Este es mi hijo amado

Conferencia General Octubre 1981logo pdf
Este es mi Hijo Amado
por el élder Yoshihiko Kikuchi
del Primer Quórum de los Setenta

Yoshihiko KikuchiMe siento muy humilde y privilegiado de estar en vuestra presencia; sinceramente ruego y oro para que el Espíritu del Señor me acompañe, de manera que pueda comunicaras mis pensamientos.

Sé con todo mi corazón y alma que nuestro Padre Celestial vive. Yo sé que ve, sé que El está siempre presente y dispuesto a responder a nuestras oraciones sinceras.

El ha hablado a sus hijos en el pasado; y lo ha hecho en nuestros días, a nuestra gente en esta dispensación final.  Nuestro Padre presentó a su Hijo Jesucristo a los pueblos que vivían en el continente americano.  El Libro de Mormón testifica:

«Oyeron una voz como si viniera del cielo; y miraron alrededor, porque no entendieron la voz que oyeron; y no era una voz áspera ni una voz fuerte; no obstante, y a pesar de ser una voz suave, penetró hasta lo más profundo de los que la oyeron, de tal modo que no hubo parte de su cuerpo que no hiciera estremecer; sí, les penetró hasta el alma misma, e hizo arder sus corazones.

Y nuevamente por tercera vez oyeron la voz, y aplicaron el oído para escucharla; y tenían la vista fija en dirección del sonido; y miraban atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido.

Y he aquí, la tercera vez entendieron la voz que oyeron; y les dijo:

He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd.» (3 Ne. 11:3, 5-7)

Sé que éste es el mismo Padre que habló al pueblo judío en el hemisferio oriental, en el momento en que nuestro Señor Jesucristo fue bautizado.  La Biblia testifica:

«Y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio el Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.

Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.» (Mateo 3:16-17)

Sé que en los albores de la primavera de 1820, en el estado de Nueva York, el Padre y el Hijo aparecieron al Joven José Smith, quien testificó:

«Vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí. . .

Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción.  Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!» (José Smith-Historia 16-17.)

Sé que José Smith vio a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo, y sé que él fue un verdadero Profeta de Dios.  Y tal como José Smith, en nuestra época, y como los discípulos y Apóstoles de los hemisferios oriental y occidental de la antigüedad, sé que el testimonio de nuestro Padre Celestial es verdadero: Jesús de Nazaret es su Hijo Amado, en quien El se complace. ¡Escuchadle!

Yo sé que Jesús de Nazaret nació en la tierra de Judea, que caminó sobre las aguas del Mar de Galilea y en los campos y llanuras de Palestina.  Debemos escuchar su propio testimonio, aquel que dio a Marta, la hermana de su amigo Lázaro:

«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:25-26.)

Hermanos, creo esto con todo mi corazón y con toda mi alma.  Yo sé que este mismo Jesús confirió sobre José Smith todo el poder y autoridad necesarios para restablecer el reino de Dios sobre la tierra, a fin de que cada alma tuviera la oportunidad de escuchar a su Amado Hijo.

Yo sé que nuestro Padre Celestial nos ama de tal manera que nos ha proveído, a través de su Amado Hijo, un camino a seguir durante nuestra vida.  A través de la restauración del Evangelio del Señor Jesucristo, El ha dado el camino para encontrar la felicidad eterna, la verdadera felicidad.

Hermanos, muchos de los hijos de nuestro Padre que viven en Japón y Corea también creen el testimonio de nuestro Padre Celestial y están escuchando a su Hijo Amado.

Poco tiempo antes de venir a la conferencia, recibí una hermosa carta de una hermana que perdió a su esposo hace trece años, y que dice así:

«Quedé sola para criar a mis dos hijos.  Al asistir al servicio bautismal de mi hijo mayor, el cual estaba cursando el último año de secundaria, pude sentir la hermosa atmósfera que acompañó al servicio. Me impresionó mucho el dulce espíritu de los santos; cuán humilde me sentí. Observé a mi hijo vestido de blanco bajando a las aguas, mientras la esposa del presidente de estaca, sentada a mi lado, me explicaba que de aquella forma sus pecados serían lavados.  Estaba tan impresionada con la belleza del momento que sentí cómo las lágrimas me rodaban por las mejillas y mi corazón rebosaba de alegría.  En ese instante deseé saber acerca de mí. ¿Podían acaso ser lavados mis pecados?  Si así fuera, si podía ser pura nuevamente, yo también deseaba ser bautizada.»

Luego de cuatro días de estudio y oración con los misioneros, ella también aceptó al Salvador y fue bautizada. Al poco tiempo, su hijo menor entró en las aguas del bautismo; y actualmente la hermana Masako Anan y sus dos hijos se están preparando para entrar en el Templo de Tokio y ser sellados como familia, junto con el difunto esposo y padre, por esta vida y la eternidad.

¡Cuán glorioso es el poder del evangelio que puede cambiar el corazón de las personas de la pena y desesperación a la alegría y el gozo! ¡Cuán glorioso es saber que el poder conferido a José m t puede cambiar el corazón de las personas!

Sé que el evangelio ha sido restaurado y que la verdadera Iglesia de Dios ha sido establecida sobre la tierra nuevamente.  Humildemente extiendo mi invitación a todos mis amigos, doquiera se hallen, y les digo: «Venid y bebed de las aguas de vida.  Creed en el testimonio del Padre: ‘Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco. . .a él oíd’.» (3 Nefi 11:7.)

A aquellos que desean escuchar al Hijo Amado del Padre, les digo que sé que el Libro de Mormón, tal como la Biblia, nos trae ecos conocidos de la palabra de Dios Y, por lo tanto, ambos poseen el poder de cambiar el alma de los hombres.

Permitidme daros un ejemplo de una madre coreana, quien escuchó la voz del Maestro.  El hermano Choi abandonó a su esposa, a dos hijas y a su madre por nueve meses.  Un día, nuestros misioneros estaban haciendo contactos en la ciudad de Kwang Ju, Corea, y encontraron a esta familia, que comenzó a estudiar con ellos; más tarde todos fueron bautizados. Luego, los misioneros les enseñaron el programa de la noche de hogar.  Una de las hijas de siete años adquirió un Libro de Mormón para, enviárselo a su papá con un simple pero hermoso testimonio.  Dos misioneros se lo llevaron y le testificaron de la veracidad del evangelio v la importancia de la familia.  El se preguntaba por qué aquellos jóvenes estaban tan preocupados por él y su familia.  Esa tarde comenzó a leer, y escuchó esos ecos conocidos de la voz del Señor; luego, encontró el testimonio escrito por su hija que decía:

«Aboji, aboji, aboji», que, interpretado, es: «Papá, papá, papá,».  «Queremos tener noche de hogar contigo, papá.  Por favor, regresa.  Te amamos.  Yo te amo y te necesito. Deseo que leas este libro.  El Padre Celestial te ama.»

El hermano Choi recibió tanto solaz al leer el Libro de Mormón y estaba tan emocionado por el testimonio de su hija que solicitó a los misioneros que le bautizaran.  Así fue como esta familia se unió nuevamente, y actualmente el hermano Choi es obispo de un barrio, y asiste a esta conferencia como vivo ejemplo de alguien que escuchó la voz del Salvador proveniente del Libro de Mormón.

¡Oh, cuánto necesitamos a los misioneros del Señor para llevar a todo el mundo el testimonio que el Padre dio de su Amado Hijo!  Existen muchos obispos Chois y muchas hermanas Anans en vuestros propios vecindarios.

Sé que el presidente Spencer W. Kimball es un Profeta del Señor.  Consciente de la urgencia del momento, él nos ha instado a que alarguemos el paso y aceleremos nuestra marcha.  «¡Hazlo ahora!», nos dice.

Presidente Kimball, usted es un hombre abrumado, cubierto de cicatrices como Job; y sin embargo, está listo para continuar, para escalar una nueva montaña.  Lo amamos.  Lo necesitamos.

Hermanos, ¿por qué no prestamos más atención a las palabras de este humilde siervo del Señor y alargamos nuestro paso a fin de compartir este hermoso Evangelio del Señor Jesucristo con otro obispo Choi y con otra hermana Anan?  Humildemente lo pido en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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