Conferencia General Abril 1986
Un testimonio de la Resurrección
élder Howard W. Hunter
del Quórum de los Doce Apóstoles
«Jesús de Nazaret conquisto la muerte. A diferencia de las medallas y de los monumentos de siglos que muestran las victorias transitorias de los hombres, se eleva el único monumento necesario para marcar el triunfo eterno: un sepulcro vacío.»
Alejandro Magno, rey de Macedonia, discípulo de Aristóteles, conquistador de la mayor parte del mundo conocido en esa época, fue uno de los lideres jóvenes mas sobresalientes del mundo. Después de años de ejercitar su pompa y sus hazañas militares y luego de extender su reino desde Macedonia a Egipto, y desde Chipre a la India, se lamentó cuando pareció no existir mas mundo por conquistar. Mas tarde, como evidencia de lo efímero que es tal tipo de poder, Alejandro contrajo fiebre y falleció a los treinta y tres años de edad. El inmenso reino que había conquistado, murió virtualmente con el.
Un joven líder bastante diferente también murió a esa edad de treinta y tres años, que parece tan prematura. El también fue un rey, un discípulo y un conquistador; sin embargo, no recibió los honores de los hombres, no logró ninguna conquista territorial, no se acercó a ninguna corriente política. Hasta donde sabemos, jamas sostuvo una espada ni usó ninguna pieza de armadura. Pero el reino que estableció aun perdura después de 2.000 años. Su poder no era de este mundo.
Las diferencias entre Alejandro y este joven nazareno son muchas, pero la diferencia mas grande esta en sus ultimas victorias. Alejandro conquistó países, gente, principados y reinos terrenales. Pero aquel que se llama el Líder Perfecto, aquel que fue y es la luz y la vida del mundo -Jesucristo, el Hijo de Dios- conquistó lo que ni Alejandro ni ningún otro pudo vencer o sojuzgar: Jesús de Nazaret conquistó la muerte. A diferencia de las medallas y de los monumentos de siglos que muestran las victorias transitorias de los hombres, se eleva el único monumento necesario para marcar el triunfo eterno: un sepulcro vacío.
La semana pasada, tanto nosotros como el resto del mundo cristiano, celebramos la Pascua de Resurrección. En nuestra gran conferencia general de la Iglesia extendemos la celebración de la Pascua hoy día para recordarlo y para honrar este acontecimiento inicial en la vida del genero humano. Así como en el Hemisferio Norte la Pascua anuncia el despertar de la vida después de la infructuosidad del invierno, también la resurrección de Cristo anuncia las bendiciones de la inmortalidad y la posibilidad de la vida eterna. Su sepulcro vacío proclama al mundo: «No esta aquí, sino que ha resucitado». (Lucas 24:6.) Estas palabras contienen toda la esperanza, la seguridad y la creencia necesarias para sostenernos en nuestra vida llena de pruebas y a veces de tribulaciones.
La Pascua es la celebración del don gratuito de la inmortalidad dada a los hombres para restaurar la vida y sanar todas las heridas. Aun cuando todos moriremos como parte del plan eterno de progreso y desarrollo, todos podemos encontrar consuelo en la declaración del salmista: «Por la noche durara el lloro, y a la mañana vendrá la alegría». (Salmos 30:5)
Fue Job quien hizo lo que se puede llamar la pregunta de los tiempos: «Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir’?» (Job 14: 14.) La respuesta de Cristo resuena a través de las edades hasta este mismo momento: «Porque yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19).
Aun con la lógica de la regeneración de la naturaleza y aun con el testimonio de un sepulcro vacío, hay muchos que todavía creen que el sepulcro es el destino final. Sin embargo, la doctrina de la resurrección es la doctrina mas básica y crucial en la religión cristiana. No se le puede dar el énfasis suficiente ni se le puede ignorar.
Sin la resurrección, el evangelio de Jesucristo se convierte en una letanía de palabras sabias y algunos milagros inexplicables, mas palabras y milagros sin una victoria final. No, la victoria final esta en el milagro sublime, porque por primera vez en la historia de la humanidad, uno que estaba muerto resucitó a una vida inmortal. El fue el Hijo de Dios, el Hijo de nuestro Padre celestial inmortal, y su triunfo sobre la muerte física y espiritual constituye las buenas nuevas que todo idioma cristiano debería hablar.
La verdad eterna es que Jesucristo se levantó de la tumba y fue las «primicias» de la resurrección. (1 Corintios 15:23.) El testimonio de este acontecimiento maravilloso no se puede poner en tela de juicio.
Entre los testigos escogidos están los Apóstoles del Señor. En verdad, el llamamiento al santo Apostolado es para dar testimonio al mundo de la divinidad del Señor Jesucristo. José Smith dijo: «Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente dependencias de esto.» (Enseñanzas del profeta José Smith, pág . 141. )
Pedro, uno de los Apóstoles que el Maestro eligió durante su ministerio, hizo estas declaraciones con respecto a la función de los Apóstoles como testigos de la muerte y resurrección de Jesús:
«Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo» (Hechos 2:36).
«Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo. . . y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.» (Hechos 3:14 15.)
«Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas. y también el Espíritu Santo. el cual ha dado Dios a los que le obedecen.» (Hechos 5:32.)
El apóstol Pablo comentó sobre lo que había dicho Pedro con respecto a que los Apóstoles eran testigos de la resurrección de Jesús. Y estas son sus palabras:
«Y habiendo cumplido todas las cosas que de el estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro.
«Mas Dios le levantó de los muertos .
«Y el se apareció durante muchos días a los que hablan subido juntamente con el de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.» (Hechos 13:29-31.)
En Areopago, en Atenas, Pablo dijo que Dios dio «fe a todos con haberle levantado de los muertos» (Hechos 17:31), y ante el rey Agripa hizo esta pregunta: «¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos’?» (Hechos 26:8.)
Pablo nuevamente compartió su testimonio apostólico de la resurrección en su epístola a los santos de Corinto:
«¿No soy apóstol? ¿No soy libre’? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro’?
¿No sois vosotros mi obra en cl Señor’?
«Porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor.» (1 Corintios 9:1-2.)
«Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho . . . en Cristo todos serán vivificados. » (1 Corintios 15 :20, 22. )
Humildemente testifico de mi privilegio de poseer el santo Apostolado y de trabajar diariamente con un moderno
Quórum de Doce Apóstoles que son discípulos del Señor Jesucristo. Debemos ir como «testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo». (D. y C. 107:23.) Y así lo han testificado siempre los apóstoles.
En nuestros días los apóstoles y profetas tienen la tarea de dar testimonio de Jesucristo al mundo. Si me lo permitís, quisiera repetir lo que cl presidente Marion G. Romney, Presidente de nuestro actual Quórum de Apóstoles, dijo concerniente a la resurrección de Jesús. No hace mucho tiempo el hizo esta declaración en una conferencia general de la Iglesia:
‘En esta época de la Pascua, estoy agradecido por la oportunidad de testificar en cuanto a la resurrección de Jesús y establecer, al menos en parte, el fundamento en cl cual se basa este testimonio. ‘Ha resucitado, no esta aquí’. (Marcos 16:6.) Estas palabras, elocuentes en su simplicidad, anunciaron el acontecimiento mas significativo que jamas se haya registrado en la historia: la resurrección del Señor Jesucristo; un acontecimiento tan extraordinario que aun los Apóstoles, que habían estado tan cerca de El durante su ministerio y a quienes se les había enseñado de lo que sucedería, tuvieron dificultad para comprender la realidad de su pleno significado. Los primeros relatos que llegaron a sus oídos concernientes a la resurrección ‘les parecían locura’ (Lucas 24:11), porque millones de hombres que habían vivido y muerto antes de ese día. y en todo valle y colina había cuerpos enterrados en el polvo, pero hasta esa primera mañana de la resurrección ninguno se había levantado de la tumba . . .
»Repetidamente enseñó que el objetivo de su vida mortal iba dirigido a esa consumación. Esto quedo de manifiesto en su declaración cuando dijo que iba a poner su vida para volverla a tomar. A la acongojada Marta le dijo: ‘Yo soy la resurrección y la vida’ (Juan 11:25), y a los judíos declaro: ‘Destruid este templo, y en tres días lo levantaré’. (Juan 2: 19.)
«La evidencia de que Jesús resucitó es concluyente.» (En Conference Report, abril de 1982, págs. 5-7.)
Al testimonio del presidente Romney y al testimonio de mis hermanos, agrego mi testimonio apostólico de que Jesús es el Cristo el Hijo del Dios viviente; que nació en la mortalidad y cumplió con su ministerio tal como lo relatan las Escrituras, las que registran su nacimiento, su vida. sus enseñanzas y sus mandamientos .
Al enseñar a sus Apóstoles, Cristo les dio a conocer que «le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes, y por los escribas y ser muerto, y resucitar después de tres días». (Marcos 8:31.) Y así fue. Fue crucificado y puesto en cl sepulcro. Al tercer día resucito para vivir nuevamente . . . el Salvador del genero humano y las primicias de la resurrección. Por medio de este sacrificio expiatorio, todos los hombres se salvaran del sepulcro y vivirán nuevamente. Este ha sido siempre el testimonio de los Apóstoles, al cual agrego el mío, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























