El documento de José Smith III y las llaves del reino

Conferencia General Abril 1981logo pdf
El documento de José Smith III y las llaves del reino
por el élder Gordon B. Hinckley
del Consejo de los Doce

Gordon B. HinckleyEn esta ocasión, quisiera, en nombre de todos, dar una cordial bienvenida al hermano Ángel Abrea, excelente, fiel y dedicado líder de la Iglesia en Argentina desde hace muchos años, y cuya influencia se ha sentido no sólo en este país sino en toda Sudamérica.

A continuación quisiera decir algunas palabras con respecto a la recientemente descubierta transcripción de una bendición dada por José Smith a su hijo de once años y fechada el 17 de enero de 1844.  El documento es evidentemente de puño y letra de Thomas Bullock, quien sirvió como secretario del Profeta, y ha atraído considerablemente la atención de la prensa y otros medios publicitarios.

Nuestro Departamento Histórico lo adquirió siguiendo su costumbre de conseguir documentos y artefactos de toda clase, relacionados con la historia de los primeros días de la Iglesia. Resolvimos dar a conocer públicamente el descubrimiento, aun cuando nos constaba que los críticos, que poco saben de la historia real de la Iglesia, lo toma-rían como indicación de una falla en nuestra línea de autoridad.

Además, y esto es de suma importancia, reconocimos el contexto del documento como una bendición de padre, de gran valor sentimental para la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos presidentes han sido descendientes directos de José Smith. La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce resolvieron entonces ofrecerlo a la Iglesia Reorganizada, cuyos oficiales respondieron con gratitud y reconocimiento, y señalaron que aceptarían el documento sólo si les permitíamos darnos a cambio otro documento valioso.  El intercambio se hizo el 19 de marzo pasado.

No es mi intención volver a poner en debate antiguas polémicas, pero para aquellos que puedan pensar que el citado documento constituye una nube en el principio del traspaso de autoridad por conducto del Consejo de los Doce Apóstoles, deseo analizar brevemente algunos hechos referentes al documento y a la historia del período de tiempo a que corresponde, y luego concluir con algunas observaciones que surgen de las circunstancias.

Primero, debe aclararse que el documento en cuestión es la transcripción de una bendición y no un registro de ordenación a un oficio.  De hecho, quien recibió la bendición, José Smith 111, testificó, en 1893, en el Tribunal de Circuito de los Estados Unidos, en Kansas City:

«Yo no he dicho que fui ordenado por mi padre; jamás he dicho tal cosa.  No fui ordenado por mi padre como su sucesor; de acuerdo con lo que yo entiendo del término ordenar, no lo fui.  Fui bendecido por él y designado, bien, en cierto sentido escogido . . .» (Registro del tribunal, párrafo 126.)

Debe mencionarse, además, que en diversas ocasiones José Smith señaló a diferentes hombres, o a grupos de hombres, que podrían ser sus sucesores; entre ellos, su hermano Hyrum, Sidney Rigdon, Oliverio Cowdery, David Whitmer, su hijo José III, y aun su hijo David, que todavía no había nacido; y, lo más importante, en varias ocasiones nombró al Consejo de los Doce Apóstoles.

No era raro que los padres diesen a sus hijos bendiciones de ese tipo.  Orson Pratt, un apóstol, bendijo de igual manera a su hijo con la esperanza de que llegaría a ser líder en la Iglesia; también Brigham Young y otros bendijeron a sus hijos de un modo semejante.

Los de la Iglesia admitimos que el cumplimiento de todas las bendiciones que se dan bajo la autoridad del sacerdocio dependen de dos factores: los méritos y la fidelidad del que la recibe; y, la suprema voluntad y sabiduría de Dios.

Como todos los estudiosos de nuestra historia lo saben, hemos mantenido y obedecido la disposición de que las llaves y la autoridad del sacerdocio, esa autoridad sin la cual no puede existir la Iglesia verdadera de Jesucristo, fueron conferidas al Consejo de los Doce Apóstoles en los primeros días de la Iglesia, a fin de que en caso de la muerte del Presidente, la autoridad permaneciera y fuera transmitida legal y debidamente mientras la Iglesia durase.

Por ejemplo, en la gran revelación sobre el sacerdocio que conocemos como sección 107 de Doctrina y Convenios, la cual fue recibida y escrita el 28 de marzo de 1835, el Señor habló del gobierno de su Iglesia, y dijo de los Doce, después de hablar de la presidencia: «Y constituyen un quórum, igual en autoridad y poder» que la presidencia. (D. y C. 107:24.)

Dos años después, el 23 de julio de 1.837, este principio fue ratificado en la siguiente revelación:

«Porque a vosotros, los Doce, y a los de la Primera Presidencia, quienes son nombrados con vosotros para ser vuestros consejeros y directores, se ha dado el poder de este sacerdocio, para los últimos días y por la última vez.» (D. y C. 112:30.)

Nuevamente, el 19 de enero de 1841, el Señor dijo por medio del profeta José:

«Os nombro a mi siervo Brigham Young para ser presidente del consejo viajante de los Doce, quienes tienen las llaves para inaugurar la autoridad de mi reino sobre los cuatro ángulos de la tierra; y entonces, para enviar mi palabra a toda criatura.» (D. y C. 124:127-128.)

En las actas de una conferencia especial realizada en Nauvoo, el 16 de agosto de 1841, se hace constar lo siguiente:

«Ha llegado el momento en que los Doce han de ser llamados a permanecer en su lugar junto a la Primera Presidencia… Y ayudar a llevar el reino victorioso a las naciones…

La junta ha dado su aprobación a las instrucciones del presidente José Smith con relación a los Doce, para que éstos actúen de conformidad a ellas a fin de atender a los deberes de su oficio.» (Times and Seasons, sept. 10 de 1841.)

Está manifiestamente claro que el Señor puso el Consejo de los Doce, con Brigham Young corno Presidente, junto al profeta José Smith, y les dio las llaves y la autoridad para llevar adelante la Iglesia bajo la dirección del Profeta, mientras éste viviera, y para gobernarla si moría.  Las revelaciones que acabo de leer y las actas de la reunión de Nauvoo fueron escritas entre tres y nueve años antes de la bendición de la cual he hablado.

El invierno de 1843 a 1844* fue una temporada de gran tensión en Nauvoo, mientras los enemigos de la Iglesia tramaban su destrucción.  Durante ese invierno, en varias ocasiones, José reunió a los Doce en un cuarto del piso superior de su tienda.  Nuestros archivos contienen un número de documentos que testifican de esas reuniones y lo que se efectuó en ellas; tengo tiempo para citar los apuntes de sólo uno de los muchos presentes, quien escribió de José Smith lo que sigue:

«Este grande hombre fue guiado, antes de su muerte, a juntar a los Doce de cuando en cuando para instruirles respecto a todas las cosas relacionadas con el reino, las ordenanzas y el gobierno de Dios.  A menudo dijo que estaba colocando los cimientos pero que quedaría para los Doce la terminación del edificio.  Dijo él, ‘No sé por qué, pero por algún motivo me siento forzado a apurar mis preparativos, y a conferir sobre los Doce todas las ordenanzas, llaves, los convenios, las investiduras y las ordenanzas senadoras del sacerdocio… pues… el Señor está a punto de colocar la carga sobre vuestros hombros para permitirme descansar un POCO; y si me matan… el reino de Dios continuará, pues ya he terminado la obra que se me encomendó, al entregaros todas las cosas para la edificación del reino, según la visión celestial y el modelo que me mostraron los cielos’.» (Manual «Presidentes de la Iglesia C’, cap. 5, parte 6.)

Como sabéis, José Smith fue asesinado por el populacho de Carthage el 27 de junio de 1844.  El 8 de agosto, se reunió en Nauvoo una congregación de miles de personas.  Sidney Rigdon, que había servido como consejero de José Smith, habló durante hora y media y propuso que se le nombrara guardián de la Iglesia.  No hubo respuesta afirmativa a la propuesta.  Aquella tarde, Brigham Young habló en nombre de los Apóstoles, y muchos de los presentes testificaron que el presidente Young se transfiguró delante de ellos, y vieron y oyeron en su lugar al Profeta asesinado.  Después de sus palabras se propuso que los Doce presidieran la Iglesia, dado que éstos habían recibido las llaves de José, y la votación a favor fue abrumadora.

Ciertamente nadie que esté familiarizado con la subsiguiente historia de la Iglesia puede dudar del poder de esa dirección.  La obra continuó en el templo y otros proyectos.  Entonces, en febrero de 1846, comenzó el éxodo sin par a través del río Misisipí hacia «Winter Quarters» en las riberas del río Missouri, y posteriormente al Valle del Gran Lago Salado.  Tan grande era la fe de las decenas de miles de personas que emprendieron el viaje, tan firme su testimonio, que muchos dieron la vida antes que volverse atrás. ¿No podríamos encontrar un testimonio más poderoso de la autoridad de los que dirigían, que en las acciones de aquellos que abandonaron sus casas en Nauvoo para congregarse aquí, en los valles de las montañas, como respuesta al llamado de los Doce con Brigham Young a la cabeza, quien llegó a ser después Presidente de la Iglesia.

Tomemos por ejemplo a este hombre, Thomas Bullock, que escribió de su puño y letra el documento que he mencionado.  Si él registró esa bendición, conocía naturalmente su contexto.  Se dice que dicho manuscrito fue encontrado entre los papeles que dejó al morir.

Thomas Bullock se unió a la Iglesia en Inglaterra en noviembre de 1841, y emigró a Nauvoo en 1843, donde trabajó como secretario de José Smith.  El y su familia se encontraban en el último grupo de santos que salieron de Nauvoo en el otoño de 1846.  Hallándose gravemente enfermo, le acometió una turba de rufianes con rifles y bayonetas casadas, y le mandaron abandonar la ciudad en veinte minutos, amenazándole que de no hacerlo lo matarían a balazos.  El los desafió a que le disparasen, diciendo que de todos modos probablemente moriría pronto.  El capitán le respondió: «Si renuncia usted al mormonismo, podrá quedarse, y nosotros le protegeremos”.  El hermano Bullock replicó que contaba con la propiedad legal de su casa, que no había cometido crimen alguno, y añadió: «Pero soy mormón, y si vivo seguiré a los Doce».  Este hermano fue uno de los enfermos moribundos que sacaron de aquel lugar y cuya vida fue preservada junto con la de los demás de su compañía.

Cuando los santos salieron de Winter Quarters, en los primeros meses de 1847, fue escogido para ser secretario de la primera compañía y llevó un registro valioso del largo viaje.  Después, hizo un segundo viaje al Este y regresó nuevamente al valle en 1848.  Más tarde fue llamado a una misión en Inglaterra y allí sirvió de 1856 a 1858.

De todo esto se desprende naturalmente la pregunta: ¿Había sufrido tanto por adelantar la causa como misionero al ser llamado por Brigham Young si hubiese tenido alguna duda de que éste no era el verdadero líder de la Iglesia y que ese derecho pertenecía a otro, de acuerdo con la bendición que tenía en su poder y que había escrito de su puño y letra? ¿Habría él estado dispuesto a pagar un precio tan alto por ser miembro de la Iglesia?

Hermanos y hermanas, desde la tragedia de aquel 27 de junio de 1844, cuando José Smith selló su testimonio con su sangre, desde la confirmación que se grabó en el corazón de los miles de santos reunidos en Nauvoo aquel siguiente 8 de agosto, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha seguido firmemente adelante y nunca ha dado un paso atrás. Esa misma autoridad que tuvo José, esas mismas llaves y poderes que eran de igual naturaleza que su derecho a presidir divinamente otorgado, fueron conferidos por él a los Doce Apóstoles con Brigham Young a la cabeza. Todos los presidentes de la Iglesia desde aquel entonces han llegado a ese altísimo y sagrado oficio habiendo sido escogidos de entre el Consejo de los Doce.  Cada uno de estos hombres ha sido bendecido con el espíritu y poder de revelación de lo alto.  Desde José Smith, hijo, hasta Spencer W. Kimball ha habido una cadena ininterrumpida.  De esto doy solemne testimonio ante vosotros en este día.  Esta Iglesia está edificada sobre la palabra cierta de la profecía y la revelación, edificada, como escribió Pablo a los efesios, «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo» (Efesios 2:20).

Nos alegramos de que nuestros hermanos de la Iglesia Reorganizada tengan en sus manos el documento que contiene una bendición de padre pronunciada sobre la cabeza de uno de sus hijos.  Es un documento preciadísimo, de gran valor sentimental para la familia de José Smith, pero no hace surgir ninguna duda con respecto a la validez de la sucesión a la presidencia por conducto del Consejo de los Doce Apóstoles, por cuanto éste fue establecido por el Profeta y ha funcionado bajo las revelaciones de Dios.  De esto os testifico en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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