Dios aún revelará

Conferencia General Octubre 1986logo 4
«Dios aún revelará»
élder Neal A. Maxwell
del Quórum de los Doce Apóstoles

Neal A. Maxwell«Las revelaciones futuras contendrán asombrosos acontecimientos así como grandes e importantes verdades.»

Las Santas Escrituras representan la memoria espiritual de la humanidad; y cuando la relación entre el hombre y las Escrituras se corta, los mortales se ven trágicamente privados de una percepción de historia espiritual, lo que ciega los ojos de la fe. Así despojados de su identidad verdadera, tienen piernas. pero cada uno sigue su propia senda; sus brazos son codiciosos, pero no abrazan los verdaderos valores de la vida; sus oídos funcionan, pero ya no escuchan la palabra del Señor. Y. aunque creados a la imagen de Dios, los que son así cortados pronto olvidan a su Creador. No es de sorprender:

»Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para el, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón’?» (Mosíah 5:13.)

En contraste, uno de los rasgos exclusivos de la Iglesia de Jesucristo es su conjunto siempre creciente de fundamental conocimiento espiritual sobre la identidad y el propósito del hombre, lo cual ensancha »la memoria de su pueblo» (Alma 37:8). De hecho, nuestro noveno Articulo de Fe declara que »Dios . . . aun revelara muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes [a su] reino». Así nutridos con alimento que combina la antigüedad con el futuro, el animo de los miembros de la Iglesia no tiene por que desmayar (véase Hebreos 12:3) sino que podemos vibrar intelectualmente.

Entre los tesoros que no han aparecido aun hay libros perdidos; las Escrituras actuales mencionan mas de veinte de estos; y quizás mas asombrosos y mayores sean los registros de las tribus perdidas de Israel (véase 2 Nefi 29:13). Ni siquiera sabríamos del tercer testamento de Cristo si no fuera por el valioso Libro de Mormón, el segundo testamento de Cristo. Cuando aparezca este tercer conjunto de registros sagrados, completara una triada de la verdad. Entonces, como lo dijo el Perfecto Pastor: »Y mi palabra se reunirá también en una» (vers. 14). «Y habrá un redil y un pastor» (1 Nefi 22:25) en una «unión entera» de todas las dispensaciones cristianas de la historia humana. (Véase D. y C. 128:18.)

Aunque en el pasado a veces los profetas tenían que hacer conjeturas, como Moroni supuso que los judíos poseían también un registro de la Creación desde Adán (Eter 1:3), la nuestra, en cambio, es una época de plenitud, incluso de »cosas que jamas se han revelado desde la fundación del mundo» (D. y C. 128:18). Mas aun, »vendrá el día en que las palabras del libro, que fueron selladas, se leerán desde los techos de las casas; y serán leídas por el poder de Cristo, y se revelaran a los hijos de los hombres todas las cosas habidas entre ellos jamas, y cuantas habrá jamas hasta el fin de la tierra» (2 Nefi 27: 11;  2 Nefi 30:16, 18; Eter 4:7; D. y C. 101:32; 121:28).

Por eso, así como habrá muchos mas miembros, familias, barrios, estacas y templos de la Iglesia, con el tiempo, también habrá mas Escrituras para nutrirnos e inspirarnos. No obstante, primero debemos deleitarnos con rectitud en lo que ya tenemos.

Sin esta preciosa perspectiva espiritual, la familia humana difícilmente puede pasar mas de una generación sin caer en profundas dudas, y aun en la incredulidad.

Lamán y Lemuel dudaron y protestaron porque, según Nefi, »no conocían los hechos de aquel Dios que los había creado» ( 1 Nefi 2:12); eran ignorantes, como el olvidadizo Israel: «Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que cl había hecho por Israel» (Jueces 2:10; véase también Deuteronomio 32;6; Mosíah 10:14).

Si la gente permanece mucho tiempo sin las verdades del plan de salvación de Dios, algunos ni siquiera las creen cuando se las enseñan» (Mosíah 1:5). Una »nueva generación» ignorante no cree entonces «tocante a la resurrección . . . ni tampoco . . . a la venida de Cristo» (Mosíah 26:12). Por lo general, las creencias en la Deidad y en la resurrección son las primeras en desaparecer: »No habían llevado anales consigo, y negaban la existencia de su Creador» (Omni 17).

Nuestro amoroso Padre esta siempre deseoso de disipar esa ignorancia:

«Y después que Dios hubo dispuesto que estas cosas sobrevinieran a los hombres, he aquí, vio entonces que era necesario que estos supieran acerca de las cosas que el les había señalado;

«por tanto, envió ángeles para conversar con ellos, los cuales causaron que los hombres contemplaran la gloria de Dios.

«Y de allí en adelante empezaron los hombres a invocar su nombre; por tanto, Dios conversó con ellos y les hizo saber del plan de redención que se había preparado desde la fundación del mundo; y esto el les manifestó según su fe y arrepentimiento y sus obras santas.» (Alma 12:28-30.)

El mensaje es constante y siempre pertinente:

«¿No es tan necesario que el plan de redención se de a conocer a este pueblo, así como a sus hijos’?

«¿No le es tan fácil al Señor enviar a su ángel en esta época para declarar estas gozosas nuevas, tanto a nosotros como a nuestros hijos. como lo será después del tiempo de su venida’!’ ‘ (Alma 39:18-19.)

Los mortales de hoy. nacidos mucho después de su primera venida, por cierto necesitan conocer el plan que da un concepto completo »de nuestra condición y verdadera relación con Dios». El profeta José Smith dijo también que este tema debería estudiarse «mas que cualquier otro. . . de día y de noche». (Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 399-400.)

Sin embargo, el plan de Dios no debe tratar de deducirse por la lógica, y la experiencia humana no es bastante profunda ni suficientemente larga para ilustrarnos en forma adecuada, sino que se requiere revelación de Dios.

»¡He aquí, grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuan inescrutables son las profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre pueda descubrir todos sus caminos! Y nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto, no despreciéis hermanos, las revelaciones de Dios.» (Jacob 4:8.)

¿De que otra manera podríamos saber la verdad sobre quienes somos, éramos y seremos’? (Véase Jacob 4:13; D. y C. 93:24.) Sin una verdadera identidad, no puede haber verdadera felicidad.

Por lo tanto, los ángeles y profetas son características en el proceso de la revelación (véase Alma 12:28-29).

En la ultima parte de su vida, José Smith habló varias veces de los catorce años que había experimentado de intensa revelación, incluso de visitaciones angélicas. (Véase Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 432. )

Las Escrituras de la Restauración, centradas en el Mesías, expanden considerablemente la memoria espiritual de la humanidad y nos enseñan concerniente al plan de Dios desde la fundación del mundo. La Restauración nos ha traído extensos discursos sobre el plan de Dios con el rescate del Redentor, como los de Moisés, Abinadí, Eter, Alma, Ammón y Aarón (véase Mosíah 13:33-35; Eter 13:24; Alma 12:30-33; 18:36-39; 22:12-14). Todos responden a la pregunta retórica de un profeta que dijo: »¿Por que no hablar de la expiación de Cristo?» (Jacob 4: 12). Hermanos, dado que el principal interés del hombre es su salvación, ¿podríamos tratar acaso otro tema mas importante que ese?

El que escudriñe de verdad las Escrituras sin duda vera que estas testifican de Cristo (véase Juan 5:39). También vera lo relacionadas que están y cómo se apoyan unas a otras. Si hay quienes no lo ven, será porque [van tras ellas] no por fe (véase Romanos 9:32), sino que, en cambio, las contemplaron perplejos con los ojos cegados por el escepticismo. Dijo Jesús a los incrédulos:

»Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mi, porque de mi escribió el.

«Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?» (Juan 5:46-47.)

Los que no comprendieron ni creyeron aquello que Moisés escribió, tampoco creyeron esto que Jesús les dijo. Este hecho subraya las importantes palabras de Mormón sobre la relación que hay entre el registro bíblico y el Libro de Mormón:

»Porque he aquí, se escriben estos con el fin de que creáis en aquellos; y si creéis en aquellos, también creeréis en estos.»

Las Escrituras, que se apoyan mutuamente, proveen la perspectiva histórica tan necesaria: «concerniente a vuestros padres, y también las obras maravillosas que se efectuaron entre ellos por el poder de Dios». (Mormón 7:9; cursiva agregada.)

Muchos pasajes de las Escrituras nos dicen vitales verdades sobre las »tiernas misericordias» de Dios ( I Nefi 1 :20; Eter 6: 12; véase también Lucas 1:78) y sus tratos con nuestros antecesores. Lo que es pasado no es mas que un prólogo, de ahí que Dios, siendo omnividente, deseoso de salvar al hombre inconstante y miope, no tiene interés en nuestra adulación retroactiva sino en evitar nuestra ruina futura.

Ese es el motivo por el cual aprendemos en las Escrituras sobre Sus planes para el hombre en este planeta. Por Isaías El nos hace saber que formó la tierra »para que fuese habitada» (Isaías 45: 18). Por medio de Moisés describió Su propósito: »Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre» (Moisés 1:39). Mas aun, contemplando los cielos y las galaxias, los que tienen ojos para ver verán »a Dios obrando en su majestad y poder» (D. y C. 88:47).

Nos encontramos rodeados de un universo planificado y vivimos en un planeta con un propósito; y estas verdades describen «las cosas como realmente son» (Jacob 4:13). ¡No es de sorprender que el evangelio sea gloriosas nuevas!

Si hay una generación que necesite esta preciosa perspectiva, es la nuestra, apartada del Señor; si hay una generación que necesite que la salven de si misma, es la nuestra. Sin duda, estas necesidades se intensificaran al debatirse sin esperanzas las acosadas y perplejas naciones de la tierra, en »angustia» y »confundidas», como lo predijo Jesús. (Véase Lucas 21 :25.)

En realidad, malentendemos y empleamos erróneamente la vida, pero la clara y preciosa perspectiva del evangelio pone lo mundano en sus correspondientes lugares de menor importancia; entonces es cuando en esta etapa mortal podemos ver las cosas tal como son, cosas como la exigente melodía del mundo. Al igual que los rituales extraños de los animales, que son divertidos para cualquiera menos para los participantes, estas manipulaciones de materialismo serian cómicas si no fueran trágicas. También lo son las ambiciones de poder y la sed por la gloria del mundo; sus tácticas resultan transparentes cuando se ven a la luz del evangelio.

No obstante, ¿por que aun los discípulos fieles sienten las vías del mundo tan insistente y constantemente? ¿Será porque en nuestro pasado premortal admiramos al Padre y contemplamos su gloria, y ahora se la envidiamos subconscientemente? Pero, si de veras deseamos tomar parte en Su reino,  ¿por que resistimos lo que las revelaciones nos dicen acerca del requerido aprendizaje preparatorio y de los riesgos del poder injusto? El poder supremo de Dios es seguro, porque El posee amor, justicia, misericordia y conocimiento supremos. Y nosotros no podemos participar de su poder sin participar de sus atributos.

Quizás digamos: ¿No tenemos acaso sus genes espirituales? Si, mas no su dulzura. ¿Y no somos su linaje espiritual? Si, pero no poseemos su capacidad para amar. indudablemente le pertenecemos! Por supuesto, pero no podemos volver a entrar en su hogar hasta que nuestra conducta nos haga sentir cómodos allí.

No es de extrañar que los profetas repitan una y otra vez sus advertencias. Después de todo, si antes de morir se nos permitiera escribir sólo unas líneas a los amigos y la posteridad, llegarían a ser artículos de primera plana; a veces lo que resulta es casi un grito de advertencia, particularmente si los escuchas permanecen sordos a la voz apacible y delicada. (Véase Jacob 6:8-13; Moroni 10:27-34.)

Además, los profetas, que son los principales autores de nuestra memoria espiritual, no sólo vieron su propia época sino la nuestra; ellos se han comunicado con nosotros como si estuviéramos presentes, pues »he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras» (Mormón 8:35).

No es de extrañar que el profeta José Smith, en sus ultimas palabras de testimonio en la cárcel de Carthage, la noche antes de morir, diera «fuerte testimonio a sus guardias de la autenticidad divina del Libro de Mormón, la restauración del evangelio, la ministración de ángeles» (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 487; véase también Alma 9:21; 12:29; 19:34).

Sin los profetas, sin las Escrituras, ¿ de que otra manera sabríamos del plan; de redención de Dios para el hombre? (Véase Alma 12:2830.)

Cuando las escudriñamos, las verdades de las Escrituras sobre el plan de salvación son electrizantes y apaciguadoras al mismo tiempo. Cuando se meditan con gratitud, llevan a expresiones líricas como las del profeta José Smith, en 1842:

«Y además, ¿que oímos? ¡Alegres nuevas de Cumora! Moroni, un ángel de los cielos, declarando el cumplimiento de los profetas: el libro que había de ser revelado. ¡La voz del Señor en el yermo . . . declarando a los tres testigos que dieran testimonio del libro! ¡La voz de Miguel, en las riberas del Susquehanna . . . La voz de Pedro, Santiago y Juan en el yermo despoblado . . declarando que poseían las llaves del reino y de la dispensación del cumplimiento de los tiempos!» (D. y C. 128:20.)

Las revelaciones futuras, mis hermanos, contendrán asombrosos acontecimientos así como grandes e importantes verdades. Tanto es así, que el jubiloso cántico de Moisés y el pueblo de Israel después de cruzar a salvo el Mar Rojo (véase Exodo 15) y la letanía del profeta José Smith del año 1842 cederán ante el júbilo de todos los acontecimientos gloriosos que sucederán cuando Cristo venga en su majestad y poder.

El valle de Adan-ondi-Ahman resonara de nuevo, esta vez con los ecos de una reunión de las dispensaciones y el fulgor de una congregación (véanse Daniel 7:13-14; D. y C. 107:53-57; 116:1). Los que son de la ciudad de Enoc recibirán a los de la Nueva Sión con abrazos y besos santos entre lágrimas de regocijo (véase Moisés 7:62-63). Los montes temblaran ante la presencia de las tribus perdidas, y se derretirán corazones, como el hielo, cuando vengan  «llenos de cantos de gozo sempiterno» (véase D. y C. 133:26-33).

Y todo ocurrirá bajo la dirección de «nuestro gran Redentor . . . del mundo Rey y Señor». Por eso, «clamad con gran gozo, oh hijos de Dios . . . vislumbra la gran redención»

(Himnos de Sión, No. 135). En el nombre de Jesucristo. Amén.

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