Las bendiciones de la autosuficiencia

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Las bendiciones de la autosuficiencia
por el élder Mark E. Petersen
del Consejo de los Doce

Mark E. PetersenMi suegro era capitán de un barco que naufragó en alta mar.  Después de zozobrar la nave, los náufragos, que quedaron a la deriva en los botes salvavidas, cantaron hora tras hora antes de ser salvados, el himno «Guíame, oh Salvador» (Himnos de Sión, 231).  Junto con este coro -que acaba de entonar ese himno – y con las Autoridades Generales, doy testimonio de nuestro Señor Jesucristo, el divino Hijo del Dios Todopoderoso, el Salvador del mundo, nuestro Redentor.  Me siento agradecido por el testimonio que damos, al acercarse la Pascua de Resurrección, de que El vive.  El es el Cristo.

Nuestra principal misión como Santos de los Últimos Días es dar testimonio de El.  Y si al pasar las Pruebas y tribulaciones de este mundo oremos pidiendo «Guíame, oh Salvador’, marcharemos por la vida venturosamente, no sin pesares y aflicciones, pero con la compañía constante del Espíritu Santo que se encargará de guardarnos hasta que lleguemos a lugar seguro.

No es novedad el hecho de que existe una crisis mundial.  Sin embargo, el problema básico no es lo que la mayoría de la gente cree; fundamentalmente, no se trata de la crisis económica ni radica en la escasez de petróleo ni en la depresión económica.

Nuestra crisis básica es moral y espiritual.  Es preciso volver a los caminos de Dios.

Puesto que todos los seres humanos somos sus hijos, sus mandamientos se aplican a todos y atañen a cada uno de los aspectos de nuestra vida.  Si en realidad esperamos gozar de paz y felicidad en este mundo, debemos tener la fe necesaria para obedecerlos.  Si los desechamos o los violamos, atraeremos malas consecuencias sobre nosotros.  No tenemos más que estos dos caminos; tendremos que elegir el uno o el otro como timón de nuestra vida, por lo que la única solución sensata es ser práctico y dar la cara a esta realidad.

Dios nos ha dado el libre albedrío para actuar a nuestro antojo; pero aún así, cuenta con que empleemos la inteligencia y el ingenio para mejorar nuestras circunstancias espiritual y temporalmente.  El anhela que tengamos éxito en la vida y desea ayudarnos.  Ciertamente el hombre existe para que tenga gozo (véase 2 Nefi 2:25).

Luego, hemos de planear bien para el futuro y no vivir sólo el presente, ni suponer que las condiciones actuales continuarán para siempre.  Debemos ser industriosos, económicos, procurar el debido equilibrio entre nuestras necesidades y deseos, y, sobre todo, tenemos que reinstituir nuestra vida sobre un cimiento espiritual.

¿Acaso no somos hijos de Dios?

¿No hemos de buscar primero su manera de hacer las cosas?  Si le servimos debidamente, ¿no nos situaremos así en una base espiritual?

La vida nos enfrenta a muchos y serios problemas; algunos son morales, otros económicos, pero todos pueden afligirnos.

Es cierto que vivimos en un mundo agitado que nos asedia, Y estamos expuestos a todos sus peligros, plagas, incitaciones, persuasiones y tentaciones.  Sin embargo, a pesar de todo eso, no debemos ser del mundo, y esto está estrechamente relacionado con la espiritualidad. ¿No debemos, entonces, pedir constantemente: «Guíame, oh Salvador»?

Lo que hace que la crisis mundial se convierta en moral y espiritual es el hecho de que tanta gente rechaza o pasa por alto las normas de vida que Dios nos ha dado, y muchos aun quieren desecharlo a El del todo; prefieren la obscuridad a la luz porque sus obras son malas.

Por ejemplo, existen muchos tipos de inmoralidad que asestan un golpe atroz a la pureza de la vida. ¿Qué haremos al respecto? ¿Rendirnos? ¡Claro que no! ¡Debemos combatirlos con todo nuestro aliento!

Debemos ser virtuosos y limpios, y enseñar a nuestros hijos a ser puros. ¿Es que no escuchamos la voz del Todopoderoso que nos clama: «Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor»? (Véase D. y C. 38:42.)

Es cada vez mayor el consumo de bebidas alcohólicas, tabaco y todo tipo de drogas. ¿Qué haremos al respecto?  Ser fieles al Señor a tal grado que obedeceremos plenamente la Palabra de Sabiduría.  Esta ley es vital y pertinente, ahora más que nunca en la historia.  Nadie puede subsistir a la actual embestida de la adicción a los vicios si no obedece la Palabra de Sabiduría.

El mundo nos tienta a mentir y engañar; a hurtar, en pequeña y gran escala; a manchar el buen nombre de otra persona; o a robarle el cónyuge al prójimo, lo cual es una de las peores formas de robo. ¿Qué haremos en cuanto a eso?  Debemos guardar los Diez Mandamientos, evitar la deshonestidad en todas sus formas y rechazar toda tentación de codiciar posesión o persona alguna de nuestro prójimo. Debemos obedecer el decimotercer artículo de fe, que dice: «Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes y virtuosos».

¿Hay acaso otra respuesta? ¿Puede el mentiroso, el ladrón, el impuro invadir el reino de Dios? ¡No, no con sus pecados!  Podrán entrar sólo después del más sincero y total arrepentimiento, ¡nunca antes!

Pero el mundo nos afecta también en otros aspectos, en especial en el económico: en la poderosa persuasión a gastar más de lo que tenemos, a extender demasiado las compras a crédito y sepultamos así en deudas. ¡Ah, el atractivo de la propaganda comercial, del crédito fácil y del uso imprudente de las tarjetas de crédito!

¿Qué haremos al respecto?  Ante todo, decidirnos a vivir dentro de nuestros medios, a hacer un presupuesto y respetarlo; tomar ante Dios la determinación de que seremos honrados y pagaremos lo que debemos sin tratar de esquivarlo; evitar cualquier deuda extra que exceda nuestra capacidad de pagar

Si por un tiempo tenemos que limitar nuestro habitual estilo de vida, ¿no lo haremos con buena disposición para mantenernos financieramente a flote? ¿No estaremos dispuestos a sacrificar nuestros deseos de comprar y medirnos para acomodarnos a las circunstancias que nos impone la situación actual?

Hay muchísimas personas buenas que observan la mayoría de los mandamientos de Dios con respecto al lado virtuoso de la vida, pero que pasan por alto los mandamientos tocantes a las cosas temporales.  No escuchan Su advertencia de prepararse para los tiempos difíciles, pensando, por lo visto: «En medio de los conflictos nada nos pasará a nosotros».  Pero los problemas no sólo aquejan a «otra gente», nos acosan también a nosotros cuando la economía peligra.

El prepararnos para el futuro es parte del plan eterno de Dios, tanto espiritual como temporalmente.  Tratar de protejamos de las privaciones no es más que el empleo de un buen criterio.

La calle donde yo vivo está bordeada de castaños que en la primavera se cubren de hermosas flores.

Al acercarse el verano, advierto las castañas que empiezan a crecer en sus vainas verdes, las mismas que en el otoño caen al suelo; es entonces cuando aparecen las ardillas que se sientan en la acera a pelarlas a mordiscos para correr luego a almacenarías para su provisión del invierno.

Prudentes y hacendosas, las ardillas son también muy confiadas, Pues en la vecindad nadie las molesta.  Es muy interesante observarlas trabajar para su subsistencia.  Y no desperdician ni una sola de las castañas, pues saben que su vida depende de éstas en los fríos meses del invierno cuando los árboles no dan fruto.  Tampoco dependen de nadie para recolectar su alimento, sino que se bastan a sí mismas.  El Señor les da el fruto, pero ellas deben buscarlo y almacenarlo.

Estos animalitos nos enseñan una gran lección de autosuficiencia, una lección que se aplica a los seres humanos, así como a los demás animales.

¿Nos ayudará Dios también en nuestros momentos de apuro? ¡Por supuesto que sí!  El dijo: «Considerad los lirios del campo» y «Mirad las aves del cielo… ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» (Véase Mateo 6:28, 26.)

Claro que El nos ayudará.  Pero hay un importante «sí» condicional: si guardamos los mandamientos.

El nos enseña a ser autosuficientes e industriosos, a planear por adelantado, a guardar para los tiempos difíciles, a evitar las compras a menos que estemos seguros de poder pagar, y a servirle con tal devoción que El se sienta complacido al recompensar con creces nuestros esfuerzos.  También espera que seamos lo suficientemente juiciosos como para limitar nuestras obligaciones financieras dentro de los medios de que disponemos para pagarlas.

Y al planear, ¿por qué no hacer un presupuesto familiar que cubra las obligaciones financieras, a fin de pagar primero lo que en verdad está primero?  Siguiendo un plan así, evitaremos la esclavitud económica.

Preguntémonos con sensatez si lo que determina nuestras compras son los deseos que sentimos o nuestras necesidades reales.

El Señor nos ha dado el Programa de Bienestar que es inspirado y se aplica a todos los miembros de la Iglesia.  Lo más importante de ese plan es que todos aprendamos individualmente a ser autosuficientes, que aceptemos el principio de que debemos prever, ahorrar un poco, abastecernos de reservas, gastar en base a nuestro ingreso y hacer todo el esfuerzo posible por bastarnos a nosotros mismos, tanto en tiempos buenos como en los difíciles.

¿No es ésa la esencia de nuestro plan de bienestar?

Ese gran programa nos enseña que hemos de guardar lo necesario para subsistir durante un año, no para satisfacer caprichos.  Podemos vivir sin comer postre y sin otros lujos ¿no es cierto?  Y de ser necesario, hasta podríamos pasar lo más bien sin la carne, alegrándonos de tener lo indispensable para subsistir, ¿no es así?

Los almacenes de bienestar ayudan en las emergencias a muchas personas dignas.  Y para eso están.  Cualquiera de nosotros podría sufrir una tragedia que hiciera necesario recibir esa asistencia, la cual es siempre asequible a las personas dignas, a quienes se da con gusto.

Pero los almacenes más importantes de todo el plan de bienestar son los que encierran las paredes de nuestro hogar.  Debemos abastecer el «almacén» familiar que tengamos en nuestra casa hasta donde podamos, a fin de hacer frente a los tiempos de escasez que puedan sobrevenirnos.

Los almacenes del obispo son magníficos y ayudan a miles de santos dignos y fieles, tal como debe ser; pero no tienen por objeto abastecer a los cuatro millones y medio de miembros de la Iglesia, sino que son para emergencias y nada más.

No obstante al esforzarnos por cumplir con todo esto, no olvidemos que nuestro mayor recurso es el Señor, nuestro Dios.

En la antigüedad, El dijo a Israel que detendría las sequías y haría abundantes sus cosechas si le servían y guardaban sus mandamientos. (Véase Deuteronomio 11:13-15.) La misma promesa nos hace a nosotros.

También dijo que abriría las ventanas de los cielos y derramaría bendiciones hasta que sobreabundasen si pagábamos el diezmo honradamente. (Véase Malaquías 3:10.) Así veis que la ley del diezmo fue instituida como parte del plan del Señor para nuestro propio bienestar y autopreservación.

El ha dicho en nuestros días que los santos «pagarán la décima parte de todo su interés anualmente; y ésta les será por ley fija perpetuamente» (D. y C. 119:4).  Y así vemos que el pago del diezmo es parte del plan divino para protegernos de los tiempos difíciles.  Repito, el pago del diezmo es para protegernos de los tiempos difíciles. ¿Por qué no lo reconocemos como es? ¿Por qué hay quienes dicen que no pueden permitirse pagar el diezmo cuando en realidad es al revés?  Lo que no pueden permitirse son las consecuencias de no pagarlo.  Las personas que no cuentan con suficientes medios son las que más necesitan de las bendiciones que trae aparejado el pago del diezmo.

Y de cuando hubiese grandes tribulaciones y ¿qué dijo, el Señor? “… porque el que es diezmado no será quemado.» (D. y C. 64:23.)

¿Qué mas dijo?

«Y os digo que si mi pueblo no guardarla observa esta ley para guardarla santa, ni me santifica la tierra de Sión por esta ley, a fin de que en ella se guarden mis estatutos Y juicios, para que sea la más santa, he aquí, de cierto os digo, no será para vosotros una tierra de Sión.» (D. y C. 119:6; cursiva agregada

¿Veis entonces cómo la obediencia a la ley del diezmo es una salvaguardia para nosotros?  También dijo que ahora, hoy «es un día de . . . requerir el diezmo de mi pueblo . . .» porque «el tiempo presente es llamado hoy hasta la venida del Hijo del Hombre» (D. y C, 64:23).

Por lo tanto, ¿dónde está nuestra fe? ¿Dónde está nuestra obediencia?  A todo lo anterior el Señor añadió: y no -perdonaré a ninguno que se quede en Babilonia» (D. y C. 64:24), refiriéndose, claro, a quienes rechacen su palabra y continúen entregándose a prácticas mundanas.  En otro pasaje pone de relieve el aspecto moral Y espiritual de la crisis actual:

«Por lo tanto, si creéis en mí, trabajaréis mientras dure lo que es llamado hoy.» (D. y C. 64:25.)

Obedecedle, servidle, andad en rectitud delante de El, y «sed limpios que lleváis los vasos del Señor» (D. y C. 38:42). ¡Así dice la ley!

Tengamos presente que es contra la voluntad de Dios que cualquiera de nosotros esté en la esclavitud —en cualquier forma— del pecado, de los vicios o de las deudas.

«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres», dijo el Señor.  Libres del pecado, libres de adicciones equivocadas y libres de la esclavitud de las deudas.  Su verdad es que si obedecemos, su evangelio nos hará libres…

¿Confiaremos en El?  Su yugo es mucho más fácil que el del mundo. «Venid a mí», nos dice, «y yo Os haré descansar» (véase Mateo 11:28).

El nos ama; vela por nosotros y nos hará prosperar aun en tiempos difíciles, si no somos de poca fe.  El Señor podrá probarnos, pero nunca nos abandonará.  Todos cantamos con sinceridad:

¡Qué firmes cimientos, oh santos de Dios,
tenéis por la fe en el plan de Jesús!
Al que se estriba en Cristo Jesús,
No quiero, no puedo dejar en error;
yo lo sacaré de tinieblas a luz,
y siempre guardarlo con grande amor.
(Himnos de Sión, N° 144.)

Esa es su promesa, y su palabra es verdadera; lo testifico en su sagrado nombre, el nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

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2 Responses to Las bendiciones de la autosuficiencia

  1. Avatar de Ankia Vanessa Ruiz Ankia Vanessa Ruiz dice:

    Excelente Discurso….. Sigue vigente en 2016

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  2. Avatar de ibys ibys dice:

    excelente discurso me gusta y nos ayuda a recordar que no estamos solos….

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