Seamos valientes y firmes

Conferencia General Octubre 1989logo 4
Seamos valientes y firmes
Por el élder Marvin J. Ashton
Del Quórum de los Doce Apóstoles

Marvin J. Ashton1«Jóvenes poseedores del sacerdocio, dios desea que salgamos victoriosos; él desea que triunféis de todos vuestros enemigos. Tenemos que ser valientes y firmes. Dios nos guía; no hay razón para la derrota.»

Hace ya muchos años, tuve ocasión de presenciar un campeonato atlético estatal de escuelas secundarias en la Universidad Brigham Young. La lección que aprendí al ver la carrera de una milla fue notable y no la olvidare jamás. Una docena de muchachos se habían clasificado para representar sus respectivas escuelas. Se dio la señal, y los bien entrenados jóvenes partieron. Cuatro de ellos, muy juntos uno a otro, llevaban la delantera. De pronto, el que iba en segundo lugar dio, sin querer, un fuerte pisotón al que iba adelante, arrancándole de esa manera la zapatilla de carrera.

Al advertir aquello, me pregunte que haría aquel muchacho ante lo que el otro chico le había hecho sin intención. Pense que tenia varias posibilidades: podría hacer un esfuerzo extra, alcanzar al que le había quitado el primer lugar, empuñar la mano y darle un puñetazo para vengarse; podría recurrir al entrenador y quejarse de que no era justo lo que le había ocurrido después de haberse preparado tanto toda su vida para aquel gran día; podría salirse de la carrera e ir a sus padres, o a su noviecita, y decirles que aquello era espantoso, o sentarse en la pista y echarse a llorar Pero para mi gran satisfacción, no hizo nada de eso, sino que siguió corriendo.

El suceso ocurrió a medio camino de la primera vuelta y yo pense: Que bien; terminaría la primera vuelta y se retirara. Pero tras dar la primera vuelta, siguió corriendo, y dio la segunda y la tercera; y a cada paso se le enterraban en el pie, a través de la media, trocitos del carbón con que hacían las pistas de carrera en aquella época. El chico no dejó de correr y yo pensaba: ¡Qué gran valor y autodisciplina! ¡Qué notables padres! ¡Que gran entrenador! ¡Que grandes lideres habrán forjado su carácter para que en una situación como esta no haya dejado de correr! El joven terminó la tarea que tenia que hacer. No llegó en primer lugar, pero fue un verdadero ganador. Cuando al final de la carrera fui a felieitarle por su valerosa constancia, él estaba tranquilo y sereno; había podido seguir adelante cuando hubiera sido mucho más fácil abandonar la carrera.

Poco antes de que nuestro estimado y respetado Apóstol y amigo especial del Sacerdocio Aarónico y sus lideres en todo el mundo, el élder Bruce R. McConkie, falleciera, hace casi cuatro años y medio, estando a su lado su amada y eterna compañera Amelia, él le dijo unas palabras muy importantes. Cuando, sosteniéndole la hermana McConkie la mano, durante sus últimos minutos de vida, le preguntó: «Bruce, ¿quieres dejarme algún mensaje?», aunque ya para expirar, él le dijo: «Sigue adelante».

He allí a uno de los más selectos siervos de Dios, el cual estudió, meditó y escribió mas libros que nadie de su época sobre la vida y la misión de Jesucristo, pronunciando esas dos palabras de guía y aliento. La hermana McConkie me ha contado lo importantes que han sido para ella las palabras «sigue adelante» con el pasar del tiempo. El élder McConkie conocía, como testigo especial, la importancia del pasaje: «Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» (Juan 8:31-32.) Se destaca allí que la salvación y la exaltación se basan fundamentalmente en la dedicación y en la perseverancia.

Perseverar o «seguir adelante» no es tan sólo tolerar las circunstancias y no darse nunca por vencido, sino avanzar pese a todo. Sé que lo que nos resulta difícil a la mayoría es perseverar con alegría.

Una vez, un fin de semana fui a una conferencia de estaca en Idaho. Cuando un grupo de niños de la Primaria se puso de pie enfrente de la congregación y cantó «Soy un hijo de Dios», observe que tres miembros del coro, de la hilera delantera, cantaban pero no vocalmente; eran sordomudos y cantaban con las manos. Aunque no les oímos, recibimos su mensaje. Me sentí profundamente conmovido y tuve el privilegio de decirles delante de la congregación que nuestro Padre Celestial les había oído. Aunque vocalmente no dijeron palabra, si transmitieron un mensaje memorable. En conmovedor silencio, enseñaron acerca del espíritu, de la mente y del corazón. No renunciaron a cantar sólo porque no les salía la voz; habían aprendido a «seguir adelante».

Quisiera repetir la letra de un himno que nos da ese mensaje:

«Constantes cual firmes montañas,
Unidos en gran valor,
En la Roca nos fundamos,
La Roca del Salvador;
En honor y virtud plantada
Y fe en nuestro Dios,
Su bandera desplegamos
Sobre la soledad.
El desierto esta cantando:
¡A vencer, a vencer, a vencer!
Las montañas respondiendo:
¡A vencer, a vencer, a vencer!
Nuestro pendón en alto,
Seguimos hasta vencer.
Cantad  juventud bendita:
¡A vencer, a vencer, a vencer!
«Y sobre la Roca haremos,
Palacio a nuestro Rey,
Y loores cantaremos,
Viviendo según su ley;
Por sus dones y gran herencia,
Tesoro sin igual,
Una bendición eterna
De gozo celestial.
El desierto esta cantando:
¡A vencer, a vencer, a vencer!
Las montañas respondiendo:
¡A vencer, a vencer, a vencer!
Nuestro pendón en alto,
Seguimos hasta vencer.
Cantad, juventud bendita:
¡A vencer, a vencer, a vencer!»
(Himnos de Sión, Nº 56.)

Hace cincuenta y nueve años, cuando ese hermoso himno se dio a conocer a toda la Iglesia, decir que fue oportuno sería subestimar la realidad. Hoy debiera ser un modo de vida, una prioridad y un llamado fuerte y claro para jóvenes y mayores. Hombres jóvenes y mujeres jóvenes, y lideres de todo el mundo, os insto a seguir adelante; no os deis por vencidos, no vaciléis ni os canséis; no cedáis a las costumbres del mundo que sólo acarrean desdicha y desaliento. Amo y respeto a los jóvenes que se mantienen firmes cuando, por las influencias externas, les seria fácil flaquear y caer.

Doy gracias a Dios de continuo por los jóvenes y las jovencitas de esta generación. Creo firmemente que los mejores jóvenes que han vivido a lo largo de la historia de la Iglesia están con nosotros hoy en día. La gran mayoría son pioneros que avanzan con rectitud y verdad. La mayoría de nuestros jóvenes son fieles a la fe pese a las condiciones de esta época y evitan las tentaciones y los males que parecen inofensivos y que les acechan por todos lados. Gran regocijo nos produce el que haya mas hombres jóvenes y mujeres jóvenes que nunca sirviendo en el campo misional, los cuales tienen gran dedicación y están teniendo un éxito extraordinario.

En medio del vejamen, la destrucción, el vandalismo y aun la perdida de vidas que hemos padecido, la actitud de nuestros misioneros no es de temor sino de seguir adelante con empuje. Pocos, si los ha habido, han pedido que se les releve o que se les cambie al salirles al paso la destrucción y el peligro. Es emocionante verles firmes como las montañas que nos rodean. Dios seguirá ayudándoles a seguir adelante y su obra no se frustrara sino que se realzara y será fructífera.

Os citaré las palabras que el presidente Benson dirigió a un grupo de jóvenes del sur de California después que llegó a ser Presidente de la Iglesia:

«Durante casi seis mil años, Dios os ha reservado para que vinieseis a la tierra en los últimos días antes de la Segunda Venida. Todas las dispensaciones anteriores del evangelio cayeron en la apostasía, pero la nuestra no caerá. . . Dios ha reservado para la ultima dispensación a algunos de sus hijos mas firmes, los cuales sacarán adelante el reino de Dios con toda felicidad. Esos sois vosotros, porque sois la generación que debe prepararse para comparecer ante Dios. . . No lo dudéis, vosotros sois la generación escogida para esto. Nunca se ha esperado mas de los fieles en tan breve periodo de tiempo como de nosotros. . . Cada día escogemos infinidad de modos de proceder que indican que lado apoyaremos. El resultado final es seguro: las fuerzas de la rectitud al fin ganaran. Lo que queda por verse es que partido tomara cada uno de vosotros, ahora y en lo futuro, en esta lucha. ¿Cumpliremos con fidelidad nuestra preordenada misión de los últimos días?»

Hace unos años, Peter Snell, de Nueva Zelanda, era el mejor del mundo en la carrera de una milla y en la carrera de los ochocientos metros. Tuve la oportunidad de conocerle en Wellington, Nueva Zelanda. En esa ocasión, alguien me dijo: «¿Le gustaría ver el lugar donde Peter Snell se prepara para las carreras?» Le contesté que sí. Grande fue mi sorpresa cuando me llevaron a la playa y no a la pista de carrera. Tras preguntar yo dónde corría él, me dijeron que corría cerca del agua donde se le hundían los pies en la arena mojada, porque así le resultaba más difícil dar cada paso. Aunque tenia una idea de por que lo hacia, pregunte a mis amigos por que corría por allí, y me explicaron que, de ese modo, cuando corría por la pista en la competición, sentía como que flotaba en el aire, ya que allí no se le hundían los pies como en la arena mojada».

Entonces le imagine corriendo en esa forma tan difícil, y aprendí de él una lección. Poco después, mis amigos me llevaron a otro lugar de entrenamiento de Peter Snell, el cual era la montaña. Allí también me dijeron que no corría por ninguna pista sino por los empinados montes y que, al igual que antes, en comparación, la carrera por la pista le resultaba más fácil. Por eso rompía el récord y por eso recuerdo su ejemplo. También me dijeron que corría todos los días, fueran cuales fueren las condiciones del tiempo y pese a lo cansado que estuviera.

Siempre me han impresionado sobremanera algunas de las palabras de Winston Churchill de cuando era primer ministro de Inglaterra, durante los días más tenebrosos de la guerra. Entre otras cosas, dijo lo siguiente:

«No basta hacer lo mejor que se pueda: uno tiene que hacer lo que sea preciso hacer.» (En Reader’s Digest, julio de 1964, pág. 247.)

Dijo además:

«Enfrentamos una prueba de las más atroces. . . Si me preguntáis cuál es nuestra tarea, os diré que es pelear la guerra, por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra alma y con toda la fuerza que Dios nos dé. . . Esa es nuestra tarea. Si me preguntáis cuál es nuestro fin, os lo diré con dos palabras: ‘la victoria’. . . la victoria a toda costa, la victoria a pesar del terror, la victoria pese a lo largo y penoso del camino». (Primer discurso en calidad de Primer Ministro, House of Commons, 13 de mayo de 1940; citado por Louis L. Snyder, The War: A Concise History, 1939-1945, Nueva York: Julian Messner, Inc., 1961, pág. 89).

Jóvenes poseedores del sacerdocio, Dios desea que salgamos victoriosos; Él desea que triunféis de todos vuestros enemigos. Tenemos que ser valientes y firmes. Dios nos guía; no hay razón para la derrota.

Debe ser inspirador para todos nosotros repasar constantemente y releer el mensaje del profeta José Smith que se encuentra en Doctrina y Convenios, sección 121, versículos 7 y 8.

«Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán mas que por un breve momento;

«y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te ensalzara; triunfarás de todos tus enemigos.»

Vemos que allí Dios comunica al Profeta la importancia de seguir adelante en todas las circunstancias y en todas las situaciones.

Nosotros prometemos a la juventud de hoy lo mismo que el Señor prometió al profeta José y que esta en Doctrina y Convenios, sección 122, versículo 4: » . . . y tu Dios te amparara para siempre jamas». Al seguir nosotros adelante hoy, esa promesa sigue vigente y es sempiterna.

Me hace feliz el que tengamos un Presidente, que es Ezra Taft Benson, que ama y alienta a la juventud bendita a trabajar, a seguir adelante y a vivir cerca de Dios. Los programas de la juventud de la Iglesia en la actualidad son mejores gracias a la influencia del presidente Benson tanto ahora como en los años pasados.

Jesús es el Cristo. Él es nuestro Redentor, nuestro Señor y Salvador y nuestro amigo. Sin cesar damos gracias mediante hechos y la oración por Su ejemplo incomparable al haber seguido adelante pese a las circunstancias que le hicieron sangrar por cada poro y padecer en medio de la falta de comprensión y el mal proceder de sus compañeros. El regocijo y la felicidad se desprenden de la determinación y del seguir adelante hasta vencer. Dios nos ayude para que todos sigamos adelante y cosechemos los frutos ahora, ruego en el nombre de Jesucristo. Amen.

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