Conferencia General Abril 1988
Los pastores de Israel
por el élder John R. Lasater
del Primer Quórum de los Setenta
La naturaleza personal del ministerio de nuestro Señor como el Buen Pastor debe ser el modelo que debemos seguir todos los pastores de los rebaños de Israel.
En estos momentos tengo mas presente que nunca en mi vida la gran responsabilidad que descansa sobre los hombros de los que hablan desde este púlpito. Sin embargo, estoy feliz por la bendición y oportunidad que tengo de agregar mi testimonio personal en cuanto a la divinidad de esta gran obra a la cual se me ha llamado.
La naturaleza personal del ministerio de nuestro Señor como el Buen Pastor debe ser el modelo que debemos seguir todos los pastores de los rebaños de Israel. La profundidad de Su amor, Su disposición para dar libremente de sí mismo, Su lealtad y devoción inmutables a la causa que comparte con su Padre, y la atención constante que da a las necesidades de cada persona permanecen como ejemplos del llamamiento del verdadero pastor.
Hace algunos años, tuve el privilegio de visitar el país de Marruecos como parte de una delegación oficial del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Como parte de nuestra visita, nos invitaron a ir al desierto a ver unas ruinas antiguas. Cinco limousines grandes y negras viajaban con considerable rapidez por la bellísima zona rural de Marruecos. Yo iba en la tercera de ellas y hablamos quedado bastante detrás de la segunda. Al llegar a la cima de una colina, note que la limousine que iba un buen trecho adelante de nosotros se había detenido y estaba parada al lado de la carretera. Al acercarnos pense que habrían tenido un accidente y le sugerí al chofer que se detuviera también. La escena que vimos Jamas se ha borrado de mi memoria desde entonces.
Un viejo pastor, vestido con las mismas ropas de los días de Jesús, estaba cerca del vehículo conversando con el conductor. A pocos metros había unas quince o veinte ovejas. Efectivamente, había ocurrido un accidente: El automóvil del rey había atropellado y lastimado a una de las ovejas del viejo pastor. El chofer estaba explicándole al pastor la ley del país. El automóvil del rey había lastimado a la oveja y la ley decía que tenla derecho a ser indemnizado con cien veces el valor que tendría la oveja cuando estuviera en la edad madura. Pero la misma ley decía que tenían que matar a la oveja lastimada y repartir la carne entre la gente. El interprete se apresuro a explicarme: «El viejo pastor no acepta el dinero. Nunca lo hacen». Sorprendido, le pregunte la razón. «Por el amor que siente hacia cada una de sus ovejas», me contesto. En ese momento observe que el viejo pastor se agachó, levantó en los brazos el cordero y lo puso en un gran bolsillo que tenia en el frente del manto. Le acariciaba la cabeza y repetía la misma palabra una y otra vez. Cuando pregunte lo que quería decir, me informaron que era el nombre del cordero, que todas sus ovejas tienen nombre porque es su pastor, y que todos los buenos pastores conocen a cada una de sus ovejas por su nombre. Tal como nuestro conductor lo había dicho, el viejo pastor no aceptó el dinero y con su pequeño rebaño y el cordero lastimado seguro dentro del bolsillo de su manto, desapareció en el hermoso desierto de Marruecos.
Durante el resto del viaje hacia las ruinas, mi interprete me contó otras tradiciones y costumbres de los pastores de ese país. Todos los atardeceres, por ejemplo, los pastores llevan sus pequeños rebaños a un cobertizo común para protegerlos de los lobos que andan por el desierto de Marruecos. Uno de los pastores guarda el portón hasta la madrugada. Entonces los otros pastores vuelven al lugar, entran, y uno por uno llama a sus ovejas por nombre. Las ovejas no prestan atención a la voz de un extraño y solo salen de allí bajo el cuidado de su propio pastor, seguras y confiadas porque el pastor las conoce por su nombre y ellas también conocen su voz.
Las palabras del Buen Pastor durante su ministerio terrenal resonaban en mis oídos:
«Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
«A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
«Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
«Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» (Juan 10:25).
Mis queridos hermanos, podemos aprender grandes lecciones de estas palabras del Buen Pastor. Como miembros de la Iglesia, se nos ha dado la responsabilidad de ser los pastores verdaderos para los rebaños de Israel. ¿Comprendemos la naturaleza personal del llamamiento de pastor? Seamos nosotros maestros orientadores o maestras visitantes, sea que sirvamos como lideres del sacerdocio o en otra capacidad, hemos recibido el divino mandamiento de Dios, por medio de un profeta viviente, de que seamos pastores y ministros dedicados a cada individuo en particular Y este no es un nuevo llamamiento; siempre ha sido así.
¿Conocemos a nuestras ovejas, a cada una, por su nombre? ¿Ellas conocen nuestra voz, o tienen que escuchar voces de extraños? ¿Nos conocen como verdaderos pastores que las amamos y que de corazón y libremente atendemos a sus necesidades, y, por medio de aquel procedimiento maravilloso, inculcamos en ellas la confianza y la seguridad que tanta falta hacen entre los hijos de Dios hoy día? ¿Podemos nosotros entonces guiarlas a la plena actividad en la Iglesia y adelante hacia la inmortalidad y la vida eterna? ¿Caminamos delante constantemente animándolas y fortaleciendo su confianza porque conocen nuestra voz? ¿O somos extraños para muchas? Os prometo que no seréis extraños, que no lo podéis ser si llegáis a conocer la voz del Buen Pastor, porque esa voz confirmará lo que un profeta ha declarado, y el Espíritu guiara vuestros esfuerzos. Entonces os convertiréis en verdaderos pastores en Israel.
No hay mejor ejemplo de que el verdadero pastor debe dedicarse a cada persona bajo su cargo que lo que ocurrió hace dos mil años atrás: La profundidad del amor del Buen Pastor, Su disposición de dar libremente de sí mismo, Su lealtad y devoción inmutables a la causa y la atención constante que da a las necesidades de cada persona. Esas deben ser las cualidades que debemos tener como pastores de Israel.
Testifico, con todo el fervor de mi alma, que necesitamos ser verdaderos pastores y llegar a entender que debemos ocuparnos de cada persona que se nos encomiende. Como uno de Sus pastores, doy testimonio de la sagrada responsabilidad que se ha puesto sobre nuestros hombros de ser buenos pastores para los rebaños de Israel y de darnos cuenta de la naturaleza personal de ese llamamiento. En el nombre de Jesucristo. Amén.
























