Cómo testificar

Noviembre de 1977
Cómo testificar
por Stephen R. Covey

Stephen R. Covey¿Qué es un testimonio?
Algunas veces quedo asombrado por el poder de un testimonio. Después de todo, es más o menos la misma cantidad de palabras que por lo general le decimos a cualquier persona en una conversación corriente. Pero, ¡cuán grande es el poder de esas palabras!

Por ejemplo, me encontraba hablando ante los misioneros en la Misión de Capacitación de Idiomas, cuando repentinamente me sentí impulsado a testificar respecto al valor intrínseco de cada persona presente, de que no había necesidad de compararnos con nadie más, que el Señor nos conoce y nos ama individualmente y en esa forma nos proporciona ayuda y poder especiales para seguir adelante. Al concluir, varios me pidieron que expresara nuevamente mi testimonio y que lo explicara más detalladamente, como mostrándose ansiosos por creerlo. Uno de ellos sucumbió a la emoción por el sentimiento de alivio y gozo que mis palabras le produjeron.

Recuerdo que en muchas ocasiones después de enseñar el evangelio a investigadores en el campo de la misión, a miembros en las reuniones de la Iglesia, a consejeros en mi oficina o a extraños durante viajes, me sentí motivado a testificar de la realidad y poder del Salvador, y cuando lo hice, tuve la sensación de ser como un conducto de luz, amor y poder. A pesar de que parecía tan común y normal en el momento, muchas veces me sentí asombrado por el efecto casi milagroso de que una persona expresara testimonio a otra mediante el Espíritu. Los testimonios de los demás surten un efecto similar en mí.

¿Por qué tiene tanta influencia y es tan necesaria la expresión del testimonio? Se me ocurren por lo menos tres razones:

Primero, testificar es la forma más pura de comunicación humana. El significado más hondo, la convicción más profunda del alma de una persona se está entregando a otra mediante el Espíritu Santo.

“De manera que, el que la predica y el que la recibe se comprenden entre sí, y ambos son edificados, y se regocijan juntamente.” (D. y C. 50:22.)

El Señor desea que sus hijos escuchen y reciban verdades divinas a fin de que vivan mediante ellas y puedan recibir más.

Segundo, expresar el testimonio nos ayuda a sentirnos más confiados. Indudablemente, antes de venir aquí sabíamos muchas verdades eternas, y el “testimonio puro” hace el velo lo suficientemente tenue como para recordarnos el conocimiento premortal. Hasta cierto grado nos sentimos como “en casa”.

El presidente Joseph F, Smith enseñó: “Toda verdad sobresaliente que llega con toda fuerza al corazón y la mente del hombre, es tan sólo el despertar de un recuerdo que permanece latente en el espíritu”. Luego preguntó: “¿Podríamos saber aquí cualquier cosa que no supiéramos antes de venir?”

Tercero, la gente añora algo fijo y evidente en el universo, algo en lo que pueda creer profundamente y de lo cual pueda depender. Quizás esto sea así ahora más que nunca, ya que casi todo está cambiando en el mundo, Incluyendo la rapidez de los mismos cambios; esa velocidad está aumentando constantemente. Se necesita algo inmutable que sea verdadero. De otro modo, tenemos la tendencia a recurrir a defensas tales como el prejuicio y el cinismo, que nos ayuden a ser invulnerables a todas las fuerzas inconstantes que acosan nuestra vida.

Un testimonio sincero provee su propia armadura, haciendo tales defensas innecesarias (véase D. y C. 27:15-18), y cuando se expresa, puede ofrecer la esperanza de algo eterno en nuestra vida.

¿Cómo debemos expresar el testimonio?
Probablemente existan tantas respuestas como personas, pero hay algunas ideas fundamentales que pueden encerrar un valor general. Considérense entonces estas diez guías:

  1. Exprese el testimonio por medio del Espíritu. El momento es, por lo general, de suma importancia. Mediante el cultivo del don del Espíritu llamado discernimiento, si rogamos específicamente por el espíritu de un testimonio, y somos receptivos, llegaremos a saber cuándo y cómo hemos de expresar nuestro testimonio. Es inapropiado y hasta destructivo, expresarlo cuando el Espíritu no está presente, cuando no se siente amor, cuando lo que hemos enseñado ha sido vagó y confuso, o cuando nuestra vida personal no es claramente compatible con nuestras palabras.

“Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibiereis el Espíritu, no enseñaréis.” (D. y C. 42:14.)

Mientras que un testimonio ciertamente contiene emociones, tiene más valor que éstas, por ello debemos cuidarnos del emocionalismo inadecuado y excesivo, que puede ser egoísta e hipócrita. Un testimonio confirma y da valor a nuestras enseñanzas; no las sustituye. Tampoco debemos exagerar un testimonio formal repitiendo “Yo sé, “Yo sé”, a cada minuto, ya que eso también perdería gradualmente su impacto.

Expresamos nuestro testimonio informalmente por el tono de natural convicción que tenga nuestra, voz cuando explicamos los principios del evangelio, y por el respeto que mostremos a los demás, (Considérese Juan 13:34-35.)

  1. Testifique cuando se sienta lleno de amor. De hecho, mostrar amor cuando se enseñan las verdades del evangelio es en sí una forma de testificar. Frecuentemente las personas no pueden recibir más luz y verdad, excepto cuando se encuentran en situaciones donde se les demuestra amor en varias maneras, incluso cuando se les enseña y se les da testimonio, se ora con ellas y por ellas, se les alienta y apoya, se les da seguridad, se íes comprende y se sacrifica uno por ellas. Muchos padres, maestros y miembros misioneros que hacen las tres primeras cosas y no las dos últimas, se sorprenderían ante el poder de las cinco juntas.

El uso justo de autoridad proviene del carácter, no del puesto, un testimonio de una persona con autoridad, que utiliza persuasión, longanimidad, benignidad, amor sincero, etc., es muchas veces más poderoso e influyente que un testimonio que proviene de quien, careciendo de fortaleza interior, quiere obtenerla de su cargo.

En mi opinión, el presidente Kimball puede ser osado y directo en sus expresiones y su testimonio, principalmente porque su amor, humildad y dedicación son tan obvios para todos los que lo escuchen.

  1. Testifique, no condene. El propósito es alentar a la gente, no condenarla. Aun en aquellos ejemplos que aparecen en las Escrituras, cuando el testimonio puro que se expresaba estaba en contención con el alma de las personas, el motivo principal era llamar al arrepentimiento y bendecir, no condenar.
  2. Ocasionalmente, a medida que sea movido por el Espíritu, testifique respecto a la identidad y el valor de la otra persona, y de la habilidad de ésta para aceptar y obedecer, con la ayuda de Dios, la verdad mostrada, como así también sobre el poder o libertad que todos tenemos de optar por la obediencia al Señor. Cuando era presidente de misión, le escribí una carta a cada nuevo converso en la que le pedía que me contestara y bosquejara el proceso de su conversión, incluyendo los problemas y obstáculos con que se .había enfrentado. Aproximadamente la mitad de los que respondieron indicaron que desde el principio, nunca habían dudado de la veracidad del mensaje; dudaban de sí mismos; dudaban de su valor o habilidad para vivir la verdad.

Pero cuando las personas descubren su propia identidad eterna, su potencial divino y su libertad o poder para elegir su respuesta a cualquier situación, queda al descubierto una sustancia vital que las fortalece. Cuando testificamos de la verdadera identidad y el valor de otra persona, le infundimos esperanza y fortaleza.

  1. Cuando se sienta inspirado, testifique sobre la forma de obtener un testimonio. El testimonio proviene del Espíritu Santo; le llega a aquel que es sincero y está buscando, a aquel que está tratando de ser fiel a la verdad que ya posee. De otro modo, muchas personas tienen el concepto cultural de que el camino a la verdad es intelectual, lo cual en parte es así, pero ciertamente no es lo más importante. La gente llegará a conocer la verdad en el mismo grado que sean fieles a la verdad que ya poseen; para encontrarla, debemos comenzar por ser honestos. Recuerdo a muchas personas que afirmaban dudar de la historia de José Smith, pero que en realidad, sabíamos que tenían dificultades con el hábito de fumar o tomar té (o cualquiera fuera el problema que el Espíritu nos indicara); les enseñamos que si vivían la Palabra de Sabiduría recibirían un tesoro escondido de conocimiento, incluyendo un testimonio del llamamiento profético de José Smith. “Porque no recibís el testimonio sino hasta después que vuestra fe ha sido puesta a prueba” (Eter 12:6). Muchos de ellos inmediatamente reconocieron el verdadero problema, y más tarde vencieron el hábito y experimentaron el cumplimiento de la promesa.
  2. Ocasionalmente, manifieste a otros cuando sienta el Espíritu y haga que ellos lo sientan también. De otro modo, muchos imaginan erróneamente lo que tendría que pasar, y continúan buscando algo más dramático y místico, mientras “traspasan lo señalado” (Jacob 4:14), y desechan la dulzura, la armonía y la paz serena y tranquilizante de la apacible inspiración del Espíritu Santo.

“Mi amigo, el espíritu dulce y pacífico que ambos sentimos ahora, es el mismo espíritu que sentirás cuando medites devotamente sobre el Libro de Mormón.”

  1. Cuando testifique, aprenda a hacer pausas, a fin de darle tiempo al otro para pensar y sentir. Recuerdo haber observado al élder Boyd K. Packer mientras entrenaba a sus nuevos misioneros a que hicieran sus presentaciones más despacio, y particularmente a que después que testificaban esperaran, a fin de permitir que el Espíritu llevara a cabo su inigualable milagro de conversión. “Estén tranquilos, crean, mírenles a los ojos, luego testifiquen”.

“Estad quietos y sabed que soy Dios.” (D y C, 101:16.)

  1. Utilice palabras y expresiones que puedan ser entendidas por los que lo escuchan. Muchos obstáculos de comunicación son innecesariamente creados por el vocabulario que es común en la Iglesia, pero que los que no son miembros no podrán entender. (Por ejemplo, “testimonio”, “sacramento”, “sacerdocio”, “noche de hogar” y “barrio”, son todas palabras que dan cabida a malos entendimientos; y hay muchas más.) Tal como no vacilaríamos en aprender otro idioma, no debemos vacilar en trabajar con un vocabulario quedos demás entiendan, a fin de comunicar el significado de lo que queremos decir.

El Señor mismo es el modelo perfecto de esto; también lo son sus profetas. Nefi dijo:

“Porque mi alma se deleita en la claridad; porque así es como el Señor Dios obra entre los hijos de los hombres. Porque el Señor Dios ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con su idioma, para que entiendan.” (2 Nefi 31:3.)

  1. Prepárese para testificar. Ore específicamente por el espíritu de testimonio; ruegue, a fin de recibir valor para expresarlo; humíllese en ayuno y arrepentimiento. Es interesante notar que la reunión mensual de testimonios es precedida por el ayuno y la renovación de convenios. Asimismo, expresar el testimonio en dicha reunión, pese a lo bello y apropiado que sea dar gracias, es más que expresar agradecimiento, requiere la declaración de nuestras creencias con convicción, la expresión de la más profunda certeza del alma, nacida del Espíritu, dé que Jesucristo es el Hijo de Dios, que José Smith y sus sucesores fueron llamados para ser profetas, y que el Señor está a la cabeza de la Iglesia.

La manera en que vivimos es nuestro testimonio más claro, particularmente cuando nos encontramos bajo presiones o amenazas, y aún así vivimos rectamente; con el tiempo, en esta forma de vivir se reflejará lo que realmente creemos. Si nuestras acciones están en armonía con lo que decimos que creemos, seremos instrumentos en las manos del Señor y por nuestro intermedio testificará de alguna manera a toda persona que encontremos.

  1. Testifique. Testifique a menudo; mensual, semanal o diariamente; tanto formal como casualmente. A semejanza de un músculo, nuestra habilidad para testificar aumentará mediante el uso constante.

Relativamente, son pocos los hijos de nuestro Padre Celestial que poseen un testimonio de esas verdades y poderes preciosos, los cuales pueden curar individuos, familias e incluso naciones. Si la influencia latente de estos pocos se debilita a causa de la impureza o temor de los hombres, ¿cómo efectuará el Señor su importante obra?

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?” (Véase Mateo 5:13.)

“Mas con algunos no estoy complacido, porque no quieren abrir sus bocas, sino que esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres. ¡Ay de los tales! porque mi enojo está encendido en contra de ellos.

Y acontecerá que sí no me son más fieles, les será quitado aun lo que tienen.” (D. y C. 60:2-3.)

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