Pioneros modernos

Conferencia General Octubre 1989logo 4
Pioneros modernos
por el élder Dallin H. Oaks
del Quórum de los Doce Apóstoles

Dallin H. Oaks«Entre los santos de los últimos días hay ocultos herpes y heroínas: los del ultimo carro cuya fidelidad al deber y devoción a la rectitud pasa inadvertida para todos menos para aquel a quien en realidad importa.»

Los días de los pioneros no han quedado atrás, pues hay pioneros modernos cuyas obras son una inspiración para todos nosotros.

En un mensaje acerca de los pioneros que atravesaron las llanuras hace mas de un siglo, el presidente J. Reuben Clark habló de aspectos que se aplican a los pioneros de todas las épocas. En la descripción que hizo de «Los del ultimo carro», el presidente Clark tributó honores a los pioneros comunes. «Esas grandes almas. . . de nombres desconocidos. . . no se recuerdan ni se honran en las páginas de la historia, sino que tan sólo se veneran en casa de sus hijos y de los hijos de sus hijos . . . » (J. Reuben Clark Selected Papers, pág. 67-68; editado por D. Yarn, 1984; véase también Improvement Era, nov. de 1947, págs. 704-705, 747-748).

En toda causa digna hay lideres y seguidores. En el convoy de carros, los lideres iban «delante donde el aire era diáfano y limpio, y donde veían con claridad la bóveda azul del cielo» (J. Reuben Clark: Selected Papers, pág. 69); pero, como lo observó el presidente Clark: «Los del ultimo carro no siempre podían ver a los hermanos que iban delante y el cielo azul quedaba muchas veces escondido tras las densas nubes de polvo. Día tras día, los del ultimo carro seguían adelante, harapientos y cansados, con los pies lastimados, a veces casi desalentados, sostenidos por su fe en el amor de Dios por ellos, en la veracidad del evangelio restaurado y en que el Señor guiaba a los hermanos que iban delante» (Ibid.).

Los propósitos de Dios se cumplieron por la lealtad inmutable y el trabajo extraordinario de los fieles de decenas de millares que siguieron adelante, como lo dijo el presidente Clark, «con poco encomio, con muy poco aliento y nunca con adulación» (Ibid. págs. 69-70).

«Y miles y miles de ellos. . . se pusieron a la altura de su humilde llamamiento y de su destino de un modo tan total como el hermano Brigham y los demás se pusieron a la altura de los de ellos, y Dios les recompensará por igual; fueron pioneros en palabra, en pensamiento, en obras y en fe tal como lo fueron los de cargos mas elevados. . . Dios nos conserve siempre fresca la memoria de ellos para que cumplamos con nuestro deber así como ellos cumplieron con el suyo.» (Ibid., págs. 73-74-)

Las palabras de elogio del presidente Clark también se aplican a los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días en la actualidad. En toda nación, en toda ocupación y actividad digna, los miembros de la Iglesia enfrentan aflicciones, vencen obstáculos y siguen a los siervos del Señor Jesucristo con la valentía de los pioneros de cualquier época; pagan sus diezmos y ofrendas; sirven como misioneros o como voluntarios en la Iglesia, o sostienen a otras personas para que lo hagan. Al igual que las nobles madres jóvenes que dejan para lo futuro el seguir una carrera a fin de satisfacer las necesidades de sus hijos, ellos sacrifican placeres inmediatos para cumplir con cometidos eternos; aceptan llamamientos y, en el servicio al prójimo, dan de buena gana su tiempo y, en ocasiones, la vida.

Hacen lo que enseñó nuestro Salvador: Se niegan a sí mismos, toman su cruz cada día y le siguen. (Lucas 9:23.) Ellos son los que el Salvador comparó a la semilla que cae en buena tierra: «. . .estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia» (Lucas 8:15).

Los frutos del evangelio nacen de todo corazón bueno y recto, 110 importa de dónde provengan las personas ni los cargos que tengan en la Iglesia. Como lo dijo el presidente Clark:

«No hay nadie de aristocrática alcurnia en esta Iglesia, la cual es igual para el mas elevado y para el más humilde.» (J. Reuben Clark: Selected Papers, pág. 7.s.)

Daré algunos ejemplos de pioneros modernos, los cuales no son los más notables, pero creo que son típicos de los Santos de los Ultimos Días comunes que deseosos realizan esta gran obra de los últimos días.

Los matrimonios misioneros mayores, que ahora llegan a dos mil seiscientos en todo el mundo, constituyen un ejemplo inigualable de servicio cristiano. ¿Quién podría calcular la forma en que ellos están contribuyendo a adelantar la misión de la Iglesia? Predican el evangelio, fortalecen a lideres y miembros en las ramas donde lo necesitan, sirven en templos y en centros de visitantes y realizan de incontables otras formas la obra esencial del reino, tanto en sus aspectos fundamentales como en los rutinarios.

En una reunión de misioneros en un lejano punto del mundo, mi esposa y yo escuchamos a un dedicado hermano misionero decir:

«Nunca pense que yo podría enseñar el evangelio; creía que sólo sabía pescar, pero ahora que estoy aquí, me dedico de lleno a hablar a la gente acerca del evangelio.»

Minutos después, la esposa de él dijo:

«Mucho compadezco a los que no tienen nada de que preocuparse y se ocupan sólo en los pasos que tienen que dar hasta la piscina o el campo de golf.»

Repetidamente, los pioneros a los que el presidente Clark elogió dejaron su hogar, cargaron sus carros y se encaminaron a nuevas penurias cuando se lo pidió su Profeta. Ahora, muchos matrimonios van a misión tras misión. Una hermana describió la reacción de su familia, como sigue: «Nuestros hijos nos dicen: «Ojalá pasen por aquí y al menos cenen con nosotros antes de que partan a otra misión’.»

Todos los días otros miles de fieles dejan a un lado sus preferencias personales y prestan dedicado servicio en calidad de maestros y lideres, de obreros de templo, en la extracción de nombres y de muchas otras maneras.

El apóstol Pablo describió a los seguidores de Cristo como: «. . .gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación» (Romanos 12:12). Se nos somete a prueba en todas esas cualidades en diversas formas y en diferentes ocasiones.

Hace unas semanas, algunos miembros de mi familia visitaron el cementerio de los Cuarteles de Invierno en Florence, Nebraska, y allí vieron la magnifica estatua, obra de Avard T. Fairbank, de los padres pioneros que contemplan el cuerpo de su hijito muerto a punto de ser sepultado a la orilla del sendero. Esos pioneros tuvieron algunas de sus pruebas más duras junto a una sepultura. Algunos pioneros modernos tienen sus pruebas junto a lechos de enfermos. Una hermana escribió:

«Mi madre cuidó de su madre hasta que esta llegó a los 98 años. Ahora mi padre padece del mal de Alzheimer y mi madre le cuida con paciencia. . . Lo asombroso de esto es la actitud de mi madre. Ella siempre pensó dedicarse a viajar después de jubilarse; siempre ha mantenido bonita su casa, pues le encanta tener huéspedes. Conserva su casa lo mejor que puede, pero ha tenido que abandonar muchas cosas que le gusta hacer. Lo extraordinario es la alegría que mi madre irradia; tiene una actitud magnifica; halla motivo de alegría en las cosas sencillas de la vida. Ella es el pilar de fortaleza de toda la familia ya que nos anima a todos con su buena actitud.»

Entre los Santos de los Ultimos Días hay ocultos héroes y heroínas: los del ultimo carro cuya fidelidad al deber y devoción a la rectitud pasa inadvertida para todos menos para Aquel a quien en realidad importa.

Otros, incluso los que han sido llamados a cargos prominentes, son más conspicuos pero ciertamente no más nobles. Yo soy uno de esos. En una ocasión, una hermana me presentó a su hijo adolescente. «¿Sabes quien es el hermano?», le preguntó. «Si, claro», contestó el chico, «es uno de los que esta colgado en un cuadro en la pared del seminario».

El cargo prominente -«estar colgado en un cuadro en la pared del seminario»- no presupone una carrera acelerada hacia la exaltación.

El criterio de esa meta fundamental es el mismo para todas las personas, lideres o seguidores, prominentes o desconocidos: ¿Hemos recibido las ordenanzas de la salvación y guardado nuestros convenios? Un miembro de la Iglesia en Gran Bretaña lo dijo mejor. Tras haber servido como presidente de estaca y al llegar a su fin esa etapa de prominencia, dijo al élder Boyd K. Packer por que no le molestaba ser relevado:

«He servido porque he hecho convenio. Cumpliré con mis convenios tan bien como maestro orientador como lo hice como presidente de estaca.» (Ensign, mayo de 1987, pág. 24.)

Innumerables oficiales, maestros, asesores y secretarios guardan sus convenios de la misma manera. Su servicio es casi invisible, excepto para Dios, que ve todas las cosas y ha prometido a todos los que hagan bien que «de ninguna manera perderán su recompensa» (D. y C. 58:28; Mateo 10:42).

Los pioneros que cruzaron las llanuras seguían el sendero que les habían marcado sus lideres. Por razones de seguridad, viajaban en grupos. Entones, como ahora, el pionero que se separaba del grupo y se apartaba del sendero marcado seguía un camino solitario y peligroso hasta que volvía a unirse al grupo. Así es también hoy en día. Una carta decía lo siguiente:

«Hace un año y medio me excomulgaron de la Iglesia. Fui culpable de gran hipocresía y engaño ante Dios por infidelidad. Este sábado me voy a bautizar y recibiré el don del Espíritu Santo. Al acercarse el día, se profundiza mi gratitud por la misericordia del Señor para conmigo al permitirme arrepentirme y experimentar un potente cambio en el corazón. Me aflige saber la gran porción de dolor que he añadido al padecimiento del Señor en Getsemaní, pero me regocijo porque,  como resultado de ese sufrimiento, yo puedo rehacer mi vida y hacer que los propósitos del Señor sean también los míos.

En seguida, expresaba gratitud por el proceso de arrepentimiento indicado por el Señor, el cual, decía: «me permitirá ser el padre, el hijo y el poseedor del sacerdocio que siempre pretendí ser. El sentimiento que experimento al ser por fin un hombre honrado, honrado de verdad, es indescriptible».

Una de las mejores cualidades de los hijos e hijas de Dios, sean cuales fueren sus circunstancias, es la determinación de ser mejor. Puesto que todos necesitamos mejorar, siempre debemos estar dispuestos a reconocer lo bueno en las personas y a animarlas a progresar.

Una de las expresiones más divinas del alma humana es el acto de perdonar. Todas las personas son agraviadas alguna vez por alguien, y mucha gente recibe ofensas graves. Los cristianos de todas partes se asombran de los pioneros que han trepado las empinadas laderas hasta llegar a la cumbre espiritual que han alcanzado los que han obedecido el mandato del Señor de «perdonar a todos los hombres» (Mateo 6:14 15; D. y  D. 64:9-l0). El perdón es el reflejo en la tierra de la misericordia de Dios en el cielo.

Una hermana me escribió de sus sentimientos hacia un pariente que abusó de ella cuando era niña y la dejo con un doloroso padecimiento físico. Decía: «Tengo que vivir con el dolor y tratar de seguir adelante», y proseguía:

«A veces, en mi enojo me he preguntado por que en primer lugar tuve que sufrir ese ultraje y por qué tengo que seguir pagando el precio ahora.»

Un día, al escuchar un discurso en la Iglesia, se le conmovió el corazón. El Espíritu le testificó que debía perdonar al hombre que le había hecho mal y que lo haría con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo. En la carta, explicaba:

«El precio de ese pecado ya lo pagó el Señor en Getsemaní y yo no tengo derecho a retenerlo en demanda de justicia; por eso, de buen grado se lo devuelvo al Señor y me regocijo en su amor y misericordia.»

Proseguía, describiendo el resultado de su decisión:

«Mi corazón rebosa de alegría, paz, gratitud y amor. ¡Que gloriosa es la obra del Señor! ¡Cuánto le amo! No hay palabras para expresar lo que siento.»

A1 igual que esa hermana que perdonó, muchos santos de hoy son pioneros en las fronteras de sus propias actitudes y emociones. El proverbio dice: «Mejor es. . . el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad» (Proverbios 16:32). Los santos de la actualidad saben que el que subyuga su propio espíritu es tan pionero como el que conquista un continente.

El sendero de los pioneros de hoy no es fácil. Las cargas que se llevan en el corazón pueden pesar tanto como las que se llevaban en los carros de mano. Y así como algunos pioneros de antaño se esforzaron por el beneficio de Otras personas, del mismo modo, pioneros de hoy llevan las cargas que les han impuesto las transgresiones y la desconsideración de otras personas.

También recibí una carta de una hermana divorciada. Aunque decía que los diez años que siguieron a su divorcio fueron un tiempo de prueba, de angustia, de lucha y de soledad, indicaba que eso había sido «una bendición», «un proceso de refinamiento» y expresaba gratitud por lo que tenía ahora. Decía:

«Todo eso me ha acercado a nuestro Padre Celestial y, en particular, al Señor Jesucristo. Es un sentimiento inefable. Literalmente acudí al Señor con un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Ningún dolor físico que he padecido ha sido tan doloroso como el dolor emocional que he sufrido. Pero cada vez que lo experimento, me acerca más al Señor porque pienso en todo lo que Él padeció y eso me hace sentir honda gratitud. Amo al Señor con todo el corazón y con  toda mi alma por su sacrificio y por todo lo que Él representa.»

Muchos de nuestros miembros luchan valientemente por tratar de hacerlo todo; se sostienen a sí mismos y proveen para su familia; se esfuerzan por cumplir con los deberes de sus llamamientos en la Iglesia; pasan muchas horas transportando a sus hijos a innumerables actividades de la Iglesia y de la escuela; procuran ser generosos con su dinero y con su tiempo para con las campañas dignas de la comunidad; se esfuerzan por mejorar como personas y esperan, después de todo eso, que les quede un poco de tiempo para el compañerismo y la recreación.

Una hermana escribió: »Nos resulta muy difícil [tan sólo] tratar de seguir adelante». Muchos

podrían decir lo mismo y, no obstante, siguen adelante; siguen avanzando sin quejarse  aún cuando tienen justa razón de quejarse. Y aún cuando no logren lo deseado, el Señor les bendice por sus deseos justos (Mosíah 4:24-25), porque, como lo enseñó el rey Benjamín, «no se exige que un hombre corra mas de lo que sus fuerzas lo permiten» (Mosíah 4:27).

¡Cuán agradecidos nos sentimos por el servicio y el ejemplo de esos miembros fieles! Al igual que todos mis hermanos de las Autoridades Generales, busco en los miembros comunes de esta Iglesia mis modelos de fidelidad y nobleza. Cuando visito una conferencia y converso  con los miembros, siempre recibo mas de lo que doy. Concuerdo con el sentir del presidente Gordon B. Hinckley. Tras describir a los santos fieles que conoció  en una conferencia, añadió: «Tenemos la responsabilidad de dirigirles cuando, en realidad aprendemos de ellos».

Nuestra fe y determinación se fortalecen con los logros espirituales y el servicio de los Santos de los Ultimos Días. Hay miles de ejemplos inspiradores, pero éstos rara vez se publican, excepto en las páginas del periódico Church News y en la revista Liahona. Insto a todos a tener la revista Liahona en su hogar.

Algunos de los desconocidos héroes y heroínas del presente son los maestros orientadores y las maestras visitantes fieles que apacientan las ovejas del Maestro. Cuando el apóstol Pablo comparó la Iglesia al cuerpo humano, se refirió a los miembros menos visibles del cuerpo como las manos y los pies diciendo que a estos debemos vestir mas dignamente (1 Corintios 12:23).

Una joven de la Iglesia cuyos padres no participaban en las actividades de la Iglesia escribió lo siguiente a un élder que había sido su maestro orientador:

«Usted era la radiante esperanza en mi vida a menudo difícil. No hay llamamiento más grande que el de maestro orientador. Usted mostró afecto y respeto a mis padres, les honró a ellos y al mismo tiempo me apoyó a mí. Usted siempre estaba allí para ayudar. . . Al mirar hacia atrás ahora, he comprendido que usted y la verdad que nos llevaba eran el apoyo de mi vida.

«Tras las puertas de mi casa, había años de dolor, de lagrimas y de temor. Usted pudo entrar en nuestra casa y ahuyentar todo eso aunque fuera por un rato. Nadie mas podía haberlo hecho.»

En nuestra época, como en la de los pioneros, los que van en los carros delanteros señalan el camino, pero son los hombres y las mujeres fieles que van en los carros de atrás los que proporcionan el impulso y el poder motivador de esta gran obra.

Al avanzar hacia adelante, los pioneros modernos padecen aflicciones y hacen sacrificios, pero les sostiene la certeza que ha dado el Señor mismo. Las palabras que siguen, que se dirigieron a los santos que sufrían en Ohio, también se aplican a los fieles de nuestra época:

«De cierto os digo, mis amigos, no temáis, consuélense vuestros corazones; si, regocijaos para siempre, y en todas las cosas dad gracias;

«esperando pacientemente en el Señor, porque vuestras oraciones han entrado en los oídos del Señor de los Ejércitos, y están inscritas con este sello y convenio: El Señor ha jurado y decretado que serán otorgadas.

«Por lo tanto, el os concede esta promesa, con un convenio inmutable de que serán cumplidas; y todas las cosas con que habéis sido afligidos obraran juntamente para vuestro bien y para la gloria de mi nombre, dice el Señor.» (D. y D. 98:1-3.)

Esta es la obra del Señor; somos sus hijos y Él nos ama a todos. De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

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