Y esta es la vida eterna

Conferencia General Octubre 1981logo pdf
Y esta es la vida eterna
por el presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia

Marion G. RomneyEn el capitulo diecisiete de Juan esta escrito que Jesús oró al Padre en favor de sus discípulos y dijo:

«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3.)

En esa oración Jesús claramente declaró que los once discípulos sabían que El era el Hijo de Dios. Les había enseñado quien era y que había sido enviado por su Padre. La siguiente declaración de Juan aclara que habían recibido un testimonio de la verdad de Sus enseñanzas:

«Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que de vida eterna a todos los que le diste.

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tu me enviaste.» (Juan 17:1-2, 6-8.)

Los Apóstoles obtuvieron la vida eterna porque recibieron el mensaje del Salvador y lo aceptaron por lo que El fue y es.

Este conocimiento del «único Dios verdadero y Jesucristo» es el conocimiento mas importante en el universo; es el mismo conocimiento del cual el profeta José Smith dijo que un hombre no podría ser salvo si no lo tenia. La falta de este es la ignorancia de la que se nos habla en la revelación que dice:

«Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.» (D. y C. 131:6.)

Debemos tener en cuenta que existe mas de una fuente por la cual podemos adquirir conocimiento. Esta el que se obtiene a través de los sentidos del hombre, y debemos esforzarnos por adquirirlo porque el Señor así nos lo ha mandado. También existe el conocimiento de las cosas divinas, que se obtiene por medio de la revelación directa. Y hay dos aspectos del conocimiento religioso; uno de ellos es la gran fuente que tenemos en las Escrituras. Desde el principio, desde los tiempos de Adán hasta nuestros días, el Señor ha dado por medio de sus profetas, a través de la revelación! un conocimiento religioso. Dicho conocimiento concierne las verdades de la vida que se refieren a Dios y su Hijo Amado, al grandioso plan del evangelio y a la misión de Jesús como Salvador y Redentor. El otro aspecto del conocimiento religioso es el testimonio personal que se adquiere por medio de la inspiración, una forma de revelación dada a todo ser humano.

Todo el mundo tiene acceso a la palabra revelada de Dios, tal como esta escrita en la Biblia. Todo el mundo también puede tener acceso al conocimiento revelado que se encuentra escrito en el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios v la Perla de Gran Precio.

Millones de personas que leen v estudian la Biblia no la entienden. Hay millones que no comprenden lo que Jesús dijo en la oración que se encuentra en el capítulo diecisiete de Juan, cuyo tema he seleccionado. La razón por la cual no la comprenden es porque no han sido iluminados por el poder del Espíritu Santo. No han recibido un testimonio personal.

Para conocer a Dios, nuestro Padre Eterno, y a Jesucristo, a quien El ha enviado, así como lo conocieron sus Apóstoles en la antigüedad, uno debe aprender de ellos por medio de la revelación divina. Debemos volver a nacer. Permitidme daros una ilustración de las enseñanzas escritas del Salvador para que veáis lo que quiero deciros. En el tercer capitulo de Juan esta escrito que Nicodemo, un hombre muy sabio, de hecho, un miembro del Sanedrín, vino a Jesús de noche, ya que no tenía el suficiente valor como para hablar con El de día. y aun así allegándose a El de noche le dijo:

«Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tu haces, si no esta Dios con el.» (Juan 3:2.)

En esta declaración Nicodemo, inadvertida pero claramente, revela el hecho de que el no sabia quien era Jesús. Reconoció que era un gran maestro, y fue todo lo que pudo ver en el Hijo de Dios. Esto era todo lo que se esperaba que el viera, porque basó su conocimiento de quien era Jesús en los milagros que había visto y oído. Percibiendo este detalle, Jesús le informo que el conocimiento de las cosas divinas no se puede obtener a través de los sentidos normales del hombre.

«El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios», dijo Jesús (Juan 3:3).

A pesar de que Nicodemo era un sabio en las cosas del mundo, no podía comprender esta sencilla declaración de la verdad. De hecho, su respuesta estaba llena de asombro.

«¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» (Juan 3:4.)

Jesús, insistiendo aun para hacerlo entender, continuó, «. . . el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5). En este pasaje el Salvador dice que una persona no puede ver el reino de Dios, ni entrar en el, a menos que vuelva a nacer.

Pero Nicodemo seguía sin entender. Entonces fue cuando Jesús declaró la gran ley: «Lo que es nacido de la carne, carne es. . .» En otras palabras, lo que aprendemos a través de nuestros sentidos tiene que ver con la tierra. «Y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.» Todas las cosas que aprendemos por medio de la inspiración son de Dios, del Espíritu. (Juan 3:6.)

Todos los que deseen conocer a Dios el Eterno Padre y a Jesucristo, a quien El ha enviado, deben recibir este conocimiento por medio del Espíritu. Los miembros de la Iglesia ya han adquirido ese conocimiento; han sido bautizados y confirmados miembros de la Iglesia y se les han impuesto las manos para que reciban el don del Espíritu Santo. Por medio de estas ordenanzas se abre la puerta; por lo tanto, es absolutamente necesario que las obedezcamos para poder nacer de nuevo. Sin embargo, para obtener la vida eterna, debemos ser humildes y puros hasta el punto de poder recibir, por medio del poder del Espíritu Santo, un testimonio personal de que Dios es el Eterno Padre, y que Jesucristo es el Hijo de Dios y nuestro Salvador personal, así como el Redentor del mundo.

Permitidme daros un ejemplo. Aun cuando esta experiencia es muy personal para mi familia, ilustra lo que quiero deciros, y espero que me perdonéis por usarla. Mi esposa creció en un hogar donde se ofrecían oraciones de día y de noche, y donde casi a diario la familia estudiaba los principios del evangelio. Le gustaba mucho estudiar, y deseaba asistir a una universidad. Sin embargo, su padre pensó que los varones eran los que necesitaban estudios superiores. En su lucha por recibir una educación, desarrolló una actitud de respeto hacia aquellas personas que habían recibido un título profesional. Siendo ella miembro de la mesa directiva de la Escuela Dominical de la Estaca de Idaho Falls, y maestra de una clase, en una ocasión asistió a la Iglesia la esposa de otro oficial de la mesa directiva, la cual no era miembro. Esta mujer se había graduado en la Universidad de Idaho, y mi esposa, en cambio, todavía no había recibido su título, por lo que se sintió un poco cohibida.

Una de las lecciones en el curso de estudio hablaba de la primera visión del profeta José Smith. Cuando estaba preparando la lección, se dio cuenta de que esta señora asistiría a su clase y se preguntó: «,Que ira a pensar de mí, una joven ignorante, diciendo que el Padre y el Hijo ciertamente bajaron del cielo y aparecieron a un jovencito de catorce años de edad?» El solo hecho de pensar en ello la aterrorizó y se convenció de que no podría enseñar la clase. Llorando fue a su madre y le dijo:

«Madre, no puedo enseñar esta lección. Yo no se si José Smith ciertamente vio al Padre y al Hijo. Durante toda mi vida se me ha enseñado que así es; he creído en lo que tu y papa me han enseñado, pero personalmente no lo se. Esa señora se va a reír de mí. No puedo pararme frente a la clase y enseñar la elección sabiendo que ella estará allí.»

La madre de mi esposa tampoco había asistido mucho a la escuela; no era lo que hoy en día se conocería como «una persona educada», pero tenía fe en Dios el Eterno Padre y en Jesucristo, su Hijo, y le dijo: «Hija, ¿recuerdas lo que hizo José Smith para obtener esa visión? Bueno, ofreció una oración. ¿Por que no haces lo mismo?»

Esta jovencita regresó a su habitación y por primera vez en su vida se dirigió al Todopoderoso con el sincero deseo de saber si en realidad El vivía y si era cierto que El y el Salvador habían aparecido al profeta José. Cuando salió de la habitación, se fue directamente a la clase de la Escuela Dominical y enseñó la lección, llena de gozo, con conocimiento y convicción; sabía, había nacido del Espíritu.

Mis amados hermanos, todos debemos tener una experiencia espiritual para obtener la vida eterna y conocer a Dios el Eterno Padre y a Jesucristo a quien El ha enviado. Os ruego que busquéis este conocimiento, si todavía no lo tenéis; vosotros sabéis cómo hacerlo. No es una experiencia en masa, sino que debe adquirirse individualmente. Debéis obtenerla, y también todos aquellos a quienes enseñéis. Debemos enseñar por medio del Espíritu; «. . .y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis», dijo el Salvador. ‘Y se os dará el Espíritu por la oración de fe.» (D. y C. 42:14.)

Todos vosotros que habéis sido bautizados tenéis ese derecho. Deseadlo, orad para obtenerlo y Dios os lo concederá.

Espero que cada uno de vosotros pueda recibir este conocimiento de Dios el Eterno Padre v Jesucristo a quien El ha enviado, que es vida eterna. Es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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