Octubre 1965
La soberanía de nuestro país
por Hngh B. Brown
de la Primera Presidencia
Durante las distintas sesiones de esta conferencia hemos oído los discursos de varios oradores sobre temas diversos. Nosotros, a los que nos toca hablar en las últimas sesiones, nos damos cuenta que lo que teníamos pensado decir ya ha sido tratado, pero hay un tema sobre el que quiero hacer hincapié. Creemos en la paz, el patriotismo, la lealtad; creemos que América es un territorio escogido, guardado y descubierto por inspiración divina, con una constitución que creemos fue inspirada de Dios, y que debemos apoyar bajo cualquier circunstancia.
Esta es una Iglesia universal y aconsejamos a los miembros que viven en todos los países cristianos, que sean patriotas y leales a sus naciones. Todo lo que digamos aquí acerca de los Estados Unidos, no tiene por objeto ofender a nadie, sino que queremos que los miembros de la Iglesia que viven en otros países, lo tomen como un llamado a su lealtad y buena ciudadanía.
De vez en cuando oímos comentarios despreciativos en cuanto al gobierno o previsiones desafortunadas en cuanto al futuro de los Estados Unidos. Todos nos preocupamos cuando vemos evidencias de duda, recelo o falta de confianza en el futuro de nuestro país, especialmente en momentos en que se enfrenta a serios problemas. Creemos, sin embargo, que todos los buenos ciudadanos de este país se sienten profunda y sinceramente agradecidos por la abundancia de bendiciones que han llovido sobre nosotros, vertidas por un amoroso Padre Celestial.
No quiero ser de esos que se niegan a reconocer la gravedad de los problemas de nuestro tiempo. Pero me niego a contarme entre los que están perdiendo la fe en nuestro país.
Recordemos que a través de la historia, cada país ha tenido que encarar problemas diversos y buscarles una solución. Creemos que ejercitando la fe, y con la inspiración divina, nuestro país estará en condiciones de resolver cualquier problema que se le presente.
Esta idea no se originó en nosotros. Nuestro Padre Celestial nos ha dado abundantes promesas concernientes a esta tierra de América. Seiscientos años antes del nacimiento de Cristo, predijo que ésta sería la tierra de la promesa para nuestras generaciones. Sin embargo, nos puso una condición muy importante: . . . Si tan sólo sirve al Dios del país, que es Jesucristo. . . (Eter 2:12.) Esto es lo que quiero destacar hoy.
Dios dijo a los antiguos habitantes de estas tierras;
“Por tanto, para siempre consagraré esta tierra, como el país de vuestra herencia, a tu posteridad y a aquellos que fueren contados entre los de tu posteridad; porque es un país escogido, me dice el Señor, sobre todas las otras tierras, así que haré que me adoren todos los que en él vivan, dice Dios.” (2 Nefi 10:19.)
Creemos y confiamos en estas palabras del Señor. Nos traen un mensaje de confianza y esperanza. Todos tenemos derecho a confiar en ellas: “Porque he de cumplir mis promesas hechas a los hijos de los hombres. . . ”(2 Nefi 10:17.)
Hay más razones aún para confiar en estas palabras, ya que el Señor ha dicho en sus revelaciones modernas que ha establecido la constitución de los Estados Unidos, por medio de las manos de hombres sabios que creó con ese propósito. La estructura constitucional de la ley de esta tierra ha sido motivo de estudio de los escolásticos y los hombres de estado del mundo entero. No hay ningún otro documento en que el derecho y la dignidad del hombre hayan sido tan tenidos en cuenta. En cada concepto se pueden notar los principios de libertad. Y esto no es pura casualidad. Para nosotros, la constitución de los Estados Unidos viene de Dios y fue dada a la gente de la tierra prometida. En el número de octubre de la revista National Geographic Magazine, el profesor Freidel de la Universidad de Harvard, dice lo siguiente acerca de dos grandes presidentes de este país:
“En las dos primeras décadas del siglo veinte, Teodoro Roosevelt y Woodrow Wilson dirigieron la presidencia norteamericana con una firmeza que la nación no había visto desde la época de Lincoln. Muchos de sus sucesores trataron de revivir el pasado, pero estos dos—uno republicano y el otro demócrata —marcaron el camino a seguir por los futuros presidentes que buscaran el éxito.
“Dentro del país, ambos extendieron en todo lo posible la democracia política y la justicia económica mientras que en el extranjero compartieron la responsabilidad en la paz del mundo. Hicieron las gestiones necesarias para asumir la soberana responsabilidad de los Estados Unidos en su nueva condición de potencia mundial y gigante industrial.
“Ambos presidentes y sus partidarios, una generación de progreso, creyeron que sin restrigir la libertad a la empresa privada, podrían llevar a cabo el sueño de los Fundadores del país, combinando un enfoque científico con una positiva acción gubernamental para resolver los problemas del momento.”
Debemos comprender que cada uno de nosotros tiene la obligación de honrar, apoyar y sostener a nuestros líderes cívicos y a la ley del país. El hecho de que todos tenemos derecho a opinar en cuanto a los distintos asuntos legislativos, no nos exime de la responsabilidad de obedecer, honrar y sostener a los gobernantes que se han elegido y la ley que ellos administran.
Lamentablemente hay algunos que proclaman que la violación de la ley es un medio de llamar la atención a la nación para hacer ver que hay algunos que no reciben los beneficios que la misma depara. Explican su posición diciendo que las leyes que violan son ínfimas comparadas con los beneficios que depara su violación, y que son el camino para perfeccionar la ley.
Este razonamiento es una falacia y no coincide con los principios cristianos. Adherirse a esta manera de pensar es proclamar que cada hombre tiene derecho a elegir la ley que obedecerá y la que violará. Ninguna sociedad de orden puede surgir de estos principios. Hay diversas maneras legales y medios seguros de proteger los derechos humanos y uno no fomenta las virtudes cristianas violando irresponsablemente la ley.
Quienes apoyan la violación de la ley, están encaminándose a la anarquía, y ésta es la forma de gobierno de Satanás, no de Dios.
Los recientes motines que se han efectuado en diversas partes de nuestro país acentúan esta alarmante tendencia. Estas demostraciones en contra de la ley, en la mayoría de los casos son instigadas por jóvenes descarriados que rechazan la disciplina, el orden gubernamental y todo símbolo de autoridad. Pongamos atención a las palabras de ese gran patriota, Teodoro Roosevelt, quien dijo: “Nosotros somos el gobierno, tú y yo.”
Les leeré un párrafo que aparece en la revista Destiny Magazine:
“Recordemos siempre que la fundación de América fue lo que determinó su carácter espiritual. Los padres de esta nación eran cristianos. Vinieron a esta tierra como cristianos, en una empresa estrictamente religiosa. Grabad en vuestras mentes que el motivo que determinó el destino de América fue una iglesia—no una ciudad, una colonia o una empresa exploradora; no unas minas de oro, sino una iglesia, una pequeña iglesia separatista que cruzó el océano para poder sobrevivir. Este es el origen de los Estados Unidos.”
A aquellos que están perdiendo fe en el país, a aquellos que lo critican, les aconsejamos: Observad los cuatro cabos de la tierra. ¿Hay algo que se pueda comparar con este país? ¿Dónde encontráis mayores evidencias de libertad? ¿En qué tierra tienen los habitantes más voto en el gobierno? ¿Dónde encontráis un método de vida que provea más abundancia a la gente? ¿En qué país encontráis más niños que estén recibiendo una buena educación? ¿Dónde hay menos miseria, menos pobreza? ¿En qué parte del mundo encontráis un país en que los hombres tengan más libertad para adorar a Dios en su propia manera? ¡Podéis dudar que ésta es la tierra de promisión?
Permitid que todos los hombres de buena voluntad hagan su crítica constructiva para ayudar a esta maravillosa tierra de libertad a resolver sus problemas. Sí, hay problemas, es verdad, pero tratemos de resolverlos con madurez. Que los que hablan, lo hagan en justicia. Que las soluciones a los problemas se discutan con sinceridad. Es muy común que los que debaten exageren y deformen los temas que les interesan.
Los miembros de esta Iglesia, teniendo las profecías de Dios, saben mejor que nadie que América no caerá, que el buen Dios de los Cielos no lo permitirá si su gente le sirve. . . Esta tierra tiene aún un grandioso destino que cumplir y a pesar de las imperfecciones que tiene, es la única esperanza del mundo. Los pesimistas a veces pierden esto de vista, pero, sin embargo, el hecho no cambia.
Los Estados Unidos han sido preservados porque están fundados sobre un sólido fundamento establecido por Dios mismo. Este país es la cuna de la libertad preparada por Dios para la restauración del evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Permitad que todos aquellos que se hallan desalentados o desesperados, abran sus corazones a la esperanza y el valor. Que todos los hombres honrados se unan y apoyen la causa de la libertad y la justicia basadas en la ley.
Cuando nos enfrentamos al futuro, es verdad, hay motivo para preocuparse, pero no hay razón para rayar en la desesperación. Hallemos una razón para elevamos, para construir y para apoyar. Apartémonos de aquellos cuya única contribución es protestar, condenar y destruir. La conquista del futuro requiere hombres de fe, de valor y propósito. El Señor ayudará a dichos hombres. Sin embargo, no tendrá ninguna razón para tener en cuenta a los inútiles y los improductivos que se dedican solamente a criticar, protestar y deplorar. América necesita líderes que tengan ojos para ver, oídos para oír y corazones para comprender. En sus manos, este país estará a salvo.
Quisiera que reconocieran en la forma de gobierno de los Estados Unidos, no sólo algo grande sino una guía divina. Este país se adapta a los cambios de situación. Tiene la capacidad de mantener su integridad a pesar de estar en un mundo en movimiento. Las personas deben tener la inteligencia suficiente para saber que este país no es infalible, pero que después de subsanados los errores, volverá a su tradicional curso de ácción. No se extraviará, porque a pesar que la visión de sus gobernantes puede oscurecerse a veces, el Señor extenderá sus manos para ayudarle a que cruce las turbulentas aguas del destino.
El finado doctor Adam S. Bennion nos dejó el siguiente pensamiento:
“Los Estados Unidos de Norteamérica se han convertido en una gran nación porque los hombres que la edificaron creían en ella, la amaban y se sacrificaron por este país. Este mismo patriotismo y orgullo, si se mantiene latente, puede ayudarnos a pasar la crisis actual y llegar más alto aún. El corazón de este país es firme. También hay debilidades, como es lógico, hay hombres y propósitos viles y siempre los habrá, pero esta tierra está colmada de hombres honrados y laboriosos y de mujeres dignas y dedicadas. Entonces, así como criticamos lo malo en su estructura, también proclamemos sus virtudes.”
Preparémonos para el futuro con un corazón optimista, Que la fe reemplace al temor. Que el valor disipe las tinieblas, que la esperanza triunfe sobre la desesperación y que la fe en Dios el Padre Eterno sea la fuerza que domine sobre todas las demás cosas porque a El, más que a nadie debemos fidelidad. Nuestra obligación es actuar de modo tal que todos sus hijos quieran recorrer también sus caminos y semejarse más a El. Un día el mundo reconocerá que la joya que más se destacará en la corona de América es la del evangelio restaurado de Jesucristo, porque por medio de ella los hombres pueden llegar a saber que su Padre Celestial es verdadero, que los ama y que tiene un lugar preparado para ellos. Si siguen el angosto camino que conduce a la puerta, tras ella les espera el gozo más grande de todos.
Referente a esta joya, hoy quiero hacer algunos comentarios más para nuestros amigos que hoy nos acompañan en esta conferencia. El Señor reveló a un profeta moderno que tenía para este mundo una obra grande y maravillosa. Agregó que el campo estaba blanco y listo para la siega en los días en que restauró su Iglesia aquí sobre la tierra. Exhortó a todos sus hijos terrenales a que le preguntaran y les prometió que recibirían una respuesta. Les dijo: “. . . Llamad y se os abrirá.” Aconsejó además, a todos los que recibieran el mensaje, que guardaran sus mandamientos y que proclamaran y establecieran la causa de Sión. Nos aconsejó buscar sabiduría y no riquezas y nos prometió que si lo hacíamos, nos serían revelados los misterios de Dios.
Humildemente les declaramos que esta obra maravillosa está progresando en muchos lugares de la tierra hoy día. Actualmente hay más de doce mil misioneros trabajando en todo el mundo. En sus corazones arde el deseo de poder hablar con ustedes, y están ansiosos de poder decirles acerca de la restauración del evangelio de Jesucristo. Quieren mostrarles las evidencias de que nuestro Padre Celestial,
el Padre de todos los habitantes de esta tierra, es real y que el hombre fue literalmente creado a su imágen. Estos misioneros desean compartir su conocimiento sobre el Cristo viviente con ustedes. Quieren que sepan que es un personaje separado y distinto de su Padre y que hoy día está vivo. Ha restaurado a la tierra la plenitud de su evangelio, incluyendo la estructura y organización total de su reino.
Estos misioneros de nuestra Iglesia, están igualmente ansiosos de compartir su conocimiento acerca del destino de la humanidad, de las cosas gloriosas que El ha preparado para todos sus hijos que presten oídos a su voz y que lo sigan por los angostos caminos que nos ha mostrado.
Permítanme invitarles a que pregunten a estos misioneros de la Iglesia en cuanto a esta maravillosa obra, para que puedan darles una explicación total del grandioso mensaje que se halla hoy en la tierra.
No puedo dar término a este discurso sin una oración sincera para que el espíritu del Altísimo esté con cada uno de nosotros. Que nuestras instituciones legales, que nuestra incomparable constitución, amor a la libertad y la soberanía, puedan ser percibidas por otras naciones, y en todo lo que sea posible, que estas naciones la tomen como ejemplo, para que todos juntos cantemos los himnos de libertad. Ruego que todos nos consideremos incluidos en esta responsabilidad, y lo hago humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























