Los lamanitas y los Santos de los Últimos Días destinos entrelazados

Enero de 1977
Los lamanitas y los Santos de los Últimos Días destinos entrelazados
por Dean L. Larsen

Dean L. LarsenAparentemente, en los primeros días de la historia de la Iglesia restaurada, el interés que demostraban los dirigentes de la Iglesia por los indios norteamericanos y por el extenso grupo de naciones tamañitas, podía resultar una paradoja. A primera vista, dicho interés parecía desproporcionado en relación con la importancia que pudieran tener esos pueblos en el desarrollo y destino de la Iglesia.

Los primeros dirigentes de la Iglesia veían a los lamanitas de los postreros días con optimismo y con una opinión completamente contraria a la que prevalecía en esos tiempos. Durante la época en que se consideraba al indio como “el americano que tiende a desaparecer”, y en que ciertos estados y territorios ofrecían una recompensa por su destrucción, los líderes de la Iglesia les predecían un glorioso futuro.

Cuando la nueva Iglesia se esforzaba por establecerse y tenía una gran necesidad de personas capacitadas, envió su primera expedición misional a las tribus de indios semicivilizados del oeste y no a los grandes centros de población de los estados del noreste. Este proyecto requirió del esfuerzo de dos de los dirigentes más prominentes de la Iglesia, Oliverio Cowdery y Parley P. Pratt, quienes dejaron sus importantes cargos en la administración de los asuntos de la Iglesia, para cumplir con esa misión.

En aquella época, un observador casual habría pensado que era ilógica y fútil esta aparente preocupación de los dirigentes de la Iglesia por un pueblo sitiado y rechazado. Aun algunos oficiales del sacerdocio reconocían que los esfuerzos misionales de la Iglesia entre los lamanitas eran una prueba de fe.

El 12 de enero de 1873, el élder Woodruífdijo:

“Los lamanitas florecerán como la rosa en las montañas. Estoy dispuesto a decir en esta ocasión que, aunque yo creo esto firmemente, cuando veo que el poder de la nación los destruye en la tierra, el cumplimiento de esa profecía me parece más difícil de creer que cualquier otra revelación de Dios. Parece como si no fueran a quedar suficientes para recibir el evangelio; pero a pesar de este oscuro cuadro, se Cumplirá toda palabra de Dios con respecto a ellos y en el futuro recibirán el evangelio”. (Journal of Discourses, 15:282.)

Aunque cien años atrás el futuro de los lamanitas se veta negro, en nuestros días se están verificando la fe y la visión de José Smith y sus sucesores referente a este pueblo escogido del Señor.

La fascinante historia comienza seis meses después de la organización de la Iglesia con la misión de Oliverio Cowdery, Parley P. Pratt, Peter Whitmer y Ziba Peterson entre los lamanitas, y está tejida con hilos de esperanza, frustración, paciencia y gradual cumplimiento; sus capítulos finales, y los más dramáticos, aún no se han escrito. Pero este relato es un elemento de la historia dé la Iglesia que promueve la fe en forma singular. Sus bases se encuentran entrelazadas con profecías hechas a un remanente del pueblo con el cual el Señor hizo convenios irrevocables en tiempos del Antiguo Testamento. En cierta forma, la misión de los eíderes Cowdery, Pratt, Whitmer y Peterson fue el comienzo de un drama profético que tiene una profunda importancia para la obra de redención que efectuarán el Señor y sus siervos en esta última dispensación del evangelio.

Los Santos de los Últimos Días que comprendan el origen y contenido del Libro de Mormón, no tendrán dificultad en comprender la razón por la que José Smith se fijó el inmenso cometido de iniciar lo obra de redención entre los lamanitas de su época. Había traducido de las planchas de oro la introducción al Libro de Mormón, incluyendo el siguiente mandato, el cual ha de haber impresionado vívidamente la mente y el corazón del joven Profeta:

“Por tanto, es un compendio de los anales del pueblo de Nefi, así como de los lamanitas. Escrito a los tamañitas, quienes son un resto de la casa de Israel. . .”

El Señor había confirmado enfáticamente este decreto en una revelación dada a José Smith después de la pérdida del manuscrito traducido que se había confiado a Martin Harris:

“Y éste testimonio llegará al conocimiento de los lamanitas, y de los lemuelitas, y de los ismaelitas, quienes cayeron en la incredulidad a causa de la iniquidad de sus padres…

Y para este propósito se preservan estas planchas que contienen esta historia.” (D. y C. 3:18-19.)

Imaginemos la responsabilidad que ha de haber sentido José hacia aquellos que preservaron el registro de los nefitas y lamanitas. El propósito y destino de su vida se entrelazaron tanto con la de ellos que hasta le habrá parecido que eran sus contemporáneos. Es de suponer entonces, cuánto pesarían sobre su conciencia las anhelantes palabras de Nefi:

“Y entonces el resto de nuestra posteridad sabrá acerca de nosotros: cómo fue que salimos de Jerusalén, y que ellos descienden de los judíos.

Y el evangelio de Jesucristo será declarado entre ellos; por lo que les será restaurado el conocimiento de sus padres, como también el conocimiento de Jesucristo que sus padres habían tenido.” (2 Nefi 30:4-5.)

También la vehemente súplica de Enós debe de haber impresionado profundamente a José Smith:

“Y después que yo, Enós, hube oído estas palabras, empecé a tener una fe inmutable en el Señor; y le rogué con muy asiduo empeño por mis hermanos, los tamañitas…

Y yo tenía fe, y rogué al Señor que preservara los anales; e hizo pacto conmigo que los daría a los lamanitas en su propio y debido tiempo,” (Enós 11, 16.)

El interés más profundo de Moroni al hacer la última anotación en el registro de su pueblo, se centró en los lamanitas que vivirían en la tierra de su herencia hasta los postreros días. Al comenzar el capítulo final de su libro, aclara a quiénes dirige los desafíos y las promesas que ahora aplicamos tan liberalmente a todos los que reciben la oportunidad de leer el Libro de Mormón: “Y ahora yo, Moroni, voy a escribir algo que juzgue oportuno; y escribo a mis hermanos los lamanitas. ..” (Moroni 10:1).

José Smith no tuvo muchas oportunidades de enseñar directamente a los descendientes del pueblo del Libro de Mormón. Sin embargo, en el verano de 1841 recibió la visita del jefe indio Keokuk, en la ciudad de Nauvoo. Keokuk venía acompañado de Kiskukosh, Appenoose, y unos cien jefes y guerreros de las tribus Sac y Fox, así como sus familias. El élder B.H. Roberts relata lo siguiente acerca de esta visita:

“El presidente Smith habló largamente a los indios sobre lo que el Señor le había revelado concerniente a sus antepasados, y les citó las promesas contenidas en el Libro de Mormón acerca de ellos. . . Cómo han de haberse alegrado sus corazones al escuchar al Profeta relatar la historia del auge y la caída de sus antepasados y la promesa de redimirlos de su estado degradado.”

Según el élder Roberts, a lo que José había dicho, Keokuk respondió:

“Tengo en mi tienda un Libro de Mormón que usted me dio hace muchas lunas. Yo creo que usted es hombre grande y bueno. Keokuk es algo torpe, pero es un hijo del Gran Espíritu. Keokuk escucha sus consejos. Keokuk y sus hombres dejarán de pelear y seguirán las buenas palabras que nos ha hablado.” (A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2:88-89.)

Parte de la primera obra misional que se efectuó fuera de los Estados Unidos y Canadá estuvo orientada hacia el pueblo lamanita. En el año 1844 se abrió una misión en las Islas de la Sociedad. En 1852 los misioneros fueron desalojados de estas islas por el gobierno de Francia, pero se les permitió regresar en 1892.

La Misión de Hawai se inició en 1850 y varios años más tarde la obra se extendió a los lamanitas de Nueva Zelanda. Todas estas misiones fueron muy provechosas.

En 1851 llegaron a Valparaíso, Chile, los primeros misioneros que fueron a Sudamérica, los élderes Parley P. Pratt y Rufus Alien. Encontraron el país envuelto en una guerra civil, por lo que no se estableció una misión permanente; la obra misional en el sur del continente americano se pospuso hasta 1925, cuando el élder Melvin J. Ballard, acompañado por los élderes Rulon S. Wells y Rey L. Pratt, se arrodillaron en una arboleda de sauces llorones cerca del Rio de la Plata en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, y dedicaron la tierra de América del Sur para la predicación del evangelio. En su oración, el élder Ballard se refirió a la obra que se efectuaría entre los lamanitas en las tierras de Sudamérica:

“Y también pedimos poder ver el comienzo del cumplimiento de tus promesas contenidas en el Libro de Mormón a los indios de esta tierra que son descendientes de Lehi, millones de los cuales residen en este país. Por mucho tiempo ellos han sido pisoteados y han soportado y sufrido muchas aflicciones por causa del pecado y la transgresión, tal como profetizaron los profetas del Libro de Mormón. . .

Oh, Padre, deja que tu Espíritu influya en ellos y les manifieste la verdad de estas cosas, tal como nosotros y tus siervos que nos sucederán testificaremos de tus preciosas promesas a esta rama de la Casa de Israel.”

En el informe que dio de su actuación, el élder Ballard agregó esta nota:

“Cada uno de los hermanos habló brevemente… Se bendijeron unos a otros y sintieron que como resultado de la apertura de esta misión, muchos europeos de esa tierra recibirían el evangelio; pero que finalmente la gran obra misional se propagaría entre los indios. Este fue un día trascendental.” (Sermóns and Misslonary Services of Melvin J. Bailará, por Bryant S. Hinckley, Deseret Book Co., 1949, págs. 96-97.)

En la conferencia de la Iglesia en octubre de 1879, se llamó a tres misioneros para abrir una misión en la Ciudad de México; en 1876 había fracasado un intento anterior por establecerla. En años posteriores hubo interrupciones en la obra por motivo de la revolución; sin embargo, en la actualidad las misiones de México están entre las más productivas del mundo, y un alto porcentaje de las personas convertidas a la Iglesia allí, son de origen lamanita. El censo de 1960 en dicho país indicó que había 26 millones de habitantes de origen indígena.

Aunque a través de los años ha habido gran éxito en otras empresas entre los lamanitas de América del Norte y del Sur y las islas del Pacífico, los eventos más dramáticos de los esfuerzos de la Iglesia entre los lamanitas tal vez hayan sucedido durante los últimos veinte años. Muchos de los acontecimientos más recientes fueron motivados en Canadá y que están inscritos en las clases de seminario. Aproximadamente 1.500 asisten a la Universidad de Brigham Young en sus planteles de Utah y Hawai.

En la actualidad existen más de treinta estacas de la Iglesia en áreas predominantemente lamanitas. La obra misional está prosperando entre este pueblo ahora más que nunca. Se calcula que actualmente hay 350.000 miembros de la Iglesia de origen lamanita; esto constituye un poco más del 10 por ciento del total de miembros de la Iglesia, gran manera por el presidente Spencer W. Kjmball, quien por varios años sirvió como presidente del Comité para Indígenas de la Iglesia.

En el Pacifico; México, América Central y del Sur, se ha desarrollado un extenso sistema educativo con casi 16.000 alumnos que asisten a las escuelas de la Iglesia en Chile, Perú, Bolivia, Paraguay, México, Fidji, Nueva Zelanda, Samoa Occidental, Tahiti y Tonga; la gran mayoría de estos alumnos son de ascendencia lamanita, y allí reciben la oportunidad de desarrollar sus talentos y habilidades como dirigentes, y dar impulso al gran crecimiento futuro de la Iglesia en sus regiones.

Además de los jóvenes que asisten a las escuelas de la Iglesia en los lugares arriba mencionados, hay otros 13.000 que van a escuelas públicas y federales de los Estados Unidos y

Para poder apreciar plenamente la naturaleza profética de esta obra, uno debe acudir a las inspiradas predicciones del Libro de Mormón. El Salvador mismo dijo a los antepasados de los lamanitas actuales cuando ministraba entre ellos en el continente americano:

“Y en ese día empezará la obra del Padre, sí, cuando sea predicado este evangelio al resto de este pueblo. De cierto os digo que en ese día empezará la obra del Padre entre todos los dispersos de mi pueblo, sí, entre las tribus perdidas que el Padre ha sacado de Jerusalén.” (3 Nefi 21:26.)

Citando las palabras de Isaías, el Maestro también dijo:

“Porque los montes desaparecerán y los collados serán quitados, pero mi bondad no se apartará de ti, ni será quitado el pacto de mi pueblo, dice el Señor que tiene misericordia de ti.” (3 Nefi 22:10.)

Al élder Wilford Woodruff le fue difícil aceptar estas profecías hace cien años, como ya se ha citado. A la luz de los sucesos recientes, sin embargo, no es tan difícil ver cómo se mueve la mano del Señor para restaurar a los descendientes del pueblo del Libro de Mormón su lugar entre las tribus de Israel. Con ello se está reivindicando la fe de los primeros hermanos.

Aunque ya se han dado pasos muy importantes, apenas ha comenzado el día de los lamanitas. El pueblo del Señor aún deberá efectuar una gran obra para cumplir todo lo que han predicho los profetas del Libro de Mormón y los dirigentes de la Iglesia en estos últimos días; existe un lazo profético que entrelaza el destino de las naciones lamanitas con el de los Santos de los Últimos Días; los gentiles y los lamanitas que escuchan a Dios reciben promesas similares. Refiriéndose a esta época, en la que ocurriría la restauración del evangelio entre los pueblos gentiles que poseerían esta tierra, el ángel del Señor le dijo a Nefi;

“Y sucederá que si los gentiles escucharen al Cordero de Dios el día en que verdaderamente se manifieste a ellos tanto en palabra como en poder, para quitar sus tropiezos,

Y no endurecieren sus corazones contra el Cordero de Dios, serán contados entre la posteridad de tu padre; sí, serán contados entre los de la casa de Israel; y serán para siempre un pueblo bendito sobre la tierra de promisión, y no serán llevados más al cautiverio. Y la casa de Israel ya no será confundida” (1 Nefi 14:1-2.)

Dean L. Larsen es el director de Revistas y Material Didáctico de la Iglesia, y fue recientemente llamado a integrar el Primer Quorum de los Setenta.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

1 Response to Los lamanitas y los Santos de los Últimos Días destinos entrelazados

  1. Avatar de Desconocido Francisco dice:

    Cómo contactar con presidente de lamanitas actual.

    Me gusta

Deja un comentario