Enseñemos a los niños a andar rectamente delante del Señor

Conferencia General Abril 1994logo 4
Enseñemos a los niños a orar y a andar rectamente delante del Señor
Ruth B. Wright
Consejera de la Presidencia General de la Primaria

Ruth B. Wright«Nuestros hijos estarán mejor capacitados para soportar los tentaciones y los problemas que les sobrevengan si saben y comprenden que el guardar los mandamientos de Dios les dará paz y gozo.»

Cuan caros para Dios son los pequeños,
con El sus vidas comenzaron.
Cuan valiosa es su seguridad,
su inocencia y su pureza;
son ellos parte de Su eterno plan.
(Traducción libre, Children’s Songbook, págs. 180-181.)

Al entrar en el salón de la Primaria, la hermana Wilson miró detenidamente a los niños. Cuanto han crecido y progresado desde enero, pensó. Se sentó con ellos y empezó a dar la lección. «¡Cada uno de ustedes es muy especial! Han aprendido muchas cosas; han aprendido a ser reverentes y a escuchar las lecciones. ¡E incluso ya saben decir solos la oración!» «Pues si», dijo Clayton, «ya hace cinco años que vivo aquí en la tierra». Su vida le parecía a él un largo tiempo y no percibía límites en cuanto a lo que podía aprender. Hermanos y hermanas, los niños están deseosos de aprender; desean que se les enseñe; necesitan que se les enseñe.

La Primera Presidencia ha exhortado a todos los miembros adultos de la Iglesia a que concentren sus esfuerzos en instruir a los niños para que sigan las enseñanzas del Salvador. El propósito del programa titulado «Concentrémonos en los niños» es lograr que los miembros adultos enfoquen su atención y sus esfuerzos en los niños de manera que estos tengan un testimonio con una base sólida y vivan fielmente el Evangelio de Jesucristo («Concentrémonos en los niños: Guías y pautas»). Cuando consideramos a todos los niños que, como Clayton, están ávidos de aprender, nos damos cuenta de que la responsabilidad que tenemos es algo sumamente importante.

La Primera Presidencia ha sugerido cuatro metas que nos ayudaran a concentrarnos en los niños. Estas son: 1), reconocer lo que valen los niños; 2), activar a los niños que no estén participando de las bendiciones del evangelio; 3), enseñarles el evangelio de manera que lo comprendan y lo vivan; y 4), asegurarnos de que los niños estén preparados y se les de la oportunidad de bautizarse y de ser ordenados (los varones). Quisiera concentrar mis palabras en la tercera meta, la de enseñar a los niños el evangelio de manera que lo comprendan y lo vivan.

El Señor, por revelación, nos ha enseñado en la sección 68 de Doctrina y Convenios que los padres tienen la responsabilidad de enseñar e instruir a sus hijos en la rectitud. Los padres han recibido instrucciones de enseñar «a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor» (versículo 28).

¿Qué significa andar rectamente delante del Señor? La palabra «rectitud» comprende definiciones como honrado, honorable, integro. Por lo tanto, para andar rectamente, nuestros hijos deben tomar la decisión de vivir de una manera honrada, honorable e integra. Los niños que comprendan y vivan el evangelio vivirán con seguridad y gozo, y algún día entraran en la presencia del Señor andando rectamente.

A veces no es fácil para los padres enseñar a los hijos; a veces cometemos errores; los hijos quizás se opongan a lo que estemos enseñándoles. Los padres debemos mantener vivo e l deseo de hacer lo mejor, demostrarles constantemente nuestro amor y no culparnos si nuestros hijos deciden seguir otro camino.

A fin de ayudarles a andar rectamente delante del Señor, podríamos hacernos estas tres preguntas:

Primero: ¿Que enseñaremos a nuestros hijos? Es esencial que les enseñemos el Evangelio de Jesucristo. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mi» (Juan 14:6). Considero que las Escrituras son la fuente principal a la que debemos recurrir para enseñar a nuestros hijos a andar rectamente.

Debemos esforzarnos por lograr que los niños obtengan un conocimiento en cuanto a su relación con nuestro Padre Celestial; ellos pueden comprender que todos los hombres son hijos literales de Dios y que nacen con una primogenitura divina y un potencial ilimitado.

Cuando mi sobrino tenía cuatro años, su padre solía complacerse en preguntarle cómo se llamaba; cuando le decía: «Mark, ¿cómo te llamas?», Mark se ponía de pie y contestaba con una amplia sonrisa: «Me llamo Mark Andrew Broadbent, hijo de Dios». Si nuestros hijos comprenden que nuestro Padre Celestial es real y que los ama y se preocupa por cada uno de ellos, desearan andar rectamente.

Los niños deben aprender a orar a fin de comunicarse con nuestro Padre Celestial. Conozco a una madre que ha enseñado a sus hijos a orar desde el momento en que empezaron a decir sus primeras palabras. No solamente le enseñó a cada uno que expresara gratitud sincera por sus bendiciones, sino también que buscara la guía de nuestro Padre Celestial y le pidiera de manera específica que le ayudara «a hacer lo justo».

Los niños necesitan comprender el principio del albedrío y la importancia de las decisiones que tomen. Recuerdo que cuando estaba en la escuela secundaria quería dejar de asistir a una clase de mecanografía porque se me hacía muy difícil; odiaba esa clase, y le suplique a mis padres que firmaran el formulario dando su consentimiento para que la eliminaran de mi horario. Mi padre me explicó una y otra vez las razones por las que pensaba que debía seguir con la clase; me dijo: «Es importante continuar con algo una vez que has empezado, especialmente cuando es difícil necesitas trabajar y esforzarte por hacer lo mejor». Por fin, exasperado, me dijo: «Ya te dije lo que pienso, y ahora, Ruth, tu eres quien debe tomar la decisión. Firmaré el formulario si lo deseas». Después de pasar una noche sin dormir, tratando de desechar el deseo de hacer lo que yo quería, por fin decidí continuar en la clase. Aunque siguió siendo difícil durante el resto del año, estoy contenta de haber continuado y estoy agradecida por el consejo de mi padre; el me ayudó a comprender las posibilidades que tema; me explicó claramente lo que pensaba del asunto, pero no me obligó.

Segundo: ¿Dónde les enseñaremos a nuestros niños? El mejor lugar para enseñarles el evangelio es el hogar. Una madre de once hijos me dijo una vez: «El evangelio se debe hacer sentir en el ambiente del hogar; nuestros hijos deben casi palparlo. Es preciso proveerles un ambiente seguro y cómodo a fin de que aprendan y desarrollen su propio testimonio».

Enseñemos a nuestros niños siempre y dondequiera que estemos con ellos; creo que esos momentos deben ser agradables y entretenidos. Muchas veces durante el día tenemos oportunidades de enseñarles mientras caminamos juntos, vamos en auto, trabajamos juntos, nos arrodillamos a orar, conversamos a la hora de la comida, e incluso mientras cambiamos panales. Al poco tiempo de nacer nuestra primera hija, Natalie, me di cuenta de que cambiar pañales no figuraba en la lista de las tareas que me gustaba hacer. De manera que para ayudarme a superar esa labor que parece constante, le cantaba canciones de la Primaria para hacerlo más placentero para ambas; muy pronto, la rutina de cambiar pañales ocupó un segundo plano y dejó de molestarme. Sin embargo, continué cantándole a Natalie y a nuestros demás hijos mientras efectuaba esa tarea, ya que me di cuenta de que eso me ofrecía la oportunidad de enseñarles a mis hijos muchas veces al día.

Tercero: ¿Cómo enseñamos a nuestros niños? Lo hacemos por medio del ejemplo. Los niños aprenderán mucho más al observarnos andar rectamente que de ninguna otra manera. Los padres de Blair le enseñaron, por medio de su ejemplo, la importancia de la oración; el recuerda las muchas ocasiones en que, cuando era niño, iba por el pasillo hacia el dormitorio de sus padres y los veía arrodillados al lado de la cama, tomados de la mano, mientras oraban a nuestro Padre Celestial.

Enseñamos a nuestros hijos paso a paso, una y otra vez, a andar rectamente. Hay una madre que hace que sus hijos repitan esta frase sencilla pero eficaz cuando se preparan para salir de casa: «El evangelio es verdadero, te quiero y soy un hijo de Dios, ¡pase lo que pase!» Las palabras «Vuelve con honor» escritas en un cartelito que cuelga de la entrada de una casa son un recordatorio constante, para todos los que salen por esa puerta, que les indica de qué manera deben regresar al hogar.

Nuestros hijos responden mejor cuando se les enseña con respeto y amor. En el capítulo ocho de Moroni, el profeta Mormón expresa que se siente sumamente preocupado por una disensión que ha surgido entre los miembros de la Iglesia; por eso, ha escrito una epístola en la que da consejos a su hijo Moroni en cuanto al asunto; pero antes de hacer frente al problema, Mormón expresa su afecto a su hijo:

«Mi amado hijo Moroni, me regocijo en extremo de que tu Señor Jesucristo te haya tenido presente, y te haya llamado a su ministerio y a su santa obra.

«Yo siempre te tengo presente en mis oraciones, rogando sin cesar a Dios el Padre, en el nombre de su Santo Hijo, Jesús, que por su infinita bondad y gracia te conserve mediante la perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin» (Moroni 8:23).

Primeramente, Mormón reafirmó su amor por Moroni y luego le enseñó. Si los niños saben primeramente que se les ama, estarán más dispuestos a escuchar y serán más dóciles para la enseñanza.

Nuestros hijos estarán mejor capacitados para soportar las tentaciones y los problemas que les sobrevengan si saben y comprenden que el guardar los mandamientos de Dios les da paz y gozo en su vida y los capacita para andar rectamente.

Mientras Clara, de cinco años de edad, viajaba en el auto con su madre y su hermanita menor, percibió que su madre estaba muy preocupada por algo.

-Mami, ¿qué te pasa? Te ves tan triste.

Sin querer entrar en detalles en cuanto a sus preocupaciones, pero consciente de que tenía que reconocer ante su hija que estaba preocupada, la madre le preguntó a la niña:

-Clara, ¿qué harías si te sintieras triste y frustrada?

-Pues…-respondió Clara, después de una larga pausa-, debes tomar unos momentos para pensar; luego tienes que orar todo el tiempo y leer las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón. Tienes que hacer algo por otras personas; debes pensar en las cosas buenas que la gente hace por ti y lo bueno que tienes en tu vida, no en lo malo.

La pequeña Clara está empezando a comprender cómo andar rectamente delante del Señor.

Dios envía hijos a padres terrenales
para guiarles, enseñarles, protegerles y amarles.
Guardemos esa confianza sagrada
por El a todos dada,
y llevarlos otra vez a Su morada.
(Traducción libre, Children’s Songbook, págs. 180-181.)

Que Dios nos bendiga a todos los padres para que enseñemos a nuestros hijos a andar rectamente delante del Señor, lo ruego en el nombre de nuestro Salvador, Jesucristo. Amén.

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