Conferencia General Abril 1981
Las grandes responsabilidades de los padres
por el presidente Ezra Taft Benson
del Consejo de los Doce
Cuando el Señor declaró que «no le es dado poder a Satanás para tentar a los niños pequeños, sino hasta cuando empiezan a ser responsables», reveló que ese período de la infancia y la falta de responsabilidad fue dado a los niños «a fin de que se requieran grandes cosas de las manos de sus padres» (D. y C. 29:47-48).
«A fin de que se requieran grandes cosas de las manos de sus padres». ¡Qué confianza tiene el Señor en ellos y qué gran responsabilidad les ha dado! Hoy día, en verdad son grandes las responsabilidades que se requieren de los padres.
Cuando pienso en ellos, recuerdo a Adán, nuestro progenitor, que fielmente enseñó a su posteridad a andar en las sendas de la justicia. Recuerdo a Abraham, cuya fe no tuvo igual entre los padres mortales. Recuerdo a Jacob, o Israel, con un sentimiento de reverencia por la resignación y diligencia que mostró. Honro el nombre de Lehi por el ejemplo que dio a sus hijos.
En esta dispensación pienso en José Smith, padre, el primero en creer en el testimonio de su hijo, el Profeta. Pienso en el noble ejemplo de Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia y padre del décimo Presidente.
Honro a estos grandes hombres, no sólo porque fueron grandes profetas, sino porque fueron padres ejemplares que comprendieron lo que el Señor requería de ellos y vivieron de acuerdo con Su voluntad.
Desearía en esta ocasión dirigirme a vosotros, padres, y hablaros de tres cometidos específicos que el Señor requiere de nosotros y que todo padre puede realizar con un poco de esmero; si los cumplimos, nuestros hogares serán bendecidos con paz, nuestros descendientes llevarán con orgullo su nombre y nuestra unión familiar será eterna.
Primero: Que proveamos un hogar en donde reine el amor y el Espíritu del Señor. Nuestros hijos nacen inocentes, no malvados. No han sido enviados a la tierra a ambientes indiferentes, sino a hogares que para bien o mal influyan en las ideas, emociones, pensamientos y normas que serán la base de sus decisiones futuras.
Uno de los grandes requisitos que el Señor nos manda cumplir es el de proporcionarles un hogar cuya influencia sea buena y positiva. En el futuro, no tendrá importancia el valor de los muebles o el tamaño de la casa, sino el hecho de que nuestros hijos se hayan sentido amados y comprendidos en el hogar. Lo que entonces será de gran importancia es si allí existieron la felicidad y el regocijo, o la envidia y la contención.
Estoy convencido de que antes que un niño pueda ser influenciado positivamente por sus padres, éstos deben haberle demostrado su respeto y amor por él.
El presidente Joseph F. Smith dijo:
«Padres, si queréis que vuestros hijos sean instruidos en los principios del evangelio… si deseáis que os obedezcan y se unan a vosotros, ¡amadlos! Mostradles que los amáis con toda palabra o acto relacionado con ellos. Por vuestro propio bien, por el amor que debe existir entre vosotros y vuestros hijos, pese a lo rebeldes que sean… cuando les habléis, no lo hagáis con ira, no lo hagáis ásperamente, con un espíritu condenador. Habladles con bondad; someteos y llorad con ellos si es necesario, y de ser posible, procurad que viertan lágrimas con vosotros. Suavizad sus corazones; procurad que se enternezcan hacia vosotros. No empleéis el látigo o la violencia . . . tratadlos con la razón, con persuasión y amor no fingido. Si no podéis conquistar a vuestros hijos e hijas por estos medios . . . no habrá manera en el mundo con que podáis conquistarlos.» (Doctrina del Evangelio, pág. 310.)
Podríamos enumerar muchas sugerencias sobre lo que podemos y debemos hacer para lograr que nuestros hogares sean sitios de refugio y felicidad. Sin embargo, creo que es más importante decirle a una persona lo que se espera de ella que mostrarle exactamente la forma en que debe actuar.
Una vez que determinéis que lo que tiene mayor prioridad en vuestra vida es lograr que vuestra esposa y vuestros hijos sean felices, haréis todo lo que esté en vuestro poder para que así sea. No estoy hablando únicamente de satisfacer los deseos materiales sino también las demás necesidades, demostrando aprecio, expresando elogios, alentando, sabiendo escuchar y dando amor y comprensión.
La suprema oportunidad de la vida es la paternidad. Todos los padres deberían tener presentes las siguientes palabras del presidente David O. McKay:
«Cuando uno antepone al hogar los negocios, el placer, o la ganancia de dinero extra, es cuando comienza a descender hacia la debilidad del alma. Cuando un hombre siente que el club social se ha convertido en algo más atractivo que su hogar, es el momento en que debe confesarle con amarga vergüenza, que ha fallado en estar a la altura de la suprema oportunidad de su vida y en la prueba final de su verdadera condición de hombre.
La más pobre de las casuchas en la cual prevalezca el amor de una familia unida es de mucho mayor importancia y valor para Dios y la humanidad futura, que cualquier otra clase de riqueza. En un hogar así Dios puede obrar milagros, y sin duda alguna los efectúa. Los corazones puros en un hogar puro irradian siempre el espíritu de los cielos.» (Church News, 7 de sept. de 1968.)
Padres, ¿qué espíritu reina en vuestro hogar?
Segundo: Que enseñemos a nuestros hijos a entender los principios de la verdad. En una revelación dada al profeta José Smith, el Señor mandó a los padres a «criar a vuestros hijos en la luz y la verdad» y reprendió a varios por no hacerlo. Sería Provechoso que cada uno de nosotros repasara esos principios que aparecen dados a José Smith, hijo, Frederick G. Williams, Sidney Rigdon, y Newel K. Whitney en la sección 93:40.
En esta revelación el Señor dice que Satanás «viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad por medio de la desobediencia, y a causa de las tradiciones de sus padres» (D. y C. 93:39). Las «tradiciones de sus padres» a que se refiere son, por supuesto, los malos ejemplos y las enseñanzas inicuas de los padres.
Debemos recordar que este mundo es un ambiente celestial y que nuestros hijos crecen en él. Constantemente están expuestos a los programas de televisión y del cine que representan los aspectos más depravados y perversos de la vida. Están rodeados de propaganda y refranes que los inducen a acciones que destruyen su espiritualidad. Aun en algunos textos y ayudas didácticas utilizadas, por los sistemas de escuelas públicas, se encuentran teorías y doctrinas falsas.
Algunos padres descargan en la madre o en la escuela toda la responsabilidad de moldear las ideas y costumbres de sus hijos. Con mucha frecuencia las pantallas de la televisión y el cine son los que forman los valores de nuestros hijos.
No debemos pensar que las escuelas públicas siempre apoyan las enseñanzas que se dan en el hogar con respecto a la conducta moral. Muchos sistemas de enseñanza implantan en muchas escuelas ideas falsas sobre la teoría de que el hombre proviene de formas inferiores de vida; enseñan que no existen valores morales; repudian toda creencia en lo sobrenatural; permiten la libertad sexual que trae como consecuencia el comportamiento inmoral y lo que algunos en la sociedad consideran nada más que «diferentes estilos de vida», tales como el lesbianismo, la homosexualidad y otras prácticas pervertidas.
Dichas enseñanzas no sólo destruyen la fe y la moral de nuestros jóvenes, sino que niegan la existencia de Dios, Creador de todas las leyes, y la divinidad de Jesucristo. Ciertamente podemos ver también la contradicción moral que existe en los grupos que se preocupan por preservar las especies que están en peligro de extinguirse, pero que por otra parte aprueban el aborto.
Existe una solución, y ella radica en las grandes cosas que el Señor espera de los padres de Israel. Los padres deben preocuparse por saber qué están aprendiendo sus hijos y hacer lo necesario para corregir la información y las enseñanzas falsas que hayan recibido.
Conozco padres que todas las noches preguntan a sus hijos qué aprendieron en la escuela para saber si alguno de esos conceptos necesitan corrección o aclaración. Luego, si lo creen oportuno, les enseñan lo que el Señor ha revelado al respecto. Esta es una aplicación del principio de que «la luz y la verdad desechan a aquel inicuo’, (D. y C. 93:37).
El nuevo programa integrado de reuniones dominicales se ha implantado a fin de que los padres tengan más tiempo disponible los domingos para enseñar a sus hijos. Esta es una oportunidad maravillosa que tienen las familias para estudiar las Escrituras y recibir instrucción. Bendito es el hogar donde esto se lleva a cabo.
¿Qué debemos enseñar a nuestros hijos? El Señor lo ha revelado en forma específica. Escuchad sus palabras:
«Enséñalo… a tus hijos, que todos los hombres, en todas partes, deben arrepentirse, o de ninguna manera heredarán el reino de Dios, porque ninguna cosa inmunda puede morar allí, ni morar en su presencia . . .» (Moisés 6:57.)
Como se indica más adelante en esta revelación, la doctrina fundamental consiste en la caída, la misión de Cristo y su expiación, y los primeros principios y ordenanzas del evangelio, que incluyen la fe en Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo para remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo, como medios para llevar una vida de santidad. (Moisés 6:58, 59.)
Hermanos, debemos enseñar las doctrinas fundamentales de la Iglesia en forma tal que nuestros hijos puedan comprenderlas. Algunos padres enseñan, pero en una forma que sus hijos no entienden; de manera que es responsabilidad del padre estudiar y aprender el evangelio a fin de poder enseñarlo con claridad.
Con algunas excepciones se puede decir que las personas justas que han obtenido bendiciones eternas no fueron creadas únicamente desde el punto de vista físico por sus padres, sino que han renacido espiritualmente por los ejemplos y las enseñanzas que éstos les han dado.
Los padres ejemplares conducen a sus hijos hacia Cristo.
Tercero: Poned nuestra propia casa en orden. Este fue el consejo que el Señor dio a los padres en los comienzos de la historia de la Iglesia, y nuevamente nos los da a nosotros. (D. y C. 93:43.)
Poner nuestras casas en orden es guardar los mandamientos de Dios, lo cual lleva armonía y amor al hogar, entre los esposos y entre padres e hijos; es orar diariamente con toda la familia; es enseñar a los hijos a comprender el Evangelio de Jesucristo; es la obediencia de la familia a los mandamientos de Dios; es la dignidad de los esposos de recibir una recomendación para el templo, para que la familia reciba las ordenanzas de exaltación y pueda sellarse para la eternidad; es estar libre de deudas y que cada miembro de la familia pague su diezmo y su ofrenda.
Padres, ¿está vuestro hogar en orden?
En una revelación al presidente John Taylor, el Señor dio este mensaje al sacerdocio:
«Pido a los cabezas de familia que pongan sus hogares en orden de acuerdo con la ley de Dios… y se purifiquen a sí mismos ante mí y destierren de sus hogares la iniquidad. Y yo os bendeciré y estaré con vosotros, dijo el Señor; y os reuniré en vuestros lugares santos donde os dirigiréis a mí y pediréis por aquello que sea bueno, y yo oiré vuestras plegarias, y mi Espíritu y mi poder estarán con vosotros y mi bendición descansará sobre vosotros, sobre vuestras familias, vuestros hogares, sobre vuestras congregaciones, vuestros ganados y vuestros campos, vuestros huertos y viñas, y sobre todo lo que os pertenece; y seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios; . . . porque mi palabra irá hacia adelante y mi obra será realizada y mi Sión establecida, . . .” (Gardo House, Salt Lake City, 13 de oct. de 1882.)
Sí, estos tiempos requieren grandes responsabilidades de los padres, y también las requiere el Señor. Existen tres requisitos: Establecer un hogar donde reine el amor y el Espíritu del Señor, criar a los hijos en la luz y la verdad y poner nuestros hogares en orden.
Cuando viajo por toda la Iglesia y veo familias fieles, digo: «Gracias, Señor, por los padres ejemplares». Y al ver la fidelidad en los jóvenes y sentirme orgulloso Y por sus logros, digo: «Gracias, Señor, por los padres diligentes».
La paternidad no es un asunto de posición o riqueza, sino de diligencia, determinación y deseo de ver a la propia familia recibir la exaltación en el reino celestial. Si ese premio se pierde, nada mas importa.
Conozco una familia que tiene como meta el que todos sus integrantes y su posteridad lleguen al hogar celestial, que existan allí lugares sin vacíos. Ese es su objetivo, y cada vez que tienen reuniones familiares en las que están todos, hablan de esta meta y examinan juntos su progreso.
Que Dios bendiga a todos los padres en Israel para que hagan bien su trabajo dentro de las paredes de su propio hogar. Con la ayuda del Señor lo lograremos, pues ésta es la responsabilidad más importante que tenemos. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























