Servicio en la Iglesia

Conferencia General Octubre 1984logo 4

Servicio en la Iglesia

élder Spencer H. Osborn
del Primer Quórum de los Setenta

Spencer H. Osborn«Si el yugo de un cargo en la Iglesia me raspa o irrita, lo tallo y lijo al aprender mas acerca de Él.»

Antes de recibir mi llamamiento actual, serví como consejero al presidente Marion D. Hanks en el Templo de Salt Lake. El espíritu que él fomentó entre todos los obreros del templo lo tomó de un pequeño letrero escrito a mano que se hallaba en una casa club infantil, y decía: «Que nadie actúe grande; que nadie actúe pequeño; que todos actúen mediano.» Confieso que me siento mucho menos que mediano al pararme en este púlpito, este lugar santificado por la presencia de profetas y otros grandes lideres que se han parado aquí para proclamar las verdades eternas.

Al igual que algunos de mis compañeros, yo también he recibido un nuevo llamamiento del Señor. Mi asignación especifica es la de servir con el élder A. Theodore Tuttle y el élder Jacob de Jager en la Presidencia del Area Sur de Sudamérica, con su sede en Buenos Aires. Esta área comprende los hermosos países de Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

He aceptado un nuevo yugo de servicio; esto es algo que les ocurre a miles de miembros fieles cada semana en todo el mundo: un nuevo yugo de servicio.

Hace algunos meses mi esposa y yo recorríamos en automóvil un camino estrecho de Luzón central, en las Filipinas, en donde yo servia como Representante Regional de tiempo completo. Pasamos a un granjero que caminaba hacia el mercado. Iba trotando, llevando sobre los hombros una carga enorme de frutas y verduras, la cual colgaba de ambos extremos de un yugo de madera. Detuve el auto para tomarle una fotografía, y después de hacerlo, el granjero bajó su carga para conversar con nosotros. Le pregunte a mi amigo si no era demasiado pesada su carga para llevarla una gran distancia. Me respondió:

-No, porque esta equilibrada.

-¿No le lastima el yugo?-le pregunté.

-Al principio si me lastimaba, pero lo tallé y lo limé con una piedra áspera y ahora me queda bien y esta cómodo.

Note también que tenía un pequeño cojín de tela que se colocaba en el cuello-supongo que para amortiguar los golpes del escabroso camino.

No fue sino hasta cuando nos alejamos que pense en la invitación del Señor que se encuentra en el capitulo 11 de Mateo:

«Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
«Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón: y hallareis descanso para vuestras almas;
«porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» (Mat. 11:28-30.)

Tradicionalmente, y también muy acertadamente, relacionamos esta hermosa promesa de alivio con aquellos que están fuera del reino, aquellos que no han aceptado las ordenanzas salvadoras y exaltadoras del evangelio de Jesucristo. A menudo utilizamos esta invitación para aquellos que están dentro de la Iglesia y que tienen cargas pesadas de tristeza, aflicción, enfermedad, problemas o pecado. Quisiera sugerir que hay otro grupo grande de fieles Santos de los Ultimos Días que también reciben gran consuelo de este pasaje, y lo integran los que trabajan en la viña, aquellos que llevan la carga del servicio en la Iglesia.

Hay dos extractos de este pasaje que me parecen especialmente apropiados para este grupo de hombres y mujeres. El primero es: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí.» No solo debemos aceptar responsabilidades al servicio del Maestro, sino que también debemos continuar con nuestro estudio personal, el proceso eterno de aprender acerca de Jesucristo y meditar acerca de su ministerio, su mensaje y su expiación. Es triste notar que muy a menudo al aceptar una asignación en la Iglesia que requiere de mucha dedicación, dejamos suspendido nuestro estudio de las Escrituras mientras dura la asignación. El siguiente segmento que se aplica a nosotros es: «Soy manso y humilde de corazón.» La mansedumbre es la clave del éxito cuando estamos al servicio del Señor. El ser manso y humilde no significa ser tímidos o temerosos, sino entregarnos a la voluntad del Señor, estar dispuestos a permitir que nos guíe el Espíritu y ser moldeables.

En el transcurso de los años y al desempeñar una serie de responsabilidades en la Iglesia, he aprendido que si se aligera la carga, en tanto conserve su equilibro y la delegue y acomode si llega a ser demasiado pesada para mí, asegurándome de hacer contrapeso a mi deber con mis actividades en la familia, en los negocios y en otros intereses. Si el yugo me raspa o irrita, lo tallo y lijo aprendiendo mas acerca de la posición y educándome en la obra. Entonces llega a ser cómodo y fácil, tal como dijo el Señor. Obviamente, el cojín de tela que cubre el cuello representa el conocimiento que tenemos de la divinidad de esta gran obra de los últimos días, o sea, nuestro testimonio del evangelio. Esto es lo que realmente nos amortigua los golpes y los azotes al llevar nuestras cargas por el escabroso camino de la vida.

Mi yugo actual me raspa un poco todavía, pero lo seguiré tallando y lijando hasta poder comunicarme en ese hermoso idioma español. Me regocijo en este yugo, y me deleito en llevar esta carga durante todo el tiempo que lo requiera mi deber.

Sé que Dios vive y responde a nuestras peticiones. Sé que Jesucristo es nuestro Maestro, Salvador y Redentor. Prometo dar mi devoción plena a este yugo de servicio actual, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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