemplo, toda una villa de indios aymarás se convirtió en tan solo unas pocas semanas. Por medio del don de lenguas, los misioneros aprenden a hablar español, al igual que aymará, quechua y muchos otros dialectos indios. Por medio de la fe, los miembros de la Iglesia lamanitas aceptan las instrucciones de llegar a ser autosuficientes, y aun cuando en su mundo este concepto parece ser totalmente imposible de poner en practica, ellos creen y están en camino de que llegue a ser una realidad.
Con su vida ejemplifican el arrepentimiento y el amor genuino. Hay nuevos lideres dentro de la Iglesia que estaban acostumbrados a practicar distintos hábitos mundanos, que se elevan de todo eso v muy rápidamente llegan a ser líderes del Señor. Por medio del Espíritu, aprenden muy rápidamente que todos pueden ser lideres aun cuando muchos de ellos no sepan leer. Un hombre que estaba mudo se arrepintió y se bautizo, y al salir de las aguas bautismales, pronuncio después de muchos años, sus primeras palabras.
Sus vidas demuestran humildad, mansedumbre, docilidad. Permitidme daros ejemplo. Un misionero lamanita bautizo a 18 personas en solo tres semanas, en un lugar donde el año pasado no se había bautizado a nadie. No hay muchos problemas para predicarles el evangelio, ya que son receptivos a las enseñanzas; humildes y de corazón abierto y, en este sentido, son como niños sumisos.
Cuando se les enseña el evangelio por primera vez, creen casi sin dificultad alguna. Ellos creen en el Salvador del mundo; creen en los profetas y, al enseñarles, parece que siempre hubieran creído en ello. El concepto de la preexistencia parece ser para ellos muy común. La historia de José Smith les resulta perfectamente razonable. No se asombran en absoluto de apariciones angelicales. Verdaderamente escuchan la voz del Buen Pastor y con toda sinceridad vienen a Dios. (Mosíah 26:21, D. y C. 84:47)
Con sus vidas nos enseñan los principios básicos de la oración, el ayuno y las bendiciones del sacerdocio.
Una hermana que no podía tener hijos, tuvo una niñita. Ella recibió este don indirectamente por medio de una bendición dada a su esposo, en la cual se le dio a ella la promesa. Una hermana se levanta de su lecho de enferma inmediatamente después de haber recibido una bendición del sacerdocio. El adversario se opone abiertamente a la obra, pero cuando es necesario, el poder del sacerdocio malogra sus intenciones. Algunos siervos del Señor no reciben daño alguno después de haber comido y bebido de alimentos y agua en mal estado. A una hermana, cuando era una Jovencita y vivía a miles de kilómetros de distancia de su residencia actual, se le prometio en su bendición patriarcal que un día sentaría en su humilde mesa a Autoridades Generales. En la actualidad esta casada con un presidente de estaca lamanita y se ha cumplido la profética declaración.
Sus vidas emanan amabilidad, longanimidad y sacrificio. Un hombre vende su único reloj para comprar gasolina para su auto, y poder ir a buscar a un hombre a quien las Autoridades Generales desean entrevistar. Un líder quien después de años de sacrificio pudo comprarse un auto, lo vende para poder llevar a su familia al templo de Dios. Hombres, mujeres y niños dan sus anillos, relojes, grano, animales y aun el oro de sus dientes, para poder demostrar al Señor su deseo de ayudar a levantar un templo en su tierra.
Aun cuando el Espíritu se ha manifestado a si mismo en la vida de este pueblo en muchas maneras milagrosas, la manera común la mas eficaz de todas, continua siendo por medio de la voz quieta y apacible que penetra su mente y lo mas intimo de su corazón convirtiéndolos de a miles. (Jeremías 31:33.)
Estos son los hijos de Lehi, los descendientes de los profetas, grandes en muchos aspectos, pero bendecidos en la misma forma que todos los hijos de Dios: de acuerdo con su justicia y dignidad.
Ninguno de nosotros se jactaría de su fortaleza ni de su sabiduría, pero como Ammón dijo a los lamanitas: «. . . me jactare de mi Dios porque con su poder puedo hacer todas las cosas; . . . He aquí, ¿quien puede gloriarse demasiado en el Señor? Si, ¿quien podrá decir demasiado de su gran poder, y de su misericordia y longanimidad para con los hijos de los hombres? He aquí, os digo que no puedo expresar ni la mas pequeña parte de lo que siento.» (Alma 26:12, 16.)
Mis hermanos, debemos hacer todo lo que se nos ha aconsejado en esta conferencia. No olvidemos las verdades básicas, aun las cualidades divinas; lo mas importante de la ley que hemos recibido. (Véase Mateo 23:23.) Ellos son la base, la esencia misma del evangelio, y el gran milagro será que en el postrer día los Santos de los Ultimos Días posean gran abundancia de ellos. Si, los milagros no han cesado; suceden aun en la actualidad, y nosotros creemos en ellos. Los Santos de los Ultimos Días creen que pueden suceder milagros de acuerdo con su fe en Jesucristo, el único ser mediante el cual el hombre puede ser salvo. (D. y C. 18:23.) Y lo digo en el nombre de Jesucristo. Amen.
























