Lo interesante y lo importante

Conferencia General Octubre 1987logo 4
Lo interesante y lo importante
Por el élder William R. Bradford
Del Primer Quórum de los Setenta

William R. Bradford«Existen cosas interesantes y atrayentes que hacer, pero hay otras que son realmente importantes.»

El grupo de jóvenes de un barrio de la Iglesia decidió trabajar para reunir bastante dinero para hacer un viaje interesante.

En vista de que el Obispo de ese barrio y yo éramos amigos, él me pidió que le ayudará a dar publicidad a la actividad, a fin de que se diera reconocimiento  a aquellos jóvenes por su excelente trabajo.

Mi respuesta al obispo fue que no lo haría, ante lo cual él quedó muy sorprendido e inquirió la razón. Le dije que a pesar de que era digno de elogio el que aquellos jóvenes hubieran trabajado tan duro para ganar aquel dinero, en esta vida hay cosas interesantes y cosas importantes que hacer, y que los fondos y la energía que ellos habían invertido podrían ser mejor aprovechados para otros fines más útiles.

Ante mi respuesta, él quedó mas sorprendido aún y me pidió una mayor explicación. Procedí a decirle que mi llamamiento me llevaba a muchos países donde la gente no gozaba del mismo sistema de vida que él conocía, donde los problemas y los sacrificios eran mayores, y dónde los jóvenes tenían que luchar para obtener los fondos para servir en una misión.

El sustento diario para muchas familias representaba otra lucha. Muchos tenían que compartir e intercambiarse entre sí la misma ropa desgastada. Para ellos la moda no era mas que lo poco con que contaban. Le dije que aquella cantidad de dinero que sus dignos jóvenes habían reunido  sería suficiente para sostener a varios de esos misioneros durante todo su período de servicio. Hablamos del valor relativo de un viaje atrayente comparado con el servicio misional.

Entonces él me preguntó:

-¿Está tratando de decirme que sería mejor que estos jóvenes donaran ese dinero al fondo general misional de la Iglesia?

A lo que repliqué:

-«No, no le he pedido eso; simplemente he dicho que existen otras cosas más nobles que hacer.

Le aclaré que no me oponía a que llevaran a cabo el viaje planeado, pero que debía haber un equilibrio en la vida y que, haciendo una comparación, había cosas interesantes y tentadoras en esta vida, mientras que había otras que eran importantes.

Mas adelante, el obispo me comunicó que había hablado con los jóvenes y que estos habían captado la visión y el espíritu de nuestra conversación. Habían decidido renunciar a su magnifico viaje y querían donar el dinero al fondo general misional. Querían llegar a visitarme para entregarme el cheque correspondiente y tomarse una foto conmigo al hacer la donación para luego publicar un artículo alusivo en el diario

Para su sorpresa, nuevamente me negué al pedido, y le explique:

-Tal vez convendría ayudar a sus jóvenes a comprender una ley mayor de reconocimiento El reconocimiento que proviene de lo alto es silencioso: allá se llevan registros cuidadosa y discretamente. Permítales que sientan el gozo de prestar un servicio abnegado y discreto y que lo atesoren en su alma y corazón.

Eso fue lo que hicieron y hoy como recompensa guardan individualmente la memoria y el orgullo de lo que ellos reconocen como a uno de los actos más dignos e importantes de su vida

En un campo de refugiados de Bataan Filipinas, observe cierta vez a una de nuestras amorosas misioneras sentarse en un piso sucio junto a una mujer anciana que lloraba y parecía confundida y asustada. Con ternura la abrazó y le reclinó la cabeza sobre su hombro acariciándole el cabello para consolarla.

Mas tarde me enteré de que aquella mujer había tenido que huir de su hogar; habían matado a algunos de los miembros de su familia. Habían abusado de ella y luego la habían perseguido entre los bosques y la jungla hasta echarla de su país. En ese entonces, no sabía hablar aun el idioma de sus benefactores.

Al conversar con la misionera tiempo después, con las lágrimas rodándole por las mejillas, ella expresó:  «Estos son los actos mas sublimes que he podido realizar». Si, existen cosas interesantes y atrayentes que hacer, pero hay otras que son realmente importantes.

Muchas veces, debido a las presiones que nos aquejan, nuestros actos de servicio se convierten en actos egoístas y no altruistas.

Los actos de servicio altruista son los actos del evangelio; se hacen constantemente y no en forma casual ni para buscar entretención o diversión. No tienen que ser obligatorios ni supervisados; se hacen directamente con el prójimo, cara a cara, ojo a ojo, al oído, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu, asidos de las manos, de persona a persona.

Conviene recordar que somos seres sociales y que nuestro destino esta íntimamente ligado al de nuestro prójimo. Dentro de ese sistema social, siempre existe el deseo del reconocimiento, esto es válido en tanto que se guarden los limites debidos.

El élder Marvin J. Ashton contó una vez que durante una reunión una mujer que estaba sentada detrás de él le pasó una nota escrita, en la que simplemente le decía: «¿Puede darse vuelta y darme una mirada?» Explicó él entonces que «todos necesitamos que nos miren».

Dentro de cada uno de nosotros yace un intenso deseo de ser aceptados por los demás. Este sentimiento de unidad y solidaridad se expresa en el calor de una sonrisa, un apretón de manos, un abrazo, la risa, o por medio de demostraciones silenciosas de amor. Se manifiesta en los quietos momentos de reverencia de una apacible conversación y por una sincera atención. Se manifiesta en la suave voz que nos recuerda que somos hermanos y hermanas, hijos de un Padre Celestial.

El recibir el reconocimiento y honores de los hombres puede llegar a convertirse en una obsesión personal. Puede conducir de un acto egoísta a otro, hasta que nuestra vida se vea llena de egolatría y egoísmo El placer momentáneo del reconocimiento y los elogios mundanos siempre produce mas sed. Si los que lo buscan no lo pueden conseguir con un método, lo hacen con otro. Si no lo pueden obtener actuando de manera natural, lo buscaran fingiendo. El deseo de ser popular, de recibir elogios de los amigos, de ser reconocido por los demás, constituye una fuerza poderosa.

Es vano procurar los honores y el reconocimiento humano: esa vanidad proviene del mal, porque nace del egoísmo. Cristo enseñó esta verdad al hablar de los que »se [constituyen] a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de poder obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión.

»He aquí, el Señor ha vedado esto: por tanto, cl Señor Dios ha dado el mandamiento de que todos los hombres tengan caridad, y ésta caridad es amor. Y a menos que tengan caridad, no son nada.

«Por tanto, si tuviesen caridad, no permitirían que pereciera el obrero en Sión.

«Mas el obrero en Sión trabajará, para Sión: porque si trabaja por dinero, perecerá.» (2 Nefi 26:29-31).

La abnegación o caridad es rectitud: encierra el verdadero espíritu de compañerismo. Constituye la esencia pura de la amistad y es el vehículo del verdadero amor y de la unidad entre cl genero humano. Su recompensa es la liberación del alma, la cercanía a la divinidad, el estado de dignidad para contar con la compañía del Espíritu. Cada uno de los requisitos que Dios ha establecido para nuestra salvación se basa en el dar de uno mismo.

El único medio bajo cl cielo por el que una persona se puede santificar es el servicio desinteresado.

Cuando no se entiende la esencia del servicio abnegado basado en el evangelio, se implanta el egoísmo. De todas las influencias que hacen que el hombre escoja el mal, el egoísmo es sin duda la mas fuerte de ellas. Donde existe el egoísmo, no tiene cabida el Espíritu: se priva a los demás de nuestro talento, no se satisfacen las necesidades del pobre, no se fortalece al débil, no se instruye al ignorante, ni se recupera lo perdido.

El egoísmo en el verdadero sentido de la palabra, es la ausencia de comprensión y de compasión, el abandono de la hermandad, el rechazo del plan de Dios, el aislamiento de nuestra alma.

Tal como he dicho, hay muchas cosas, de hecho la mayoría que son interesantes y muchas que son tentadoras. Mas hay algunas que son importantes. Los limites del tiempo nos dictan un orden de prioridad en nuestras acciones. El divino don del albedrío resguardado desde el cielo nos permite determinar hasta que punto serviremos a los demás y les permitiremos que nos sirvan. El grado de dedicación que demos a lo que es importante, mas bien que a lo interesante, queda a nuestro criterio.

Al tomar tales decisiones, consideremos que el encanto, la emoción y el esplendor de eventos festivos y divertidos son interesantes, pero no olvidemos que los confinados los sedientos de compañía, los que poseen impedimentos físicos o mentales, los desamparados, los niños que viven sin supervisión porque sus padres trabajan y los ancianos abandonados son mas Importantes.

Las revistas del mundo, los diarios sensacionalistas y mucha de la información contenida en los medios rápidos y concisos de comunicación masiva que llegan a nuestros hogares son interesantes y atractivos, pero las Escrituras son más importantes.

Asimismo, las oportunidades de ocio que nos ofrece la sociedad moderna hacen interesante el pasear y divertirse, pero los actos desinteresados que tanto hacen falta son más importantes. Se corre el riesgo de que la divagación y diversión» estén sustituyendo a la »meditación y oración».

El interés en la moda, en gastar dinero, adquirir y acumular bienes materiales para nuestro deleite y comodidad resulta interesante e incitante, pero el interés en dedicar nuestros recursos, tiempo y esfuerzos a la causa de proclamar el evangelio es mucho más importante.

Es interesante planear, preparar y reunirse, pero más importante es obrar.

Íntimamente ligada a la constante exhortación de acercarse a Cristo va la promesa de perfeccionarnos en Él. Cuando hagamos todo lo que podamos, sirviendo a Dios con toda nuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracia nos será suficiente. Por medio de su gracia, después de que hayamos hecho todo lo que nos sea posible, podremos perfeccionarnos en Cristo. ¿No hemos, entonces, de esforzarnos por el reconocimiento de ese Dios Todopoderoso, que es nuestro Padre, dando nuestro servicio abnegado?

«Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

«Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá: y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvara.

«Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
»¿O que recompensa dará el hombre por su alma?» (Marcos 8:34-37.)

En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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