Te damos, Señor, nuestras gracias
por el presidente N. Eldon Tanner
Primer Consejero en la Primera Presidencia
Probablemente nunca en nuestra historia estas palabras hayan sido tan apreciadas, ni tampoco hayamos necesitado tanto de ese mensaje como hoy. Los hombres luchan y buscan respuestas a sus propios problemas y a los del mundo, y hallan que sus intentos de solución son totalmente inadecuados; y por cierto, se están introduciendo más y más en situaciones de las cuales nunca podrán librarse. ¡Si tan sólo se volviesen al Profeta de Dios en busca de guía para estos últimos días! Cuán maravilloso seria vernos vivir en un mundo de paz, con todos los hombres contribuyendo para mejorar a su prójimo y nadie que buscara fortalecer o acrecentar su propio poder y riqueza, más cada uno comprometido en una vida de justicia, libertad y felicidad.
En repetidas oportunidades hemos hecho énfasis en que esto es lo que Dios desea para nosotros, sus hijos en el espíritu y que no existe ninguna otra forma de regresar a su presencia, que no sea a través de la obediencia a su palabra que nos llega mediante sus profetas.
El 28 de marzo es el octogésimo primer cumpleaños de nuestro actual Profeta y líder, el presidente Spencer W. Kimball. Cuán bendecidos somos y cuán agradecidos estamos por la grandeza de su vida, por su bondad, por su humildad, por su dedicación y devoción a la causa del Maestro, cuyo siervo él es. Por cierto que él ejemplifica el pensamiento del rey Benjamín: «Cuando os halláis en el servicio de vuestros semejantes, sólo estáis en el servicio de vuestro Dios» (Mosiah 2:17).
Al hacer una revisión de su vida y de las metas que ha alcanzado, nos damos cuenta de la gran influencia que ha tenido sobre incontables miles de personas al viajar alrededor del mundo y dejar su mensaje impreso en la memoria de esas personas y en las páginas de los periódicos, revistas, libros y folletos. Sus palabras han sido llevadas hasta todo segmento de la sociedad, jóvenes y viejos, ricos y pobres, educados y analfabetos; y estoy seguro de que los que lo han escuchado y han dado oído a su consejo, son más prósperos, más amados y respetados, y están mejor preparados para la gran meta de la vida eterna.
Parece apropiado en esta ocasión, repetir algunos de los grandes mensajes que nos ha dejado nuestro amado Presidente. En 1955 en una asamblea en la Universidad de Brigham Young el élder Spencer W; Kimball, en aquel entonces miembro del Consejo de los Doce Apóstoles, Habló sobre un tema que él intituló «Tragedia o destinó». Mencionó un número de accidentes trágicos, con víctimas que aparentemente murieron antes de su debido tiempo y los sobrevivientes se preguntaban por qué el Señor había permitido que sucediera eso tan terrible. Hizo algunas preguntas de esas que motivan a que pensemos, y luego agregó:
«Si decimos que la muerte prematura es una calamidad, desastre o tragedia, ¿no estaríamos diciendo que es preferible la mortalidad que entrar antes al mundo de los espíritus y a la posible salvación y exaltación? Si la mortalidad fuera el estado perfecto, entonces la muerte sería una frustración; pero el evangelio nos enseña que no hay tragedia en la muerte sino solamente en el pecado. Es muy poco lo que sabemos. Nuestro juicio es limitado. Juzgamos al Señor a menudo con menos sabiduría que la que utilizan nuestros hijos pequeños para juzgar nuestras decisiones.
«Dios controla nuestra vida, nos guía y nos bendice, nos otorga libertad para escoger. Tenemos la opción de vivir de acuerdo a su plan para nosotros o de lo contrario podemos acortar tontamente o terminar nuestra vida. Estoy seguro de que el Señor ha planeado nuestro destino. Quizás podamos acortar nuestra vida pero creo que nunca podremos alargarla demasiado. Algún día comprenderemos completamente y cuando miremos hacia atrás desde la superioridad del futuro, nos sentiremos satisfechos con muchos de los acontecimientos de esta vida que nos parecieron tan difíciles de comprender.»
Meditad ahora en este consejo, dado a un grupo de jóvenes mayores en las estacas centrales de Utah, el 10 de julio de 1974:
«Han acontecido muchos desastres en medio del océano por la colisión de barcos o algunas veces contra témpanos de hielo, y muchos han sido los que quedaron descansando para siempre bajo la superficie de las aguas. Dentro de poco tiempo eso ya no será posible, pues los barcos estarán equipados con radares especiales que alertarán a los oficiales de la embarcación contra colisiones inminentes. Una cinta magnetofónica entrará en funcionamiento automáticamente, alertando desde el puente: ‘Este es un llamado de alerta. El barco se está aproximando a un objeto. Este es un llamado de alerta. El barco se está aproximando a un objeto.’ Y la voz no dejará de dar la alerta hasta que el oficial indicado vaya hasta el puente y apague el grabador. Esto permitirá que los barcos alteren su curso y se salve la vida de los viajeros.
Creo que nuestros jóvenes tienen la capacidad de escuchar el sonido, pero también se encuentran viajando por océanos que para ellos son por lo menos parcialmente imprevisibles, sin saber donde encontrarán rocas o témpanos de hielo u otras embarcaciones y se producirán grandes desastres, a menos que den oído a los llamados de advertencia. Como líder de la Iglesia y siendo en gran parte responsable por los jóvenes y su bienestar, alzo mi voz fuertemente para decir a la juventud: Os encontráis en un área peligrosa y posiblemente en un periodo de vuestra vida en que existen algunos peligros. Ajustaos los cinturones, manteneos firmes y sobreviviréis a esta turbulencia. Permitidme citar al Señor cuando dijo: ‘Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado’ (Juan 15:22), recordándonos una vez más que cuando hemos sido advertidos, debemos escuchar, y aplicar lo que oírnos a nuestra vida, asegurándonos de evitar los escollos, las rocas y los puntos peligrosos».
Quisiera que recordásemos ahora algunas de las manifestaciones inspiradas del presidente Kimball al hablar en sesiones de la conferencia general desde que fue llamado como Presidente de la Iglesia. El viernes 5 de abril de 1974, en la reunión de apertura, luego de comentar sobre la muerte del presidente Harold B. Lee y rindiéndole tributo, dijo:
«En las conferencias de prensa se nos ha hecho una pregunta frecuente: ‘Señor presidente, ¿qué va usted a hacer ahora que tiene la dirección de la Iglesia en sus manos?’
Mi respuesta ha sido que durante los últimos treinta años, como miembro del Consejo de los Doce Apóstoles, he tenido algo que ver con el establecimiento de métodos y la formación del extenso y completo programa actual. No preveo grandes cambios en el futuro inmediato, pero si espero dar mayor ímpetu a algunos de los programas que ya se han establecido. Esta es la época en que debemos consolidar nuestros esfuerzos, dar firmeza a nuestros programas y reafirmar nuestros métodos.
Reconocemos que nuestro problema mayor es el rápido crecimiento de la Iglesia. El aumento en números es extraordinario, porque la cantidad de miembros es actualmente el doble de lo que era hace unos cuantos años. . . Nuestro interés en los números es sólo incidental. Nuestra principal obsesión es procurar que todos los hombres alcancen la vida eterna.»
A continuación pasó a discutir asuntos vitales que nos conciernen y que incluyen nuestras obligaciones civiles, nuestro intento por vencer al mundo entregándonos a Dios, la solidaridad familiar y el patriarcado en el hogar, el divorcio, el aborto, las drogas, el uso impropio del cuerpo y la responsabilidad sagrada de las madres, concluyendo con este desafío:
«De manera que este es el programa que tenemos: reafirmar y llevar adelante sin temor la obra de Dios con pureza y rectitud, y llevar este evangelio de verdad a nuestro mundo, que tanto necesita de una forma de vida santificada. La vida eterna es nuestra meta, y sólo se puede alcanzar siguiendo el camino que nuestro Señor nos ha señalado.» (Liahona, agosto de 1974, págs. 32, 36.)
Sobre este mismo tema nuestro Profeta dio el siguiente mensaje a los Representantes Regionales y Misionales cuando les habló el 4 de abril de 1974:
«En nuestra obra misional de estaca apenas hemos comenzado. . . Podemos cambiar la imagen y enfocar los ideales establecidos por el presidente McKay cuando dijo: ‘Cada miembro un misionero’. ¡Eso fue inspirado! Sé que este mensaje no es nuevo, y hemos hablado de él antes, pero creo que ha llegado el tiempo en que debemos unir nuestros esfuerzos. Creo que podemos cambiar nuestra posición y elevar nuestras metas.»
«Cuando hayamos aumentado la cantidad de misioneros de las regiones organizadas de la Iglesia a cerca del potencial que éstas tienen, o sea, que todo muchacho capacitado y digno vaya en una misión; cuando todas las estacas y misiones del extranjero, proporcionen misioneros suficientes para sus respectivos países, a fin de relevar el ejército de muchachos de los Estados Unidos y Canadá que sirven en ellos; cuando hayamos utilizado lo servicios de nuestros hombres capaces para ayudar a los apóstoles a abrir estos nuevos campos de obra; cuando hayamos utilizado los satélites espaciales y otros descubrimientos de este tipo en todo lo que puedan servirnos, como asimismo todos los medios de comunicación como diarios, periódicos, revistas, televisión, radio, hasta el máximo de su utilidad; cuando hayamos organizado numerosas estacas nuevas, que constituyan el punto de partida para este fin; cuándo hayamos sacado de !a inactividad a los numerosos jóvenes que hasta ahora no han sido ordenados en el sacerdocio, ni han servido en una misión, ni se han casado, entonces, y solo entonces, nos acercaremos al cumplimiento de la meta fijada por nuestro Señor y Maestro de ir a todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura.
Sé positivamente que algún día las bendiciones del Señor han de derramarse sobre los países cuyos habitantes aceptan el evangelio de Cristo; abundarán en ellos bendiciones en educación, cultura, fe y amor, como en la ciudad de Enoc, que fue trasladada; y también llegarán a vivir como los nefitas en sus doscientos años de vida pacífica. Sobrevendrá la prosperidad a todas las naciones, el gozo y la paz abundarán entre todos los que reciban el evangelio, y aquellos que lo acepten y lo magnifiquen alcanzarán la vida eterna.» (Liahona, nov. de 1974, pág. 5.)
Siempre considerado y bondadoso, apoyando siempre a sus hermanos, las Autoridades Generales, hizo esta declaración en la sesión de clausura de la Conferencia General, el domingo 7 de abril de 1974:
«Hermanos, llegamos ahora al final de esta gran conferencia. Habéis escuchado a la mayoría de los hermanos y sus testimonios han sido inspiradores. Lo que os han dicho es verdad y ha salido de su corazón. Ellos son verdaderos siervos que os han sido enviados por nuestro Padre Celestial. Ruego que siempre recordéis, que siempre escuchéis, que llevéis estas verdades con vosotros hasta vuestro hogar vuestra vida y la de vuestra familia.
Hermanos, quisiera agregar a los testimonios de estos profetas mi testimonio de que sé que el Señor vive, sé que podemos verlo, estar con Él y siempre disfrutar de su presencia, si vivimos sus mandamientos y hacemos aquellas cosas que Él nos ha mandado y que estos hermanos nos recuerdan.»
Y en la conferencia de octubre de 1974, el presidente Kimball dio un discurso particularmente conmovedor pidiendo el apoyo de todos los miembros de la Iglesia para una campaña de limpieza, a fin de que nuestras casas, nuestros edificios y sus alrededores puedan mantenerse con pulcritud y belleza. Entonces, tras enumerar la lista de los peligros que debemos tener en cuenta, agregó: «Escuchad las palabras de los cielos, Dios es justo y verídico; Él sabe lo que hace. Todos aquellos que no guarden sus mandamientos, sufrirán las consecuencias sumidos en el dolor y el remordimiento. Dios no será burlado. Es verdad que el hombre tiene el libre albedrío, pero recordad que DIOS NO SERA BURLADO.» (Véase D. y C. 63:58.) «Nuestro consejo a la Iglesia es entonces, que viva en estricta armonía con las leyes de nuestro Padre Celestial. . .» (Liahona, feb. de 1975, pág, 35.)
También las palabras siguientes son del discurso de clausura, el domingo 6 de octubre de 1974 por la tarde y parece ser la culminación de muchos discursos pronunciados durante la conferencia sobre el tema del hogar y la familia:
«El hogar debe ser el lugar donde la confianza en el Señor sea un asunto de experiencia común, no reservado solamente para ocasiones especiales. Una forma de establecer esa confianza es mediante la oración sincera y regular. No es suficiente orar. Es esencial que en verdad hablemos al Señor, teniendo fe en que Él nos revelará, como padres, lo que debemos hacer y saber para el bienestar de nuestra familia. Hay algunas personas que, cuando oran, lo hacen en tal forma que los niños entreabren los ojos para ver si el Señor está realmente allí, de tan personal y directa que es la oración. . . Mis hermanos y hermanas, el hogar es nuestra peculiaridad, el hogar, la familia, son nuestra base y sobre esto hemos escuchado mucho en esta conferencia; sobre la vida familiar, los padres y los hijos amándose mutuamente y dependiendo los unos de los otros. Esa es la forma en que el Señor ha planeado que vivamos. . .
Sé que de Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Lo sé. Sé que el evangelio que enseñamos es el evangelio de Jesucristo y la Iglesia a la que pertenecemos es su Iglesia, enseña su doctrina, sus metas y sus programas. Sé que si todos vivimos este programa que Él nos ha dado y que continuará dándonos, recibiremos todas las bendiciones prometidas,»
Yo también sé que estas cosas son verdaderas, y que Spencer W. Kimball es el Profeta de Dios en la tierra hoy. Que podamos todos responder a la invitación de venir y escuchar la voz del Profeta y dar gracias porque lo tenemos entre nosotros.
























