Un festín sin dieta

Conferencia General Abril 1995logo 4
Un festín sin dieta
Bonnie D. Parkin
de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

Bonnie Dansie Parkin«Las Escrituras… les brindaron conocimiento, las elevarán, las consolarán y los fortalecerán.»

Hay algo más bonito que  ver a madres e hijas sentadas juntas? Contemplar la cantidad de rostros que inundan este Tabernáculo e imaginarme la inmensidad de jóvenes reunidas en las capillas de todo el mundo me maravilla de verdad. Para una persona del campo como yo, que se crió en la comunidad de Herriman, Utah, este es un espectáculo que me hace sentir muy humilde.

Hermanas, quiero revelarles un secreto: Me encanta comer. ¿A ustedes no? Cuando la comida está bien aderezada y cocinada a punto, y se sirve presentada como una obra de arte, me siento en las nubes. Puedo aumentar de peso con solo leer el menú.

¿Saben ustedes que el Señor no espera que hagamos dieta? ¡Créanme! Abran el Libro de Mormón en 2 Nefi 9:51 y lean la última frase que dice: «…deléitese vuestra alma en la plenitud». Pero, plenitud ¿de qué? ¿De chocolate? Lean con detenimiento habla de saciarse de la palabra del Señor. ¿Cuándo fue la última vez que se saciaron de Su palabra? ¿Saben que el tener un festín de este tipo no causa ningún remordimiento?

Una de las cosas que más disfruto de mi llamamiento es la de tener esa clase de festín con la presidencia de las Mujeres Jóvenes, porque nuestras reuniones comienzan con el estudio de las Escrituras. La presidenta, la hermana Hales, por lo general empieza diciendo: «¿Quién tiene un pasaje de las Escrituras que desee leer?» Y siempre hay alguien que tiene uno Buscamos entonces las referencias correlacionadas, miramos en la Guía para el Estudio de las Escrituras, aplicamos los conceptos a nuestra propia vida y pensamos en todas ustedes.

El saborear las Escrituras de esa forma invita la presencia del Espíritu; son momentos de unión en los cuales, además de compartir el lápiz rojo para marcar los pasajes, damos a conocer los sentimientos de nuestro corazón, compartimos nuestro conocimiento y nuestros deseos, haciéndonos más unidas y capaces para prestarles servicio a todas ustedes. ¿Participan de esa clase de festín en las reuniones de presidencia de las Abejitas, las Damitas, las Laureles, o de las Mujeres Jóvenes? Traten de dar comienzo a esas reuniones con un pensamiento de las Escrituras y les asombrara el espíritu que sentirán a causa de ello.

De joven, no dedicaba mucho tiempo al estudio de las Escrituras, y ¡como desearía haberlo hecho! No fue sino hasta que nos. mudamos a la ciudad de Seattle, en el estado de Washington, que una amiga y yo nos dimos cuenta de que sentíamos un gran deseo de tener el conocimiento que las hermanas espirituales de nuestro barrio poseían. Deseábamos tener hijos rectos, cuyas «madres les habían enseñado» a ser creyentes (Alma 56:47). Y. al igual que una buena comida, el evangelio, al disfrutarlo en compañía de una buena amiga (la mía se llama Louise Nelson), se convierte en algo mucho más significativo. Juntas nos saciábamos de las Escrituras.

Recuerdo cuando me sentaba en un viejo sofá y les leía relatos de las Escrituras a mis hijos. A medida que estudiábamos, empezábamos a sentir un poder en nuestra vida. Aprendí que Rut había dejado a su familia para unirse a los creyentes, que Saríah crió a sus hijos en el desierto, que Ester arriesgó su vida para salvar a otras personas, y, lo que es más importante, que María dio a luz a un Hijo en un establo y lo acostó en un pesebre. Aprendí que Dios obro milagros en la vida de otras personas y que puede hacer lo mismo en la mía.

Descubrí las Escrituras más tarde que algunos, pero lo hice; y ahora, al igual que al leer un buen menú, siento hambre de las sabias palabras. ¿Por qué entonces no aumentamos de peso espiritualmente?

No siempre es fácil hacerlo y hay cosas que todavía no comprendo, pero cuando dejo a un lado todo eso, con el anhelo de tener la compañía del Señor, las Escrituras le infunden a mi alma la influencia del Espíritu. No tengo duda de que estas tendrán el mismo efecto en ustedes; les brindaran conocimiento, las elevaran, las consolaran y las fortalecerán; las envolverán con un cálido manto de amor celestial. ¿Cómo lo es? Porque surten ese efecto en mí. Es la promesa que nuestro Padre Celestial nos ha hecho; es como si nos sentáramos a la mesa del Señor.

Queridas hermanas las invito a experimentar con la palabra, a saciarse de ella. Como Jesús dijo:»Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mi»(Juan 5:39).

Sé que Él vive, que nos ama y que Su mano aun está extendida hacia nosotras. Que pueda servirles  a ustedes y a Él, ruego en el nombre de Jesucristo. Amen.

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