El Plan de Salvación: un sagrado tesoro de conocimiento que nos guía

El Plan de Salvación: un sagrado tesoro de conocimiento que nos guía
Por el élder Robert D. Hales
Del Cuórum de los Doce Apóstoles

Robert D. Hales

La clave de nuestro éxito en la vida premortal fue el apoyo que le dimos al plan del Padre, y es también la clave para el éxito en la vida mortal.

A menudo he meditado sobre la desesperanza de los hijos de Dios que vagan por el mundo obscuro y lúgubre sin saber quiénes son, de dónde vienen, por qué están aquí en la tierra ni adónde irán después de su vida terrenal.

No hay necesidad de que andemos errantes. Dios ha revelado verdades eternas para contestar esas preguntas, y se encuentran en el gran plan que tiene para Sus hijos. En las Escrituras ese plan se conoce como el “plan de redención”1, el “plan de felicidad”2 y el “plan de salvación”3.

El comprender y seguir obedientemente el plan de Dios evitará que nos apartemos del sendero que nos lleva de regreso a nuestro Padre Celestial4. Entonces, y solo entonces, podremos vivir el tipo de vida que Él vive, que es la “vida eterna… el mayor de todos los dones de Dios”5.

El don de la vida eterna merece cualquier esfuerzo que hagamos para estudiar, aprender y poner en práctica el Plan de Salvación. Todo el género humano resucitará y recibirá las bendiciones de la inmortalidad; pero para obtener la vida eterna, el tipo de vida que Dios vive6, vale la pena vivir el Plan de Salvación con todo el corazón, mente, alma y fuerza.

Comprender el Plan de Salvación

¡Cuánto poder nos da el conocimiento del plan! El Plan de Salvación es uno de los tesoros más grandes de conocimiento que se han dado a la humanidad, ya que explica el propósito eterno de la vida. Sin él, realmente andamos vagando en la obscuridad. Es por eso que el modelo de Dios es dar mandamientos a Sus hijos “después de haberles dado a conocer el plan de redención”7.

Mi deseo es ayudar a cada uno de nosotros a aprovechar este tesoro de conocimiento; a entender mejor el Plan de Salvación y a poner en práctica ese entendimiento en nuestra vida diaria.

El albedrío

Ya que el albedrío es un elemento esencial de ese plan, comencemos allí. Nuestro Padre nos ha dado la capacidad de actuar o de negarnos a actuar8 de conformidad con verdades eternas: las verdades que hacen que Dios sea lo que es y que el cielo sea lo que es9. Si hacemos uso del albedrío para aceptar y vivir esas verdades, recibimos gozo sempiterno. En cambio, si hacemos uso del albedrío para desobedecer y para rechazar las leyes de Dios, experimentamos sufrimiento y pesar10.

El albedrío es un principio que se relaciona con los tres capítulos del Plan de Salvación: la vida premortal, la vida mortal y la vida postmortal.

La vida premortal

Tal como se declara en “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, cada uno es “un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales”, y tenemos “una naturaleza y un destino divinos”11. En un concilio preterrenal, el Padre Celestial nos explicó Su plan de redención12. Dicho plan se basaba en doctrina, leyes y principios que siempre han existido13. Aprendimos que si aceptábamos y seguíamos el plan, se nos requeriría dejar voluntariamente la presencia de nuestro Padre y ser probados a fin de demostrar si escogeríamos vivir de conformidad con Sus leyes y mandamientos14. Nos regocijamos ante esa oportunidad15 y con agradecimiento apoyamos el plan porque nos ofrecía la manera de llegar a ser como nuestro Padre Celestial y de heredar la vida eterna.

Sin embargo, el plan suponía riesgos: si en la vida terrenal escogíamos no vivir de conformidad con las leyes eternas de Dios, recibiríamos algo menor a la vida eterna16. El Padre sabía que tropezaríamos y que pecaríamos en la vida terrenal a medida que aprendiéramos por medio de la experiencia, por lo que proporcionó un Salvador para redimir del pecado a todo el que se arrepintiera y para sanar las heridas espirituales y emocionales de quienes fueran obedientes17.

Jesucristo fue el Hijo amado, escogido y preordenado del Padre desde el principio18. Él apoyó el plan del Padre y se ofreció a ser nuestro Salvador, diciendo: “Heme aquí; envíame”19. Fue así que Jesús fue nombrado por el Padre para ser quien llevara una vida sin pecado en la vida mortal, expiara nuestros pecados y aflicciones y resucitara para romper las ligaduras de la muerte.

Lucifer, que llegó a ser conocido como Satanás, también vivió en la existencia premortal20. Por razones egoístas, rechazó el plan, procuró destruir el albedrío del hombre y se rebeló contra el Padre21; como consecuencia, él y los que lo siguieron nunca tendrán un cuerpo. Renunciaron a su oportunidad de participar en el plan del Padre y perdieron su destino divino22. En la actualidad, continúan su guerra de rebelión contra Dios y procuran poner el corazón y la mente del género humano en contra de Él23.

Esta tierra fue diseñada y creada para aquellos que aceptaron el plan del Padre24. Aquí es donde obtenemos un cuerpo creado a la imagen y semejanza de Dios, donde somos probados, y donde ganamos la experiencia necesaria para heredar la vida eterna25.

La vida mortal

Dios creó a Adán y a Eva y los unió en matrimonio, los puso en el Jardín de Edén y les mandó que tuvieran hijos26. Haciendo uso de su albedrío, Adán y Eva, juntos, cayeron de la presencia de Dios y se convirtieron en seres mortales27. Con ello se cumplió el plan del Padre haciendo posible que tuvieran hijos, lo cual no podían hacer en el Jardín de Edén28. Por ley eterna, el poder divino de la procreación se debe utilizar dentro de los límites fijados por nuestro Padre Celestial. El hacerlo nos brinda la oportunidad de [recibir] gozo eterno. Cualquier uso que se le dé a ese poder sagrado fuera de los límites que Dios ha fijado resultará finalmente en aflicción29.

Satanás, que desea que todos “sean miserables como él”30, procura alejarnos de las oportunidades que están disponibles por medio del plan de Dios. ¿Por qué permite el Padre Celestial que Satanás nos tiente? Porque sabe que la oposición es necesaria para nuestro crecimiento y probación en la vida terrenal31. La oposición nos da la invaluable oportunidad de volvernos a Dios y depender de Él. Debido a que el bien y el mal están constantemente ante nosotros, podemos expresar claramente los deseos de nuestro corazón al aceptar el uno y rechazar el otro32. La oposición se puede encontrar en las tentaciones de Satanás, pero también en nuestras propias debilidades, las flaquezas mortales que son inherentes a la condición humana33.

A fin de ayudarnos a decidir sabiamente, Dios ha revelado Su plan de redención y nos ha dado mandamientos34, la luz de Cristo35 y la compañía del Espíritu Santo36. Pero incluso con todos esos dones, cada uno de nosotros en este mundo caído comete pecados, por lo que somos incapaces de entrar en la presencia de Dios por nuestros propios méritos37. Es por eso que Su plan misericordioso proporciona un Salvador.

Jesucristo vino a la tierra en calidad de Hijo Unigénito de Dios y cumplió a la perfección la misión que se le asignó, sometiéndose a la voluntad del Padre en todas las cosas38. De acuerdo con el misericordioso plan del Padre, los efectos de la Caída se conquistan por medio de la resurrección del Salvador39, las consecuencias del pecado se pueden vencer y la debilidad se puede convertir en fortaleza si hacemos uso de la expiación de Jesucristo40.

Solo mediante la obediencia a los mandamientos podemos reunir los requisitos para la vida eterna. Ello requiere que tengamos fe en el Señor Jesucristo, que nos arrepintamos, que seamos bautizados, que recibamos el don del Espíritu Santo y que perseveremos hasta el fin en seguir el ejemplo del Salvador41. En términos prácticos, debemos recibir todas las ordenanzas esenciales del sacerdocio y perseverar hasta el fin en guardar los convenios relacionados con ellas.

La vida postmortal

Después de morir, un día nos presentaremos ante el Salvador para ser juzgados42. Puesto que Dios es misericordioso, los que hayan ejercitado su fe en Cristo para arrepentimiento serán perdonados y heredarán todo lo que el Padre tiene, incluso la vida eterna43; pero debido a que Dios es justo, toda persona que no se arrepienta no recibirá el don de la vida eterna44. Todos serán recompensados de conformidad con su fe, arrepentimiento, pensamientos, deseos y obras45.

Aplicar el Plan de Salvación a nuestra vida diaria

Una vez que entendemos el gran panorama del plan y nos visualizamos en él, ganamos algo que es de mucho valor, incluso esencial: una perspectiva eterna. La perspectiva eterna guía nuestras decisiones y acciones cotidianas; estabiliza la mente y el alma y, cuando a nuestro alrededor se arremolinan opiniones persuasivas pero eternamente erróneas, nos mantiene firmes e inamovibles.

Tal como el élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Sin el entendimiento del Plan de Salvación, incluso de nuestra existencia preterrenal y el juicio y la resurrección, el tratar de hacer que esta vida por sí misma tenga sentido es como solo ver el segundo acto de una obra de teatro de tres actos”46. Debemos entender el primer acto (la vida premortal) a fin de saber cómo tomar las mejores decisiones durante el segundo acto (la vida mortal), lo cual determinará lo que nos sucederá en el tercer acto (la vida postmortal).

Expresado de otra manera, el entender el Plan de Salvación, acompañado de la oración sincera, cambia la forma en que vemos la vida, a todos los que nos rodean y a nosotros mismos. El entender el plan aclara nuestra visión espiritual y permite que veamos las cosas tal como son47. De la misma forma en que el Urim y Tumim permitió que el profeta José Smith recibiera revelación y guía48, el tener conocimiento del plan nos mostrará cómo “[obrar] en doctrina y principio pertenecientes a lo futuro, de acuerdo con el albedrío moral” que el Señor nos ha dado49. De ese modo, se fortalecerá nuestra fe y sabremos cómo trazar el curso de nuestra vida y tomar decisiones que concuerden con la verdad eterna.

A continuación figuran algunos ejemplos que son especialmente pertinentes a nuestro tiempo.

El propósito del matrimonio en el plan de Dios

El matrimonio y la familia están bajo ataque porque Satanás sabe que son esenciales para obtener la vida eterna; son tan esenciales como la Creación, la Caída y la expiación y resurrección de Jesucristo50. Puesto que no pudo destruir ninguno de esos pilares del plan, Satanás procura destruir nuestro entendimiento y nuestra práctica del matrimonio y la familia.

Si el plan del Padre Celestial es nuestro punto de referencia fijo, el propósito del matrimonio se vislumbra claramente. El mandamiento de dejar al padre y a la madre, de unirse el uno al otro en matrimonio51 y de multiplicar y henchir la tierra52 hace que Su plan sea posible. Por medio del matrimonio traemos al mundo a los hijos que Él procreó en espíritu, y nos asociamos con Él para ayudar a Sus hijos a participar en Su plan53.

El plan del Padre nos proporciona el camino para heredar la vida eterna, que es la vida que nuestros padres celestiales llevan. En el plan, “ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” en el Señor54. La esencia misma de la vida eterna incluye el matrimonio eterno de un hombre y una mujer, lo cual es una parte esencial de llegar a ser como nuestros padres celestiales55.

El matrimonio entre un hombre y una mujer

En el matrimonio nos completamos el uno al otro, de la forma en que solo un hombre y una mujer con sus diferencias únicas y esenciales pueden hacerlo. Al caminar por la vida terrenal como esposo y esposa, crecemos juntos y nos acercamos más al Salvador a medida que, juntos, obedecemos, hacemos sacrificios para hacer la voluntad de Dios y edificamos Su reino. Con el conocimiento de que el matrimonio eterno es un mandamiento de Dios y que Él prepara el camino para que Sus hijos logren lo que les manda56, sabemos que nuestro matrimonio tendrá éxito si estamos unidos en guardar los convenios que hemos hecho.

Es por medio de las ordenanzas del sacerdocio y de decidir guardar los convenios asociados con ellas que recibimos el poder de la divinidad a medida que hacemos frente a los desafíos de la vida mortal57. Las ordenanzas del templo nos invisten de poder de lo alto y permiten que regresemos a la presencia de nuestro Padre Celestial58. La ordenanza del sellamiento permite al esposo y a la esposa crecer juntos mediante el poder de Dios y ser uno con el Señor59. Cualquier sustituto para ese tipo de matrimonio no cumplirá Sus sagrados propósitos para nosotros ni para las generaciones futuras de Sus hijos60.

Atracciones y deseos

Todos llegamos a este mundo caído con debilidades o desafíos inherentes a la condición humana61. El entender el plan de Dios nos permite ver todas las flaquezas humanas —incluso las atracciones y deseos que no van de acuerdo con Su plan— como temporales62. El saber que vivimos antes de esta vida como amados hijos e hijas de padres celestiales permite que basemos nuestra identidad personal en nuestro origen divino. Es nuestra condición de hijos e hijas de Dios —y no nuestras flaquezas o tendencias— lo que es la verdadera fuente de nuestra identidad63.

Con esa perspectiva, somos más capaces de esperar humilde y pacientemente en el Señor64, confiando en que mediante nuestra fe, obediencia y perseverancia hasta el fin nuestros deseos y tendencias se purificarán, nuestro cuerpo se santificará, y realmente llegaremos a ser los hijos e hijas de Cristo, perfeccionados por medio de Su expiación.

La perspectiva eterna del plan nos da la seguridad de que, para los fieles, el día seguramente vendrá en que “enjugará Dios toda lágrima… y ya no habrá más… dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser”65. Ese “fulgor perfecto de esperanza”66 calmará nuestra mente y nuestro corazón y nos dará la capacidad de esperar paciente y fielmente en el Señor.

Promesas para los que perseveren fielmente

Aquellos que se pregunten si sus circunstancias o condición actuales les impedirán obtener la vida eterna deben recordar que “[nadie] está predestinado a recibir menos que todo lo que el Padre tiene para Sus hijos”67.

No se negará ninguna bendición a los fieles. El presidente Lorenzo Snow declaró: “Ningún Santo de los Últimos Días que muera, después de haber llevado una vida fiel, perderá bendición alguna por no haber hecho ciertas cosas si no se le presentaron las oportunidades de hacerlas. En otras palabras, si un joven o una joven no tiene la oportunidad de casarse y lleva una vida fiel hasta la hora de su muerte, tendrá todas las bendiciones, la exaltación y la gloria que tendrá cualquier hombre o mujer que tenga esa oportunidad y la aproveche. Eso es seguro y verdadero”68.

Promesas para todos los que conocen el plan y lo ponen en práctica diariamente

Cada uno de nosotros apoyó de todo corazón el plan del Padre en la vida premortal. Sabíamos que Él nos amaba, y Su generosa oferta de la oportunidad de heredar todo lo que Él tiene, incluso la vida eterna, nos maravilló. La clave de nuestro éxito en la vida premortal fue el apoyo que le dimos al plan del Padre, y es también la clave para el éxito en la vida mortal.

Por tanto, mi invitación es que, juntos, apoyemos nuevamente el plan del Padre, lo cual hacemos al demostrar amor por todos, ya que el plan mismo es una expresión del amor de Dios.

A medida que apliquemos el conocimiento que tenemos del plan del Padre, nuestra vida cobrará un significado más profundo; haremos frente a los desafíos con mayor fe; y seguiremos adelante con la segura, brillante y resplandeciente esperanza de la vida eterna.

Notas

1. Jacob 6:8; Alma 12:25–26, 30, 32; 17:16; 18:39; 29:2;39:18; 42:11.
2. Alma 42:8, 16.
3. Jarom 1:2; Alma 24:14; 42:5; Moisés 6:62.
4. Véase Alma 12:32; véase también de Boyd K. Packer, “The Great Plan of Happiness and Personal Revelation”, transmisión del SEI para jóvenes adultos, 7 de noviembre de 1993.
5. Doctrina y Convenios 14:7.
6. Véase de Harold B. Lee, The Teachings of Harold B. Lee, ed. Clyde J. Williams, 1996, pág. 72; véase también Bruce R. McConkie en Conference Report, abril de 1970, pág. 26.
7. Alma 12:32; cursiva agregada; véase también el versículo 25.
8. Véanse 2 Nefi 2:13–16; Doctrina y Convenios 101:78.
9. Véase de George Q. Cannon, Gospel Truth: Two Volumes in One: Discourses and Writings of President George Q. Cannon, sel. de Jerreld L. Newquist, 1974, pág. 296.
10. Véanse de Richard G. Scott, “Cómo vivir bien en medio de la creciente maldad”, Liahona, mayo de 2004, pág. 102; y de Robert D. Hales, “Return: Four Phases of Our Mortal Journey Home”, 2010, pág. 33.
11. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129; véanse también Hechos 17:29; Romanos 8:16–17; Hebreos 12:9; Abraham 3:18–25.
12. Véase Alma 12:30; véanse también Job 38:4–7;Abraham 3:22–28
13. Véase 2 Nefi 2:13; véase también de Howard W. Hunter, “Conocer a Dios”, Liahona, abril de 1975, pág. 45; Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Heber J. Grant, 2003, págs. 30–31: “… cada uno de [los] mandamientos se ha dado con el propósito expreso de… hacernos dignos y de prepararnos para volver a morar en la presencia de nuestro Padre Celestial. Esos deberes y obligaciones tienen por objeto santificar nuestras almas; tienen por objeto hacer Dioses de nosotros y prepararnos y hacernos dignos de llegar a ser… coherederos con nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
14. Véanse Doctrina y Convenios 136:31; Abraham 3:24–25.
15. Véase Job 38:7.
16. Véase Doctrina y Convenios 88:34–36, 39–40.
17. Véanse Isaías 53:3–5; 2 Nefi 2:8; 9:10–11; 31:21;Mosíah 3:17; Alma 7:11–13.
18. Véanse 1 Pedro 1:20; Moisés 4:2.
19. Abraham 3:27.
20. Véase Isaías 14:12–16.
21. Véase Moisés 4:3–4; véase también 1:19.
22. Véase Apocalipsis 12:7–9.
23. Véase Doctrina y Convenios 10:26–27.
24. Véase Doctrina y Convenios 59:18–19.
25. Véase Abraham 3:24–26.
26. Véase Génesis 1:26–28.
27. Véase Alma 42:2–6; Moisés 4:25, 28–31.
28. Véanse 2 Nefi 2:23; Moisés 5:11; véase también de Boyd K. Packer, “El plan de felicidad”, Liahona, mayo de 2015, págs. 26–28.
29. Véanse Alma 39:3–5; 41:3–4, 10–15.
30. 2 Nefi 2:27.
31. Véase 2 Nefi 2:11.
32. Véanse 2 Nefi 2:26–29; Alma 34:32–35.
33. Véanse Jacob 4:7; Éter 12:27; Doctrina y Convenios 62:1.
34. Véase Alma 12:30–32.
35. Véanse Moroni 7:16–19; Doctrina y Convenios 88:7, 11–13.
36. Véase 2 Nefi 31:12–14, 18.
37. Véase 1 Juan 1:8.
38. Véanse Lucas 22:39–42; Doctrina y Convenios 19:16–19.
39. Véanse 1 Corintios 15:20–23; 2 Nefi 9:10–13; Alma 11:42–45.
40. Véanse Alma 42:2–15, 22–31; Moroni 10:32–33.
41. Véanse 2 Nefi 31:10–21; 3 Nefi 27:13–22.
42. Véanse Juan 5:22; Romanos 14:10; Apocalipsis 20:12–13; 2 Nefi 9:41; Alma 11:41–44; 3 Nefi 27:14–17, 20, 22.
43. Véase Alma 34:14–17.
44. Véanse Mosíah 3:21–27; Helamán 14:15–19; Doctrina y Convenios 88:21–24, 29–32.
45. Véase Mormón 3:20–22.
46. The Neal A. Maxwell Quote Book, ed. Cory H. Maxwell, 1997, pág. 252.
47. Véase de Thomas S. Monson, “Sean un ejemplo”, Liahona, mayo de 2005, pág. 113.
48. Véase José Smith—Historia 1:35.
49. Doctrina y Convenios 101:78.
50. Véase de D. Todd Christofferson, “El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 52.
51. Véase Mateo 19:5.
52. Véase Génesis 9:1.
53. Véase Doctrina y Convenios 93:36-40.
54. 1 Corintios 11:11.
55. Véase de Dallin H. Oaks, “La Apostasía y la Restauración”, Liahona, julio de 1995, pág. 98; véase también de Dallin H. Oaks, “No tendrás dioses ajenos”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 73.
56. Véase 1 Nefi 3:7.
57. Véase Doctrina y Convenios 84:19-21.
58. Véase Doctrina y Convenios 109:13–26, 38.
59. Véase Doctrina y Convenios 132:1-21.
60. Véanse 1 Pedro 3:7; Doctrina y Convenios 131:1–4; véase también de Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, 5 tomos, 1957–1966, tomo IV, pág. 197: “Aquellos que se casen en el templo por esta vida y por la eternidad obtendrán la bendición de vidas eternas. Hago hincapié en vidas eternas. La vida eterna es la vida de Dios, es decir, ser como Él. Vidas eternas significa aumento eterno: la continuación, como lo dice la revelación, de las simientes por siempre jamás. El casarse fuera del templo solo es por esta vida. La muerte separa, y es una separación eterna, a menos que mientras tanto se arrepientan y tengan la fortuna de ir al templo y rectificar [la situación].
61. Véase Éter 12:27.
62. Véase Éter 12:37.
63. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, pág. 129; véase también Dios ama a Sus hijos, librito, 2007, pág. 1.
64. Véase Isaías 40:31.
65. Apocalipsis 21:4; véanse también los versículos 1–3.
66. 2 Nefi 31:20.
67. D. Todd Christofferson, “El porqué del matrimonio, el porqué de la familia”, pág. 53.
68. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Lorenzo Snow, 2012, pág. 136. Véase también de Gordon B. Hinckley, “Hijas de Dios”, Liahona, enero de 1992, pág. 110: “Quienes no se han casado por razones ajenas a sus propios deseos preguntan si se les negará el grado más alto de gloria en ese reino. Estoy seguro de que bajo el plan de un Padre amoroso y un Redentor divino, no se les negarán las bendiciones eternas de las que son dignos”.

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