Y se enseñaron y se ministraron el uno al otro

Conferencia General Abril 1986logo 4
«Y se enseñaron y se ministraron el uno al otro»
élder James M. Paramore
del Primer Quórum de los Setenta

James M. Paramore«Que seamos verdaderos ministros y enseñemos a toda nuestra gente, pero que especialmente lleguemos a aquellos que imploren de corazón y a través de sus largas y solitarias noches-nuestras viudas, nuestros amigos divorciados, nuestros semejantes que no son miembros de la Iglesia, nuestros ancianos, nuestros miembros menos activos.»

Mis amados hermanos y hermanas: hoy, con todo mi corazón y con toda mi alma, sostengo al presidente Benson y a sus consejeros. Mis dieciséis años de experiencia con ellos me han enseñado que son verdaderos profetas, verdaderos siervos y ministros del Señor Jesucristo. Sé que me aman y que os aman a vosotros.

Hace algunos años, mientras servía como presidente de estaca, tuve algunas experiencias espirituales, una de las cuales me gustaría compartir con vosotros. En cierta ocasión, en una conferencia de estaca, uno de mis mejores amigos y hermano reactivado se levantó y dio su testimonio sobre el poder que habla recibido en su vida debido a las enseñanzas de Jesucristo y a las de otras personas que le habían ministrado. Su corazón rebosaba, sus ojos en lágrimas al estar frente a la congregación con los brazos alrededor de sus dos hijos. Dijo: «Mi gratitud es ilimitada; mi vida ha cambiado totalmente debido al evangelio y a la gente que realmente me ama. Deberé pasar el resto de mi vida ministrando y enseñando a otros como pago parcial de lo que he recibido». Y realmente ministró y sirvió con amor, con un esfuerzo constante y con gran interés. Como maestro orientador fue asignado a algunas familias muy especiales que, tal como él lo había hecho, se habían alejado de la Iglesia y enfrentaban pruebas, algunas de ellas abrumadoras.

Empezó su trabajo con empeño, yendo a visitarlos como amigo y siervo: como un verdadero ministro. Los visitaba y servía en todo lo que le fuera posible. Al principio (tal como él había hecho) no querían conversar con él o escuchar ningún mensaje, y a menudo se alejaban de la habitación cuando él llegaba. Pero los comprendía porque él había hecho lo mismo cientos de veces a otras personas, dejando a su esposa sola para que los escuchara. El entendía cómo se sentían, así como lo expresa un hombre reactivado que actualmente es obispo en la Iglesia:

«Debido a que no estaba viviendo una vida recta. miraba mal a los demás . . . Cuando uno pierde el Espíritu del Señor, no juzga adecuadamente las cosas; trata de juzgar en forma negativa y encontrar faltas. Uno se envuelve en su propia caparazón, por así decirlo, y se autojustifica. Pero cuando empecé a trabajar con estos hombres, me di cuenta de que a algunos les gusta hacer las mismas cosas que a mí. Me di cuenta de que se ponen los zapatos de la misma forma en que yo lo hago . . . fue la influencia de esos hombres ellos me habían aceptado. Me abrazaron y me aceptaron por lo que era y por quien era. Empezamos a trabajar y fui a comer a sus hogares, y empecé a captar el espíritu.»

Mi amigo oró con más fervor para lograr la dirección que necesitaba y visitó los hogares más a menudo y empezó a enseñar y a alentar a sus familias a que oraran para sobreponerse a sus problemas. Llegó a ser su siervo, su ministro, su amigo y entonces pudo enseñarles.

Uno de los padres a quien enseñaba tenía lo que se pensaba era un problema incurable de alcoholismo. Cada día después del trabajo, durante veinte años, compraba licor y lo consumía hasta que apenas podía encontrar el camino a casa. Recibió la amistad y el aliento para orar a los cielos en busca de ayuda. Un día, después de su trabajo, manejaba su auto en las afueras de la ciudad con una botella al lado, cuando una voz le pidió que detuviera el auto. caminara hasta el campo y orara al Padre Celestial en busca de ayuda. Nuestro Padre escuchó su oración simple y cuando se levantó y se dirigió de regreso al auto, todo deseo de beber se alejó de su vida. Los poderes de los cielos habían descendido a él y supo que Dios vivía y que lo amaba. Más tarde lo escuche testificar ante los miembros sobre el amor de Dios y del de mi amigo, y de otros que también le hablan ministrado y enseñado. Mi corazón se emociona cuando pienso en lo poderoso e importante que son las palabras ‘y se enseñaron y se ministraron el uno al otro». (3 Nefi 26:19)

El presidente Spencer W. Kimball presentó este enfoque sobre el ministerio del Salvador:

Nunca dio el Señor en espera de recibir. No conozco ningún caso en que haya dado para recibir algo a cambio. El fue siempre el dador, pocas veces el receptor. Nunca dio zapatos. calcetines o un vehículo; nunca regaló perfume, una camisa o un abrigo de pieles. Lo que El daba era de naturaleza tal que el receptor jamas podría haber devuelto su valor. Sus dádivas no eran comunes: ojos para el ciego, oídos para el sordo, piernas para el paralítico, pureza para el impuro, entereza para el débil, aliento para el moribundo. Sus dones eran oportunidades para el pisoteado, libertad para el oprimido. Luz en la obscuridad, perdón para el arrepentido, esperanza para el desesperado. Sus amigos le dieron amparo. comida y amor. El les dio de si mismo: su amor. su servicio, su vida. Los reyes magos de Oriente le llevaron oro e incienso, El les dio tanto a ellos como a todos sus semejantes mortales la resurrección, la salvación y la vida eterna. Debemos tratar de dar como El dio. Dar de nosotros mismos es un don sagrado.» (The Wonderous Giti, Salt Lake City: Deseret Book, 1978, pág. 2.)

Uno de los grandes relatos sobre la ministración a nuestros semejantes lo encontramos en Alma, en el Libro de Mormón. (Alma 17-19.) Ammón, uno de los hijos de Mosíah, verdaderamente se dedicó a enseñar y ministrar entre el pueblo durante catorce años. Había crecido en el conocimiento de la verdad escudriñando diligentemente las Escrituras, por medio de mucha oración y ayuno, y así recibió el espíritu de profecía y revelación y enseñó con poder y autoridad de Dios. Oró para ser un instrumento en las manos de Dios al llevar el conocimiento de la verdad a los lamanitas-un pueblo salvaje, duro y feroz.

Al llegar a la tierra de Ismael, los lamanitas lo ataron y lo llevaron ante el rey para matarlo o hacerlo esclavo. Y entonces empezó el ministerio y la enseñanza .

El rey le preguntó si deseaba permanecer entre los lamanitas.

-Sí respondió , por algún tiempo; sí, y quizá hasta el día en que muera.

Y el rey se complació con Ammón y lo desató, y le ofreció una de sus hijas por esposa.

Pero Ammón se ofreció a si mismo a cambio, para servir al rey.

Atendió el rebaño junto con otros siervos del rey, hasta que un día. un grupo de lamanitas dispersó el rebaño, causando gran preocupación, dado que generalmente el rey mataba a aquellos que perdían su rebaño. Pero para Ammón fue un momento de gozo, porque dijo: «Ahora manifestaré el poder que hay en mí’. Venció al enemigo, reunió el rebaño y todos se asombraron de su poder, porque ninguno de los enemigos pudo siquiera tocarlo .

Cuando los siervos regresaron y testificaron en cuanto al milagro que había sucedido, el rey deseó hablar con Ammón, quien en ese momento se encontraba alimentando los caballos del rey y preparando sus carros. El rey se asombró mas aun, y dijo: «El se acuerda de todas mis órdenes para ejecutarlas».

Y ahora, después de este tipo de ministerio, de interesarse por los semejantes. se le abrieron oportunidades aun mas grandes para enseñar y ministrar al rey y a otros. Sus palabras al rey fueron: «Soy un hombre, y soy tu siervo, por tanto, cualquier cosa que desees, que sea justa, yo la haré». Y el rey, viendo y sintiendo el gran poder y espíritu de Ammón, le preguntó: «¿Eres tu ese Gran Espíritu que sabe todas las cosas’?», porque Ammón habla percibido hasta sus pensamientos.

Al captar el poder que Ammón tenla, el rey le dijo que le concederla lo que deseara. Este tenla ahora la gran oportunidad de influir en el rey y en todo su pueblo para enseñarle sobre Dios y sus verdades, y hacerles llegar sus bendiciones. Ya hablan ocurrido milagros y continuarían, ya que el rey mismo fue levantado de su lecho por Ammón. Muchos creyeron, fueron bautizados, se convirtieron en un pueblo justo y se estableció la Iglesia entre ellos.

Meditemos estos puntos al sentir la influencia de las enseñanzas de Ammón, su ministerio y su gran ejemplo.

1 . El deseo de su corazón era acercar a la gente a Dios.

  1. Siempre fue un siervo, un ministro; anduvo entre la gente.
  2. Se preparó a sí mismo por medio del ayuno, el estudio de las Escrituras y la oración.
  3. Fue a la obra con la convicción de que podría tener éxito con la ayuda de Dios .
  4. Buscó ansiosamente cada oportunidad posible para servir.
  5. Guardó todos los mandamientos.
  6. Y como resultado de todas estas cosas, enseñó con poder y autoridad, y estableció la Iglesia de Dios.

La gran promesa para todos los hijos de Dios que verdaderamente ministren, sirvan, amen y enseñen es que algún día se pueden sentar a la diestra del Señor y ser recibidos en su presencia. Que el Señor «nos haga ministros capaces» (2 Cor. 3:6) como Ammón y mi amigo. Este debe ser el objetivo primordial de cada principio y verdad que aprendemos en el evangelio. Este es en verdad el evangelio en acción.

Que seamos verdaderos ministros y enseñemos a toda nuestra gente, pero que especialmente lleguemos a aquellos que imploren de corazón y a través de sus largas y solitarias noches-nuestras viudas, nuestros amigos divorciados, nuestros semejantes que no son miembros de la Iglesia, nuestros ancianos, nuestros miembros menos activos-, para darles a conocer nuestro interés, nuestro amor y el amor de Dios, hasta que no se pueda encontrar gente mas feliz sobre toda la tierra, porque «se enseñaron y se ministraron el uno al otro». En el nombre de Jesucristo. Amén.

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