Luz y verdad

Conferencia General Abril 1981logo pdf
Luz y verdad
por el élder Theodore M. Burton
del Primer Quórum de los Setenta

Theodore M. BurtonEn la Iglesia hablamos muy a menudo acerca de la luz y la verdad. ¿Qué significan esas palabras? En mis primeros años como científico me interesó mucho el concepto del cero absoluto, que teóricamente indica que hay una ausencia completa de energía térmica. Ese extremo de frialdad es muy difícil de comprender. Sin embargo, todos sabemos lo incómodos que nos sentimos cuando la temperatura se acerca al punto de congelación. El agua hierve a los 100° y se congela a 0°, pero el cero absoluto se encuentra alrededor de los 273° bajo cero*(*Todas estas temperaturas se dan en la escala Celsius.) Esas temperaturas se dan en el espacio interplanetario.

Cuando era jovencito fui con mi padre a inspeccionar una mina en Nevada. Los dos llevábamos sendas linternas de mano, pero como no esperábamos estar mucho tiempo adentro de la mina, no llevamos pilas extras para las linternas. El túnel era mucho más largo, frío y profundo de lo que habíamos pensado, así que antes de llegar hasta el fin de la mina, donde estaba el mineral, mi padre me dijo que apagara la linterna para ahorrar las pilas.  Cuando papá terminó de inspeccionar, la luz de su linterna había comenzado a disminuir, de manera que sugirió que sería mejor que regresásemos.  No pasó mucho tiempo antes de que la linterna se apagara por completo, y todavía recuerdo el pánico que sentí en la absoluta y fría obscuridad, hasta que encendí la que llevaba yo.

Las pilas de la mía se agotaron antes de llegar a la entrada, pero nos guió la débil luz que entraba por la boca del túnel. ¡Qué tranquilidad ver que la luz aumentaba conforme nos acercábamos a la entrada!  Ya afuera, sentí la cálida y brillante luz del sol.

Desde ese entonces me he preguntado cómo podría nadie preferir a sabiendas vivir donde existen la obscuridad y el frío. ¿Cómo pueden algunos preferir de buena gana las tinieblas y la miseria, en lugar de la luz y el calor?  Sin embargo, la obscuridad, el frío y la miseria serán la suerte de aquellos que voluntariamente y a sabiendas rechacen al Señor.  Juan escribió: «Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él» (1 Juan 1:5).

Me gustaría hablar del contraste que existe entre el reino de luz de Dios y el reino de tinieblas de Satanás.  Aquellos que siguen a Satanás «irán a las tinieblas de afuera, donde es el lloro y el llanto y el crujir de dientes» (D. y C. 133:73). ¡Qué terrible vivir bajo esas tristes circunstancias!  Es totalmente diferente de lo que por lo general imaginamos que significan «las llamas del infierno».  El fuego es el persistente remordimiento de conciencia que uno siente cuando ha escogido las tinieblas de Satanás en lugar de la luz de Cristo. (D. y C. 88:7.)

Se nos ha enseñado, por medio de la revelación moderna, que «la gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.  La luz y la verdad desechan a aquel inicuo» (D. y C. 93:36-37).  Se nos ha dicho que si nuestra mira es la de glorificar a Dios, nuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en nosotros; porque un cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas (D. y C. 88:67).  También leemos: «La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no la comprenden; no obstante, el día vendrá en que comprenderéis aun a Dios, siendo vivificados en él y por él.

Entonces sabréis que me habéis visto, que yo soy, y que soy la luz verdadera que en vosotros está, y que vosotros estáis en mí; de lo contrario no podríais abundar.» (D. y C. 88:49-50.)

En estas palabras hay una gran promesa para todos aquellos que están en búsqueda de la luz de la verdad.

No debemos pensar que la luz de Dios se limita sólo a las cosas del espíritu.  Se nos enseña lo siguiente:

«Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento, la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio,

la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas.» (D. y C. 88:11-13.)

La luz de Dios incluye la luz física que vemos, que nos calienta y nos hace sentir confortables.  La luz de Dios también nos da la capacidad de comprender todas las cosas.  En otras palabras, toda clase de luz se relaciona con la inteligencia y la verdad.

Esto lo corrobora la revelación moderna que nos enseña mucho más acerca de Jesucristo, diciéndonos:

«. . . mediante Jesucristo su Hijo,

quien ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que en todas las cosas y por en medio de todas las cosas él pudiera ser la luz de la verdad,

la cual verdad brilla.  Esta es la luz de Cristo.  Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho.

Como también está en la luna, y es la luz de la luna y el poder por el cual fue hecha;

como también la luz de las estrellas, y el poder por el cual fueron hechas.  Y la tierra también, y el poder de ella, sí, la tierra sobre la cual estáis.» (D. y C. 88:6-10.)

Por lo tanto, la luz de Cristo incluye no sólo la luz espiritual sino también la física, y por medio de ella podemos comprender la fuente de energía de donde procede la luz que nos rodea.

Satanás es aquel inicuo que viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad, a causa de su desobediencia y de las tradiciones de sus padres.  En contraste, el Señor nos ha mandado criar a nuestros hijos en la luz y la verdad. (D. y C. 93:39-40.)

Lo opuesto a la luz es la obscuridad y lo contrario de la verdad es la mentira.  La admonición del profeta Mormón es importantísima a fin de que comprendamos que debemos tener cuidado al juzgar la procedencia de ciertas cosas:

«Tened cuidado, pues… de que no juzguéis que lo que es malo sea de Dios, o que lo que es bueno y de Dios sea del diablo.

Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.

Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.

Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo es como obra el diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan.» (Moroni 7:14-17.)

El espíritu del hombre es eterno, mientras que su cuerpo presente es mortal o temporal.  Por lo tanto, el espíritu es más poderoso que el cuerpo y es capaz de controlarlo. La mente tiene el poder de hacer que el cuerpo se enferme o de sanarlo si no está bien.  No existe ninguna razón para permitir que el cuerpo y los apetitos carnales controlen nuestras acciones.  El espíritu es más poderoso que el cuerpo y podemos utilizarlo para comprometernos a obrar en rectitud; podemos controlar los deseos carnales de nuestro cuerpo.  No es cierto que fuimos creados con impulsos y pasiones tan poderosos que no podamos controlarlos.  Dios no sería un Dios justo si hubiese creado al hombre con deseos incontrolables.

Admito que algunas personas tengan deseos carnales más fuertes que otras; pero también afirmo que un Dios justo nos ha dado una mente y una fuerza de voluntad por medio de las cuales, si lo deseamos, podemos controlar y poner límite a esas pasiones y apetitos.  Satanás no tiene control sobre nosotros, a menos que se lo permitamos.  Admito que con la excepción del Salvador, ninguna persona ‘, por sí sola, puede frenar completamente sus apetitos y pasiones; sin embargo, sé que con la ayuda de Dios podemos aprender a controlarlos.  Conforme pongamos en practica la rectitud y nos acerquemos más a Dios, más fácil nos será resistir las tentaciones y vivir de acuerdo con la luz y la verdad que emanan de Jesucristo.

He estado pensando mucho acerca de un pasaje de Escritura que recientemente empiezo a comprender.  Permitidme leerlo:

«Por tanto, de cierto os digo que para mí todas las cosas son espirituales; y en ningún tiempo os he dado una ley que fuese temporal, ni a ningún hombre, ni a los hijos de los hombres, ni a Adán, vuestro padre, a quien yo creé.

He aquí, yo le concedí que fuese su propio agente; y le di mandamientos; pero ningún mandamiento temporal le di, porque mis mandamientos son espirituales; no son naturales ni temporales, ni tampoco son carnales ni sensuales.» (D. y C. 29:34-35.)

Ahora que empiezo a comprender estas palabras, el concepto que tenía acerca de la existencia física y de nuestro cuerpo mortal ha cambiado.

Tomemos como ejemplo el diezmo y las ofrendas. ¿Existe algo que sea más temporal que el dinero, o las ofrendas que podemos tomar de la tierra?  Sin embargo, puesto que es una ley de Dios, debe de haber una base espiritual o una razón eterna que respalden el pago del diezmo y las ofrendas.  Cuando Dios nos pide que lo probemos para ver si no, nos abrirá las ventanas de los cielos (Malaquías 3:10), ¿a qué se está refiriendo? ¿Se refería sólo a las bendiciones de la tierra y a las promesas de las recompensas temporales que podemos recibir si cumplimos con esa ley? ¿O se estaba refiriendo a algo espiritual y de naturaleza eterna?  Yo creo que ésta es la revelación de la verdad y la sabiduría que podemos recibir de esa «ventana abierta» y por medio de la cual podemos comunicarnos con Dios y saber todas las cosas. Cuando Dios nos habla de las promesas que se cumplirán si observamos la Palabra de Sabiduría, ¿se refiere sólo a las bendiciones temporales de salud y resistencia?  Dios también se refirió a los «tesoros escondidos de conocimiento» (D. y C. 89:19), los cuales, en mi opinión, constituyen un tesoro eterno, que si lo utilizamos nos ayudará a alcanzar la cálida luz de Dios.  Aquellos que están en las tinieblas, en el frío y miseria de su existencia nunca podrán conocer ese solaz.

Permitidme mencionar otra vez lo del cero absoluto, donde teóricamente no existe la energía.  Yo creo que Satanás y aquellos que lo siguen están en camino de perder hasta el ínfimo grado de luz y verdad que pudieran tener y están llegando a un límite de tinieblas y frío semejante al del cero absoluto, donde todo gozo y felicidad cesan.  Como resumen, la luz y la verdad son sencillamente la inteligencia pura.

Hay aquellos que creen que esta Iglesia es sólo una de tantas.  Y aun tenemos miembros dentro de la Iglesia que creen que el evangelio restaurado es sólo una filosofía religiosa más.  Como uno de los testigos especiales, testifico con toda sinceridad que esta Iglesia se fundó por mandato divino.  No es una iglesia cualquiera; es la única Iglesia de Jesucristo, y la doctrina del evangelio que enseña es la palabra divina de Dios; es la luz y la verdad.  El no darle importancia o tratarla como si fuera una de las tantas filosofías religiosas del mundo es uno de los grandes errores que una persona puede cometer.

Testifico que esta doctrina es la luz y la verdad que yo he recibido para fortalecer mi propio testimonio, en el nombre de Jesucristo, Amén.

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