La fe y las familias
Élder Russell M. Nelson
Del Quorum de los Doce Apóstoles
Charla fogonera del SEI para los jóvenes adultos 6 de febrero de 2005 Universidad Brigham Young
Hermanos y hermanas, me encanta estar con ustedes en esta ocasión especial. Lamento que mi esposa tiene tos y un resfriado que la han retenido en casa. Me abruma ver esta gran congregación de jóvenes adultos. Hay muchos más reunidos por toda Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica, Europa, Asia, África y las islas del mar. Ruego que el Espíritu del Señor nos acompañe. Y puesto que esta reunión se está traduciendo a 28 idiomas, oramos también por nuestros traductores.
Extiendo a todo joven adulto el saludo y el amor de los presidentes Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson y James E. Faust, así como de los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles. Les agradecemos su fe, su devoción y su deseo de servir al Señor. Les amamos a cada uno de ustedes.
Deseo pedirles que dejen de tomar notas sólo por un momento para que hagan un profundo examen de conciencia. Ustedes son jóvenes y entusiastas. La mayoría son estudiantes y tienen grandes aspiraciones para el futuro. Por ello les pido que piensen en ustedes, no como son ahora, sino en lo que pueden llegar a ser de aquí a 50 años. A través de este imaginario túnel del tiempo, imagínense cómo serán entonces. Su mente amplia y su cintura estrecha habrán intercambiado de lugar. Habrán terminado su trayectoria profesional. No tendrán más jornadas de trabajo. Ya no marcarán la hora de entrada ni cobrarán un salario. ¿Captan la idea?
Ahora les pregunto: ¿Qué ven en ustedes dentro de 50 años? ¿Qué quieren ser dentro de 50 años? ¿Qué es lo que más desean en realidad, por encima de todo, para dentro de 50 años?
Creo poder oír sus mentes funcionando. Algunos de ustedes dirán: “Sólo deseo estar vivo dentro de 50 años”, lo que no es mala idea. Los accidentes y las enfermedades forman parte de la vida terrenal, y eso significa que algunos de ustedes no estarán aquí dentro de 50 años, pero la mayoría sí estará. Así que, planifiquemos según la regla y no según la excepción. Algunos de ustedes ven la fama y la fortuna en el futuro, y la mayoría desea formar una familia.
Si mi esposa estuviera aquí, la invitaría a ponerse de pie a mi lado. Como saben, el hombre no es sin la mujer en el Señor1. Quizá el vernos juntos les ayudaría a planificar y lograr lo que desean llegar a ser. Mi mensaje lleva por título “La fe y las familias”. He puesto la fe primero a propósito. Ésta ha sido siempre la estrella polar de nuestra vida matrimonial: tener la fe para buscar primero el reino de Dios. Hemos aprendido que una fe inquebrantable en el Señor enriquece la vida y el amor conyugal. La fe en Dios aumenta, tanto cuantitativa como cualitativamente, nuestra capacidad de amar.
Hace más de 50 años éramos jóvenes adultos como ustedes. Esta fotografía se tomó en aquel entonces. Los dos éramos universitarios. Yo me encontraba en el segundo año de mis estudios preliminares de medicina; ella acababa de entrar en la universidad con una beca. Estábamos muy enamorados. Creo que ustedes lo perciben en la foto. Hermanos, no pueden culparme por estar enamorado de ella, ¿verdad?
Gracias por mostrar la foto. Ya no tenemos ese aspecto, pero para mí, ¡mi esposa es mucho más hermosa hoy en día!
Mi carrera profesional como médico ha terminado. Ya no realizaré más operaciones quirúrgicas. Del mismo modo, mi esposa ha desempeñado responsabilidades extremadamente exigentes como madre de diez hijos. Todavía no he dicho que nuestros primeros nueve hijos fueron niñas. Nuestra casa parecía una residencia de chicas hasta que nació nuestro único hijo varón. ¡Pobrecito!, durante los dos primeros años no supo quién era realmente su madre.
La vida de mi esposa también ha madurado. Ha adoptado el papel menos riguroso de abuela de nuestros nietos, muchos de los cuales están aquí presentes. Quisiera que todos los miembros de nuestra familia se pusieran en pie y que las cámaras los enfoquen para que todos puedan verlos. Hemos sido bendecidos con 56 nietos y 14 bisnietos. Nuestro último nieto, que sólo tiene dos semanas, también está hoy aquí. Seguramente, estas cifras irán en aumento. Tenía pensado enseñarles fotos de los 106 miembros de nuestra familia, pero me acordé de la abuelita que iba en un avión sentada junto a un desconocido. Su animada conversación sobre su familia la llevó a preguntarle: “¿Le he enseñado una foto de mis nietos?”. A lo que su compañero de viaje le respondió: “¡No! ¡Se lo agradezco!”. No les mostraré ninguna foto más. Tampoco es necesario. La belleza de nuestra familia trasciende lo físico; es espiritual. No hay dos miembros de ella que sean iguales; cada uno es único y especial.
¿Qué es lo más importante para mi esposa y para mí ahora mismo? Que somos marido y mujer, casados por el tiempo y la eternidad. Nuestros hijos han nacido en el convenio y están sellados a nosotros para siempre. ¡Qué gozo nos aporta este conocimiento!
Cuando nos casamos en el templo, no sabíamos muchos pasajes de las Escrituras. Pero sí que conocíamos Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Como dije antes, esto se convirtió en la estrella polar de cada decisión que tomamos juntos. Fue años más tarde cuando aprendimos que la traducción de José Smith de ese versículo es aún más convincente y clara. Dice así: “No busquéis las cosas de este mundo, mas buscad primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (TJS—Mateo 6:38). ¡Qué bien nos ha guiado este pasaje! He sido inspirado positivamente por esta mujer de fe que ha estado a mi lado tantos años. Las bendiciones que considero más significativas las he recibido gracias a ella.
Los tiempos han cambiado durante este medio siglo. El mundo se halla enfermo espiritualmente con una enfermedad que se propaga con mayor rapidez. Las tentaciones de pecar exceden con creces lo que nosotros experimentamos a la edad de ustedes. Ustedes están adentrándose en una cultura de consumo obsesionada con las metas materialistas. Las multitudes adoran en el santuario del egoísmo. Se alzan potentes voces en defensa de la errónea doctrina de que todos los modos de vida son válidos. La gente quiere más derechos y menos responsabilidades. Las exigencias pesan más que la verdadera inteligencia. La paternidad responsable se define ya como una visita semanal y una aportación económica. En resumen, nos enfrentamos a una inversión moral inconcebible.
Ustedes, los jóvenes adultos de la Iglesia, salen a escena en este ambiente de deterioro espiritual. Cuentan con una fe bien cimentada y son ejemplos a emular en el cortejo y en el matrimonio. ¡Saben lo que es correcto y lo que no lo es! ¡Se mantienen firmes! Conocen las enseñanzas del Señor y las transmitirán a sus propios hijos y nietos. Ustedes son la “juventud de la promesa, esperanza de Sión”2. Tienen una fuerza espiritual mucho mayor que la nuestra a su edad. Mientras avanzan por el campo de batalla de la vida son contados entre “el pueblo del convenio del Señor… dispersados sobre toda… la tierra;… [y tienen por] armas la rectitud y el poder de Dios en gran gloria” (1 Nefi 14:14). ¡Qué orgullosos estamos de ustedes!
Cuando mi esposa y yo miramos hacia atrás, podemos decir sinceramente que nuestra familia y el ser miembros de la Iglesia son lo más importante para nosotros. ¡Cuán agradecidos estamos por haber escuchado el consejo de los líderes de la Iglesia de casarnos en el templo, de recibir hijos en nuestra familia y de servir al Señor! Si hubiéramos antepuesto nuestra formación académica a la familia, ahora no tendríamos tantas bendiciones. La formación académica fue un largo proceso en nuestro caso. Conseguir dos doctorados me llevó mucho tiempo. Después seguimos luchando durante muchos años más para poder especializarme en cirugía. ¡No envié mi primera factura por servicios de cirugía sino hasta 12 años después de salir de la facultad de medicina! Para entonces ya teníamos cinco hijos, pero de algún modo pudimos salir adelante.
Rindo tributo a mi esposa, que nunca se quejó por tener que vivir con muy poco. Recuerdo una experiencia acaecida una noche en el centro de Boston. Mientras caminábamos por la calle Boylston, pasamos al lado de un almacén de muebles. Mi esposa colocó la nariz contra el escaparate y preguntó: “¿Crees que algún día podremos comprar una lámpara?”.
Hermanos, les sugiero que se busquen una compañera con gran visión a largo plazo, como mi esposa. Y a cada hermana le sugiero que motive a su esposo para desarrollar todo su potencial, aunque ello requiera mucho tiempo.
Hemos probado los éxitos y las penas de la vida. Hemos afrontado decepciones, enfermedades y hasta la muerte entre nuestros hijos; pero la muerte no puede dividir a las familias selladas en el templo. Ese periodo de separación es sólo temporario. Gracias al gran plan de felicidad del Señor, todos podemos afrontar el futuro con gran fe y optimismo.
Mi esposa y yo hemos aprendido que la vida no es una obra de un solo acto. Ciertamente, existe un período preterrenal y, además, hay vida después de la muerte. Las etapas preterrenal y terrenal son sólo el preludio a nuestra vida posterrenal. El conocimiento de los tres grados de gloria como le fue revelado a los profetas nos deja entrever nuestro potencial posterrenal3. La vida eterna es gloriosa y bien merece la pena el esfuerzo.
El periodo preterrenal consta de varios puntales doctrinales que fortalecen nuestra fe. Después se estableció el Evangelio sempiterno. Antes de la fundación de la tierra, se preparó el Plan de Salvación4, el cual incluía la gloriosa posibilidad de alcanzar un legado divino en el reino de Dios5.
La Expiación de Jesucristo ocupa una parte esencial del plan de salvación. En el concilio preterrenal, Él fue preordenado por Su Padre para expiar nuestros pecados y romper las ligaduras de la muerte física y espiritual6. Jesús declaró: “Yo soy el que fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo… En mí todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre” (Éter 3:14). Posteriormente, Pablo añadió que la Iglesia está edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20).
La familia también es importante en el plan de Dios. De hecho, uno de sus propósitos es la exaltación de la misma. La tierra se creó para que nosotros, los hijos espirituales preterrenales de nuestro Padre Celestial, pudiéramos venir a ella y tomar un cuerpo físico. Estamos aquí para ser probados7, para “escoger la libertad y la vida eterna… o escoger la cautividad y la muerte” (2 Nefi 2:27). Y lo mejor de todo es que se nos permite enamorarnos, casarnos y traer hijos a nuestra familia.
Ciertas bendiciones se reservarían para los últimos días. El Señor había planeado revelar “cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). Entre estas cosas se incluían revelaciones como las registradas en el Libro de Mormón8 o las ordenanzas y los convenios del santo templo9. El Señor declaró al profeta José Smith: “Me propongo revelar a mi iglesia cosas que han estado escondidas desde antes de la fundación del mundo, cosas que pertenecen a la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (D. y C. 124:41).
“La ordenanza del bautismo por los muertos… [también] se instituyó desde antes de la fundación del mundo” (D. y C. 124:33). De este modo la salvación se puso a disposición de los que “fallecieran sin el conocimiento del Evangelio” (D. y C. 128:5). Se creó un potente vínculo entre las generaciones a fin de llevar a cabo una unión completa, íntegra y perfecta de todas las dispensaciones, llaves, poderes y glorias10. Esta vinculación de generaciones es tan importante que los propósitos de la tierra y de la Iglesia se frustrarían si las familias no se sellaran en los santos templos11.
La preparación para nuestra vida mortal comenzó en el mismo reino preterrenal. Antes de la fundación del mundo, todos nosotros existíamos como hijos espirituales de nuestros padres celestiales. Entre nosotros se encontraban los nobles y grandes12. Abraham13, Jeremías14, José Smith15 y otros16 fueron designados para ser profetas de Dios, y algunos de ellos serían mártires de Su santa causa17 La manera de conferir el sacerdocio “descendió de los padres desde que comenzó el tiempo, sí, aun… antes de la fundación de la tierra” (Abraham 1:3).
El Señor enseña que, para alcanzar el grado más alto de gloria celestial, “el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio];
“y si no lo hace, no puede alcanzarlo” (D. y C. 131:2-3).
Las hermanas recibieron un don especial. Según el Señor, se les permitió “multiplicarse y henchir la tierra… para cumplir la promesa dada por mi padre desde la fundación del mundo, y para su exaltación en los mundos eternos, a fin de que engendren las almas de los hombres… en esto se perpetúa la obra de mi Padre, a fin de que él sea glorificado” (D. y C. 132:63). Piensen en la grandeza de ese decreto. Cuando una madre concibe dignamente un niño y lo cuida, no sólo hace posible que la tierra alcance el fin de su creación18, sino que también glorifica a Dios.
Nosotros, como hijos del convenio, fuimos escogidos para servir al Salvador. El apóstol Pablo enseñó que el Señor “nos escogió en él antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4)19 Como parte de esa preordenación, Dios estableció condiciones que nos permitirían recibir Sus bendiciones, que se nos conferirían por la obediencia a las leyes sobre las cuales se basan20.
Una de esas condiciones tiene que ver con la necesidad de superar las tentaciones del mundo21. Antes de la formación del mundo, se permitió que existiera la oposición de Satanás22. Él siempre ha luchado contra la obra sagrada del Salvador y seguirá haciéndolo. Se ha opuesto a los profetas y a las Escrituras de la Restauración, y en nuestro día ha decidido pelear contra la parte central del plan de Dios: la familia. Las señales de sus ataques nos rodean: la proporción de adultos casados está en declive23, al igual que las tasas de natalidad24. La edad a la que se casan las parejas va en aumento25, así como el número de personas que viven juntas sin estar casadas26. La inmoralidad y la pornografía nos invaden de manera perniciosa27.
Con tal enfermedad espiritual a nuestro alrededor, se requiere auténtica fe en el Señor y en Su Evangelio para aguantar los ataques del adversario. Les insto a abstenerse de toda impiedad, tanto física como espiritual28. ¡Manténgase aferrados a la barra de hierro del Evangelio!
Hermanos y hermanas, antes de la creación del mundo, ya existía el Evangelio como parte central del plan eterno de Dios. Es un Evangelio sempiterno, restaurado ahora en su plenitud29. Con tales cimientos, esta Iglesia no será quitada de su lugar30; y hasta permanecerá durante todo el Milenio31. El Evangelio de Jesucristo es un cimiento firme sobre el cual podemos edificar nuestra fe individual. Algunos somos débiles, otros fuertes. Podemos ser llevados como “la onda del mar, que es arrastrada por el viento” (Santiago 1:6) o podemos anclarnos con cuerdas de acero espiritual, arraigarnos y cimentarnos en las verdades eternas del Evangelio32.
Tal fe no nos evitará los problemas de la vida, pero nos ayudará durante los mismos. La buena gente también sufre penalidades. Existen los accidentes. Puede que algunos matrimonios no disfruten de la bendición de los hijos. Otros quizá no se casen en esta vida o puede que se casen con alguien que no cumple los mandamientos de Dios. El Señor conoce todas estas circunstancias. Él otorgará todas las bendiciones preparadas para Sus hijos fieles a Su manera y en Su debido tiempo33. Sean fieles y pacientes, mantengan una perspectiva eterna y serán protegidos34.
Con el paso de los años, observarán que los apóstoles y profetas enseñan la norma. No enseñamos las excepciones a la norma. Éstas se dejan al albedrío y la responsabilidad de cada persona. El Señor sabe que vivimos en un mundo imperfecto que está “madurando en la iniquidad” (D. y C. 18:6). Aun así, Sus juicios serán justos y misericordiosos.
Hace diez años, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles, anticipando este deterioro espiritual, prepararon una proclamación para el mundo sobre la familia. Hoy es aún más relevante. Proclamamos “que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos.
“Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna.
“El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inalterable. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa.
“Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios”.
Queridos amigos, escuchen ahora esta advertencia: “Las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares… un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos” (“La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 25).
Si dan oído a esta proclamación, hermanas y hermanos, serán bendecidos. Dios vive y nos ama35. Con Su ayuda, podemos fomentar nuestra fe y alentar a nuestras familias, y accederemos a esta promesa del Señor: “Si un hombre se casa con una mujer por mi palabra… por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la Promesa… heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios” (D. y C. 132:19).
Testifico que su fe y sus familias les brindarán un gozo inmenso aquí y en el más allá. Dios vive. Jesús es el Cristo. Su Iglesia ha sido restaurada. Somos guiados por Su profeta, el presidente Gordon B. Hinckley. A cada uno de ustedes, mis queridos jóvenes adultos de la Iglesia, les hago extensivos mi amor y bendición, en el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
- Véase 1 Corintios 11:11.
- Véase “Juventud de Israel”, Himnos, N° 168.
- Véase 1 Corintios 15:40-41; D. y C. 76:50-113; 88:17-32; TJS—1 Corintios 15:40.
- Véase 1 Nefi 10:18; Mosíah 15:19; Alma 12:25, 30; 18:39; 22:13-14; 42:26; D. y C. 76:12-13.
- Al pueblo del viejo continente, el Señor dijo: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Al pueblo de la antigua América también se le enseñó que “aquellos que han creído en el Santo de Israel… heredarán el reino de Dios que fue preparado para ellos desde la fundación del mundo” (2 Nefi 9:18; véase también Éter 4:19).
- Véase Juan 17:5, 24; 1 Pedro 1:19-20; Mosíah 4:6-7; 18:13; 3 Nefi 26:3-5; D. y C. 93:7-9; Moisés 5:57; JST, Génesis 5:43; 14:30-31.
- Véase Abraham 3:24-25.
- Véase 2 Nefi 27:10.
- Véase D. y C. 124:40-41.
- Véase D. y C. 128:18.
- Véase D. y C. 138:47-48; véase también D. y C. 2:1-3; 110:14-16; José Smith—Historia 1:39.
- Véase Alma 13:3, 5, 7; D. y C. 132:28; 138:55-56; Abraham 3:22-23.
- Véase Abraham 3:23.
- Véase Jeremías 1:4-5.
- Véase 2 Nefi 3:5-15; D. y C. 127:2; 138:53-55.
- Véase D. y C. 138:53.
- Véase Lucas 11:49-51.
- Véase D. y C. 49:16-17.
- Véase también Efesios 1:5. Pablo también enseñó que Dios “nos salvó y llamó con llamamiento santo […] según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9; véase también D. y C. 38:1-4; Abraham 3:22-26). Es importante destacar que el Libro de Mormón sirve para “mostrar al resto de la casa de Israel cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres; y para que conozcan los convenios del Señor” (portada del Libro de Mormón).
- Véase D. y C. 130:20-21; 132:5, 11-12.
- Véase 2 Nefi 2:11-13.
- Véase TJS, Apocalipsis 12:6-8.
- Véase David Popenoe y Barbara Defoe Whitehead, The State of Our Unions: The Social Health of Marriage in America 2004, Rutgers University: The National Marriage Project, junio de 2004, págs. 1618 (http://marriage.rutgers.edu/).
- Ibíd., págs. 21-23.
- Jason Fields, “America’s Families and Living Arrangements: 2003”, U. S. Census Bureau, noviembre de 2004, págs. 12-13 (www.census.gov/prod/2004pubs/p20-553.pdf).
- Ibíd., págs. 20-21.
- B. J. Sigesmund, “XXX-ceptable”, Newsweek Web Exclusive, 2 de julio de 2003 (www.keepmedia.com/pubs/Newsweek/2003/07/02/309790). La pornografía es un gran negocio en los Estados Unidos, que según los informes genera diez mil millones de dólares al año (véase www.internetfilterreview.com/internet-pornography-statistics.html).
- Véase Moroni 10:32; TJS, Mateo 16:26.
- Véase Hechos 3:20-21.
- Véase Daniel 2:28, 31-44; D. y C. 65:2-6; 124:45.
- Véase Bruce R. McConkie, The MillennialMessiah (1982), Pág. 672.
- Véase Efesios 3:17-19; Colosenses 2:6-7; Helamán 5:12. Recuerde que un hombre sabio edifica su casa sobre la roca y no sobre arenas movedizas (véase Mateo 7:24-27).
- Véase D. y C. 130:20-21.
- Los límites de nuestra perspectiva deberían llegar hasta lo eterno. Pablo enseñó: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19).
- Véase 1 Nefi 11:16-17.

























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