Conferencia General Octubre 1986
«Yo a Jehová miraré»
élder Marion D. Hanks
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta
«Ninguno de nosotros ha encontrado jamas a un ser mortal en quien pudiéramos depositar tranquilamente la responsabilidad de nuestra salvación personal. Hay uno solo que merece esa confianza, y es el Santo de Israel.»
En los comienzos de la Restauración, el Señor mandó a uno de sus siervos: »Declararas gozosas nuevas. . . con toda humildad confiando en mi, no denigrando a los que denigran». En cl mismo espíritu constructivo de tal consejo, deseo compartir mi testimonio esta mañana acerca del efecto vital que tienen en nuestra vida y en la de otras personas las decisiones diarias que tomamos, y además dar una idea de dónde encontrar ayuda para tomarlas.
Una vez un maestro escribió acerca de las consecuencias inesperadas de algunas de nuestras decisiones. No es que deseemos recibir tales consecuencias, mas seguimos los senderos que nos llevan a ellas. El dijo: »Quien elige el comienzo de un camino, también escoge el lugar a donde llega. Quien toma la punta de una vara, también toma la otra». Y no es sólo nuestro propio derrotero el que estamos afectando cuando escogemos el comienzo de un camino, sino que viajamos inevitablemente al lado de otras personas, y con frecuencia angustiamos y ocasionamos preocupaciones a quienes amamos y a otras personas inocentes.
Desde este púlpito, el presidente David O. McKay nos enseñó:
»El don mas grande que Dios dio al hombre, después de la dádiva misma de la vida, es el derecho de dirigir tal vida. . . La libertad de escoger se debe atesorar mas que cualquier otra posesión terrenal.» (En Conference Report, abr. de 1950, pág. 32.)
La presencia de agobiadores problemas personales, familiares y sociales a nuestro alrededor acentúa tanto el peligro como el privilegio de tener el libre albedrío. El salmista de antaño parece, con toda seguridad, haber cantado para nuestra época cuando dijo: «Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia» (Salmos 31:9).
¿Por que razón hay tanta angustia’? Con tanta luz, ¿por que pasamos tanto tiempo a oscuras?
Parte de la respuesta radica en que sin oposición ni pruebas, el libre albedrío pierde su significado. La oposición, la tribulación, las aflicciones y el fuego refinador son todos parte del plan eterno.
Mucho de lo que nos sucede en esta vida esta fuera de nuestro control; lo único que hacemos es responder. Sin embargo, la mayor parte del dolor que sufrimos y que inevitablemente imponemos en los demás se debe a nuestra propia falta de juicio, a nuestras propias elecciones equivocas. ¿Dónde podemos encontrar ayuda’?
Quizás nos sorprenda saber que el antiguo profeta Miqueas, en su propia época, pareció descartar la fuente mas cercana y normal de ayuda: la familia, los amigos y los líderes. Algunos de nosotros quizás hayamos experimentado en cierto grado la profunda desilusion que el sintió por motivo de la rebeldía de Israel cuando declaro que faltaba ‘ el misericordioso de la tierra» (Miqueas 7:2). Hablo de que los príncipes y los jueces pedían recompensa, y que los hombres grandes hablaban »el antojo de su alma» (véase el vers. 3). Para Miqueas la fuente de ayuda era clara y segura: »Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá» (vers. 7).
Jeremías advirtió: »Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová» (Jeremías 17:5). Otros profetas han hablado en forma similar.
¿Significa esto que nunca debemos confiar en la integridad de otras personas’? ¿No debemos confiar en nuestros padres y amigos o en consejeros amorosos o siervos humildes de Dios’? Por supuesto esto no es lo que quieren decir las Escrituras, que son en si el registro de la revelación e instrucción inspirada. Lo que ellas recalcan es el cuidado que debemos ejercer al escoger el consejo o ejemplo que seguiremos.
Hay al alcance de todo el que lo desee muchas influencias que no son sanas ni inspiradoras. A veces son tan perversas en la manera de representar al matrimonio, a la familia y la integridad personal que los incautos pueden llegar a creer que esa es la manera normal en que se comportan las personas, las familias y las comunidades.
La semana pasada, una fiscal general auxiliar de los Estados Unidos, después de ver una obra popular en que se presentaba el uso de las drogas como algo aceptable y deseable, comento »Seguimos siendo cómplices de la noción falsa de que con las drogas somos atractivos, intrépidos, intelectuales, filosóficos o que estamos a la moda» (Lois Haight Herrington, citada por Godfrey Sperling, hijo, Deseret News, 24 de sept. de 1986, pág. A9). Y el periodista que la citaba en su articulo agregó un comentario interesante «Nuestra sociedad sigue aprobando el uso del alcohol y ciertamente no hay droga mas peligrosa o que haya ocasionado mas daños y arruinado mas vidas a través de los años que el alcohol» (Deseret News, 24 de sept. de 1986).
Pero la mayoría de nosotros también tenemos a nuestro alcance fuentes de sabio consejo si las buscamos. El amor y la confianza tienen un gran poder, y debemos aprender a confiar, porque la confianza en la integridad de los hombres apoya nuestra confianza en Dios. Sin embargo, en lo relacionado con asuntos de importancia duradera, no debemos confiar solamente en el »brazo de la carne» a costa de no buscar la guía del Señor en las Escrituras y mediante la oración.
En la Segunda Guerra Mundial, tuve una experiencia a bordo de un barco de la Marina de los Estados Unidos en el Pacifico del Sur que fue un poderoso ejemplo de la virtud de tomar decisiones acertadas y el peligro de tomar decisiones inmaduras o impetuosas, hechas al calor de la emoción, o tomadas para no llevar la contraria.
El joven que estaba a bordo de mi barco claramente era especial: modesto. capaz y prometedor, y fue una bendición estar con el en las pocas oportunidades que tuvimos de reunirnos, por motivo de nuestros deberes particulares durante la guerra.
Pero debido a las circunstancias, la mayor parte del tiempo se encontraba con otras personas con quienes trabajaba muy de cerca como miembro de la tripulación. Estos otros compañeros tenían un estilo de vida y puntos de vista muy diferentes de los que conocía este buen joven. Con el tiempo, las circunstancias y la presión diaria comenzaron a minar las fuerzas de este joven a quien aun le faltaba estabilidad.
Un día, en un puerto muy lejano, observe que se preparaba casi a hurtadillas para desembarcar en compañía de esas personas experimentadas que lo llevaban a la ciudad para »divertirse». según creían ellos. En la Marina, de esos periodos cuando no estaban de servicio, decían irónicamente, que estaban ‘ ‘libres».
Tuve un breve momento con el cuando bajaba la pasarela, y trate de advertirle que esta aventura era peligrosa y que estos hombres no querían hacerle ningún bien. Su disimulo se torno en hostilidad, y me dijo claramente que ya estaba grandecito como para decidirse solo, y que haría lo que el quería.
Las consecuencias de las decisiones que el tomo ese día y las que otras personas tomaron por el, cuando mediante la »ayuda» inicua de esos hombres había perdido la capacidad para pensar por si mismo y de gobernar su propio comportamiento, fueron diferentes de lo que el pensaba o hubiera podido imaginarse. En su inmadurez, escogió con espíritu rebelde el principio de un camino sin pensar en su destino final. El lugar al que llego en las horas siguientes fue uno que nunca hubiese escogido en su sano juicio.
Cuando regresó al barco, habiéndose pasado de su permiso en tierra extraña y en tiempo de guerra, fuera de control y en manos de la patrulla, le aguardaba una disciplina severa. No puedo olvidar su angustia mientras esperaba su castigo. Ni siquiera recordaba nada de la tragedia mas grave que le había ocurrido. Lo único que recordaba era haber levantado un vaso que lo obligaron a tomar, sin saber que le habían puesto una droga, y después no recordaba mis. Estos hombres entonces lo llevaron consigo en sus rondas.
Las acusaciones contra el joven, impresas indeleblemente en una hoja de servicio antes intachable, daban lastima. Nunca olvidare la angustia que expresó al decir una y otra vez: Que voy a decirle a mi mama? ¿Que voy a decirle a mi novia?»
Ahora tenia el tiempo y la voluntad de escuchar y pensar. Juntos leímos el dulce consejo del Señor relacionado con el sacrificio expiatorio de Cristo y su misión redentora, y del perdón y la misericordia (Alma 42).
Hace unos 2.000 años, el apóstol 3 Pedro escribió con gran detalle acerca de nuestra época y de lo que esta sucediendo hoy en día cuando las personas, jóvenes y adultas, a veces son llevadas a la tragedia por otras personas que no tienen ningún interés sano ni en su felicidad ni su futuro. Muy claramente describe el a esas «otras» personas y los resultados de su influencia maligna. Ruego que aquellos que realmente lo necesiten, o alguien que pueda ayudar a los que realmente lo necesiten, escuchen estas palabras notables. Cito de la Segunda Epístola de Pedro, capitulo 2:
»Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;
«y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores . . .
» . . . de cosas que no entienden . . .
»Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes. . .
»Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta. . .
»Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error.
«Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.» (vers. 9-10, 12, 14, 17-19; cursiva agregada. )
Nunca me he podido referir a estas poderosas palabras sin pensar en un limpio joven de grandes posibilidades que siguió malos consejos y malos ejemplos hasta llegar a la tragedia, transigiendo así con su conciencia y causando angustia tanto para sí mismo como para los que lo amaban. No podemos impunemente seguir el ejemplo ni escuchar los consejos de la insensatez, la iniquidad, la ignorancia, la inmadurez, el egoísmo, la avaricia ni el alarde .
La iniquidad no tiene nada de que alardearse, ni tiene verdadero valor el comportamiento que sólo puede dar como resultado una profunda desilusión. No contiene ningún gozo duradero la euforia que resulta de ingerir substancias que acaban por minar nuestro autocontrol y anular la capacidad que tenemos de pensar por nosotros mismos, y que nos impulsan a actuar en formas que no concuerdan con nuestra mejor comprensión.
En los seres humanos buenos vemos muchas cualidades gloriosas y reconfortantes, pero los hombres mortales tienen sus limitaciones. Ninguno de nosotros ha encontrado jamas a un ser mortal en quien pudiéramos depositar tranquilamente la responsabilidad de nuestra salvación. Hay uno solo que merece esa confianza, y es el Santo de Israel. El amor que tiene por nosotros fue y es tan grande que se ofreció a llevar la carga imponderable de nuestros pecados. El es nuestro Mediador y Defensor ante el Padre. Hace mucho tiempo, en momentos de grandes problemas, el profeta Miqueas habló con plena fidelidad y verdad cuando testificó: »Mas yo a Jehová mirare, esperare al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá» (Miqueas 7:7).
Todos tenemos mucho que aprender y necesitamos recibir buenos consejos. Y mas allá de la sabia ayuda humana, mas allá del «brazo de la carne», esta escrito: «Consulta al Señor en todos tus hechos, y el te dirigirá para bien» (Alma 37:37). «El os consolara en vuestras aflicciones, y abogara vuestra causa.» (Jacob 3:1.)
Las ultimas palabras de Mormón a su hijo es lo que yo también ruego para mis hijos y para mis nietos, y para los de todos en todas partes:
«Hijo mío, se fiel en Cristo; y que las cosas que he escrito no te aflijan, para apesadumbrarte hasta la muerte; sino Cristo te anime, y sus padecimientos y muerte, y la manifestación de su cuerpo a nuestros padres, y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en tu mente para siempre.» (Moroni 9: 25.)
En el nombre de Jesucristo. Amén.
























