Conferencia General Abril 1987
El ejemplo del Salvador
élder Adney Y. Komatsu
del Primer Quórum de los Setenta.
El Salvador, como Hijo de Dios, mostró, tanto a nosotros como a mí, el gran ejemplo de la obediencia al guardar los mandamientos de su Padre.
Mis queridos hermanos, al aproximarse la época de la Pascua, nuestros pensamientos se vuelven al Señor Jesucristo, su crucifixión, resurrección y sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.
Juan el Bautista, quien fue comisionado para ser el precursor del Salvador en sus días, declaró que nuestro Padre Celestial no se había olvidado de sus hijos en esta tierra. Él dijo:
»El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
»El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios esta sobre él.» (Juan 3:35-36.)
Muchos profetas de la Biblia y del Libro de Mormón predijeron la venida del Salvador. Isaías, en el Antiguo Testamento, predijo el nacimiento del Salvador al decir:
»Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamara su nombre Emanuel.» (Isaías 7:14.)
»Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamara su nombre Admirable, Consejero. Dios fuerte. Padre eterno, Príncipe de paz.» (Isaías 9:6.)
El Libro de Mormón, como otro testamento de Jesucristo, registra que un ángel le apareció al Rey Benjamin y le declaró las nuevas de gran gozo, 124 años antes de la venida de Cristo.
El ángel dijo: »Porque he aquí que viene el tiempo, y no esta muy distante, en que con poder, el Señor Omnipotente, que reina, que era y que es de eternidad en eternidad, descenderá del cielo entre los hijos de los hombres; y morará en un tabernáculo de barro, e irá entre los hombres efectuando grandes milagros, tales como sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, haciendo a los cojos que anden, a los ciegos que reciban su vista, a los sordos que oigan y aliviando toda clase de enfermedades . . .
«Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio; y su madre se llamara María.» (Mosíah 3:5, 8.)
A través de los mil años de historia registrados en el Libro de Mormón, muchos profetas dieron solemne testimonio de la divinidad de Jesucristo como el Hijo de Dios, de su calidad de Dios en la vida premortal, de su ministerio terrenal-su sufrimiento, su muerte, su resurrección-y del plan de salvación, por medio del cual podemos hacer que su expiación surta efecto en nuestras vidas. Estos profetas hablaron con conocimiento puro, conocimiento que recibieron por medio de visitaciones personales que les hizo el Salvador, por el testimonio de ángeles que hablaron con ellos, por visiones y por el poder del Espíritu Santo. Sabían de que hablaban y no se les podía despojar de sus testimonios .
Consideremos el ejemplo de Jacob a quien Sherem, que negaba a Cristo, confrontó, demandándole una señal. Sherem predicaba con lisonja y mucha elocuencia, poniendo en tela de juicio el testimonio que le ofrecía Jacob. Este dijo:
»Y tenia la esperanza de poder desprenderme de la fe, a pesar de las muchas revelaciones y lo mucho que yo había visto concerniente a estas cosas; porque yo en verdad había visto ángeles, y me habían ministrado. Y también había oído la voz del Señor hablándome su palabra misma de cuando en cuando; por tanto, yo no podía ser descarriado.» (Jacob 7:5.)
El presidente Ezra Taft Benson, nuestro amado profeta, nos ha exhortado a estudiar el Libro de Mormón, porque, como él dijo »el libro que hará que el hombre se acerque mas a ‘Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro’ se debe estudiar constantemente».
Tengo la esperanza, y ruego que sigamos la admonición de nuestro amado profeta, el presidente Benson, y que constantemente estudiemos el Libro de Mormón. Todos necesitamos la seguridad de que estamos obedeciendo los mandamientos de Dios para poder recibir su Espíritu y guía en nuestras vidas diarias.
El Salvador, como Hijo de Dios, mostró, tanto a vosotros como a mí, el gran ejemplo de la obediencia al guardar los mandamientos de su Padre. Nefi dice que Cristo se bautizo para que los hombres puedan seguir sus pasos y recibir el Espíritu Santo:
»¿No sabéis que era santo’? Mas no obstante que era santo, la muestra a los hijos de los hombres que, según la carne, el se humilla ante el Padre, y testifica al Padre que le seria obediente en observar sus mandamientos.» (2 Nefi 31:7.)
Hace varias semanas me asignaron a una conferencia de estaca en Provo. La reunión de los Servicios de Bienestar estaba programada para el domingo a las 7:30 de la mañana, por lo que decidí salir de casa a las 6:15. Al momento preciso de llegar a la bocacalle que tendría que dar vuelta para entrar a la autopista, la luz del semáforo cambió a roja. Al detenerme ante la luz a esa hora tan temprana (ya eran como las 6:30), no se veía ningún auto cerca, el mío era el único enfrente de esa luz.
Me pasó por la mente la idea de que si hacia caso omiso de la luz nadie peligraría porque no se veta ningún auto en la cercanía a esa temprana hora de la mañana. Sin embargo, espere que cambiara y pase con luz verde. Si hubiese doblado a la izquierda con luz roja, nadie se habría enterado de que había violado un reglamento del transito, pero yo habría sabido, y por seguro el Señor también lo habría sabido. Recordé el pasaje de Escritura que dice:
«Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.» (Santiago 4:17)
Hermanos, a menudo sentimos la tentación de contemporizar con las circunstancias del momento, pero debemos ejercer cuidado y vivir de acuerdo con los principios de rectitud en todo momento, para así saber que hacer cuando enfrentemos decisiones de importancia considerable. Siempre debemos ser ejemplos ante el mundo como miembros del reino del Señor, y guardar tanto las leyes de la tierra como las de Dios.
En una revelación moderna, el Señor dijo:
«Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes.
«He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena disposición y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sión en estos postreros días.» (D. y C. 64:33-34.)
Recientemente, como miembro de la presidencia del Area Sur de Utah, fui invitado a participar en un programa de instituto con hombres y mujeres de la penitenciaría del Estado de Utah. Al visitar a esos hombres y mujeres, mi corazón se enterneció por ellos, ya que todos son hijos de nuestro Padre Celestial. Muchos están allí por las decisiones erradas que tomaron en la vida cuando se enfrentaron a las tentaciones. En sus ojos pude ver el dolor y el sufrimiento, y sin embargo, al pensar en sus seres queridos -padres, hermanos, cónyuges, hijos-estoy seguro de que ellos también han sufrido mucho y quizá todavía tengan que enfrentar mas sufrimiento en el futuro. El presidente Kimball dijo que debemos odiar el pecado, pero amar al pecador. Además agregó que el sufrimiento puede convertir a la gente en santos a medida que aprenden la paciencia, la longanimidad y el autodominio.
Dijo también que los sufrimientos de nuestro Salvador fueron parte de su educación.
«Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
»y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.» (Hebreos 5:8-9.)
El élder James E. Talmage escribió: «Ningún dolor que sufra hombre o mujer sobre la tierra pasara sin recibir su recompensa . . . si se enfrenta con paciencia» (citado en Spencer W. Kimball, «Tragedy or Destiny», en Speeches of the Year, 1955 56, Provo: Universidad Brigham Young, 1956, págs. 56).
Por otra parte, las elecciones erradas pueden destruirnos con su inmenso impacto si cedemos a las flaquezas, las quejas y las criticas.
Para terminar quisiera citar a Orson F. Whitney, que dijo:
«Ningún dolor que suframos ni problema que enfrentemos se pierde. Pasa a ser parte de nuestra educación, para el desarrollo de cualidades tales como paciencia, fe, fortaleza y humildad. Todo lo que suframos y todo lo que soportemos, especialmente cuando lo soportamos con paciencia, edifica nuestro carácter, purifica nuestros corazones, expande nuestras almas y nos hace más sensibles y caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios . . . y es por medio del dolor y el sufrimiento, el afán y las tribulaciones, que ganamos la educación que venimos a adquirir aquí y que nos hará mas como nuestro Padre y Madre Celestiales.» (Citado en «Tragedy or Destiny», pág. 6.)
El Señor, que sufrió mucho por los pecados del mundo, que fue crucificado y que resucitó, dijo:
»Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
»Estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido…
»Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.» (Juan 15:10-12.) En el nombre de Jesucristo. Amen.
























