Todos podemos participar de la bendición de Adán

Conferencia General Abril 1971

Todos podemos participar
de la bendición de Adán

Eldred G. Smith

por el Élder Eldred G. Smith
Patriarca de la Iglesia


Después que Adán y Eva fueron expulsados del Jardín de Edén, les fueron enseñados los principios del evangelio y el plan de salvación; el plan mediante el cual podrían regresar a su Padre Celestial. Asimismo se les instruyó enseñar este plan del evangelio a sus hijos.

Generalmente éstos no aceptaban sus enseñanzas, excepto Abel, quien fue asesinado; entonces, entre otros hijos, nació Set, quien aceptó las enseñanzas de Adán.

El Señor le prometió a Adán que tendría una simiente justa que perduraría hasta el fin de la tierra, lo cual se encuentra registrado en el libro de Moisés: «Y ese día descendió sobre Adán el Espíritu Santo que da testimonio del Padre y del Hijo, diciendo: . . . para que así como has caído puedas ser redimido; también todo el género humano, aun cuantos quisieren» (Moisés 5:9).

En el siguiente capítulo leemos: «Pues este mismo sacerdocio que existió en el principio existirá también al fin del mundo.

«Esta profecía la pronunció Adán por inspiración del Espíritu Santo, y se conservaba una genealogía de los hijos de Dios. . . (Moisés 6:7-8).

Este llegó a ser el registro de la simiente real, el cual, en parte por lo menos, es un registro del cumplimiento de esta promesa. Hoy día lo tenemos, por lo menos en parte, y es conocido como la Biblia.

La revelación moderna nos lo brinda de esta manera:

«Este orden fue instituido en los días de Adán, y descendió por linaje de la siguiente manera:

«De Adán a Set, quien fue ordenado por aquél a la edad de sesenta y nueve años; y tres años antes de la muerte de Adán, fue bendecido por él y recibió la promesa de Dios, por conducto de su padre, de que su posteridad sería la escogida del Señor, y que sería preservada hasta el fin del mundo.» (Doc. y Con, 107:47-42. Cursiva agregada.)

Esta promesa le fue repetida nuevamente a Abraham, que fue la posteridad de Set:

«Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3).

«En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz» (Génesis 22:18).

En la Perla de Gran Precio tenemos un registro escogido, el Libro de Abraham, en donde se describe cómo se aplica a nosotros esta bendición en la actualidad. Dirigiéndose a Abraham, el Señor dijo:

«Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré sobre manera, y engrandeceré tu nombre entre todas las naciones/ y serás una bendición a tu simiente después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones;

«Y las bendeciré mediante tu nombre; pues cuantos reciban este evangelio llevarán tu nombre, y serán contados entre tu simiente, y se levantarán y te bendecirán como su padre,

Con cada dispensación viene un nuevo énfasis del Sacerdocio con todas sus bendiciones

«Y bendeciré a los que te bendijeren, y maldeciré a los que te maldijeren; y en ti (es decir, en tu sacerdocio) y en tu simiente (es decir, tu sacerdocio), pues te prometo que en ti continuará este derecho, y en tu simiente después de ti (es decir la simiente literal, o sea la simiente corporal) serán bendecidas todas las familias de la tierra, aun con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, aun de vida eterna» (Abraham 2:9-11).

Esta bendición le fue renovada a Isaac, el hijo de Abraham, y luego a Jacob, que llegó a ser Israel, y fue entonces dividida entre sus doce hijos, cada uno llegando a ser una tribu a las cuales se hace referencia como a las tribus de Israel.

Cuando una persona recibe una bendición patriarcal, tiene el derecho de recibir una declaración de las bendiciones de Israel, o una declaración de la tribu de Israel por medio de la cual vendrán sus bendiciones. Este es el derecho a las bendiciones de aquellos que se encuentran registrados en el libro de memorias que se empezó en los días de Adán.

Esto no significa que todas las naciones de la tierra llegarán a ser descendientes literales de Abraham, pese a que su simiente podrá estar esparcida en todas las naciones, pero como dice, todos recibirán las bendiciones a través de aquellos que son la simiente de Abraham y serán contados entre su simiente, y se levantarán y lo bendecirán como su padre. (Véase Abraham 2:10.)

Si los miembros de la Iglesia son descendientes literales de Abraham, recibirán tal bendición; si no son descendientes literales de Abraham y se unen a la Iglesia y reciben el evangelio, recibirán las bendiciones del sacerdocio, aun la vida eterna, a través de aquellos que son de Israel a lo cual se haría referencia como «por adopción».

De este modo, todas las naciones y familias de la tierra pueden recibir las bendiciones del evangelio y la vida eterna por medio de su fidelidad. Por tanto, para cumplir esta promesa dada a Adán, es evidente la necesidad de una renovación de la dirección del sacerdocio mediante un Profeta de Dios, en diferentes intervalos de la historia, que han sido llamados dispensaciones: de Adán a Set, a Enoc, a Noé, a Abraham, a Moisés, a Elías, a Juan el Bautista, a Jesucristo, a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan.

Cada dispensación trae consigo un nuevo énfasis en el sacerdocio; un fortalecimiento de la oportunidad dada al hombre para recibir las bendiciones del evangelio probándose a sí mismo en resistir los poderes del adversario.

La última dispensación será la dispensación del cumplimiento de los tiempos. El apóstol Pablo lo describe en su epístola a los efesios:

«Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,

«de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (Efesios 1:9-10).

El profeta José Smith lo expuso de esta manera: «. . . que la dispensación del cumplimiento de los tiempos se compone de todas las dispensaciones que hayan sido dadas desde que el mundo fue, hasta esta época» (Franklin D. Richards, Compendium, 1898, pág. 143), siendo ésta la época a la que se hace referencia como el fin del tiempo de preparación para la venida del reino milenario del Señor Jesucristo en esta tierra.

Os testifico que este es el tiempo. El evangelio de Jesucristo está aquí ahora, con todas las llaves del sacerdocio, a fin de abrir el camino para su venida.

José Smith fue llamado por revelación, como lo fueron los profetas antiguos. Juan el Bautista Ies restauró a él y a Oliverio Cowdery las llaves del Sacerdocio Aarónico, seguido por Pedro, Santiago y Juan, quienes restauraron las llaves del Sacerdocio de Melquisedec. Elías restauró en el Templo de Kirtland las llaves de las bendiciones selladoras para los vivos y los muertos.

Antes de su muerte, José Smith confirió todas las llaves al Quorum de los Apóstoles. De este modo se han preservado hasta esta época estas llaves de la autoridad del sacerdocio, y continuarán para introducir el reinado milenario de nuestro Señor y Salvador/Jesucristo.

Invitamos a todos a escuchar, a aceptar y abrazar este evangelio. Esta invitación es para todas las naciones y familias del mundo entero, a fin de que todos puedan recibir las bendiciones de vida eterna y se encuentren registrados en el libro de memorias del Cordero y compartan las bendiciones de la simiente real de los justos, aun las bendiciones de vida eterna. Testifico que éste es su reino, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario