La Sociedad de Socorro su
promesa y potencial
por el presidente Spencer W. Kimball
Es muy apropiado que este número de la Liahona preste especial atención a las mujeres de la Iglesia, porque el 17 de marzo señala el 135°. aniversario de la fundación de su organización exclusiva, la Sociedad de Socorro. “Os organizaré. . . según el modelo del sacerdocio”, dijo el profeta José Smith a ese pequeño grupo de mujeres que deseaban tener una sociedad apropiada para ellas.
Posteriormente, agregó: “La Iglesia nunca estuvo organizada completamente hasta que las mujeres fueron organizadas” (“Story of the Organization of the Relief Society”, Relief Society Magazine, marzo de 1919, pág. 129). Así, las mujeres Santos de los Últimos Días de todas partes, quedaron unidas en una hermandad; y hoy la Sociedad de Socorro bendice a cada mujer que acepta el don de participar activamente, de la misma manera que la organización de Mujeres Jóvenes bendice a sus hermanas más pequeñas.
Me pregunto si las hermanas que no participan completamente en la Sociedad de Socorro comprenden las grandes promesas que se reciben al pertenecer a ella. Permitidme enumerar algunas de estas bendiciones, pronunciadas sobre la Sociedad por el profeta José Smith:
- Esta Sociedad, una sociedad de hermanas, está organizada “de acuerdo con vuestra naturaleza. . . Ahora os halláis en posición tal que podéis obrar de acuerdo con aquellas simpatías que Dios ha plantado en vuestro seno” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 276).
- “Si las hermanas de esta Sociedad obedecen los consejos del Dios Omnipotente, dados por medio de las autoridades de la Iglesia, tendréis el poder para dar órdenes a las reinas que hubiere en medio de vosotras.” (Enseñanzas, pág. 277.)
- “Si cumplís con vuestros privilegios, no se podrá impedir que os asociéis con ángeles.” (Enseñanzas, pág. 276.)
- “Desde ahora en adelante descenderán sobre ellas conocimiento e inteligencia.” (Enseñanzas, pág. 279.)
- “Esta Sociedad se alegrará.” (Enseñanzas, pág. 279.)
Creo que estas promesas se están cumpliendo de muchas maneras. Pienso en el espíritu de revelación que mi amada esposa trae a nuestro hogar debido a las muchas horas que ha dedicado cada año de nuestra vida matrimonial al estudio de las Escrituras, a fin de estar preparada para enseñar los principios del evangelio en su llamamiento en la Sociedad de Socorro; hay un dulce y delicado espíritu que la acompaña después de dedicar su tiempo al servicio caritativo o al amoroso hermanamiento de las hermanas que reciben su guía como maestra visitante. Por sus obras, nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro muestran su deseo de seguir al Salvador y hacer sacrificios para el reino de Dios; se fortalecen mutuamente a medida que progresan y aprenden conjuntamente; comparten su testimonio acerca de la magnitud de sus llamamientos de cuidar una de otra, y su conocimiento de que el Señor las auxilia cuando buscan ayuda para cumplir con sus responsabilidades.
Me maravilla la fidelidad de tantas de nuestras hermanas y su inflexible devoción a la causa de Injusticia. El diario de mi madre registra un constante agradecimiento por la oportunidad de servir, y su pesar por no poder hacer más de lo que hacía, Sonreí cuando leí recientemente una anotación fechada el 16 de enero de 1900: estaba ella sirviendo como primera consejera de nuestra Sociedad de Socorro en Thatcher, Arizona, y la presidencia fue a la casa de una hermana que tenía un niño enfermo, lo cual le había impedido hacer su costura. Mamá, además de llevar consigo a su hijo y una silla alta, llevó un pequeño refrigerio y su máquina de coser para trabajar. Esa noche escribió: “Hicimos cuatro delantales, cuatro pantalones y comenzamos una camisa para uno de los niños”. Tuvieron que dejar sus labores a las 4 de la tarde para asistir a un funeral, así que: “Ya no hicimos nada más”. Yo me hubiera sentido satisfecho por tanto trabajo desarrollado, en vez de pensar: “Bueno, no es gran cosa”. Dos días después, la Sociedad de Socorro se congregó en nuestro hogar, para una reunión de labores: “Tuvimos muy buena asistencia”, escribió mi madre, “y logramos avanzar bastante”. Después de esa reunión de labores, fue sin quejarse a otra de la mesa directiva.
Este es el tipo de hogar en el que nací, un hogar dirigido por una mujer que rendía servicio en todos sus actos; esa es la clase de hogar que mi esposa ha formado; esa es la clase de hogar que miles de maravillosas mujeres en toda la Iglesia crean para sus esposos e hijos, y yo creo firmemente que gran parte de ese éxito recae en los ideales y la obra de la Sociedad de Socorro.
Los miembros de la Primera Presidencia creemos fervientemente en las bendiciones que vienen a través de la Sociedad de Socorro, por lo cual hemos suplicado a los presidentes de estaca, de misión y distrito que fomenten la asistencia a sus reuniones, con el fin de ayudar a los hermanos a comprender la gran fortaleza que las familias y el sacerdocio reciben, gracias a la actividad de las hermanas en dicha Sociedad. Les hemos pedido particularmente que insten a las hermanas solteras a participar en ella.
La Sociedad de Socorro es la organización del Señor para las mujeres, complementa la capacitación que los hermanos reciben en el sacerdocio. En esta organización radica un poder que aún no ha sido completamente aprovechado para fortalecer los hogares de Sión y edificar el reino de Dios; ni lo será, hasta que tanto las hermanas como los hermanos comprendan la misión que le ha sido encomendada.
Hay una maravillosa lección para todos nosotros en las actas de la Sociedad de Socorro del Barrio Quince de Salt Lake City. Esta organización fue presidida durante cuarenta años a partir de 1868, por Sarah M. Kimball, una gran mujer con la cual no tengo ningún parentesco. A fines de la década de 1870, cuando la Sociedad de Socorro se estaba organizando en todos los barrios, algunos hermanos no comprendían el programa y por lo tanto no le daban todo el apoyo necesario; pero el obispo de este barrio comprendía y respetaba la Sociedad de Socorro. El 8 de enero de 1878, envió a su consejero a hablar a las hermanas; el hermano Binder transmitió el mensaje de amor del obispo y dijo que él “no tenía miedo de que las hermanas invadieran los terrenos del sacerdocio”, sino que les extendía su “apoyo y fe”. Luego agregó algo muy importante; que él esperaba que las hermanas apoyaran a sus oficiales “tan fielmente como serían ellas apoyadas por el obispo y sus consejeros” (Actas de la Sociedad de Socorro del Barrio Quince. Archivos de la Iglesia).
Nosotros hacemos eco a este mismo mensaje. Esperamos que vosotras, hermanas, apoyéis a vuestras directoras de la Sociedad de Socorro tan fielmente como nosotros las apoyamos. La hermana Smith y sus consejeras son mujeres muy nobles que buscan la dirección del Espíritu en su vida y en sus decisiones; son mayordomos fieles en las grandes e importantes responsabilidades a las que han sido llamadas; trabajan armoniosamente con sus asesores del Consejo de los Doce y apoyan al sacerdocio en toda forma posible. Ellas tienen nuestro amor, nuestra confianza y nuestro apoyo.
Actualmente, es una gran bendición para una mujer ser miembro de la Iglesia. La oposición a la justicia nunca ha sido mayor, pero las oportunidades para desarrollar nuestro potencial tampoco han sido tan tremendas.
¿Cuál es nuestro mayor potencial? ¿No es acaso la divinidad? ¿Y cuáles son las cualidades que debemos desarrollar para lograr tal grandeza? Consideremos algunas:
Primero, inteligencia, luz y conocimiento. ¿Qué oportunidades especiales tienen las mujeres en este aspecto? Como recordaréis, estas cualidades son parte de la promesa dada a las hermanas por el profeta José Smith. Ya que la mejor manera de aprender es enseñando a otros, creemos que nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro ven el cumplimiento de esta promesa diariamente, al enseñar a sus hijos en el hogar, la Escuela Dominical, la Primaria, la Sociedad de Socorro, las reuniones sacramentales, y aun en su conversación, Exhortamos a nuestras hermanas que son llamadas a enseñar, que magnifiquen sus llamamientos por medio del estudio y la oración, reconociendo los valores eternos que están edificando para sí mismas y para aquellos a los que enseñan; también las instamos a que aprovechen completamente sus oportunidades de recibir luz y conocimiento por medio de la educación, el estudio individual y la Sociedad de Socorro.
Segundo, dirección. Las mujeres tienen oportunidades especiales de progresar en su habilidad para dirigir. ¿Consideráis que esta habilidad para dirigir es decir a otros lo que hay que hacer, o tomar todas las decisiones? No, eso no es dirigir. Dirigir es tener la habilidad para estimular los mejores esfuerzos de los demás a fin de alcanzar una meta deseable. ¿Quién tiene mejores oportunidades de dirigir que una madre que guía a sus hijos hacia la perfección, o una esposa que diariamente consulta con su esposo lo que pueden hacer a fin de desarrollarse en unión? Asimismo, la gran contribución que las mujeres de la Iglesia presentan en las organizaciones auxiliares de la Iglesia y en sus comunidades, es incomparable.
Y por último, quizás la cualidad más esencial de la divinidad: la caridad, o sea el amor; la caridad se demuestra en nuestro servicio al prójimo, en el desinterés, en esa expresión de preocupación por los demás que llamamos amor. La Sociedad de Socorro proporciona a las mujeres oportunidades especiales de expresar sus sentimientos de caridad, benevolencia y amor. Hay también otras formas de servicio en la comunidad y particularmente en el hogar. Dondequiera que las mujeres sean fieles a su naturaleza femenina y magnifiquen sus oportunidades de servicio amoroso, están aprendiendo a ser como Dios.
He mencionado solamente algunas de las bendiciones especiales que Dios da a sus hijas a fin de ayudarles a ser como El. Sus hijos también tienen sus propias oportunidades, y en su sabiduría y misericordia, nuestro Padre ha hecho al hombre y a la mujer dependientes uno del otro, a fin de que cada uno pueda desarrollar plenamente su potencial. Debido a las diferencias en su naturaleza, pueden completarse mutuamente; a causa de las similitudes en su naturaleza, pueden comprenderse. No se envidien el uno al otro debido a sus diferencias; que ambos puedan discernir entre lo que es superficial y lo que es intrínseca y maravillosamente básico en dichas diferencias, y actúen de acuerdo. Que la hermandad del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro pueda ser una bendición en la vida de todos los miembros de esta gran Iglesia, a fin de que podamos ayudarnos mutuamente a lo largo del sendero hacia la perfección.
























