Conferencia General Abril 1985
Dios tiene una obra para nosotros
presidente Gordon B. Hinckley
Segundo Consejero en la Primera Presidencia
«Dios os bendiga, y que vuestra influencia para bien se deje sentir entre todos vuestros compañeros y asociados.»
Estoy seguro de que hemos aprovechado bien el tiempo al escuchar el testimonio de los élderes Ringger, Call y Camargo. Quisiera que hubiéramos tenido el tiempo suficiente para escucharles mas; son tres personas admirables, y su sola presencia aquí hoy es para mi un testimonio del gran poder y divinidad de esta obra.
Me encanta leer acerca de la visita de Moroni al muchacho José Smith; aquella noche cuando era apenas un joven, cuando un mensajero vestido de blanco se le apareció en su dormitorio. Era un chico de granja con muy poca educación formal, pero tres años antes había recibido una visión como la que nadie en su generación, o en cualquier generación subsiguiente, haya recibido; en la que se le aparecieron Dios el Eterno Padre y el Señor resucitado.
Ahora, el ángel Moroni vino y, según el testimonio del Profeta, «me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mi, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y mal, o que se iba a hablar bien y mal de mi entre todo pueblo» (José Smith-Historia 33).
El hermano Ringger es oriundo de Suiza. Hace mucho tiempo el mensaje de los misioneros tocó el corazón de su abuela. Su padre era un hombre de gran fe, en un sentido muy literal un patriarca entre su pueblo. El hermano Hans Ringger ha sido presidente de estaca entre su pueblo y Representante Regional. Es un hombre de fe. Su idioma quizás sea un poco diferente del nuestro, pero en su corazón arde una profunda convicción de la veracidad de esta obra. Profesionalmente, es un distinguido arquitecto en su tierra natal, y se acaba de jubilar como coronel en el ejercito suizo. Cuando hable con el hace unos días acerca de dejar su negocio y dedicarse totalmente a la obra del Señor y todo lo que ello implicara, mire su fuerte rostro, y comenzaron a brotarle unas cuantas lagrimas. Después dijo: «Claro que si. Si eso es lo que el Señor desea, eso es lo que yo quiero hacer».
Lo mismo sucedió con el hermano Call, quien nació y se crió en México, en aquella tierra en donde la predicación del evangelio ha sido tan fructífera, en donde actualmente hay trescientos mil miembros de la Iglesia que hablan ese hermoso idioma español .
Y así fue también con el hermano Camargo, quien llegó unas cuantas horas después de nuestra conversación telefónica; simplemente recogió sus cosas y se vino, sin hacer preguntas, y quien habla el idioma de Brasil el portugués-en aquel gran país de Sudamérica.
¡Tres países! «Dios tenia una obra para mi. . . entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y mal. . . se iba a hablar bien y mal de mi entre todo pueblo.» Estos son sólo representantes de esta obra maravillosa y milagrosa de la que somos testigos en esta época. la propagación del evangelio restaurado sobre la faz de la tierra para bendición de los hijos de nuestro Padre dondequiera que se encuentren.
Hermanos y hermanas, ha llegado el momento de concluir la conferencia y partir hacia nuestros hogares. Que podamos llevar con nosotros una porción de la luz de inspiración que hemos obtenido aquí. Todos debemos ser mejores simplemente por haber estado presentes. Que pongamos renovada energía a la tarea que yace adelante.
Cuando era niño, con frecuencia cantábamos en la Escuela Dominical «Pon tu hombro a la lid con fervor; haz tu obra con afán y amor. Hay que luchar y conquistar; pon tu hombro a la lid» (Himnos de Sión, 72).
Dios os bendiga, mis queridos compañeros, que su Santo Espíritu more en vuestros corazones y en vuestros hogares, que vuestra fe aumente entre aquellos a quienes mas amáis, y que vuestra influencia para bien se deje sentir entre todos vuestros compañeros y asociados, lo ruego humildemente al dejaros mi testimonio de la divinidad de la obra; y con la autoridad del santo sacerdocio que poseo, invoco las bendiciones del cielo sobre vosotros. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























